viernes, 30 de diciembre de 2011

De la Edad Media al Renacimiento

La transición entre la Edad Media y el Renacimiento se produjo durante el siglo XV, siglo en el que se agudizó la crisis del sistema de valores medieval. A esta época se la denomina habitualmente Prerrenacimiento, en cuanto que anuncia ya la forma de vida y la actitud vitalista propia del Renacimiento.
Entre los hechos que en el siglo XV contribuyeron a modificar los hábitos y los modos de pensar y provocaron la quiebra definitiva del sistema de valores medieval destacan dos: el incremento del comercio -que provocó la consolidación de la incipiente burguesía como clase cada vez más influyente en las ciudades- y las epidemias de peste que hacia mediados de siglo asolaron Europa.
El creciente peso social de la burguesía favoreció la implantación de valores mundanos, tales como el bienestar material o el ansia de riquezas. La vida pasó entonces a ser considerada no solamente como un camino hacia la vida eterna, sino como fuente de alegrías y placeres dignos de ser disfrutados. Y, en consecuencia, la muerte perdió su sentido liberador y comenzó a sentirse como un trance doloroso que venía a truncar los deleites mundanos. Las terribles epidemias de peste que diezmaron la población europea reforzaron tanto el deseo de disfrutar de lo material mientras la vida dure como ese sentimiento de rechazo de la muerte.
El cambio en la consideración de la vida y de la muerte afectó, como es natural, a los principios religiosos. Por una parte, se inició un proceso de secularización de la sociedad; y, por otra parte, se empezó a abrir paso una corriente religiosa más espiritual, que criticaba y se oponía al poder material de la Iglesia. Estos cambios se pueden observar directamente en las manifestaciones artísticas: la arquitectura civil experimenta un notable empuje con la construcción de palacios y alcázares que se convirtieron en el exponente de la riqueza de sus moradores; y en pintura y escultura, los temas religiosos van dejando lugar a representaciones de lo individual y lo humano.
El cambio de mentalidad se manifestó también en la desaparición de la tolerancia y la convivencia multiétnica que habían caracterizado a la Edad Media peninsular. La convivencia entre musulmanes, judíos y cristianos se rompió, por un lado, con la finalización de la Reconquista y, por otro, con las continuas persecuciones y matanzas de que fueron objeto los judíos, que culminaron con el decreto de expulsión firmado por los Reyes Católicos en el año 1492. 

sábado, 24 de diciembre de 2011

El Libro de buen amor

De Juan Ruiz sólo conocemos el Libro de buen amor. Se trata de una obra de más de 7.000 versos distribuidos en 1.728 estrofas en las que se narran de forma autobiográfica las aventuras amorosas de un arcipreste. El texto contiene, además, relatos variados y una serie de poemas a la Virgen. El resultado de esta mezcla es una obra variada, vitalista y satírica, con un sinfín de interpretaciones.


Una obra sin título
Desgraciadamente no se conserva ningún manuscrito del autor. Conocemos el texto a través de diversas copias en las que se recoge el texto de la obra sin título, lo cual es, por otra parte, muy común en la época. Al parecer, la obra fue conocida en su tiempo como Libro del Arcipreste de Hita o Tratado del Arcipreste de Hita.
A partir de los estudios del investigador Menéndez Pidal se empezó a conocer la obra con el nombre con que hoy se conoce: Libro de buen amor. El título proviene del propio Arcipreste, quien llama así al libro en diferentes lugares de su obra:


Por amor a mi vieja,     por hablar con razón,
Buen Amor llamé al libro     y a ella en toda ocasión;
cuando bien la traté,     ella me dio gran don;
no hay pecado sin pena     ni bien sin galardón.


El influjo de la tradición
El Libro de buen amor es una obra única y original que se inserta en la tradición literaria del momento en que fue escrita. Esa tradición se manifiesta especialmente en las fuentes que Juan Ruiz utiliza.
En primer lugar, Juan Ruiz se vale de la Biblia, obra que fue tomada frecuentemente como autoridad por los distintos autores del mester de clerecía. Junto a las referencias a la Biblia hay otras a diversas obras latinas muy difundidas en la época.
La literatura romance dejó asimismo sus huellas en el Libro de buen amor. En este sentido destaca la influencia del Libro de Alexandre.
También se puede reconocer la influencia árabe y oriental, especialmente en los pasajes amorosos y en algunos de los ejemplos contenidos en el Libro.


