miércoles, 26 de noviembre de 2014

Evolución del Modernismo y su desarrollo en España

La opinión más extendida de la crítica distingue en el desarrollo del Modernismo hispanoamericano dos etapas. La primera iría hasta 1896, fecha de Prosas profanas de Rubén Darío, y en ella dominarían el preciosismo formal y el culto a la belleza sensible. La segunda presentaría como particularidades una intensificación de la poesía intimista y una presencia de los temas americanos, junto a una atenuación de los grandes efectos formales.
España había tenido también sus precursores de las nuevas tendencias poéticas: el madrileño Ricardo Gil (1855-1908), el cordobés Manuel Reina (1856-1905) y, sobre todo, el malagueño Salvador Rueda (1857-1933), quien, pese a su escasa formación, poseyó una notable intuición para captar las novedades que flotaban en el ambiente, así como una especial sensibilidad para los valores cromáticos y musicales. Su libro más famoso es En tropel (1893).
Pero nada de lo anterior disminuye el papel de Rubén Darío en el desarrollo de la nueva lírica española: su llegada a nuestro país en 1892, y su regreso en 1899, son hitos decisivos, y a su seducción personal se debe el triunfo del Modernismo entre nosotros. Los poetas españoles se rindieron a su genio; como dijo Pedro Salinas: "Rubén era más que un poeta admirado: tocaba en ídolo".
Cabe señalar, sin embargo, algunas peculiaridades del Modernismo español. Ante todo, menor brillantez externa: menos ninfas, menos princesas, menos cisnes... Predomina el intimismo. Por otra parte, menos sonoridades rotundas, menos alardes formales.


Manuel Machado
1874 - 1947
Como figuras más características del Modernismo en España habría que mencionar a Manuel Machado, y en un plano notablemente inferior, a Villaespesa y a Marquina.
En la órbita del Modernismo se sitúan asimismo tres grandes autores que, sin embargo, habrían de desbordar ampliamente sus cauces. Nos referimos a:
- Valle-Inclán, máximo representante, en su primera época, de la prosa modernista española y poeta modernista en alguna de sus obras líricas.
- Antonio Machado, que inicia su obra dentro de un Modernismo intimista, pero que pronto se propondría seguir caminos distintos.
- Juan Ramón Jiménez, quien cultiva durante una buena etapa una poesía "fastuosa de tesoros", envuelta en los ropajes del Modernismo, antes de crea una nueva poesía, a partir sobre todo de 1916.
El crítico norteamericano Ned Davison ha dicho que sería imposible comprender la literatura hispánica moderna sin tener en cuenta los descubrimientos de los modernistas. En efecto, la poesía en lengua castellana salió del Modernismo absolutamente distinta de lo que había sido antes. El ingente trabajo que aquellos poetas realizaron en el campo del lenguaje habría de resultar decisivo para la renovación de la palabra poética. Y aunque más tarde se desechen gran parte de sus galas, el Modernismo quedará como ejemplo de inquietudes artísticas y de libertad creadora. 

sábado, 22 de noviembre de 2014

Lengua oral espontánea y lengua oral planificada

Al estudiar las características de la lengua oral frente a la lengua escrita, vemos cómo el hablante suele improvisar mientras que el escritor dispone de mayor tranquilidad para producir sus mensajes. Sin embargo, la capacidad de improvisación está determinada por el nivel cultural del hablante. Así, aquellos hablantes familiarizados con la escritura, aquellos que pasan gran parte de su vida produciendo o leyendo textos, son capaces de improvisar mensajes orales con recursos propios de la lengua escrita.
Otro factor que determina el grado de improvisación del hablante es el tipo de discurso que utiliza. No es lo mismo intervenir en una conversación, por ejemplo, que en un coloquio o en un debate. Estas diferencias nos permiten distinguir dos posibles usos de la lengua oral: uso espontáneo y uso planificado.

1. Uso oral espontáneo
El uso espontáneo de la lengua oral está determinado por el grado de improvisación que emplea el hablante, así como por la adopción intuitiva de las convenciones sociales que rigen el acto conversacional.

