sábado, 18 de abril de 2015

Premisas para el estudio de Unamuno

A través de su vida, Unamuno se mantuvo firme al propósito de presentar de una manera amplia y radical el sentido de la paradoja del hombre que se sabe imperfecto y mortal y tiene que encontrar consuelo y vivir con la muerte. Unamuno abarca con una mirada la dialéctica del ser y de la nada latente en el funcionamiento mismo del saber. En términos lógicos, la dialéctica significa que dos conceptos contradictorios -que mutuamente se excluyen- tienen una coexistencia que es la oposición o lucha y que esta lucha es la vida humana.
Ahora bien, cabe preguntarse cómo es posible determinar un punto de partida para una antropología filosófica orientada por la idea del hombre consciente de su muerte. Unamuno toma como punto de partida al hombre integral que reflexiona. Pero si el punto de partida ya es la complejidad entera de la existencia, no es posible progresar de lo simple a lo complejo. Unamuno lo comprende perfectamente y se dedica a la elucidación filosófica en todo lo que escribe, pero muy especialmente en sus novelas. Como es sabido, Unamuno rechazó todo concepto tradicional de géneros, pero esto no quiere decir que no haya diferencias formales en lo que escribió. Parte de la obra de Unamuno comprende la reflexión sobre el tema del hombre en su existencia real. Esta parte consiste mayoritariamente en ensayos y algunas narraciones cortas. Otra parte busca ir más allá de la reflexión a la comprensión total del lector, y esta parte está integrada por su poesía, teatro y novelas.
Toda la obra de Unamuno se nutre de la asunción básica de que la filosofía, al concentrarse en el hombre real, el de carne y hueso, se convierte en filosofía agónica. Y es que la situación misma de hacer filosofía es agónica, pues representa no un concepto, sino el movimiento mismo de lo sensible hacia lo inteligible. Hay en esta hipótesis algo de Platón, Pascal y Kierkegaard, todos autores muy leídos por Unamuno. Siguiendo con la discusión de la hipótesis de Unamuno, surge el problema de la expresión. ¿Cómo es posible expresar el movimiento mismo entre el no ser y el ser si el lenguaje traiciona al filósofo a cada momento en términos de permanencia? Toda expresión científica es la descripción de lo permanente. Al no poderlo expresar en lenguaje descriptivo, es decir, en términos racionales inmutables, Unamuno llega a la consideración del ensayo filosófico como insuficiente y se dirige a expresarlo en lenguaje de alegoría, mito y símbolos. En lugar de analogías, Unamuno utiliza la fuerza creativa de la metáfora, imágenes en movimiento. Ya no tenemos un lenguaje estático que describe estructuras hechas; ahora el lenguaje mismo está en movimiento, sin resolver, revelando un sistema de tensiones en continuación.


 Hay antecedentes que el mismo Unamuno señala. Consideremos el Libro IV de la República de Platón, donde el alma se caracteriza como un estado de tensión debido a la atracción de la razón opuesta por el deseo. En este lugar, Platón introduce el concepto de ánimo o coraje como una potencia del alma en tensión. Si se une al deseo se transforma en furia; al contrario, si se alía a la razón se transforma en indignación, pero su estado perfecto está en tensión entre los dos opuestos y es valor, ánimo y coraje. Esta idea de alma es un antecedente directo de la dialéctica abierta de Unamuno
Otro eco que recoge Unamuno es el de Pascal:

Porque a fin de cuentas, ¿qué es el hombre en la naturaleza? Una nada frente al infinito, un todo frente a la nada, un medio entre nada y todo.