Estructura del Libro: una obra compleja
El Libro de buen amor, escrito en forma autobiográfica, se organiza en torno al relato de las aventuras amorosas de su autor. Comienza con la petición de ayuda que el autor hace a Dios para poder llevar a cabo la obra, y continúa con una explicación, un tanto ambigua, sobre las intenciones que le han llevado a escribir el libro. A partir de ahí se inicia la narración de una serie de aventuras amorosas protagonizadas por el autor, entre las que se van intercalando composiciones narrativas, didácticas y líricas.
Prescindiendo de la trama amorosa central, éstos son los materiales que componen la obra:

  • Un conjunto de tres composiciones que sirven de introducción: una oración en verso en que solicita fuerzas a Dios para poder escribir el libro; un prólogo en prosa que asemeja un sermón culto, pero que tiene una intención paródica; una introducción en verso donde se explica con qué finalidad se escribe el libro.
  • Una colección de fábulas y apólogos que se insertan como ejemplos en las distintas aventuras.
  • Un conjunto de sátiras, en las que el autor se burla de aspectos como el poder del dinero o las costumbres y vicios que tienen determinados clérigos.
  • Diversas reflexiones didácticas de tono moral.
  • Una serie de composiciones líricas, tanto de tema religioso -las cantigas a la Virgen- como profano -cantares de ciego, cantares de escolares y cantigas de serrana.
  • Un relato alegórico que desarrolla una parodia de la batalla de don Carnal y doña Cuaresma.
  • Una recreación de la comedia latina Pamphilus, del siglo XII. A través de la historia de don Melón y doña Endrina se reelabora el texto latino y se narra el proceso de seducción de una muchacha.
La integración de todos estos elementos en la obra da como resultado una estructura abierta que permite la incorporación de diversas composiciones, cada una de ellas con una función determinada.

Un estilo variado y vitalista
Buena parte de las 1.700 estrofas de que consta el Libro de buen amor es cuaderna vía, estrofa propia del mester de clerecía. Pero Juan Ruiz introduce en su obra otros tipos de estrofas y versos, con lo cual rompe la monotonía que caracterizaba las producciones de este movimiento.
Los cambios métricos que se aprecian no se producen al azar sino que responden a la intención del autor de señalar determinados sentimientos o actitudes de los personajes o de destacar un determinado fragmento. Así, por ejemplo, en muchas ocasiones se utilizan versos octosílabos para introducir pasajes populares o de tono intimista. Por el contrario, la utilización sistemática del verso alejandrino se reserva para los momentos solemnes o de carácter moralizante. El mismo Juan Ruiz en el prólogo de su libro explica esta evidente voluntad de estilo.


Y compúselo también para dar a algunos lección de metrificar y rimar, y de trovar; pues trovas y notas y rimas y dictados y versos hice cumplidamente, según esta ciencia requiere.


Al igual que la métrica, el estilo de Juan Ruiz es un estilo variado y lleno de matices. En general se trata de un estilo desbordante y vital, reflejo de la personalidad del autor y de su visión del mundo, cuyos rasgos más característicos son éstos:

  • Riqueza de vocabulario y utilización del término exacto en cada momento.
  • Variedad lingüística y estilística que le permite pasar fácilmente de la expresión popular a la cita erudita.
  • Abundancia de enumeraciones, que aportan variedad y colorido a la expresión.
A tal mensajera     nunca le digas maza;
gorjee bien o mal,     no le llames picaza,
señuelo, cobertera,     almádana, coraza,
aldaba, ni trainel,     cabestro ni almohaza,
garabato ni tenazas     ni anzuelo pescador.
  • Acumulación de sinónimos en momentos de gran afluencia verbal.
De talle, muy apuesta;     y de gesto, amorosa;
lozana y muy gentil,     placentera y hermosa,
cortés y mesurada,     halagüeña y donosa,
graciosa y muy alegre:     amor en toda cosa.
  • Incorporación de dichos y refranes, que se utilizan especialmente en las partes dialogadas y que dan un sabor coloquial al texto.
La fábula lo dice,     que os voy a contar ahora,
que "el ave solitaria     ni bien canta ni llora".
  • Uso abundante de diminutivos, que enriquecen el léxico con matices diversos y aportan frescura y espontaneidad.
Todos estos rasgos hablan de una perfecta adecuación entre expresión y contenido. Y es que Juan Ruiz es uno de los autores en que mejor se mezcla amenidad y riqueza expresiva.


