Una característica esencial de la comunicación verbal es la posibilidad del hablante o del escritor de proyectar sobre el texto una actitud o una finalidad: un propósito. Dicha actitud determina el mensaje y su utilidad, dependiendo de las distintas alternativas funcionales. Distinguiremos, pues, cuándo el emisor pretende informar, cuándo ordenar o cuándo expresar sentimientos. Tal distinción será posible, porque en el texto aparecerán rasgos lingüísticos que actúan como indicadores o huellas de las funciones del lenguaje.
1. Las principales funciones del lenguaje
Entender el lenguaje desde el punto de vista de la intención comunicativa implica no plantearse cómo es éste sino para qué sirve. De entre las múltiples posibilidades de uso que el lenguaje ofrece (pensar, expresar pensamientos, mentir...) los lingüistas se han afanado en aislar las funciones básicas para reducirlas a un esquema elemental.
En este contexto, se entiende por función del lenguaje la que determina en el mensaje la intención comunicativa del hablante. El esquema básico designa tres funciones primordiales que se corresponden con los principales elementos de la comunicación:
- Función referencial (o representativa): se advierte cuando el mensaje transmite información objetiva sin traslucir los sentimientos del emisor. Ejemplo: El sol se pondrá hoy a las siete y media. En el texto, la función referencial suele estar caracterizada por determinados rasgos: uso en las oraciones de la entonación enunciativa, predominio de las formas verbales del modo indicativo, ausencia de elementos ornamentales o emotivos que entorpezcan la información, etc.
- Función expresiva (o emotiva): actúa cuando el mensaje indica los sentimientos, las emociones y las experiencias del emisor. Los rasgos lingüísticos que manifiestan esta función en el texto pueden ser de distinta índole:
~ Uso de entonaciones exclamativas o interrogativas que sirven para expresar emociones (alegría, duda...). Ejemplo: ¡Qué suerte!, ¿Debo aceptar?
~ Uso de diminutivos con valor afectivo. Ejemplo: Esta noche me quedo en casita.
~ Uso de pronombres de interés. Ejemplo: El niño no me come.
- Función apelativa (o conativa): actúa cuando el emisor emplea el mensaje para provocar una reacción en el receptor. Ejemplo: ¡Camarero, un café!, ¡Sal de ahí!
Los rasgos que en los textos muestran esta función son, nuevamente, los enunciados exclamativos. Pero el indicador característico es el empleo de las formas verbales del modo imperativo (¡Cállate!, ¡Esperad, por favor!).
Debe entenderse que una función del lenguaje no actúa en el texto excluyendo a las otras. Por su carácter básico, funcionan simultáneamente, y sólo podrá determinarse el predominio de una sobre las otras en una determinada parte del discurso. Resulta fácil suponer que en una conversación, por ejemplo, un hablante exponga los hechos de un suceso (función referencial); a continuación, exprese su opinión (función expresiva); y, finalmente, intente persuadir al oyente (función apelativa).
2. Otras funciones del lenguaje
A las tres funciones primordiales del lenguaje suelen añadírseles otras tres, también básicas, que intentan subrayar otras intenciones comunicativas:
- Función fática (o de contacto): aparecen en el texto cuando el emisor comprueba que el receptor recibe adecuadamente el mensaje. Los rasgos que denuncian dicha función son muy variados. Quizás sean los más abundantes determinadas interrogaciones (¿entiendes?, ¿me sigues?, ¿eh?) que se introducen en los enunciados para reclamar la atención del oyente y asegurar el contacto entre emisor y receptor. Ejemplo: Esto lo entregas en mano, ¿eh?, y esto lo mandas certificado. ¿De acuerdo?
- Función metalingüística: es la que interviene cuando el emisor usa la lengua para hablar sobre la lengua misma. Se trata de una característica exclusiva del lenguaje verbal. Así, cuando producimos mensajes del tipo: ¿Qué significa la palabra "cilicio"?, estamos empleando el código para hablar sobre el código. Por tanto, en un libro o en una clase de lengua, los mensajes que aparecen ejercen esta función.
- Función poética (o estética): predomina en aquellos mensajes cuyos recursos expresivos llaman la atención sobre el propio mensaje. En cualquier texto con propósito estético o chocante aparece esta función. Así pues, la función poética caracteriza la totalidad de los textos literarios, cualquiera que sea la forma que adopten (poema, novela, comedia...). Pero no exclusivamente: otros muchos textos, como los anuncios publicitarios, los piropos u otras expresiones coloquiales presentan elementos lingüísticos llamativos que ponen de manifiesto la función poética. Ejemplos: No me comas el coco; Es más corto que las mangas de un chaleco; Patés La Piara: tapa negra.
Desde la antigüedad clásica existen tratados sobre el arte de escribir, que también reciben el nombre de Poéticas. En estos compendios se recogen los recursos o trucos de que se valen los escritores y los hablantes en general. Estos recursos responden generalmente al nombre de figuras retóricas y se suelen clasificar en figuras del lenguaje y figuras de pensamiento.
martes, 26 de agosto de 2014
martes, 12 de agosto de 2014
Los recuerdos
El pasado día 16 de julio, para celebrar el santo de mi hija, me fui con ella a pasar el día juntos a Sevilla, para comer, dar un paseo y visitar las librerías. Tengo la suerte de compartir con mi hija el gusto por la lectura. Un regalo para su santo era un libro, así que ella miraba y miraba, y claro está, yo terminé también curioseando. Cada vez me voy más convencido a los libros de bolsillo, ya no sólo por cuestión económica, sino también por ser más manejables, más ligeros.
Y encontré Los recuerdos, de David Foenkinos. Ya lo tenía yo en lista desde hacía tiempo, no sé bien por qué. Imagino que habría leído su reseña en alguna parte.
Hoy lo he terminado de leer. Lo recomiendo, indiscutiblemente. Es emotivo, divertido, escrito de modo muy bonito. La historia es sencilla y tan cercana a la vida cotidiana, que enseguida te reconoces en lo que cuenta. Hay tantos detalles entrañables de la cotidianeidad de los personajes, que te mueves permanentemente entre la melancolía y la añoranza de tus propios recuerdos, y la ficción de lo que lees. Por otro lado, me ha encantado la metáfora de la huida para encontrar la felicidad y la vuelta al pasado para revivir la felicidad de los recuerdos.
Y me quedo con la visita de Denise, la abuela del protagonista, a su escuela de cuando era niña, para terminar la clase que dejó interrumpida.
Y encontré Los recuerdos, de David Foenkinos. Ya lo tenía yo en lista desde hacía tiempo, no sé bien por qué. Imagino que habría leído su reseña en alguna parte.
Hoy lo he terminado de leer. Lo recomiendo, indiscutiblemente. Es emotivo, divertido, escrito de modo muy bonito. La historia es sencilla y tan cercana a la vida cotidiana, que enseguida te reconoces en lo que cuenta. Hay tantos detalles entrañables de la cotidianeidad de los personajes, que te mueves permanentemente entre la melancolía y la añoranza de tus propios recuerdos, y la ficción de lo que lees. Por otro lado, me ha encantado la metáfora de la huida para encontrar la felicidad y la vuelta al pasado para revivir la felicidad de los recuerdos.
Y me quedo con la visita de Denise, la abuela del protagonista, a su escuela de cuando era niña, para terminar la clase que dejó interrumpida.
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