Unamuno amplía el concepto pascaliano situando al hombre como principio y fin de la filosofía por medio de perspectivas de metafísica, antropología y estética. La metafísica sitúa la existencia como el devenir entre el no ser y el ser. La antropología pone al hombre en un estado consciente inestable y frágil entre su principio y fin. ¿Y la estética? Debemos detenernos para explicar la hipótesis de la estética de Unamuno.
La premisa de la estética de Unamuno es la recepción del lector, oyente o perceptor. Unamuno insiste en que toda recepción se forma de una manera insuperable del punto del vista del receptor. Es decir, siempre se recibe el objeto percibido o leído de una manera unilateral y nunca simultáneamente. Por ejemplo, veo un lado del árbol y no todo el árbol; concibo un personaje de acuerdo con mis conocimientos de algunos detalles y no de un modo universal. Por consiguiente, el árbol visto o el personaje de la novela se comprenden debido a una visión parcial y limitada que pasa a ser una supuesta unidad de la serie de perspectivas que el individuo supone admisibles. Así, se puede dar vuelta al árbol y se puede descubrir que es diferente del que se había figurado, pero esto no quita que la sucesión de percepciones sucede una tras otra y el conjunto es figurado de nuevo, alterando la primera percepción. Lo mismo ocurre en el caso del personaje literario, pues en el primer encuentro del lector puede formar una idea errónea que al pasar las páginas se altera, hasta crear el conjunto con el que le identificamos. Obviamente, se da prioridad al objeto que se percibe o lee, pero lo insignificante es señalar la unidad movible del perceptor como el punto de vista esencial. En otras palabras, en esta filosofía la atención no se da al árbol, sino al receptor; no al texto, sino al lector del texto. Al aceptar las limitaciones del receptor, también se acepta la pluralidad de perspectivas independientes de la propia. La estética de Unamuno tiene una fuerza unificadora y común para todos dentro del pluralismo de los receptores individuales. El hombre, al nacer, entra en un mundo creado por el lenguaje que no sólo precede al individuo, sino que le envuelve completamente. Unamuno plantea el factor lenguaje en una dialéctica de significar y de percibir, es decir, una dialéctica univeral del decir y del ver.
El lenguaje para Unamuno transmite no la visión misma del objeto, sino su alcance. Cada oyente o lector del lenguaje tiene que rellenar los huecos de la palabra escrita, pero este complemento del lector viene del punto de vista del lector y no del escritor; el lector completa lo que falta basándose en su propia experiencia y su imaginación.
Finalmente, comprendamos el papel extraordinario que Unamuno da al sentimiento. Para Unamuno, el sentimiento es la potencia máxima unificadora opuesta a la razón, igualmente universal, cuya función es distinguir y separar. El sentimiento lleva al individuo a identificarse con su familia, su pueblo, su nación y, por encima de todo, con sí mismo. Sabido es que toda la fuerza de la razón se opone al mundo del yo. Su meta es establecer los rasgos distintivos de los objetos, y, por tanto, se basa en la separación e instalación de la multiplicidad del mundo. Pero este conflicto entre el sentimiento y la razón no es fenómeno exterior, pues tiene su origen en el fondo constitutivo del hombre.
El objeto es síntesis de la percepción de su nombre y de la expresión que lo ha nombrado y la percepción que lo ha entendido. Pero, en contraste, el yo está en conflicto. Unamuno, en su filosofía del conocimiento, señala muy claramente al objeto como síntesis, pero igualmente insiste en la realidad conflictiva de la subjetividad. Para Unamuno, el conflicto íntimo es el de dos aspiraciones opuestas: por una parte, tener la integridad orgánica del cuerpo y de sus sensibilidades del presente, y de la otra parte, la aspiración que añora la totalidad y la inmortalidad. Para Unamuno, la realidad del yo es lucha y la realidad del mundo es una dialéctica de cambio, lo cual quiere decir que toda construcción imaginaria concebida desde el punto de vista del lector es una síntesis del momento expuesta a los cambios dentro del individuo y seguramente dentro del diálogo con otro punto de vista.
 

viernes, 3 de abril de 2015

Miguel de Unamuno: Notas biográficas

En su vida, Unamuno publicó seiscientos treinta y un ensayos cortos y veinticinco libros de ensayo, pero dejó ochocientos artículos dispersos en los periódicos de España y de América, de los cuales sólo cuatrocientos se han reeditado. Escribió cinco novelas, ocho novelas cortas, setenta y dos cuentos y ochenta y dos cuentos en diálogo. Escribió poesía toda su vida y publicó ocho libros de poemas y ciento once poemas sueltos en diversas revistas, pero dejó mil setecientos cincuenta y cinco poemas inéditos. Fue nombrado rector de la Universidad de Salamanca tres veces y tres veces fue destituido. Encontró tiempo para escribir cincuenta y cuatro prólogos a los libros de amigos y conocidos y pronunció más de cien conferencias y discursos, de los que nos quedan cincuenta y dos textos. Su correspondencia recogida pasa de mil cartas. Logró escribir y publicar doce obras para el teatro, y aunque nunca consiguió el éxito que buscaba en ese género, dejó veintiséis obras teatrales proyectadas. Escribió un diario íntimo en los años de crisis espiritual al principio del siglo, que nunca esperó publicar y que ahora es parte de su obra al lado de la angustia de sus personajes. Su biblioteca en Salamanca, con libros cuidadosamente leídos y anotados, pasó de los ocho mil volúmenes. Se le exilió de España por su independencia política; con el cambio de gobierno se le otorgó el título de "primer ciudadano" en reconocimiento a su integridad, pero murió a los setenta y dos años bajo arresto en su domicilio por la misma independencia que demostró siempre. Desde sus primeros escritos, Unamuno se mantuvo fiel a esa independencia tan suya. En 1899 canta a sus poemas con estos versos:

Vosotros creeréis a mi quimera
libre de torpes trabas,
la lanzaréis vosotros, mis valientes,
sobre mi pobre patria
que sueña en ella.