El humor y su significado
Para entender en su totalidad un texto como el Libro de buen amor no podemos dejar de lado un elemento que aparece una y otra vez a lo largo de la obra: el humor.
La utilización consciente de recursos humorísticos aparece expresada por el propio autor al comienzo del libro, al afirmar su propósito de divertir a los lectores:


Es palabra de sabio,     y dícelo Catón,
que el hombre a los cuidados,     que tiene en corazón,
entremezcle placeres     y risueña razón,
pues en mucha tristeza     muchos pecados son.


Y pues con cosas cuerdas     no puede hombre reír,
algunas que otras burlas     tendré aquí que injerir;
cuando tú las oyeres     no quieras discutir
a no ser en la forma     de trovar y decir.


El humor de Juan Ruiz es algo más que una simple forma de entretenimiento; es fruto de la actitud con que el autor se enfrenta a una sociedad en crisis, carente de valores y en la que todo, hasta él mismo, puede ser objeto de burla. La paradoja, la ironía y los juegos de palabras son en este sentido elementos que refuerzan la visión crítica del mundo.


Intención de la obra: el loco amor y el buen amor
El Libro de buen amor no es sólo una obra compleja, donde se mezclan fuentes y elementos muy dispares, sino también una obra polémica, que ha dado lugar a interpretaciones muy diversas. El mismo prólogo del Libro nos deja ver cierta ambigüedad en las intenciones del autor. En primer lugar, Juan Ruiz manifiesta su intención didáctica al pretender mostrar los peligros del "loco amor" y la necesidad de alejarse de él y de volver al "buen amor".


Y Dios sabe que mi intención no fue hacer por dar ocasión de pecar ni por mal hablar; sino que fue por traer a toda persona a memoria buena de bien obrar, y dar ejemplo de buenas costumbres, y consejos de salvación, y para que todos sean apercibidos y se puedan mejor guardar de tantas maestrías como algunos usan para el loco amor.


Pero, en el mismo prólogo, el autor explica que su obra también puede servir de guía de actuación para los enamorados, aunque acto seguido desaconseja esta utilización:


Sin embargo, como es humana cosa el pecar, si algunos -lo que no les aconsejo- quisieran usar del loco amor, aquí hallarán algunas maneras para ello.


Esta interpretación de la obra como manual de comportamiento en el amor pone en relación a Juan Ruiz con uno de los escritores clásicos más admirados durante la Edad Media: Ovidio.
Ovidio fue el autor de un libro, el Ars amandi o Arte de amar, en el que se exponían los principios y las reglas de la vida amorosa. Para muchos críticos, Juan Ruiz se convierte en un imitador de ese gran autor antiguo.
Teniendo en cuenta las declaraciones del autor, los estudiosos del Libro se han dividido entre los que defienden la intención didáctica del Arcipreste y los que opinan que en el fondo nos encontramos ante una irónica broma de un clérigo medieval. Por un lado, la técnica autobiográfica, el tono sarcástico con que se narran algunas aventuras amorosas y las continuas reflexiones morales apoyan la intención didáctica de la obra. Pero, por otro lado, el realismo, la alegría vital, el detenimiento con que se describe el amor y el gusto por los placeres llevan al Libro mucho más allá de la mera intención moralizante.


Las fiestas del Carnaval, en las que se inscribe la batalla de don Carnal y doña Cuaresma,
son uno de los motivos folclóricos presentes en el
Libro de buen amor. En la imagen, detalle
de un cuadro de Pieter Bruegel en el que se ve al rollizo Carnaval luchando con la macilenta
Cuaresma (Kunsthistorisches Museum, Viena).


Documento de una época
Para muchos críticos, el Libro de buen amor es un espejo del choque que se vive en la época entre los viejos valores y las nuevas ideas que nacen en el seno de la burguesía emergente. En este sentido, la lucha entre el buen amor y el loco amor puede ser interpretada como una transposición del enfrentamiento entre las ideas religiosas típicamente medievales y las nuevas costumbres burguesas, más apegadas a los placeres terrenales.
Son muchos los lugares en que el Arcipreste manifiesta su opinión ante los cambios en los valores y en las costumbres. Especialmente significativo es el pasaje que Juan Ruiz dedica al dinero:


Hace mucho el dinero,     mucho se le ha de amar:
al torpe lo hace bueno     y hombre de respetar,
hace correr al cojo,     al mudo le hace hablar;
el que no tiene manos     bien lo quiere tomar.


Séase un hombre necio     y rudo labrador:
hácenle los dineros     hidalgo sabedor;
cuanto más él posee     tanto es de más valor;
quien no tiene dinero     no es ni de sí señor.


