sábado, 29 de junio de 2013

La lírica en el Barroco

La poesía barroca es fundamentalmente lírica y en ella se manifiestan las dos corrientes literarias de la época: el conceptismo, representado por Francisco de Quevedo, y el culteranismo, encarnado por Luis de Góngora.

Luis de Góngora

El poeta Luis de Góngora y Argote es la cima del culteranismo. Nacido en Córdoba el año 1561, hizo la carrera eclesiástica y ejerció como capellán del rey Felipe III. Al final de su vida, enfermo, abrumado por las dificultades económicas y hastiado de la Corte, se retiró a su Córdoba natal, donde murió el año 1627.
El ingenio y la personalidad de Góngora atrajeron a un grupo de poetas, que siguió sus huellas; en cambio otros contemporáneos suyos, entre ellos Quevedo, atacaron la oscuridad de su poesía.

Una poesía de contrastes: luz y tinieblas
La poesía de Góngora ofrece grandes contrastes: junto a poemas ágiles y sencillos en los que el autor sigue la vena popular hay otros poemas cultos de lectura difícil. Dámaso Alonso, gran estudioso del poeta cordobés, llama a Góngora "ángel de luz" por sus poemas populares y "ángel de tinieblas" por sus poemas cultos.
Entre los poemas populares de Góngora destacan los romances y las letrillas, en las que recrea canciones tradicionales, sin perder su sabor popular.
  • Los romances de Góngora, de gran brillantez y perfección, constituyen una importante aportación al Romancero del siglo XVII. Los temas son variados: los hay moriscos, de cautivos, caballerescos, mitológicos..., tratados unas veces en tono serio y otras en forma burlesca.
  • Las letrillas son composiciones escritas en versos de arte menor y llenas de gracia y vivacidad. Unas tratan temas amorosos o religiosos, de una gran delicadeza; otras, referidas a asuntos cotidianos, tienen carácter burlesco. Así comienza una conocida letrilla satírica de Góngora:
Ándeme yo caliente
y ríase la gente.

Traten otros del gobierno
del mundo y sus monarquías,
mientras gobiernan mis días
mantequilla y pan tierno;
y las mañanas de invierno
naranjada y aguardiente,
y ríase la gente.

Entre los poemas cultos de Góngora, en los que el poeta hace gala de los recursos del culteranismo, tenemos sus sonetos, la Fábula de Polifemo y Galatea y las Soledades.
  • Los sonetos, en una primera época, tratan temas amorosos, en la línea de los renacentistas, pero adquieren después caracteres barrocos: aparecen entonces el tema del desengaño y la sátira social.
  • La Fábula de Polifemo y Galatea es un extenso poema escrito en octavas reales sobre un tema mitológico: el gigante Polifemo se enamora de la ninfa Galatea, pero ésta ama al pastor Acis. Despechado, Polifemo arroja un gran peñasco sobre su rival y le da muerte, pero los dioses, compadecidos por el dolor de Galatea, convierten a su amado en río.
  • Las Soledades, un largo poema de más de dos mil versos escrito en silvas, son un canto a la naturaleza. Un sencillo argumento -un náufrago que, al llegar a tierra, es acogido por unos cabreros y pescadores- sirve de pretexto al autor para plasmar un mundo lleno de belleza y unos seres que viven en armonía con la naturaleza.
Un estilo poético propio: el gongorismo
Góngora se sirve de toda clase de recursos con el fin de transformar y embellecer la realidad. Su poesía es muy elaborada y abundan en ella los cultismos, las metáforas, las imágenes coloristas y el hipérbaton. Característico también de Góngora es el colorismo que imprime a sus versos, y, sobre todo, la pureza y perfección de sus colores, que no son simplemente amarillo, rojo, azul, sino oro, púrpura, zafiro, como podemos comprobar en estos versos:

Purpúreas rosas sobre Galatea
al alba entre lilios cándidos deshoja.