 La conversación 
Aunque la improvisación se utiliza en diversos tipos de discurso oral (sermón, arenga, conferencia...), donde más comúnmente aparece es en la conversación. Este proceso primigenio de intercambio verbal es la base de la comunicación humana; establece las relaciones en las que los hablantes comparten, negocian, acuerdan, discuten, se divierten, etc. La conversación puede tener carácter informativo, pero su función más destacada es establecer relaciones sociales: constituye, por tanto, la actividad básica mediante la que se configuran las culturas de las sociedades humanas.

 La actuación conversacional 
No vamos a insistir en los rasgos lingüísticos y extralingüísticos que se producen cuando el hablante interviene en una conversación. Sí parece útil, sin embargo, reparar en la actuación comunicativa, pues, si ésta es adecuada, contribuye a una mayor armonía en las relaciones humanas.
La actuación de los hablantes en una conversación debe estar regida por el principio de colaboración. No se trata de normas lingüísticas, sino de unas condiciones que se espera sepan respetar los interlocutores. Por ejemplo, no proporcionar más información de la necesaria, no mentir, ceñirse al tema que se está tratando, presentar ordenadamente las ideas, usar la lengua con claridad, brevedad y corrección, etc.
Estrechamente ligados al principio de colaboración intervienen otros factores que, aunque no exclusivos de la conversación, sí se originan en ella: los turnos de palabra y la cortesía verbal.
En la conversación, el turno de palabra no está sometido a leyes estrictas: más bien obedece a pautas de comportamiento que dependen de las intenciones y de los modales de los hablantes. La solicitud, conversación y cesión del turno de palabra se relacionan estrechamente con el concepto de cortesía verbal, entendiendo por tal el conjunto de estrategias conversacionales (piropos, ruegos, eufemismos y alusiones indirectas en general) destinadas a evitar o mitigar los conflictos humanos. Dichas estrategias, por ser convencionales, varían de una cultura a otra.

2. Uso oral planificado
El hablante se encuentra a veces en situaciones que le permiten preparar su alocución: dispone de más tiempo que cuando conversa para pensar y ordenar las ideas, así como para seleccionar las formas expresivas adecuadas a sus intenciones. A veces, la situación permite incluso que el hablante realice estas operaciones con el apoyo de la lengua escrita (notas, guiones o esquemas). Por otra parte, las normas para ceder el turno de palabra, el principio de colaboración o la cortesía verbal, se presentan más formalizadas en estas situaciones de comunicación oral, por lo que es más fácil regularlas. En tales casos, se dice que se produce un uso planificado de la lengua oral.
Son diversas las formas de las que dispone el hablante para desarrollar el uso oral planificado: el discurso, la narración oral, el coloquio y el debate.

 El discurso 
El discurso es un razonamiento o una exposición oral sobre algún tema que se pronuncia en público. Se trata de un acto de habla unilateral, es decir, del hablante para los oyentes, sin que éstos puedan replicar. Los oyentes del discurso son, por tanto, un receptor colectivo pasivo que interviene, si acaso, aprobando o desaprobando mediante asentimientos, aplausos, reprobaciones o abucheos.

Discurso de Malala Yousafzai en la ONU, defendiendo
el derecho a la educación para la mujer.
El discurso alcanza su grado máximo de planificación cuando el hablante escribe previamente su intervención y se limita a leerla; en tales casos, el texto participa de las características de la lengua escrita, aunque esté pensado para la representación oral.
Dependiendo de la intención comunicativa se pueden distinguir distintos tipos de discurso:
- la arenga, discurso de contenido militar o político que pretende una reacción inmediata de los oyentes; lo pronuncia, por ejemplo, un general a sus soldados momentos antes de la lucha, o un líder político que pide el voto en un mitin.
- el sermón, discurso moral que aconseja sobre los bueno o lo malo, según los principios de una doctrina.
- la conferencia, disertación sobre un tema, normalmente de carácter cultural; cuando desarrolla un contenido académico se emplea el nombre de ponencia (se lee ante un auditorio y después se publica por escrito).
- el discurso protocolario, texto que se pronuncia en actos solemnes (investiduras académicas, entregas de premios...); forma parte de los ritos sociales destinados a fomentar la cultura y el entendimiento entre los hombres, normalmente textos leídos con la característica principal de la cortesía verbal.