Si tuvieres dinero     tendrás consolación,
alegría y placer     y del Papa ración;
comprarás Paraíso,     ganarás salvación;
donde hay mucho dinero     hay mucha bendición.


Juan Ruiz muestra en este pasaje los efectos perturbadores del orden social que el dinero tiene: hace bueno al torpe, hace correr al cojo, hace hablar al mudo, convierte en sabio al hombre necio... Y a la vez, denuncia en la última estrofa la sumisión del clero respecto al dinero.
En cualquier caso, el Libro de buen amor tiene un valor inestimable en cuanto que es reflejo de la sociedad y de sus costumbres, lo cual lo convierte en un auténtico documento de la época. A través de las aventuras amorosas que narra, podemos descubrir las costumbres de una sociedad que atraviesa un momento de crisis política y social. Y lo que es más importante, el Libro no es sólo testimonio de la sociedad cristiana sino que recoge también costumbres y modos de vida de judíos y musulmanes; se convierte así en una prueba más de la convivencia y del mestizaje cultural que se produjo en la Península.
Algunos elementos del Libro sirvieron de modelo para obras posteriores, como, por ejemplo, el personaje de Trotaconventos, que tuvo su más fiel continuadora en La Celestina. Además, el especial realismo que caracteriza al Libro de buen amor ha sido el arranque de toda una larga tradición literaria de lo que se puede denominar realismo grotesco y que abarca desde la novela picaresca hasta Quevedo o Valle-Inclán.

sábado, 10 de diciembre de 2011

Juan Ruiz, Arcipreste de Hita

Arco de entrada a la Plaza Mayor, ciudad de Hita (Guadalajara)


A pesar de los numerosos estudios realizados, la figura de Juan Ruiz sigue siendo un enigma. Seguramente nació en Alcalá de Henares a finales del siglo XIII y desempeñó en Hita el cargo de arcipreste. Algunos investigadores afirman que Juan Ruiz estuvo preso, ya que él mismo en su libro pide ayuda a Dios para salir de la prisión en que se encuentra.


Señor, que a los judíos,     pueblo de perdición,
libraste del muy duro     poder del Faraón,
y sacaste a Daniel     del pozo babilón,
sácame a mí, cuitado;     de esta mala prisión.
(versión modernizada de Nicasio Salvador Miguel)


Esta interpretación literal del término "prisión" se ve reforzada por la nota que el copista añadió al final de la obra, en la que dice:


Éste es el libro del Arcipreste de Hita, el cual compuso estando preso por mandato del cardenal don Gil, Arzobispo de Toledo.


Otros investigadores, sin embargo, discrepan de esta interpretación y consideran que la prisión de la que habla Juan Ruiz es tan solo una metáfora con la que se referiría a su alma presa del pecado.
Aunque existen escasos datos sobre su vida, la obra de Juan Ruiz nos permite al menos forjarnos una idea sobre la personalidad de su autor. Atendiendo al texto nos encontramos frente a un clérigo alegre y vitalista, que trata sobre asuntos mundanos y en ocasiones critica a las instituciones religiosas.


La crisis del siglo XIV
El siglo XIV supone un momento de crisis y de quiebra del sistema feudal en todo el Occidente europeo. La literatura del momento parece contagiarse de ese ambiente de crisis y decadencia, y produce obras de escaso valor. Ahora bien, junto a esas obras menores encontramos escritores que reaccionan satíricamente ante la situación del momento. Éste es el caso del canciller López de Ayala, quien, en el libro Rimado de Palacio, critica a la Iglesia, a la Administración y a todos cuantos se benefician de la guerra, y también el caso de Juan Ruiz.
El Arcipreste nos ofrece en el Libro de buen amor la particular visión de un clérigo ante un mundo que se desmorona por la llegada de nuevos valores. El Libro se convierte así en una auténtica sátira de la sociedad, encubierta bajo la apariencia de un simple tratado amoroso.
Desde el punto de vista literario, cuando Juan Ruiz escribe su obra coexisten dos tendencias diferentes: el mester de clerecía y el mester de juglaría. La obra del Arcipreste de Hita, aunque pertenece a la corriente del mester de clerecía, se beneficia literariamente de las dos, tomando algunos elementos de cada una de ellas:

  • Del mester de juglaría toma la utilización de procedimientos propios de los juglares como es el hecho de dirigirse directamente a su público, para ganarse su confianza y su aprobación:
Señores, si queréis     oír un buen solaz,
escuchad el romance,     sosegaos en paz,
pues no os diré mentira     en cuanto aquí, en él, yaz,
porque por todo el mundo     se practica y se haz.
  • Del mester de clerecía toma el uso de la cuaderna vía, la utilización de obras latinas como fuente de inspiración para sus textos o la tradición de componer obras dedicadas a la Virgen.
El resultado de esta mezcla de elementos es una obra de síntesis, considerada hoy la mejor producción literaria escrita en castellano durante el siglo XIV.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

El nacimiento de la prosa romance

La prosa en romance castellano aparece con posterioridad a la lírica y a la épica. De hecho, los primeros textos en prosa proceden de finales del siglo XII y no son más que breves narraciones de carácter histórico. Aunque estos textos tienen un escaso valor literario, son un testimonio del interés existente por narrar los hechos históricos en la lengua hablada por todos y no en latín como era la costumbre de la época.
Hacia mediados del siglo XIII aparecieron ya obras en prosa algo más extensas: se trata de colecciones de cuentos ejemplares y colecciones de sentencias. En general, no son obras originales sino traducciones de obras orientales.
Pero quien verdaderamente impulsó la prosa romance fue Alfonso X de Castilla. Este rey entendía que la difusión de la cultura en la lengua que hablaba el pueblo facilitaría su labor educadora. Para conseguir este objetivo, el Rey Sabio se sirvió de la Escuela de Traductores de Toledo. En ella reunió a destacados sabios musulmanes, cristianos y judíos para llevar a cabo la labor enciclopédica más importante de la época. Bajo la dirección real se escribieron en castellano diversas obras y se tradujeron otras. De esta forma, el castellano fue convirtiéndose en una lengua apta para tratar asuntos jurídicos, históricos, científicos, etc.
Del mismo modo que Alfonso X hizo del castellano una lengua apta para la expresión científica y la divulgación del saber, don Juan Manuel dotó en el siglo XIV a la prosa castellana del carácter literario del que carecía hasta ese momento.
El proceso de formación de la prosa romance se vio también reforzado con la aparición de otras obras de ficción entre las que cabe citar el libro de viajes de Fazienda de Ultramar y la novela de caballerías Libro del Caballero Cifar.


Don Juan Manuel
El infante don Juan Manuel es el principal impulsor de la literatura castellana en prosa. Es un escritor de procedencia aristocrática, que se muestra orgulloso de su posición social y de su valía política y literaria.
Nació en Escalona (Toledo) en 1282. Fue nieto de Fernando III el Santo y sobrino de Alfonso X el Sabio. Desde muy joven ejerció importantes cargos y participó en las luchas castellanas por el poder entre nobleza y monarquía, aliándose tanto con los cristianos como con los musulmanes según sus intereses en cada momento. Después de repartir su vida entre las intrigas políticas y su labor literaria murió en el año 1349.


La obra de don Juan Manuel
Entre las obras conservadas de este autor hay obras de carácter teórico sobre diversas cuestiones, como, por ejemplo, el Libro de la caza o el Libro de las armas, y obras narrativas como el Libro del caballero y del escudero y el Libro de los Estados. Pero sin duda su obra capital es el Libro de Patronio o Conde Lucanor.
El Conde Lucanor es básicamente una colección de 51 cuentos que responden a la misma idea: un joven conde, Lucanor, le plantea a su ayo, Patronio, sus dudas acerca de cuestiones diversas; el ayo responde a estas cuestiones mediante ejemplos que contienen una moraleja.
Los cuentos son muy variados y están tomados de muy diversas fuentes: desde fábulas clásicas hasta relatos de los Evangelios, pasando por cuentos orientales y por diversas crónicas. Ahora bien, don Juan Manuel no se limita a refundirlos, sino que los recrea con un estilo personal que demuestra una gran maestría narrativa.
Los cuentos que aparecen en el libro tienen una estructura fija que se repite en cada uno de ellos:

  • Diálogo: En el diálogo inicial, Lucanor expone a su ayo Patronio un problema y le pide consejo.
  • Cuento: Patronio narra un cuento o relato relacionado con el tema planteado por Lucanor.
  • Aplicación: Patronio hace una aplicación del cuento al caso concreto planteado por Lucanor.
  • Moraleja: Don Juan Manuel interviene e incluye una moraleja en forma de pareado.

En busca de un estilo propio
Don Juan Manuel fue el primer escritor que intentó conscientemente forjarse un estilo propio y personal. En el prólogo al Conde Lucanor él mismo manifiesta:


Escribí este libro con las palabras más hermosas que pude.


