El ensayo es un género de exposición nacido en Francia en el siglo XVI. En él cabe cualquier tema: ciencia, filosofía, arte, costumbres... Ahora bien, a diferencia de la exposición científica, el ensayo suele ser breve, no trata los temas de forma exhaustiva y supone un enfoque personal del autor.
En el siglo XVIII hubo importantes ensayistas pero entre otros destacaron dos: Gaspar Melchor de Jovellanos, autor de diversas obras de contenido político, económico y didáctico escritas con el afán de mejorar las condiciones del país, y el Padre Feijoo.
Padre Feijoo (1676 - 1764) |
Nacido en 1676 en Casdemiro (Orense), Benito Jerónimo Feijoo fue un fraile benedictino que dedicó su vida al estudio y la reflexión. Fue profesor de Teología y de Sagradas Escrituras en la ciudad de Oviedo y ejerció como consejero real. Sin embargo, renunció a desempeñar diversos cargos públicos, entre ellos el de obispo, para dedicarse por entero a su obra.
Una obra enciclopédica
Feijoo es autor de una extensa obra, que está reunida en los ocho volúmenes de su Teatro crítico universal y en los cinco de sus Cartas eruditas y curiosas.
El Teatro crítico universal es un conjunto de ensayos de temas variadísimos: filosofía, economía, política, religión, medicina, pedagogía, ciencias naturales... La palabra teatro alude simplemente al hecho de dirigirse a un público amplio; crítico, se refiere al enfoque del autor; y universal, al intento de realizar una obra totalizadora, enciclopédica, de los conocimientos disponibles en la época.
En sus obras, Feijoo divulgó los adelantos científicos y culturales de su época y atacó las supersticiones y prejuicios arraigados en el pueblo. Así censuró la creencia en los duendes o en la astrología, los temores que despiertan los fenómenos naturales, etc. Y, por el contrario, defendió el estudio de las ciencias que, como la Física, la Química, las Matemáticas o la Medicina, están basadas en la experimentación y pueden llegar a resultados seguros y fiables.
Un racionalista cristiano
Feijoo investigaba, consultaba a las autoridades sobre cada tema y analizaba cuidadosamente las ideas para finalmente aceptarlas, negarlas o suspender el juicio. Sus herramientas de trabajo eran la razón y la experimentación. Racionalista convencido, supo conciliar la razón y la fe, el espíritu de la Ilustración y los valores tradicionales cristianos.
El objetivo primordial que Feijoo perseguía con sus ensayos era modernizar ideológicamente el país, desterrando los errores nacidos de la superstición y la ignorancia. El público que realmente le interesaba no era la minoría selecta de intelectuales, sino la población en general, cuyas formas de vida quería mejorar mediante la educación y la erradicación de la incultura.
Creador del lenguaje del ensayo
Como corresponde a su finalidad didáctica, el estilo de Feijoo es claro y natural, libre de toda afectación o artificio, un lenguaje que sentó las bases del lenguaje ensayístico posterior. Su estilo es ágil y desenfadado y sabe dar vida a cualquier idea mediante el uso de ejemplos, analogías de hechos cotidianos, imágenes... De su estilo dijo Azorín:
La prosa estaba entumecida, anquilosada, fosilizada, y Feijoo ha venido a reavivarla.