jueves, 23 de julio de 2015

Los dialectos leonés y aragonés

El castellano en su expansión fue reduciendo las áreas de dos dialectos del latín: el astur-leonés y el aragonés. En la actualidad su extensión es aún menor.

1. El leonés
De entre las diferentes hablas con que cuenta el dialecto leonés, destaca por su vitalidad el bable (o asturiano). El bable se localiza, además de Asturias, en el occidente de Cantabria y en las provincias de León, Zamora, Salamanca y Cáceres.
Destacaremos algunos de sus rasgos:
  • Diptongación de vocales breves latinas e, o en condiciones en las que el castellano no diptonga: fueya (hoja).
  • Conservación de los diptongos ei, ou: carreira, cousa (carrera, cosa).
  • Cierre de las vocales finales e > i, o > u: pradu, esi (prado, ese).
  • Conservación de f- inicial latina: forno (horno).
  • Conservación del sonido /y/ ante e átona, proveniente de g- latina: yermanu (hermano).
  • Evolución de pl-, kl-, fl- latinas a ch-: chave, chama, chumbo (llave, llama, plomo).
  • Conservación de pl-, fl- y kl- latinas: plan, flama, clamar (llano, llama, llamar).
  • Conservación de consonantes sordas intervocálicas: napo, espata, lacuna (nabo, espada, laguna).
 2. El aragonés 
Este dialecto se habla en los valles oscenses de Ansó, Hecho, Lanuza, Biescas, en Sobrarbe y en Ribagorza. Algunas de sus características son paralelas al leonés:
  • Diptongación de vocales breves latinas e, o: güello (ojo).
  • Conservación de f- inicial latina: forca (horca).
  • Conservación de -mb-: plombo (plomo). 

domingo, 19 de julio de 2015

Principales etapas en el desarrollo del castellano


1. Los primeros momentos de formación
Castilla se independiza de León en el 1035, año en el que Sancho el Mayor de Navarra convierte en sendos reinos los antiguos condados de Castilla (que entrega a su hijo Fernando) y Aragón (que otorga a Ramiro). A partir de entonces, el castellano se difunde hacia el sur y va adquiriendo, durante los siglos XI y XII, un puesto hegemónico.
Las primeras manifestaciones escritas en castellano datan del siglo X, las Glosas silenses y las Glosas emilianenses (anotaciones en castellano al margen de los textos latinos), y muestran todas las vacilaciones de una lengua en formación. Paulatinamente, se irá afianzando y estabilizando como lengua de uso común y literario. No será, sin embargo, hasta el reinado de Alfonso X (1252-1284) cuando se produzca el primer intento de fijación de la lengua. Este monarca, muy interesado por la cultura y promotor de las letras, intenta para el castellano la primera representación fija de cada sonido mediante una grafía, enriquece el vocabulario y establece las bases de la lengua escrita (uso de conjunciones, ordenación de períodos sintácticos, etc.).

2. Expansión y consolidación del idioma
Durante los siglos XIV y XV el castellano continúa su consolidación como lengua de cultura -no sin vacilaciones en la representación escrita- y se va enriqueciendo con la entrada de palabras de otras lenguas (portugués, francés, italiano). A fines del XV, un humanista, Antonio de Nebrija, publica su Gramática (1492), primera obra de estas características en una lengua romance, con la intención de definir y ordenar su uso, además de facilitar el aprendizaje del latín. Este mismo año, la lengua castellana abrirá sus horizontes hacia nuevas tierras: la conquista de América convertirá al español en una de las lenguas más habladas del mundo. El castellano, a principios del siglo XVI, ha conseguido asentarse en gran parte de la zona norte peninsular -a expensas de otros dialectos románicos, como el aragonés o el astur-leonés-, y va consolidándose en el sur, en Canarias y en América.