Y también explica la forma elegida para escribir su obra a la vez que se muestra preocupado por la fiel transmisión de la misma.


Como don Juan sabe que en los manuscritos hay muchos errores de copia, porque los copistas, al tomar una letra por otra, se confunden y mudan el sentido de muchos pasajes, y los lectores echan luego la culpa al autor de la obra, ruega a los que leyeren cualquier libro suyo que cuando encuentren alguna palabra mal puesta no le culpen a él hasta que vean el manuscrito que él mandó escribir y que está corregido en muchos lugares de su puño y letra. [...] Cuando lo hubieren visto, ruega que no imputen las faltas que encuentren a negligencia, sino a la cortedad de su entendimiento, pues se atrevió a tratar de materias tan altas. Pero Dios sabe que lo hizo para enseñar a los que no son sabios ni letrados. Por eso escribió todas estas obras en castellano, cierta señal de que las dirigió a los que saben poco, como él.
(Versión modernizada de Enrique Moreno Báez)


Castillo de Peñafiel,
residencia de don Juan Manuel
Don Juan Manuel no utiliza términos abstractos, sino que se expresa de forma clara y concisa. Como su intención es fundamentalmente didáctica, elige el sistema del cuento y procura expresarse dentro de él de una forma sencilla. Así, por ejemplo, en las explicaciones del ayo Patronio el autor utiliza únicamente las palabras necesarias, con el fin de mantener la claridad de las ideas.

martes, 6 de diciembre de 2011

La literatura didáctica: el mester de clerecía

Junto a la corriente del mester de juglaría se desarrolla en la Edad Media otra corriente literaria de características muy diferentes: el mester de clerecía. El término "mester de clerecía" designa el oficio o forma de escribir de los clérigos.
Aunque las producciones del mester de clerecía son muy diversas, hay una serie de rasgos que caracterizan a esta corriente. Entre otros destacan los siguientes:

  • Ausencia de asuntos heroicos. A diferencia del mester de juglaría, los autores de este mester tratan generalmente de asuntos religiosos, ascéticos... Únicamente una obra, el Poema de Fernán González, desarrolla un tema épico.
  • Finalidad didáctica. Las obras del mester pretenden dar a conocer al pueblo hechos que le sirvan de ejemplo: para ello utilizan como base obras filosóficas y religiosas antiguas.
  • Lenguaje claro y artístico. Debido a su finalidad didáctica, los autores del mester de clerecía utilizan un lenguaje que puede ser comprendido fácilmente por el público al que se dirigen. No obstante, también introducen palabras nuevas y cultismos, lo cual manifiesta una cierta intención artística que no parece existir en los autores del mester de juglaría.
  • Empleo de la cuaderna vía. Una de las características más destacadas del mester de clerecía es el uso de la estrofa llamada cuaderna vía. Esta estrofa está formada por cuatro versos alejandrinos (de catorce sílabas) que riman todos entre sí, tal como podemos apreciar en los versos iniciales del Libro de Alexandre, donde además se establece la diferencia con el mester de juglaría.
Mester traigo fermoso, non es de joglaría;
mester es sen pecado, ca es de clerecía.
Fablar curso rimado por la cuaderna vía
a sillabas cuntadas, ca es grant maestría.

Representación de un monje en su scriptorium, miniatura de las Cantigas, siglo XIII.
Se conserva en la Biblioteca del Monasterio de El Escorial.
Las aportaciones del mester de clerecía a la literatura medieval se produjeron durante los siglos XIII y XIV. Las más destacadas son las siguientes:
  • Las obras de Gonzalo de Berceo, primer poeta castellano de nombre conocido.
  • El Libro de Apolonio y el Libro de Alexandre, ambas de autor desconocido.
  • El Libro de buen amor, obra cumbre del mester de clerecía, escrita por el Arcipreste de Hita en el siglo XIV.
  • El Rimado de palacio, obra de carácter satírico escrita por el canciller López de Ayala.


Gonzalo de Berceo
Gonzalo de Berceo es el principal representante del mester de clerecía. Nació a finales del siglo XII en Berceo, un pueblo de La Rioja cercano al monasterio de San Millán de la Cogolla. En este monasterio se educó y transcurrió su vida.


Monasterio de San Millán de la Cogolla
Una producción de carácter religioso
Las obras de Berceo que han llegado hasta nosotros hacen un total de nueve composiciones, que pueden agruparse en obras doctrinales, vidas de santos y obras dedicadas a la Virgen.

