miércoles, 3 de abril de 2013

El Quijote de 1605

Cervantes nació en el reinado de Carlos V, en la época de la expansión imperial de una España abierta a las corrientes intelectuales de la Europa renacentista, dueña del Nuevo Mundo y árbitro, a través de su vasto imperio, de la política de Occidente. Pero cuando se publicó El Quijote de 1605 ya España se había vuelto de espaldas al resto del continente, tras el fracaso del ideal de la unidad católica de Europa bajo la hegemonía española, amenazada desde fuera por la oposición extranjera a su política y por una serie de crisis económicas y financieras desde dentro. En la España de los Felipes las obras de Erasmo, que habían influido tanto en la vida intelectual de la corte del Emperador, estaban prohibidas, y España, que había fundado hacía dos siglos un Colegio Español en Bolonia, prohibió a la juventud el estudio en el extranjero.
La vida de Cervantes se relaciona íntimamente con los acontecimientos a los dos lados de esta partición de las aguas del destino imperial de España. Alude repetidas veces a su participación en la victoria sobre los turcos en Lepanto (1571), para él "la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros". Sólo diecisiete años más tarde, sin embargo, tras el largo cautiverio en Argel y su regreso a España, se vio reducido al puesto de comisario de abastos para la Armada Invencible, cuya derrota en 1588 señala el comienzo del ocaso español del siglo XVII.
A esta partición de las aguas políticas e históricas corresponden distintas etapas en el desarrollo de la literatura española, pues Cervantes nació y se crió en pleno Renacimiento, pero publicó El Quijote al principio del Barroco. La literatura del Renacimiento en España se caracteriza por la sencillez, la claridad y el equilibrio, ejemplificados en las églogas de Garcilaso y las novelas pastoriles de Montemayor y Gil Polo. En el Barroco, la imaginería y la temática renacentista son intensificadas, exageradas, retorcidas, parodiadas y, en general, sometidas a toda clase de elaboraciones extremas. Productos típicos del Barroco son las suntuosas metáforas de Góngora y la difícil sintaxis de sus Soledades, por un lado, y los agudos conceptos y la sátira hiperbólica de Quevedo, por otro. Las dos tendencias principales del estilo barroco, conceptismo y culteranismo, tienen una base común de complejidad, exageración e intensificación, con una consecuente desrealización que se relaciona con una íntima sensación de desilusión y desengaño, reflejada ya en la sátira y la parodia exacerbadas, ya en la fuga a un mundo metaforizado depurado y deslumbrante, alejado hasta el máximo de la realidad circundante.
El agotamiento de las posibilidades de expresión de las formas literarias renacentistas coincidió con el fracaso nacional, y los escritores del Barroco pugnaban por encontrar formas adecuadas a la nueva sensibilidad. En El Quijote, Cervantes parece haber logrado la asimilación de las características esenciales de las dos sensibilidades en un equilibrio y una serenidad renacentistas que abarcan toda la problemática barroca sobre este mundo de engaños y decepciones.

Génesis del Quijote
Las circunstancias de la composición de El Quijote de 1605 son totalmente desconocidas, y las especulaciones sobre posibles modelos vivos para don Quijote, "la cárcel en que se engendró" la novela y el "lugar de la Mancha" donde vivía Alonso Quijano no han llegado a conclusiones definitivas. La fecha de composición de algunos capítulos se remonta por lo menos a 1589. Hay quienes relacionan el comienzo de la obra con el encarcelamiento de Cervantes en Castro del Río en 1592. Se ha sugerido la posibilidad de que Cervantes se hubiera propuesto escribir una breve "novela ejemplar", inspirándose en una obrita contemporánea, El entremés de los romances, y que sólo al darse cuenta de las posibilidades del tema integrara el esbozo en la estructura mucho más compleja de la novela (Menéndez Pidal). Otras muestras de vacilaciones y titubeos se han visto en la intercalación tardía de epígrafes de capítulos, en la breve salida inicial sin Sancho, y en los indicios de que Cervantes parece haber cambiado el orden de ciertos episodios después de la redacción de una versión primitiva.
Lo que parece fuera de duda es que hay que tomar muy en serio la repetida afirmación del autor de haber escrito El Quijote para "derribar la máquina mal fundada destos caballerescos libros".