Y concluye el 28 de diciembre de 1936:

Morir soñando, sí, mas si se sueña
morir, la muerte es sueño; una ventana
hacia el vacío; no soñar; nirvana;
del tiempo al fin, la eternidad se adueña.

Vivir el día de hoy bajo la enseña
del ayer deshaciéndose en mañana;
vivir encadenado a la desgana
¿es acaso vivir? ¿Y esto qué enseña?

¿Soñar la muerte no es matar el sueño?
¿Vivir el sueño no es matar la vida?
¿A qué poner en ello tanto empeño

aprender lo que al punto al fin se olvida
escudriñando el implacable ceño
-cielo desierto- del eterno Dueño?

Cuarenta años después de su muerte hay más de cinco mil libros y estudios en todas las lenguas de Europa dedicados a Miguel de Unamuno. ¿Qué hombre era éste?
Don Miguel de Unamuno nació en Bilbao el 29 de septiembre de 1864 y murió en Salamanca el 31 de diciembre de 1936. En estos setenta y dos años vivió la historia política, social y cultural de España con una intensidad que ya es legendaria. Pero también vivió en Copenhague con Kierkegaard, en Londres con Dickens y en París con Pascal, porque Unamuno, lector voraz, leía para recrear una tensión vital con el autor distante en tiempo y espacio a través del texto escrito. Constante a su filosofía, nos ha dejado las señas de su vida en su obra. Los textos de Unamuno hablan de la historia y la cotidianeidad, que llamó intrahistoria, de España tal como la vivió, sintió y creó este hombre extraordinario. Unamuno no escribe una autobiografía, género que implica un texto dedicado a reconstruir la vida de su autor, porque toda su obra es autobiográfica. Unamuno dejó su vida reflejada en sus escritos.
Los primeros años se encuentran en Recuerdos de niñez y mocedad y De mi país y, como fondo, en su novela Paz en la guerra. En estos textos la historia política de España queda lejos y sólo se oyen rumores y ecos o se sienten repercusiones de los cambios en Madrid, pero el enfoque central está en la sustancia colectiva del ser humano, es decir, la intrahistoria vista desde Bilbao y el País Vasco.
En cuanto a la vida íntima se descubre vez tras vez, al leer la obra de Unamuno, que la enorme unidad de cuarenta años de escribir se debe en gran parte al hecho de que sus personajes y las situaciones en que se encuentran están tomadas de sus experiencias personales o de las proyecciones imaginarias de lo que pudiera haber sido. Lo que Unamuno denomina sus "yo ex-futuros".
El padre de Unamuno fue a México de joven y regresó a España y a la tierra vasca con una pequeña fortuna y una pequeña biblioteca. Se casó con una sobrina suya y el matrimonio tuvo seis hijos. El padre murió cuando Unamuno tenía sólo seis años. Se crió en una casa matriarcal y austera, unida con algunos lazos al mundo exterior, especialmente a Hispanoamérica, por medio de la biblioteca de su padre. Recordemos que Augusto Pérez de Niebla pierde también a su padre de joven y es criado en un ambiente dominado por su madre. También Ángela y Lázaro Carballino pierden a su padre muy jóvenes y viven su niñez en un ambiente de matriarcado, y recordemos que la biblioteca de Ángela, la única en la aldea, era la que había llevado su padre, el forastero, al casarse y establecerse en Valverde de Lucerna.
El joven Unamuno
Unamuno se educó en escuelas laicas en Bilbao, y a los dieciséis años ingresó en la Universidad de Madrid, donde se licenció en Filosofía y Letras. En 1884, antes de cumplir los veinte años, se doctoró. Su tesis fue sobre los orígenes y prehistoria del pueblo vasco. Los años que siguen al doctorado son muy difíciles. Es una época de intensa preparación para oposiciones a cátedras de instituto. Son semanas de lectura y estudio, devorando libros y formando esquemas de materias tan distintas como psicología, metafísica, latín y, finalmente, griego. En estos años (1884-1891), subsiste de trabajos ocasionales, clases particulares y colaboraciones en los periódicos bilbaínos. Escribe sus primeros cuentos y empieza a publicar ensayos sobre los problemas sociales del día. Ésta es la época socialista de Unamuno. Se une con los jóvenes socialistas para publicar el semanario La lucha de las clases. Buscan una reforma política, social y económica para la España de María Cristina, con sus gobiernos alternados por acuerdos entre Cánovas y Sagasta. En 1889, Unamuno sale por primera vez de España en un breve viaje a Italia y a París.
