1. Concepto y funciones de la lengua escrita
La lengua escrita básicamente consiste en la representación visual de la lengua oral mediante el empleo de signos gráficos o grafías. El traslado desde el medio acústico al medio visual ha permitido a algunas lenguas permanecer en distintos soportes (piedra, cerámica, papiro, pergamino, papel, discos magnéticos...). Dicha permanencia de la lengua escrita propicia el almacenaje de la información y hace posible la comunicación en el tiempo y en el espacio: el desarrollo de la ciencia, la filosofía y la literatura en algunas culturas se ha conseguido gracias a esta capacidad de la escritura para transmitir información, que ha permitido al hombre utilizar el conocimiento de sus antepasados y el de los contemporáneos de otras culturas.
Las posibilidades que proporciona la escritura han hecho evolucionar la mente humana. De hecho, algunos antropólogos y sociólogos sostienen que el pensamiento analítico es consecuencia del empleo de la lengua escrita, la cual permitió al hombre separar claramente las palabras, manipular su orden y desarrollar formas lógicas de razonamiento. Incluso podría asegurarse que la adquisición de la escritura, al permitir al hombre reflexionar sobre lo ya pensado, ha posibilitado el desarrollo de formas de conocimiento que se hallan fuera del alcance de los analfabetos.
En las llamadas culturas desarrolladas, el aprendizaje de la lengua escrita resulta un requisito imprescindible para la adaptación al medio social. La integración de los individuos en la sociedad exige altos niveles de especialización que sólo se adquieren mediante la lectura y la escritura.
2. La expresión escrita
La lengua escrita posee una serie de condicionantes y de características formales en contraposición a la lengua oral. Existen enormes diferencias entre ambos sistemas de expresión. La lengua escrita está sujeta a más normas y convenciones que la lengua oral. Asimilar los procesos de lectura y escritura supone un gran esfuerzo; se trata, en cierto sentido, de asumir un código nuevo cuyo manejo requiere un largo aprendizaje. Las dificultades que se producen en la adquisición de la lengua escrita se deben principalmente a dos factores:
- En primer lugar, se trata de un procedimiento de comunicación académico, no destinado a satisfacer necesidades comunicativas inmediatas, y que requiere en su elaboración el respeto de abundantes reglas y, como consecuencia, el desarrollo de un alto nivel de planificación.
- En segundo lugar, la capacidad de expresión escrita -como la capacidad intelectual- exige para su desarrollo un contexto social adecuado y unos determinados recursos. De ahí que no todas las clases sociales gocen de las mismas posibilidades de aprendizaje. En nuestro tiempo, y pese a los esfuerzos de los estados modernos, la lengua escrita sigue siendo índice de diferenciación sociocultural, y su conocimiento indica que al menos se han cursado estudios básicos.
Hay que insistir, por tanto, en la importancia de la lengua escrita para el desarrollo intelectual y social del hombre. Debe ser objetivo de todo estudiante leer fluida y comprensivamente y redactar con variedad, corrección y sencillez.
La Ortografía
La corrección en la expresión escrita reside en varios aspectos: desde el uso apropiado y variado del léxico, a una correcta organización gramatical. De ello nos ocupamos teórica y prácticamente a lo largo del curso. Pero, si atendemos exclusivamente a la fijación escrita de la lengua, la norma está regulada por la Ortografía, rama de la gramática que se ocupa del uso correcto de la letras y de otros signos gráficos (signos de puntuación y de entonación, tildes).
Pese a que no son demasiadas las reglas ortográficas del castellano, lo que permite dominarlas en poco tiempo, es cierto que las faltas de ortografía representan una parte muy amplia de los errores que se cometen en la redacción. Más que las reglas, de dudosa utilidad práctica, lo que ayuda a escribir correctamente es la lectura atenta y frecuente. Puede resultar útil también al redactar la asociación mental de las palabras que ofrecen problemas con otras de su misma familia; esta operación permite fijar la ortografía en amplios grupos de palabras (huevo, huevero, huevería... oval, ovoide, ovíparo).
El uso adecuado de la ortografía no consiste sólo en el empleo conveniente de las grafías. Es necesario que todo escrito vaya además correctamente puntuado, es decir, con las comas, los puntos y los puntos y comas en los lugares precisos; y con los restantes signos (de admiración, de interrogación, paréntesis, guiones y comillas), si son oportunos.