 La narración oral 
La narración oral se produce cuando un hablante refiere una serie continuada de acontecimientos. Puede surgir en la conversación, pero cuando se planifica se encuentra principalmente en algunos medios de comunicación de masas: en la radio o, acompañada de imágenes, en la televisión. En estos medios la narración oral es casi siempre narración periodística: se redacta previamente a su emisión, por lo que participa de las características de la lengua escrita y, dentro de ella, de los rasgos específicos del lenguaje periodístico. Como tal narración periodística puede tratarse en diversos géneros: noticia, comentario de opinión, reportaje, crítica, crónica, entrevista, etc.

 Las formas conversacionales: el coloquio y el debate 
El coloquio y el debate son actos comunicativos multilaterales en los que algún oyente pasa a ser hablante en un momento determinado. Estas fórmulas reproducen el esquema de la conversación; sin embargo, y a diferencia de ésta, el coloquio o el debate están estrictamente reglamentados, por lo que suelen contar con un moderador que concede, según un orden pactado previamente, los turnos de palabra y vigila que las intervenciones se ajusten a las normas básicas de cortesía.
La diferencia entre coloquio y debate está marcada por la intención comunicativa: el coloquio es un diálogo formalizado que trata un tema en torno al cual giran las intervenciones de los participantes, que aportan informaciones y opiniones desde diversos puntos de vista. Su objetivo es contrastar ideas y obtener conclusiones. Una variedad entre el coloquio y la conversación es la tertulia, cuya amplitud temática propicia el cultivo de la amistad y el juego verbal entre los participantes. En la actualidad están consiguiendo gran divulgación las tertulias radiofónicas o televisivas, que comentan la actualidad socio-política y pretenden generar un estado de opinión entre la audiencia.
El debate es una forma dialéctica de mostrar las ideas: cada participante expone una tesis que defiende con argumentos y que es contraria al resto de las tesis que se discuten. Se pretende encender la polémica, por lo que rara vez las partes enfrentadas llegan a un acuerdo. El objetivo del hablante en el debate es persuadir a la audiencia (el verdadero receptor) con su alarde verbal. La audiencia, a su vez, se beneficia del conocimiento, de los detalles argumentativos y de los distintos puntos de vista de los debatientes.

domingo, 9 de noviembre de 2014

La estética modernista

El anhelo de armonía, de perfección, de belleza, es la raíz de la estética modernista. El Modernismo, según Juan Ramón Jiménez, "era el encuentro de nuevo con la belleza, sepultada durante el siglo XIX por un tono general de poesía burguesa".
De ahí el esteticismo. Aunque el Modernismo no sea sólo eso, es evidente que es esteticismo lo invade todo, al menos en la primera etapa del movimiento (hasta 1896, cuando menos). Estamos, como señala Ned Davison, ante un concepto esencialmente desinteresado de la actividad artística (el arte por el arte).
Va unido a ello la búsqueda de valores sensoriales. El Modernismo es una "literatura de los sentidos" (Salinas). Todo -el paisaje, la mujer, un cuadro, una melodía, un objeto hermoso- es fuente de goce para el oído, para la vista, para el tacto... y una ocasión de refinadísimos efectos sensoriales y hasta sensuales.
Tales efectos se consiguen gracias a un prodigioso manejo del idioma. Nunca se insistirá lo bastante en el enriquecimiento del lenguaje poético que significa el Modernismo. Y ello en dos direcciones: de una parte, en el sentido de la brillantez y de los grandes efectos, como corresponde a las evocaciones esplendorosas; de otra, en el sentido de lo delicado, tonos más acordes con la expresión de la intimidad.