En 1891, cambios notables llegan a la vida del joven Unamuno. Se casa el 31 de enero con Concha Lizárraga, su novia de años. En mayo gana la cátedra de griego en la Universidad de Salamanca. El primero de octubre, el joven matrimonio se traslada a Salamanca, donde vivirán el resto de su vida y donde nacerán sus ocho hijos. Llegará Unamuno, el bilbaíno, a identificarse entrañablemente con Salamanca, ciudad que llegará a ser mucho más que su residencia. Unamuno penetra en el pueblo español, dentro de su cotidianeidad, principalmente por su experiencia de Salamanca.
La catástrofe nacional de 1898 da ocasión a que se oiga su voz al denunciar la indiferencia de los españoles ante las derrotas militares y la irresponsabilidad del gobierno. Pocos años antes, en Paz en la guerra (1888-1897), Pachico, el primer personaje desarrollado de Unamuno, declara al bajar del monte que se dedicará a despertar al pueblo español. El ensayo En torno al casticismo se publica en 1895, y con este libro tenemos el principio de una literatura autobiográfica, en el doble sentido de que se nutre de las experiencias de su autor y que está escrita de una manera tan singular que las diversas voces del autor entablan un diálogo recreador con el lector. Los artículos cortos y cuentos salen de su pluma como un río de pensamientos y de fuerza de personalidad. Escribe sobre el pan de cada día, pero también sobre filosofía y educación: De la enseñanza superior en España y Nicodemo el Fariseo son de 1899.
El reconocimiento académico y nacional no tarda en llegar. En 1901 es nombrado rector de la Universidad de Salamanca. Unamuno, lejos de servir en el puesto como administrador, transforma el puesto de rector en un símbolo nacional de jefatura intelectual. El nombramiento fue hecho durante la regencia, pero es destituido por el ministro Bergamín, de Alfonso XIII, en 1914. Los motivos para destituirlo fueron siempre los mismos: la independencia intelectual y política de Unamuno molestaba profundamente a las autoridades de Madrid. Otra vez, durante la Segunda República, se le nombra rector sólo para destituirlo a los pocos años, al darse cuenta de que no se podía contar con Unamuno como partidario y que en cualquier momento hablaba con vehemencia sobre los asuntos del día. Por tercera vez en su vida, bajo el mando de Franco, es nombrado rector sólo para ser destituido pocos meses antes de su muerte. Nadie ha podido explicar la recia independencia intelectual de Unamuno mejor que él mismo en Cómo se hace una novela:

 A todo esto, las gentes que aquí me preguntan si es que puedo volver a España, si hay alguna ley o disposición del poder público que me impida la vuelta, y me es difícil explicarles, sobre todo a extranjeros, por qué no puedo ni debo volver mientras haya Directorio, mientras el general Martínez Anido esté en el poder, porque no podría callarme ni dejar de acusarles, y si vuelvo a España y acuso y grito en las calles y plazas la verdad, mi verdad, entonces mi libertad y hasta mi vida estarían en peligro, y si las perdiera no harían nada los que se dicen mis amigos y amigos de la libertad y de la vida.

Se ha hecho mucho hincapié sobre las contradicciones y paradojas de Unamuno, tratando de crear una imagen de un hombre vanidoso, cambiable, sólo interesado en su perfil público. Unamuno pensó por medio de una dialéctica y escribió en una forma de diálogo continuo con el lector. Si en los textos de Unamuno encontramos una larga serie de contradicciones y de paradojas, no perdemos de vista su carácter, de completa integridad, en la que se mantiene hasta su muerte:

Vivir en la historia y vivir la historia, hacerme en la historia en mi España, y hacer mi historia, mi España, y con ella mi universo, y mi eternidad.