El personalísimo estilo de Góngora ha dado nombre a una tendencia literaria: el gongorismo. Un poco olvidado en los siglos posteriores, fue justamente rehabilitado en el tercer centenario de su muerte, cuando los poetas de la generación del 27, entre los que se encuentran Dámaso Alonso, Federico García Lorca y Rafael Alberti, expresaron su admiración por el gran poeta cordobés y se declararon seguidores de su poesía.

sábado, 22 de junio de 2013

La literatura barroca: conceptismo y culteranismo

Más que una ruptura, el Barroco es una evolución del clasicismo renacentista. De hecho, en el Barroco se sigue admirando a los clásicos y se recogen temas y recursos utilizados por los escritores del Renacimiento. La diferencia respecto al Renacimiento radica en el enfoque de los temas y en el uso intensivo de los recursos estilísticos: en este aspecto el Barroco rompe con las normas renacentistas de naturalidad y armonía y crea una literatura artificiosa y difícil, que lleva al límite sus posibilidades expresivas con el fin de impresionar.

El triunfo de Baco o Los borrachos, de Velazquez (1628-1629)
Museo del Prado de Madrid
Frente a la idealización renacentista en los temas mitológicos, en el Barroco los dioses clásicos aparecen representados con todos sus defectos. El dios Baco era considerado como una alegaría de la liberación del hombre frente a la esclavitud de la vida diaria.
En la literatura barroca española se distinguen dos corrientes: el conceptismo y el culteranismo.

El conceptismo: el triunfo del ingenio
El conceptismo se caracteriza por la asociación ingeniosa de ideas. Se trata de un arte muy sutil que se dirige a la inteligencia del lector. Los escritores conceptistas expresan muchas ideas en pocas palabras. El resultado es un texto denso y difícil de interpretar. Los juegos de palabras y las antítesis, en las que se contraponen ideas o situaciones, son los recursos más utilizados. Así, Quevedo, en El buscón, para referirse a un borracho juega con dos sentidos de la palabra "cepa": origen o linaje de una persona y tronco de la vid.

Dicen que era de muy buena cepa y, según él bebía, es cosa de creer.

El culteranismo: el culto a la belleza
El culteranismo pretende ante todo lograr la belleza formal. Los autores culteranos embellecen la expresión, eligiendo las palabras por su sonoridad y su poder de evocación. Crean así un lenguaje poético de tono elevado, con profusión de recursos estilísticos. Las metáforas brillantes, los neologismos, las alusiones a la mitología... hacen del culteranismo un estilo difícil, accesible solamente para una minoría.
He aquí la descripción que hace Góngora del gigante Polifemo:

Un monte era de miembros eminente,
este (que, de Neptuno hijo fiero,
de un ojo ilustra el orbe de su frente,
émulo casi del mayor lucero)
cíclope, a quien el pino más valiente,
bastón, le obedecía, tan ligero,
y al grave peso junco tan delgado,
que un día era bastón y otro cayado.

Dámaso Alonso interpreta estos versos así:

Era como un eminente monte de miembros humanos este cíclope, feroz hijo del dios Neptuno. En la frente de Polifemo, amplia como un orbe, brilla un solo ojo, que podría casi competir aun con el Sol, nuestro máximo lucero. El más alto y fuerte pino de la montaña lo manejaba como un ligero bastón; y, si se apoyaba sobre él, cedía al enorme peso, cimbreándose como delgado junco, de tal modo, que, si un día era bastón, al otro ya estaba encorvado como un cayado.