3. El reajuste fonológico de los Siglos de Oro
A lo largo de todo el siglo XVI y parte del XVII, y a la par que produce algunas de sus mejores obras literarias, el castellano sufre la mayor reorganización del sistema fonológico en su historia: algunos sonidos, que habían surgido por evolución del latín y que se habían consolidado en el sistema, sufren un reajuste vigente hasta nuestros días. Nos referimos, entre otras, a la reducción de los pares de sonidos sibilantes en subsistema consonántico. La evolución, muy simplificada, sería la siguiente:

a) Ensordecimiento de sibilantes:
  • -s- y -ss- intervocálicas convergen en -s- sorda (fuesse > fuese)
  • z y ç -pronunciadas ds y ts respectivamente- evolucionan hasta las actuales c (ante e i) y z (abraçar > abrazar; dizía > decía) 
b) Velarización:
  • -g-, -j- y -x- intervocálicas -pronunciadas como sh las dos primeras, como y la última- confluyen en las actuales g (ante e i) y j (dixo > dijo; muger > mujer)
 c) Fricatización:
  • -b- intervocálica (que sonaba como oclusiva) y -v- intervocálica (que sonaba como fricativa) convergen en la fricativa, a veces con grafía b
d) Enmudecimiento:
  • h- inicial (originaria de f- latina) va perdiendo la aspiración hasta desaparecer.

4. El siglo XVIII y la Real Academia
Durante el siglo XVIII, y gracias a las ideas ilustradas, se producen dos fenómenos contrarios por lo que se refiere a la lengua. Por un lado, la influencia francesa introduce gran cantidad de galicismos en el español; por otro, y en buena parte como respuesta a esta circunstancia, surge un gran interés por fijar y ordenar el idioma. Con la creación en 1713 de la Real Academia Española, comienzan las actividades de organización del léxico (Diccionario de Autoridades, 1726-1739), de representación de los sonidos (Ortografía, 1741) y de estructuración de normas gramaticales (Gramática de la lengua castellana, 1771).
La labor académica fu, además de ingente, fundamental, pues se terminó con ciertas vacilaciones en la escritura y, adoptando a veces audaces medidas, se consiguió una fijación apenas corregida hasta hoy. Por entonces se reducen las múltiples representaciones gráficas de cada sonido a una o dos grafías; se regula el uso exclusivo de u, i para los sonidos vocálicos respectivos; se estabiliza el uso de c, z; se suprime el uso de ç, así como la distinción gráfica de ss-, s-; se establece el uso de b, v según criterios etimológicos; y, por fin, se simplifican las grafías de origen griego y latino ph-, th-, etc. (phisica > física; thesoro > tesoro).

lunes, 13 de julio de 2015

La formación de las lenguas peninsulares

Dos son los momentos culminantes en la formación lingüística peninsular: la romanización y el asentamiento árabe.

1. La romanización
La llegada de los romanos a la Península Ibérica (218 a.C.) significó la anulación paulatina de otras lenguas que aquí se hablaban, como el íbero, el celta, etc. La única que subsistió fue el vasco, cuyos orígenes inicientos han sido largamente debatidos por los expertos.
Además de algunos restos léxicos que se han mantenido (perro, barro, etc.), las lenguas prerromanas en general y el vasco en particular han dejado ciertos rasgos en el castellano que lo diferencian de las otras lenguas romances peninsulares:
- Aspiración y posterior desaparición de f- inicial latina: del latín farina, surge farina en catalán, farina en gallego, pero harina en castellano.
- Desaparición de /v/ labiodental, de manera que en castellano no hay diferencia de pronunciación entre vasto y basto, a diferencia de lo que ocurre, por ejemplo, en inglés (voice, boys).
Los romanos, desde los primeros momentos, llevaron a cabo una política lingüística y cultural profunda y compleja: enseñaron su idioma a la población, a la vez que establecían los vínculos necesarios para que todos asumieran como propia la nueva lengua. En época de Augusto (19 a.C.) puede decirse que el proceso de consolidación se ha completado: el latín es el idioma del Imperio.
La descomposición y fragmentación de los dominios imperiales desemboca, a partir del siglo III principalmente, en una nueva realidad política y cultural que se conocerá con el nombre de Romania. La Romania es el conjunto de pueblos cuya característica común es haber recibido la civilización romana. Sus lenguas, las lenguas romances, surgen de la evolución del latín común o vulgar en cada uno de los territorios dominados por Roma.