La contradicción es para Unamuno una parte esencial del debate con su lector y, por tanto, de su continuidad como dialogante del texto.
Nos hemos desviado un poco de la trayectoria que llevábamos de la vida de Unamuno para insistir en su actuación política, pero regresemos adonde quedamos. Como decíamos, en 1901 es nombrado rector de la Universidad de Salamanca. El éxito de Unamuno le convierte en voz intelectual de España y crece en importancia con todo lo que escribe; sin embargo, escondido dentro del escritor brillante, arrogante y confiado, hay un hombre de carne y hueso que sufre enormes dudas íntimas. Unamuno pasa por una crisis psicológica en estos años y nos deja testimonio de la enormidad de su sufrimiento en el Diario íntimo (1897-1902), publicado por primera vez en 1970.
Unamuno publica en 1902 Amor y pedagogía, y en 1907, su primer libro de poesías, muchas de las cuales venía escribiendo desde sus años de preparación para las oposiciones. Con nuevas fuerzas y renovado sentido de dedicación, introduce una antropología existencialista en España; primero, con la publicación de Mi religión y otros ensayos (1910), seguido de Del sentimiento trágico de la vida (1912) y Rosario de sonetos líricos (1911).
La actuación pública de Unamuno se acrecentó marcadamente después de 1914. Estaba en todo y, especialmente, contra todo lo que fuera embuste y mentira. Cuanto más crecían los esfuerzos por silenciarlo, más vehemente se expresaba Unamuno. Durante la guerra mundial, Unamuno destacó como persona no grata a los germanófilos, cuya cabeza era el rey mismo. Con este fondo de oposición entre Unamuno y el gobierno no es de sorprender que, al saberse los detalles del desastre militar de Annual, en que murieron miles de soldados españoles por errores comentidos en Palacio, Unamuno se lanzara en un ataque personal y sin tregua contra Alfonso XIII. Unamuno insistió en la responsabilidad total de Alfonso XIII por el desastre. La culminación de esta batalla vino en 1924 con su destierro a Fuerteventura, en las Islas Canarias. Durante estos años de actividad pública tan intensa, Unamuno publicaba más de un artículo al día en los diarios de España e Hispanoamérica. También encontró suficiente paz en la guerra para publicar Niebla (1914), Abel Sánchez (1917), La tía Tula (1921) y Teresa (1924).
En 1923 toma el poder el capitán general Primo de Rivera, y los procesos jurídicos contra Unamuno, por sus supuestas injurias al rey en sus artículos de El mercantil valenciano, se transforman en licencia para que el dictador tome medidas mayores contra "el sabio de Salamanca". El 20 de febrero de 1924, recordando a Fray Luis de León, Unamuno también se despide de sus estudiantes hasta el día próximo. La orden de destierro ha llegado. Permaneció en Fuerteventura del 10 de marzo hasta el 9 de julio, cuando fue rescatado por el director de Le Quotidien, periódico de París. Vive en París un año, del 24 de julio de 1924 al 25 de agosto de 1925. Este año es uno de desolación para Unamuno y de introspección feroz. Pero deja testimonio vital de este año en sus escritos: De Fuerteventura a París (1926), Romancero del destierro (1927), Cómo se hace una novela (1927) y La agonía del cristianismo (ensayo escrito en 1924, publicado en francés en 1927 y en castellano en 1931).  Unamuno explica en el prólogo a la edición española:

Este libro fue escrito en París hallándome yo emigrado, refugiado allí, a fines de 1924, en plena dictadura pretoriana y cesariana española y en singulares condiciones de mi ánimo, presa de una verdadera fiebre espiritual y de una pesadilla de aguardo, condiciones que he tratado de narrar en mi libro Cómo se hace una novela. Y fue escrita por encargo, como lo expongo en su introducción.