sábado, 15 de junio de 2013

El pensamiento barroco

La literatura barroca refleja la situación de crisis política, económica y religiosa que se vive en la época. Esto no significa que la literatura esté en crisis, sino que el pensamiento barroco está presente en muchas de sus páginas. Y así, al optimismo sucede el pesimismo; a la sencillez y naturalidad, la complicación; a la armonía, la desmesura; al humanismo, la desconfianza en el hombre; a la exaltación de la vida, la desvalorización de todo lo terreno.
  • El desmoronamiento del imperio español y sus sublevaciones internas, que culminan en la independencia de Portugal (1668), producen una profunda crisis política que se refleja en una visión pesimista en las páginas de algunos pensadores y literatos del momento, entre ellos, Quevedo.
  • La crisis económica, consecuencia del elevado coste de las guerras, la mala administración y el desastroso estado de la agricultura, hizo que se agudizaran las desigualdades sociales y se extendiera cada vez más la miseria. Los campesinos emigraron a las ciudades para soslayar las condiciones adversas del campo; y este flujo migratorio provocó en las ciudades una población creciente de mendigos, pícaros y delincuentes. La novela picaresca de la época, mucho más amarga y pesimista que su precedente el Lazarillo de Tormes, da cuenta de esta realidad social.
    Medallón de Calderón en la Biblioteca
    Nacional de Madrid
  • En el terreno ideológico, el humanismo renacentista cede paso a la desconfianza en la vida y en el ser humano. La vida se ve como un conjunto de falsas apariencias, como un magno teatro, "el gran teatro del mundo" del que hablaba Calderón. Y en este teatro cada uno representa el papel que le corresponde. El propio Calderón titula una de sus obras más representativas La vida es sueño, y pone en boca del protagonista de esta obra la siguiente reflexión:
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.
  • En el plano religioso, el espíritu de la Contrarreforma lleva consigo la desvalorización de lo terreno y el afán de trascendencia. La idea de la fugacidad de la vida da lugar a dos actitudes contrapuestas: por una parte, la exaltación de lo religioso; por otra, el afán por disfrutar de la vida. El espíritu religioso se manifiesta, por ejemplo, en las Rimas sacras, de Lope de Vega, y en los autos sacramentales. El espíritu vitalista aparece en el tema del "carpe diem", es decir, de la exhortación a gozar de la juventud, dado que todo se desvanece pronto y acaba, en palabras de Góngora, "en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada".

domingo, 9 de junio de 2013

El Barroco

El Renacimiento, que comenzó siendo una época llena de optimismo y confianza, fue tiñéndose poco a poco de una visión desengañada y pesimista del mundo y del ser humano y dio lugar a un nuevo movimiento cultural y artístico que conocemos como Barroco.
El Barroco se extiende a lo largo del siglo XVII y coincide con un periodo de crisis política, económica, social y religiosa. El enfrentamiento entre católicos y protestantes, que se había iniciado en el siglo XVI, desembocó en guerras de religión, que afectaron a diversos países europeos. Y las guerras, sumadas a las persecuciones religiosas y al clima de intolerancia, fueron forjando ese sentimiento generalizado de pesimismo y desconfianza. El Renacimiento había creído en la bondad del ser humano y en un mundo en armonía; en el Barroco, este ideal se desmorona.
Paradójicamente, en este clima de deterioro florecen en España un arte y una literatura excepcionales.

Un mundo de contrastes
El siglo XVII fue una época de profundos desequilibrios. España sufrió durante el reinado de los tres Austrias menores -Felipe III, Felipe IV y Carlos II- una importante crisis política, económica y social. La realidad de una España agotada y en decadencia contrasta con el deseo de permanecer como la potencia hegemónica que había sido durante el siglo XVI. Este viejo conflicto entre lo que se es y lo que se desea o se cree ser se observa en todos los ámbitos de la sociedad y deriva hacia uno de los rasgos más característicos de la época: el obsesivo afán de aparentar. Góngora denuncia la preocupación por las apariencias en estos versos:

Puerta Elvira de Granada
Góngora alude a este lugar
 porque en él se ejercía la prostitución
en el siglo XVII
Todo se vende este día,
todo el dinero lo iguala:
la Corte vende su gala,
la guerra su valentía;
hasta la sabiduría
vende la Universidad,
     ¡verdad!
En Valencia muy preñada
y muy doncella en Madrid,
cebolla en Valladolid
y en Toledo mermelada,
puerta de Elvira en Granada,
y en Sevilla doña Elvira,
     ¡mentira!

También se producen tensiones entre la vida y las ideas, entre una actitud vitalista y un estricto sentimiento religioso que condena lo mundano. Ambas actitudes opuestas concurren en una misma persona, como sucedió con Lope de Vega.
Impregnado de este espíritu contradictorio, el arte barroco subraya los desequilibrios y los contrastes. Es, en efecto, un arte dirigido a conmover los espíritus en el que frecuentemente se emplea la antítesis o contraposición como procedimiento para crear efectos y desencadenar sentimientos. Así vemos que la literatura presenta en un mismo plano lo pequeño y lo grandioso, lo sublime y lo grotesco, lo feo y lo bello. Y un escritor como Quevedo es capaz de pasar del más alto lirismo a la sátira más grosera, de la idealización a la caricatura, encarnando ese espíritu contradictorio del Barroco.