2. Los visigodos y la posterior influencia árabe
En el siglo V, los pueblos bárbaros (suevos, vándalos y alanos) llegan a la Península Ibérica y se dispersan por ella, lo que facilita aún más la incipiente fragmentación lingüística. Los visigodos, de origen germano, ocuparon inicialmente la Galia romana e instalaron su capital en la Tolosa francesa; más tarde, durante el reinado de Leovigildo (568-586), trasladaron la capital a Toledo. Adoptan como credo el catolicismo, asumen las tradiciones locales y asimilan mayoritariamente como lengua propia el latín (siglo VII): comienza así una etapa de consolidación política, jurídica y social que coincide con la aceleración evolutiva del latín hacia las nuevas lenguas. Perduran de esta época algunas palabras de uso general (espía, adrede, guiar, rico, galardón, guerra, ropa, tapa), ciertos topónimos (Burgos, Castrogeriz) y varios nombres de persona (Enrique, Fernando, Adolfo).


En 711 desembarcan los musulmanes en el sur de la Península y, con ellos, otras costumbres, otras tradiciones, una nueva lengua y un concepto diferente de la cultura y de la organización social. Su influjo fue tan determinante para las lenguas peninsulares, que las ha dotado -sobre todo al castellano- de unas características peculiares que las diferencian del resto de la Romania.
El castellano adopta multitud de vocablos árabes (se calculan unos cuatro mil), muchos de los cuales se asimilan fonéticamente al léxico patrimonial (el originado del latín por evolución natural), por ejemplo, del árabe al-'aib surge aleve. La inmensidad de saberes que los árabes aportaron a la vida hispana, unida a su prolongada estancia en la Península permitió la entrada de palabras pertenecientes a campos tan variados como el agrícola (berenjena, aceite, azahar, azúcar, azafrán, albaricoque), el doméstico (almohada, alcuza, ajuar), el de la construcción (albañil, azulejo, adobe, alcantarilla), el de la medicina (alcohol, jaqueca, jarabe, alcanfor), el del comercio (almacén, arancel, zoco), el de las matemáticas (cero, cifra, álgebra, guarismo) o el de los juegos (azar, ajedrez).
Son también muchos los topónimos de origen árabe que han sobrevivido (Alcudia, Benicarló, Alcalá, Binisalem), así como los nombres de ríos (de wadi = río, provienen Guadiana, Guadalquivir, Guadalhorce, Guadarrama).
En los territorios sometidos por los musulmanes sobrevivió un dialecto románico -el mozárabe- arcaizante y literariamente productivo, como lo demuestran las jarchas, cancioncillas populares en mozárabe que se añadían a las moaxajas (poemas líricos en árabe o hebreo cultos). La evolución de las demás formas románicas -y sobre todo la continuada expansión castellana- haría morir este dialecto años más tarde.

3. La Reconquista y la diversidad dialectal
Mientras duró la presencia árabe (desde 711 hasta 1492), los cristianos y los musulmanes pugnaban por el dominio de los distintos territorios: sucedían a las etapas de paz momentos de enconada lucha. Tanto en las zonas de dominio musulmán como en las de control cristiano, las sociedades se organizaban según el modelo de señoríos: ducados, condados y reinos afianzan la estructura medieval y, como consecuencia, comienzan a cimentar las bases de los nuevos estados.
En cada reino, en cada comunidad cristiana, el latín vulgar va alcanzando un grado de evolución que nos permite hablar ya de dialectos romances. Se distinguen, de oeste a este peninsular, el gallego, el astur-leonés, el castellano, el aragonés y el catalán. De todos ellos, solo el astur-leonés y el aragonés no llegaron a constituirse en lenguas, por lo que en la actualidad se siguen denominando dialectos.   

domingo, 5 de julio de 2015

Las lenguas romances

El grupo de las llamadas lenguas romances tiene su origen en el latín, idioma hablado en la antigua Roma que se constituyó en lengua del Imperio Romano; se utilizó en todos los territorios dominados y desplazó a otras hablas propias de la Galia o de Hispania. Todavía en la Edad Media, cuando ya hacía tiempo que el Imperio había desaparecido, seguía siendo la lengua universal de la cultural occidental.




