Desde muy joven, Quevedo se enfrentó violentamente a Góngora. Fue en parte una cuestión personal, motivada probablemente por el deseo de superación, pues ambos partían de unos mismos principios lingüísticos: conseguir, por medio de juegos de palabras, conceptos nuevos. Pero detrás estaba también la ideología: Quevedo veía en el "culteranismo" un ataque a la lengua transmitida, una "hipocresía" lingüística que, comos las nuevas costumbres -moda, cosméticos, pelucas, dentaduras postizas, lujos-, ocultaba la realidad. La poesía gongorina, como la sociedad de su tiempo, estaba corrompida.
Quevedo utilizó metáforas a la manera cultista (relámpagos de risa carmesíes), pero, en general, prefirió otras fórmulas más económicas para provocar conceptos. Si en prosa tendió a decir mucho con pocas palabras, en poesía es éste el recurso habitual. De ahí que prefiriera recursos como éstos:
- La metáfora que tiende a la personificación o a la cosificación:
En los claustros del alma, la herida yace callada.
- La polisemia:
Largo sólo en el talle
Donde "largo" tiene un doble significado: "largo" y "generoso".
La originalidad no radica en sí en el uso de estos recursos, sino en la novedad de las relaciones conceptuales, en la agudeza verbal.