viernes, 21 de marzo de 2014

La poesía romántica y posromántica

 La poesía romántica 
Triunfa bien entrado el siglo XIX. Los poetas de esta etapa partían de formas y poemas neoclásicos. Es hacia 1840, por influjo de escritores en el exilio que admiran y recogen la poesía romántica europea, cuando comienza a ser acogida en España.
En líneas generales, lo mejor de la producción poética en esta primera etapa se encuentra en los poemas narrativos, con protagonistas marginados de la sociedad -el verdugo, el corsario, el mendigo...-, que cantan vehementemente los motivos de su rebeldía y su afán desenfrenado de libertad.
En la métrica es momento de recuperar formas métricas de épocas pasadas, y de mezclar ritmos y formas de distinta medida (polimetría y pluriestrofismo) según lo requieran la situación y el sentimiento predominante.
El estilo de estos poemas es grandilocuente, abundando los signos expresivos (puntos suspensivos, exclamaciones, interrogaciones...) y las figuras literarias brillantes.
El gusto por los lugares lejanos y exóticos queda de manifiesto en ciertos poemas de Zorrilla: los orientales, ambientados en un mundo árabe.
El medievalismo supuso retomar hechos y personajes de la Edad Media.
Los mejores y más celebrados poetas son, a su vez, casi todos ellos, autores de teatro. La mayoría comienza su andadura escribiendo poemas de estilo neoclásico. Destacan:
- Martínez de la Rosa, que aún escribe anacreónticas y poemas bucólicos: La barquera, La aparición de Venus.
- Duque de Rivas, tras su destierro en Europa, especialmente en Malta, donde se empapa de la estética romántica, que trae a España. Escribe El moro expósito -que desarrolla la leyenda del vengador de los infantes de Lara, Mudarra González- y una serie de romances históricos, donde recoge temas del pasado medieval español.
- Espronceda y Zorrilla, con sus leyendas en verso, entre las que sobresale A buen juez, mejor testigo y Margarita la tornera. De los poemas orientales, destaca Granada.

 La poesía posromántica 
Se escribe pasada la mitad del siglo XIX y es contemporánea de la literatura de tránsito hacia el Realismo. Está representada por Gustavo Adolfo Bécquer, el más romántico de los posrománticos, y por una poetisa gallega, Rosalía de Castro. En sus obras predomina un lirismo sentimental cargado de nostalgia y melancolía.


Espronceda
(1808-1842)
 José de Espronceda 
Nació en Extremadura por estar su padre destinado allí, en el seno de una familia acomodada. En su educación influyó mucho su madre. Desde muy joven se instala en Madrid, donde se dedica a la literatura y a la política; pertenecía a la sociedad secreta de liberales exaltados, Los Numantinos, lo que le obligó a abandonar España. Se le atribuyen unos amores con Teresa Mancha, a quien conoció en Londres y quien, una vez muerta, le inspiró el Canto a Teresa, su poema de amor más logrado.
Tras recorrer varios países europeos, pudo volver a España aprovechando una amnistía de Fernando VII. Sigue militando en posiciones liberales, lo que le acarrea algunos problemas. Muere repentinamente de difteria.
De Espronceda se tiene una imagen casi mítica, típicamente romántica, por sus amores y su rebeldía política, exponente de la lucha de la burguesía por el poder, frente al absolutismo de la corona. Tuvo fama de bohemio y aventurero, de extremista y burgués. Lo que sí es evidente es que luchó en favor de un cambio de la sociedad española.

¿Qué escribe?
Su poesía sigue, en un primer momento, las directrices neoclásicas. El Pelayo es su mejor poema de esta etapa. Durante su estancia en Europa toma contacto con el Romanticismo, movimiento al que se pueden adscribir sus mejores obras.

En verso
Cantos a la libertad, a los comportamientos antisociales: Canción del pirata, Del mendigo, Del verdugo..., y otra serie de tipos que se enfrentan con la sociedad; El estudiante de Salamanca, siguiendo la tradición del mito de don Juan; El diablo mundo, poema no acabado que contiene el Canto a Teresa, recoge el mito de la eterna juventud, y que se desarrolla en los barrios bajos de Madrid.
En prosa
Fiel a su condición de romántico, escribe una novela histórica, Sancho Saldaña, llena de aventuras y percances desdichados, en torno al feroz protagonista y la dama de sus amores, doña Leonor.
En el teatro no tuvo mucho éxito. Se salva un drama, Doña Blanca de Borbón, la infortunada esposa de Pedro I el Cruel, asesinada por éste.

Su vocabulario responde al gusto romántico por lo misterioso, fantástico y quimérico, salvo en los poemas de corte neoclásico como El Pelayo, donde predomina el léxico culto y el sentimiento contenido.
Su vehemencia y ansia de libertad se traduce en polimetría, exclamaciones, preguntas retóricas, subjetividad y pasión.

 Gustavo Adolfo Bécquer 
Bécquer
(1836 - 1870)
Nace en Sevilla, y en realidad se llamaba de apellido Domínguez Bastida, pero tanto su hermano pintor, Valeriano, como él deciden tomar el segundo apellido de su padre como nombre artístico.
Quedó huérfano muy niño, pasando a vivir con su madrina, en cuya casa tuvo ocasión de leer a los más célebres románticos. Estudió pintura en el taller de su tío.
Tras lograr que le publiquen dos composiciones poéticas en una revista madrileña, se traslada a Madrid con más ilusiones que medios de subsistencia. Allí le espera toda clase de penalidades: el trabajo mal pagado, la estrechez económica, el hambre y la enfermedad. Colaboró en algunas revistas, adaptó algunas obras de teatro, fue censor de novelas y escribiente "fuera de plantilla".
Tampoco en el matrimonio con Casta Esteban, hija del médico que le trataba su enfermedad, tuberculosis, fue feliz. Sus versos se inspiraron en otra mujer.
Cuando la enfermedad ya era invencible se retiró al monasterio de Veruela, donde escribió Cartas desde mi celda. A poco de morir su hermano, con quien estaba muy compenetrado, abandonado por su mujer y pobre, muere en Madrid.

¿Qué escribe?
Cultivó el verso -las Rimas- y la prosa -Leyendas, Cartas desde mi celda y Cartas literarias a una mujer.
Las Rimas son 79 poemas breves, de las cual sólo quince logró Bécquer ver publicadas. El resto vio la luz una vez muerto el poeta, por diligencias de sus mejores amigos, quienes le habían regalado un cuaderno para que recogiera todos sus poemas.
Las rimas aparecen sin título, van encabezadas por una numeración romana y tratan de varios temas con cierta unidad: la poesía, la inspiración, el poeta; el amor, la belleza de la amada; el desengaño, los celos, la desilusión; la soledad interior, el vacío, la angustia de la muerte.
Las Leyendas, manifestación de lo fantástico en Bécquer, son narraciones breves en prosa que se publicaron en periódicos. Para Bécquer las leyendas son relatos populares de transmisión oral, con cierta finalidad moralizante, que él recrea con versión personal y, por tanto, lírica. Entre las más conocidas se encuentran El Monte de las Ánimas, El Miserere y Maese Pérez, el organista.
Bécquer como poeta elige un tipo de poesía "breve, que brota del alma como una chispa eléctrica, que hiere el sentimiento con la palabra". Su poesía ha influido en los mejores poetas del siglo XX, abriendo una línea de poesía desnuda, que busca lo esencial de la palabra.
Su prosa logra una extraordinaria calidad literaria, con variedad de recursos estilísticos y rica adjetivación.