Dentro de las lenguas originarias del latín, o lenguas romances, se distinguen las siguientes:

1. Lenguas romances orientales
La lengua fundamental de este grupo es el rumano, que se habla en Rumanía y en parte de Hungría y de Ucrania. Cuenta con unos 19.350.000 hablantes. Muestra influencia del turco, tano en su léxico como en su fonética o en su morfología.

2. Lenguas romances occidentales
Se distinguen a su vez los siguientes subgrupos:
  • Italo-romance: La lengua más importante de este subgrupo es el italiano. Se habla en Italia, en parte de Suiza y, como dialecto, en Cerdeña (sardo). El italiano posee una fonética muy sencilla y, entre otras, la característica de formar el plural masculino en -i y el femenino en -e, lo que la diferencia de las demás lenguas romances occidentales, que realizan el plural en -s. Su literatura es enormemente rica e interesante; a ella pertenecen algunas figuras fundamentales para la cultura occidental como Dante, Petrarca o Boccaccio. En la actualidad hablan esta lengua unos 57 millones de individuos.
  • Galo-romance: Pertenecen a este subgrupo el provenzal y el francés. El provenzal, hablado por unos 8.200.000 individuos en Francia, en algunas zonas del norte de Italia y Mónaco, fue lengua literaria de primer orden durante la Edad Media: los trovadores la utilizaban en sus composiciones líricas y cortesanas. El francés se habla en Francia, Bélgica, Suiza, Luxemburgo, Mónaco, Italia, y países no europeos de antigua dominación francesa (Burundi, Camerún, Canadá, Chad, Guinea, Haití, Madagascar, Mozambique, Níger, Zaire o Vietnam). Es, además, vehículo de comunicación y de cultura entre hablantes de otras lenguas. Cuenta con unos 72.300.000 habitantes. Su cultura es de las más ricas e influyentes del mundo. La literatura francesa resulta fundamental, en muchas de sus etapas, para comprender la evolución literaria occidental: Molière, Racine, Voltaire, Baudelaire, Sthendal, Flaubert o Albert Camus son sólo unos pocos nombres de escritores franceses universales.
  • Ibero-romance: En este subgrupo está el portugués y todos los idiomas del Estado español, excepto el vasco: gallego, castellano y catalán. El portugués se habla, además de en Portugal, en Angola, Brasil, Cabo Verde, Guinea-Bissau, Macao, Madeira, Mozanbique, Sao Tomé y Príncipe, y Timor Este. Lo utilizan más de 138 millones de hablantes. Algunos representantes de su literatura, aparte los cultivadores de la antigua lírica gallego-portuguesa, son Camoens, Machado de Assís, Fernando Pessoa, José Saramago o Jorge Amado.

jueves, 2 de julio de 2015

San Manuel Bueno, mártir

San Manuel Bueno, mártir fue una lectura de mis clases de Religión en el curso 1983-1984. Efectivamente, han pasado demasiados años hasta reencontrarme con esta novela de Miguel de Unamuno. He utilizado para las últimas entradas a este blog la edición de Mario J. Valdés para Cátedra de 1982.
Resulta muy interesante el estudio introductorio realizado por Valdés, especialmente el apartado dedicado a las ideas filosóficas de Unamuno, puesto que sus esquemas sobre el sentimiento trágico de la vida es una constante en sus novelas y está, como no podría ser de otra manera, en su San Manuel Bueno, mártir.