domingo, 10 de febrero de 2013

El Quijote

En 1605, cuando ya Cervantes tenía 57 años, se publicó en Madrid la primera parte de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. El éxito fue fulgurante: en el mismo año se hicieron seis ediciones más y pronto se empezaron a realizar diversas traducciones. Diez años más tarde, Cervantes publicó la segunda parte de la novela.

Las aventuras de un supuesto caballero andante
El Quijote es, en principio, una parodia, una imitación burlesca de los libros de caballerías. El propio Cervantes formula así su propósito al escribir su novela:

No ha sido otro mi deseo que poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y disparatadas historias de los libros de caballerías, que por las que mi verdadero don Quijote van ya tropezando y han de caer del todo, sin duda alguna.


La novela narra las aventuras y peripecias que vive la pareja protagonista -don Quijote y Sancho Panza- y consta de dos partes.

En la primera parte se narran las aventuras de don Quijote en sus dos primeras salidas de la aldea. Alonso Quijano, un hidalgo pobre y pacífico, se vuelve loco a fuerza de leer libros de caballerías y decide salir por el mundo en busca de aventuras convertido en caballero andante. Como hacen los héroes de los libros caballerescos, elige un nombre para él, don Quijote de la Mancha, y otro para su caballo, Rocinante, y es armado caballero en una venta, que él toma por castillo. Todo caballero necesita un escudero, y don Quijote elige a Sancho, un aldeano vecino suyo. Y como "un caballero andante sin amores es árbol sin hojas", convierte a Aldonza Lorenzo, una aldeana, en su dama bajo el nombre de Dulcinea del Toboso. Don Quijote, acompañado por su escudero, recorre las tierras de España, dispuesto a arriesgar su vida en defensa de los débiles para implantar la justicia en la Tierra.
En toda esta primera parte predomina el tema del engaño a los sentidos: don Quijote transforma la realidad y ve gigantes donde sólo hay molinos, ejércitos poderosos donde hay rebaños de ovejas y confunde las humildes ventas con castillos. Este hecho da origen a episodios tan conocidos como el de los molinos de viento, los rebaños o los cueros de vino tinto. Entre los episodios de esta primera parte se intercalan diversas novelas, como la de El curioso impertinente o El cautivo.
En la segunda parte de El Quijote se relatan las aventuras de don Quijote y Sancho en su tercera salida de la aldea. Don Quijote, al conocer que se han hecho famosas sus hazañas, decide salir de nuevo en busca de aventuras con la bendición de su dama Dulcinea del Toboso.


Litografía de Salvador Dalí
El artista catalán plasma en esta obra su visión del caballero.
En esta segunda parte, el caballero se muestra más realista, y así, cuando Sancho le presenta a tres labradoras para hacerle creer que se trata de Dulcinea y sus doncellas, él asegura que sólo ve "a tres labradoras sobre tres borricos". En realidad, se ha producido un cambio radical: don Quijote no se engaña, sino que sufre el engaño de otras personas, entre las que se cuentan su propio escudero y los Duques que le alojan cuando va por tierras aragonesas de camino hacia Barcelona. Es precisamente otro engaño el que desencadena el fin de la obra: un vecino suyo, disfrazado como Caballero de la Blanca Luna, le vence y le obliga a regresar derrotado a su pueblo.
Ya en casa, don Quijote recobra el juicio, abomina de los libros de caballerías y, poco antes de morir, se reconoce simplemente como un hombre bueno:

Yo fui loco y soy cuerdo: fui don Quijote de la Mancha y soy agora, como he dicho, Alonso Quijano el Bueno.

Estilo: llaneza frente a artificiosidad
El estilo de Cervantes, fluido y natural de acuerdo con el ideal renacentista, se manifiesta en El Quijote en toda su riqueza. Él mismo expresaba así su gusto por la naturalidad:

¡Llaneza, muchacho, no te encumbres, que toda afectación es mala!

Precisamente por ello, Cervantes parodia en El Quijote el estilo pretencioso y arcaizante de los libros de caballerías:

Apenas había el rubicundo Apolo tendido por la faz de la ancha y espaciosa tierra las doradas hebras de sus hermosos cabellos...

Es notable la gran versatilidad de Cervantes para adaptar su lenguaje a la situación y al personaje. Así, don Quijote se expresa en un lenguaje culto y arcaizante, lo que resultaba muy cómico para los lectores de su tiempo, pues entonces ya no se hablaba así:

Non fuyan las vuestras mercedes, ni teman desaguisado alguno; ca a la orden de caballería que profeso non toca ni atañe facerle a ninguno, cuanto más a tan altas doncellas como vuestras presencias demuestran.

En cambio, Sancho Panza se expresa en el lenguaje del pueblo, salpicado de dichos y refranes:

Yo quiero saber lo que gano, poco o mucho que sea; que sobre un huevo pone la gallina, y muchos pocos hacen un mucho, y mientras se gana algo no se pierde nada.


Significación de El Quijote: dos personajes universales
El Quijote es una obra maestra, una de las novelas más leídas y valoradas en todo el mundo y en todas las épocas.
Cervantes, que había cultivado distintos tipos de novela, crea con El Quijote una obra rica y completa que rompe los moldes establecidos y describe la realidad de su tiempo con toda su variedad.
Sus personajes centrales son dos figuras universales. Don Quijote encarna el idealismo: el deseo de justicia, la valentía, el amor. Sancho, en cambio, representa el materialismo, el espíritu práctico. Si don Quijote actúa movido por su bondad y sus altos ideales, Sancho aspira a llenar su estómago y alcanzar el bienestar material.
Ahora bien, don Quijote y Sancho son personajes vivos, que evolucionan y se enriquecen a lo largo de la novela, de modo que don Quijote se va haciendo más realista y Sancho más idealista. Y así, cuando don Quijote está en el lecho de muerte una vez que ha recuperado el juicio, Sancho le anima con estas razones:

No se muera vuesa merced, señor mío, sino tome mi consejo, y viva muchos años; porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben que las de la melancolía. Mire no sea perezoso, sino levántese desa cama, y vámonos al campo, vestidos de pastores, como tenemos concertado; quizás tras de alguna mata hallaremos a la señora Dulcinea desencantada, que no haya más que ver. Si es que se muere de pesar de verse vencido, écheme a mí la culpa, diciendo que por haber yo cinchado mal a Rocinante le derribaron; cuanto más que vuesa merced habrá visto en sus libros de caballerías ser cosa ordinaria derribarse unos caballeros a otros, y el que es vencido hoy ser vencedor mañana.

Es precisamente la profunda humanidad de los protagonistas lo que les ha dado fama inmortal: todo el mundo comprende a don Quijote y a Sancho porque, juntos, representan esa doble y contradictoria personalidad que todos llevamos dentro, idealista y generosa por una parte, materialista y práctica por otra.

Pervivencia de El Quijote
Desde su misma publicación, El Quijote ha gozado de un permanente éxito en todo el mundo. Su influencia ha sido muy profunda sobre todo en los escritores románticos, que veían en la obra un reflejo muy certero de la naturaleza humana; en los novelistas del realismo, para quienes era un modelo, y en los escritores de la Generación del 98, que encarnaron en la figura de don Quijote su intento de regeneración espiritual de la sociedad.