En 1926 encontramos a Unamuno en Hendaya, pueblo francés en la frontera con España. Unamuno se ha recobrado, y con sus cartas políticas, transmitidas a través de la pequeña revista Hojas libres, empezó de nuevo a oírse de él en España. Tanto molestó la proximidad de Unamuno a la dictadura, que oficialmente pidieron al gobierno francés que alejase a Unamuno de la frontera. Toda tentativa ante los franceses fracasó, y siguió en su sitio aquel hombre que con su pluma y su actitud podía crear un símbolo de independencia visto por toda España. Al ver las autoridades de Madrid que no podían hacer nada por caminos diplomáticos probaron otro. Cuando Unamuno llegó a Francia recibió el indulto, pero entonces el gobierno de Madrid afirmó que no quedaba ninguna condena contra él y que era completamente libre de regresar a España cuando él quisiera. Pero no contaban con la firmeza de Unamuno, que declaró que no pondría pie en tierra española hasta que ésta estuviera libre de la dictadura. De estos cuatro años en Hendaya tenemos el extraordinario diario poético de Unamuno Cancionero (1928-36), que quedó inédito hasta 1953, cuando lo publicó Manuel García Blanco. También de esta época extraordinaria es la obra dramática El hermano Juan (1929). Aunque Unamuno llevaba un cuarto de siglo escribiendo obras para el teatro, éste es uno de sus dramas más logrados y las razones son varias. Por primera vez tiene un vehículo suficiente para las ideas estéticas que buscar crear en su público. Unamuno, en su agonía del destierro, regresa al tema elaborado en cuentos y novelas anteriores -el tema del yo público que domino y destierra al yo íntimo. En esta obra, intensamente dramática, tenemos al personaje teatral condenado a ser careta todos sus días y nunca encontrar su ser. No es demasiado especulativo pensar por qué le interesó de nuevo este tema a Unamuno.
Regresa Unamuno, en 1929, a España como símbolo nacional de resistencia a la dictadura, pero algunos vuelven a cometer el error de creer que Unamuno se guiaba por ideologías en vez de por principios. Después de 1931, cuando se proclama la Segunda República española y Unamuno vuelve a alzar su voz para protestar por la violación de los derechos del ciudadano, se le acusa de haberse vuelto contra los suyos. Mal conocían a Don Miguel de Unamuno, cuya única ideología era despertar en todos los españoles una nacionalidad vigente. Unamuno, de vuelta en España, escribe sus últimas narraciones: La novela de don Sandalio, jugador de ajedrez, Un pobre hombre rico o el sentimiento cómico de la vida, y su obra maestra, San Manuel Bueno, mártir. En 1933 se publican las tres juntas, con un cuento escrito en 1911, Una historia de amor. Con este último libro se cierra una obra de dimensiones que no tienen límites de historia o de personalidad, porque enriquece la vida de todos y de todos los tiempos.
El año 1934 es trágico para Unamuno: muere su mujer, su costumbre, como la llamaba. Doña Concepción Lizárraga fue la estabilidad y la fuerzo emocional del batallador. Escribe Unamuno en su cancionero estos versos:

"Después de la muerte de mi Concha"

Me llega desde el olvido
tierna canción de ultra-cuna,
que callandito al oído
me briza eterna fortuna.
Es el perdido recuerdo
de mi otra vida perdida;
me dice, por si me pierdo,
vuelve a tu primer partida.

Los honores caen sobre Unamuno. Se le nombra doctor honoris causa en Grenoble y luego en Oxford; la República le nombra primer ciudadano de la nación. Pero a Unamuno no le interesan los títulos, le sige "doliendo España", como solía decir, y comprende que España va hacia un desastre. Cuando comienza la guerra civil, en el verano de 1936, Unamuno se declara en latín partidario del levantamiento y contra la barbarie a que había llegado el entusiasmo de la libertad. Pero al tomar poder de Salamanca las fuerzas del levantamiento, se oyó el "Mueran los intelectuales" del general Millán Astray. Unamuno contesta directamente al general, con su vehemencia acostumbrada:

Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis.  

Los amigos y admiradores de ayer le insultan y hasta hay quien pide a Franco que se fusile a Unamuno. Al día siguiente del incidente, el 13 de octubre de 1936, es puesto bajo arresto en su propio domicilio. Unamuno no intenta salir, tal y como no regresó a España hasta el fin de la dictadura de Primo de Rivera. Es la única forma de protesta que le queda.

Salida de Unamuno del Paraninfo de la Universidad de Salamanca, tras los incidentes con Millán Astray

Muere Unamuno a las cuatro de la tarde del día 31 de diciembre de 1936. Antonio Machado bien dijo lo que significaba esta muerte:

De quienes ignoran que el haberse apagado la voz de Unamuno es algo con proporciones de catástrofe nacional, habría que decir: Perdónales, Señor, porque no saben lo que han perdido.

Miguel de Unamuno murió en batalla, como vivió la mayor parte de su vida. Si entonces la admiración superficial supo convertirse en desprecio, el lector de Unamuno no está a la merced de superficialidades, pues tiene la obligación de profundizar que le imponen los textos de Unamuno. Unamuno, en su vida histórica, como en sus textos, se mantiene íntegro, insobornable e independiente.