  • Obras doctrinales. Encontramos en este grupo dos poemas de tono didáctico: Del sacrificio de la misa y De los signos que aparecerán antes del Juicio. Habitualmente, son estas obras las menos apreciadas entre toda la producción de Berceo.
  • Vidas de santos. Es el grupo más numeroso. Son obras dedicadas a santos que tuvieron relación con el monasterio de San Millán. Entre ellas tenemos, por ejemplo, la Vida de Santo Domingo de Silos o la Vida de San Millán de la Cogolla. En general, estas obras responden a la siguiente estructura: en primer lugar, Berceo nos cuenta la vida del santo, luego narra los milagros que realizó en vida y, por último, relata los favores que concedió una vez muerto.
  • Obras dedicadas a la Virgen. A este grupo pertenece la obra más conocida de este autor: Milagros de Nuestra Señora. Son una colección de 25 milagros que aparecen precedidos de una introducción alegórica. Cada milagro es una especie de cuadro que sirve de marco a una imagen central: la Virgen como redentora de los pecadores.
En general, todos los milagros responden a una misma estructura, en la que se observan tres partes diferenciadas: tentación por parte del diablo, caída del pecador y milagro de la Virgen en ayuda del pecador.
Los Milagros se inscriben dentro de la tradición mariana medieval y se basan en las antiguas compilaciones de milagros que los clérigos utilizaban para elaborar sus sermones.

El estilo de Berceo: sencillez y naturalidad
Berceo utiliza en sus obras la cuaderna vía y lo hace siguiendo unas reglas rigurosas para diferenciarse así conscientemente de la forma de componer de los juglares.
En general, Berceo toma como base textos latinos y los recrea para intentar acercarlos a un público sencillo, carente de preparación teológica. Para ello utiliza diminutivos, sinónimos, expresiones populares y refranes, como ocurre en el último verso de la siguiente estrofa:

Dijo Pedro: "En la vida traje gran avaricia,
túvela por amiga a vueltas con codicia;
por eso ahora estoy puesto en tan mala tristicia:
quien tal hace tal pague, esto es fuero y justicia".
(Versión modernizada de Daniel Devoto)

En ocasiones, Berceo se sirve de referencias y llamadas de atención al público, al igual que hacían los juglares. Así, en la introducción a los Milagros el autor se dirige directamente al auditorio con estas palabras:

Amigos y vasallos de Dios omnipotente,
si escucharme quisierais de grado atentamente,
yo os querría contar un suceso excelente:
al cabo lo veréis tal, verdaderamente.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Desarrollo de la literatura épica: el mester de juglaría

Después de la lírica surge en la Península un tipo de literatura que se dedica a ensalzar las hazañas de los héroes del momento. La corriente literaria que produce este tipo de manifestaciones literarias se denomina mester de juglaría.
La palabra "mester" deriva del latín ministerium y significa "oficio" o "profesión". Así pues, mester de juglaría significa literalmente oficio o profesión de los juglares.

Los juglares eran personas que recorrían los pueblos y villas cantando y recitando relatos épicos. Solían acompañarse de instrumentos musicales y a veces realizaban juegos acrobáticos o similares para divertir y entretener al público.
Los relatos épicos que difundían los juglares se denominan cantares de gesta. Estos cantares eran generalmente anónimos y estaban formados por series de versos irregulares en los que se contaban las hazañas de un héroe concreto o se desarrollaba algún asunto de carácter heroico. Los juglares contaban estas historias utilizando un lenguaje lleno de fórmulas típicas de la expresión oral, como son las llamadas y las referencias al público para mantener su atención y hacerle partícipe de la acción narrativa. Por ejemplo:

Oíd cómo habló el que en buen hora fue criado:
"Hala, Pedro Bermúdoz, mi sobrino amado,
cuidadme a Diego y cuidadme a don Fernando".

Actualmente no puede establecerse con exactitud el origen de los cantares de gesta, aunque se supone que fueron compuestos en una época cercana a las hazañas que relatan. En cuanto a su evolución, suelen establecerse tres fases diferenciadas: fase de iniciación (siglos X - XII), fase de apogeo (siglos XII - XIV) y fase de desmembración (siglos XIV - XV).