Así sucede con el color. Son riquísimos los efectos plásticos que se consiguen en ambas direcciones: desde lo brillante (amor lleno de púrpuras y oros) hasta lo tenuamente matizado (diosa blanca, rosa y rubia hermana).
Y lo mismo ocurre con los efectos sonoros, desde los acordes rotundos (la voz robusta de las trompas de oro) hasta la musicalidad lánguida (iban frases vagas y tenues suspiros / entre los sollozos de los violoncelos) o simplemente juguetona (sonora, argentina, fresca / la victoria de tu risa / funambulesca). No en vano confesaba Rubén Darío que su creación respondía "al divino imperio de la música; música de las ideas, música del verbo".
Los modernistas saben servirse de todos aquellos recursos estilísticos que se caracterizan por su valor ornamental o por su poder sugeridor. Veamos algunas muestras:
- Abundantes recursos fónicos responden al ideal de musicalidad que acabamos de ver. Así, los simbolismos fonéticos (las trompas guerreras resuenan), la armonía imitativa (está mudo el teclado de su clave sonoro) o la simple aliteración (bajo el ala aleve del leve abanico).
- El léxico se enriquece con cultismos o voces de exóticas resonancias, o con adjetivación ornamental: unicornios, dromedarios, gobelinos, pavanas, gavotas, propíleo sacro, ebúrneo cisne...
- La preeminencia de lo sensorial se manifiesta en el copioso empleo de sinestesias, a veces audaces: furias escarlatas y rojos destinos, verso azul, esperanza olorosa, risa de oro, sones alados, blanco horror, sol sonoro, arpegios áureos...
- Añádase la riqueza de imágenes, no pocas veces deslumbrantes, novísimas. Véanse unos ejemplos: "Nada más triste que un titán que llora / hombre-montaña encadenado a un lirio"; "la libélula vaga de una vaga ilusión".
La métrica es otro aspecto que merece especial atención. El señalado anhelo de armonía se hace, en el terreno de las formas, anhelo de ritmo. El enriquecimiento de ritmos es inmenso: prolongación de los ensayos ya notables de los románticos, asimilación de versos y estrofas procedentes de Francia, hábiles resurrecciones de formas antiguas y desusadas y, en fin, hallazgos personalísimos.
El verso preferido es, sin duda, el alejandrino, enriquecido con nuevos esquemas acentuales, con predominio de los ritmos muy marcados (La princesa está triste; ¿qué tendrá la princesa?). Y con los alejandrinos se combinan ahora por vez primera versos trimembres (el trimètre romantique francés). Así, en este ejemplo:

Adiós -dije-, países que me fuisteis esquivos;
adiós, peñascos / enemigos / del poeta.

A idéntica influencia francesa se debe el abundante cultivo del dodecasílabo (6 +6: "Era un aire suave de pausados giros") y de eneasílabos, apenas usados en nuestra poesía. Naturalmente, los versos más consagrados -endecasílabo, octosílabo, etc.- siguieron siendo abundantemente usados.
Las innovaciones métricas no son menores en el repertorio de las estrofas. Son muchas las nuevas modalidades que los modernistas inventan o que toman de la métrica francesa. Así, el soneto recibe un tratamiento especial: se escriben sonetos en los más variados versos, especialmente en alejandrinos, pero también con versos de desigual medida o con disposición variada de las rimas. Con todo, lo esencial es el no limitarse a las estrofas consagradas.
En fin, la métrica modernista se enriquece con múltiples artificios complementarios: uso especial de rimas agudas o esdrújulas, rimas internas, armonías vocálica, paralelismos y simetrías de construcción que refuerzan el ritmo, etc.

domingo, 2 de noviembre de 2014

Modernismo: Los temas

La temática del Modernismo apunta en dos direcciones. La más señalada es la que atiende a la exterioridad sensible (lo legendario y lo pagano, lo exótico, lo cosmopolita); sin embargo, todo ello no es más que una parte de la temática modernista, y no la más importante, aunque resulte tan visible. La otra línea apunta a la intimidad del poeta, con su vitalismo y su sensualidad, pero también con su melancolía y su angustia. Pues bien, a partir de este segundo aspecto se explicará mejor, sin duda, el sentido unitario de toda la temática del Modernismo.

1. Una desazón romántica
Son muchos los críticos que han señalado la filiación romántica del Modernismo. En efecto, son notables las afinidades de talante entre románticos y modernistas: análogo malestar, análogo rechazo de una sociedad en la que no halla lugar la poesía, parecida sensación de desarraigo, de soledad...
Una nueva crisis espiritual exalta otra vez -por encima de la razón- las pasiones y lo irracional; el misterio, lo fantástico, el sueño vuelven a poblar los poemas.
Pero lo más importante son las manifestaciones de tedio y de profunda tristeza. La melancolía (a veces, la angustia) es un sentimiento central. Juan Ramón Jiménez decía:

El poeta en todo hallará motivo para sentirse o mostrarse melancólico: frente a un paisaje, frente a la mujer, frente a la vida, analizándose interiormente.

Sintomático de este talante es la presencia de lo otoñal, lo crepuscular, de la noche, temas reveladores de ese hondo malestar "romántico", propio de quienes se sienten insatisfechos en el mundo en que viven.

2. El escapismo
La actitud así llamada se explica por lo anterior. También como el romántico, el modernista se evade a veces de su mundo por los caminos del ensueño (estamos ante una de las caras que ofrece el desacuerdo con la realidad). Pero ahora la evasión se nutre con una elegancia exquisita aprendida en los parnasianos.
Hay una evasión en el espacio, ese conocido exotismo cuyo aspecto más notorio es lo oriental; y una evasión en el tiempo, hacia el pasado medieval, renacentista, dieciochesco, fuente de espléndidas evocaciones históricas o legendarias. En una línea semejante se situaría el gusto por la mitología clásica, con su brillantez y su sensualidad pagana.
De acuerdo con tales preferencias, aparecen por los poemas dioses, ninfas, centauros y sátiros; vizcondes, caballeros y marquesitas; mandarines y odaliscas. Es un mundo rutilante de pagodas, de viejos castillos, de salones versallescos, de jardines perfumados; un mundo en el que aparecen cisnes y libélulas, elefantes y camellos, flores de lis y flores de loto, y en donde brillan el marfil y las perlas, las piedras preciosas, los jades, los esmaltes... Y todo ello no es más que la necesidad de soñar mundos de belleza en los que refugiarse de un ambiente mediocre.



3. Cosmopolitismo
La temática cosmopolita suele relacionarse con la anterior: sería un aspecto más de la necesidad de evasión, del anhelo de buscar lo distinto, lo aristocrático. "Tuvimos que ser políglotas y cosmopolitas", declaraba Rubén Darío. Y el cosmopolitismo desemboca, sobre todo, en la devoción por París, meta de tantos modernistas e inspiradora de tantos versos, con su Montmartre, sus cafés, sus salones elegantes, sus bohemios o sus "dandys", sus "dames galantes" o sus "midinettes".

4. El amor y el erotismo
En la temática modernista se advierte un contraste reiterado -y desconcertante, en principio- entre un amor delicado y un intenso erotismo. Así, de una parte, se hallan manifestaciones de una idealización del amor y de la mujer; pero ese amor ideal va acompañado casi siempre de languidez, de melancolía: se trata de un nuevo cultivo del tema del amor imposible.
Frente a ello, Rubén Darío y otros derrochan muestras de un erotismo desenfrenado: sensuales descripciones y notas orgiásticas, frecuentemente unidas a las evocaciones paganas, exóticas o parisienses. A veces, ello es interpretable como un desahogo vitalista ante las citadas frustraciones; otras veces, se enlaza con las actitudes asociales y amorales que forman parte del espíritu modernista.

5. Los temas americanos
Hay también en el Modernismo un cultivo de temas indígenas que, a primera vista, parece estar en contradicción con el cosmopolitismo. Al principio, sin embargo, se trata de una manifestación más de la evasión hacia el pasado y sus mitos. En etapas posteriores, en cambio, los modernistas incrementarán el cultivo de los temas americanos y su sentido entonces será distinto: el anhelo de buscar las raíces de una personalidad colectiva.

6. Lo hispánico
Esa misma búsqueda de raíces explica la presencia de los temas hispanos. Si en los orígenes del Modernismo se produjo un desvío de lo español, más tarde -tras el 98- hay un nuevo acercamiento, un sentimiento de solidaridad de los pueblos hispánicos (o panhispanismo) frente a la pujanza de los Estados Unidos. Centro de este giro es, una vez más, Rubén Darío, que, en muchos poemas de Cantos de vida y esperanza, exalta lo español como un acervo de valores humanos, morales y culturales frente a la civilización anglosajona.

En resumen, la temática modernista revela, por una parte un anhelo de armonía en un mundo que se siente inarmónico, un ansia de plenitud y de perfección, espoleada por íntimas angustias; por otra parte, una búsqueda de raíces en medio de aquella crisis que produjo un sentimiento de desarraigo en el poeta. Éstos serían los fundamentos más profundos en los que se asienta la significación del mundo poético del Modernismo.