La difusión oral y la intervención de distintos juglares hizo que los cantares de gesta sufrieran modificaciones con el paso del tiempo y hubiera varias versiones de un mismo relato. Y a esa misma forma de transmisión se debe que la mayor parte de los cantares de gesta se haya perdido.
El cantar de gesta más antiguo del que se tiene noticia es el Cantar de Rodrigo y la pérdida de España. Otros cantares de gesta importantes fueron el Cantar de Roncesvalles y el Cantar de los siete infantes de Lara.
Aunque de la mayor parte de los cantares no conservamos textos originales, algunos cantares se han podido reconstruir gracias a las prosificaciones que de ellos hicieron los cronistas para redactar sus crónicas históricas. Gracias a este procedimiento habitual en la época, conocemos algunos relatos épicos como el Cantar de los siete infantes de Lara.
De todos los cantares de gesta que hubo en la Península durante la Edad Media sólo ha llegado hasta nosotros casi íntegro el Poema de mio Cid, lo que le convierte en un documento literario de extraordinario valor.

El héroe de los poemas épicos reúne en su persona
 los atributos más
importantes para la comunidad.

Poema de mio Cid
Según el investigador Menéndez Pidal, el texto que conservamos del Poema de mio Cid es una copia realizada en el siglo XIV por un copista llamado Per Abbat. El poema original debió de componerse mucho antes, probablemente a comienzos del siglo XII, es decir, cercano en el tiempo a los acontecimientos que relata.
En cuanto al autor del poema, Menéndez Pidal defendió la existencia de dos autores diferentes: un juglar natural de Medinaceli (Soria) y otro de San Esteban de Gormaz (Burgos).

La estructura del Poema: los Cantares
El Poema de mio Cid consta de 3.730 versos, en los que se narran las hazañas y desventuras del Cid Campeador a partir del destierro ordenado por Alfonso VI. El poema se divide en tres partes: Cantar del destierro, Cantar de las bodas y Cantar de la afrenta de Corpes.
  • Cantar del destierro. El texto que se conserva, del cual faltan algunas hojas, arranca en el momento en que Rodrigo Díaz sale de Vivar hacia el destierro impuesto por el rey Alfonso VI. A lo largo de este primer cantar se suceden diversas batallas y victorias, como la toma de Castejón o la batalla de Alcocer, en las que el Cid va ganando territorios y honra.
  • Cantar de las bodas. En esta parte se narra el perdón del rey al Cid, una vez que éste le ofrece la ciudad de Valencia, que acaba de conquistar. El rey, conmovido, no sólo le otorga su perdón, sino que prepara las bodas de las hijas del Cid con dos importantes nobles castellanos: los infantes de Carrión.
  • Cantar de la afrenta de Corpes. El cantar se centra en la figura de los infantes de Carrión, quienes son humillados y tachados de cobardes por su comportamiento. Como venganza, los infantes maltratan y abandonan a sus esposas, las hijas del Cid. Ante estos hechos, el Cid pide justicia al rey Alfonso, quien organiza un duelo, en el que los infantes son vencidos. El poema finaliza con la celebración de las segundas bodas de las hijas del Cid, esta vez con príncipes de Navarra y Aragón.
Estatua del Cid en Sevilla
Características del Poema de mio Cid
Tres son los rasgos que caracterizan al Poema de mio Cid: el realismo, la humanización del héroe y la utilización de fórmulas fijas en la expresión.
  • El realismo afecta tanto a los acontecimientos y personajes que aparecen como a los lugares y pueblos que se citan y se describen con detenimiento. Por ejemplo:
Al otro día movióse mio Cid el de Vivar,
y pasó a Alhama, la foz abajo va,
pasó a Bubierca, y Ateca que está delante,
y sobre Alcocer mio Cid iba a acampar,
en un otero redondo, fuerte y grande;
cerca corre el Jalón, el agua no le pueden quitar.
Mio Cid don Rodrigo Alcocer piensa ganar.
(versión modernizada de Francisco Marcos Marín)
  • La humanización del héroe convierte al Cid en un personaje heroico pero de carne y hueso, capaz tanto de demostrar su fortaleza en la batalla como de emocionarse en la despedida a su familia.
Inclinó las manos la barba florida,
a sus hijas en brazos las cogía,
acercólas al corazón, pues mucho las quería.
Llora de sus ojos, muy fuertemente suspira:
"Ya doña Jimena, ya mi mujer tan cumplida,
como a mi propia alma yo tanto os quería".
  • Las fórmulas fijas se utilizan en el Poema de mio Cid para nombrar tanto a personas como a animales o a cosas. Esas fórmulas fijas son en ocasiones epítetos épicos, ya que se refieren a determinados personajes a los que se identifica y ensalza con ellos. Ejemplos de epítetos épicos referidos al Cid son los siguientes:
"el que en buen hora ciñó espada"

"el que en buen hora nació"