La corrección ortográfica debe tomarse en serio, aunque sólo sea por pulcritud. El error ortográfico actúa como un factor de prestigio social, pues pone en duda la preparación del que lo comete. Además, la lengua no es sólo un instrumento de comunicación, forma parte del patrimonio cultural de una colectividad; como individuos poseemos el derecho de usarla libremente, pero también la obligación de respetarla, con todas sus normas y convenciones.
La construcción del texto escrito
Los textos, sean orales o escritos, experimentan un proceso de construcción riguroso. La diferencia entre unos y otros estriba en que los textos orales suelen emplearse para la comunicación inmediata, con las consecuentes limitaciones de tiempo; mientras que los textos escritos, salvo excepciones, se originan sin prisas. De ahí que los errores que se cometen en la lengua oral se toleren mejor que los que se producen en la lengua escrita.
En la antigüedad se denominó Retórica a la disciplina que estudiaba la construcción de textos planificados. Una rama de la retórica es la Oratoria, que se ocupa de los textos orales.
Según la retórica clásica, las fases de elaboración del discurso se reducen a tres:
- La invención: Selección de las ideas que se ajustan a la intención comunicativa. Todos podemos emplear la memoria, el saber y la experiencia para extraer ideas que sirvan para un escrito. Y aplicando cierta lógica y sentido común podemos sopesarlas y valorarlas, para desechar aquellas que no convienen o que resultan innecesarias.
- La disposición: Ordenación y distribución de las ideas según un plan expositivo. También se empleará la lógica para planear la adecuada sucesión de ideas y las conexiones convenientes, en función de nuestro punto de vista y de los efectos que se pretendan conseguir en el lector.
- La elocución: Selección y utilización de los recursos expresivos (léxico, oraciones...) más adecuados al fin que se pretende. Exige de un escritor el mejor conocimiento posible del código lingüístico, para poder elegir una vía de expresión adecuada de entre las muchas que ofrece el sistema.
Estas fases siguen en vigencia, y la reflexión sobre ellas resultará de especial importancia en el proceso de redacción.
Consejos para la redacción
Un texto será eficaz en la medida en que las ideas que pretende expresar se hallen convenientemente elegidas, se estructuren con coherencia, se expresen con claridad, elegancia y corrección, y se adecuen a la intención comunicativa.
La claridad de estilo, la elegancia y la corrección afectan principalmente a la selección de las palabras y de la estructura sintáctica:
1 El léxico que ha de emplearse en un texto escrito ha de ser variado, pero no rebuscado. Deben preferirse las palabras sencillas en aras de la claridad comunicativa y, además, tienen que emplearse con el significado ajustado a lo que se quiere decir, esto es, deben usarse con propiedad.
Por otra parte, conviene evitar la acumulación de palabras que producen excesiva sonoridad, como las esdrújulas. De la misma manera debemos evitar el empleo abusivo de adjetivos explicativos o epítetos, que empobrecen la expresión. Igual resultado se obtiene del uso de modismos o clichés que, por repetidos, han perdido eficacia, o de palabras "baúl", aquellas que poseen un significado tan general que pueden servir para casi todo (cosa, hacer, estar, decir, poner...).
Se debe también prescindir de circunloquios, grupos de palabras que reemplazan a palabras únicas (dar por finalizado por acabar, poner en condiciones por acondicionar...) y que sólo consiguen inflar artificialmente la expresión. Por último, se intentará, en la medida de lo posible, no repetir palabras en un texto, ni abusar de los derivados de un mismo vocablo.
2 La estructuración sintáctica es quizá el rasgo de estilo más característico. El estilo debe ser personal, pero siempre está determinado, entre otros factores, por la moda del momento histórico en que se da. Actualmente, y al contrario de lo que ha sucedido en otras épocas, se impone la simplicidad oracional. Ésta consiste en fraccionar el discurso en oraciones cortas, lo que permite una mejor comprensión durante la lectua. Ahora bien, no debe exagerarse, pues si las oraciones son demasiado breves, se corre el riesgo de convertir el texto en un telegrama.
En beneficio también de la sencillez, conviene huir de la excesiva sonoridad, pues resulta afectada. La prosa ha de tener ritmo, pero hay que renunciar a la musicalidad excesiva. Ésta se suele producir cuando aparecen rimas no deseadas, por la cercanía en el texto de palabras con grupos de sonidos próximos que producen cacofonías (mal sonido) o sonsonetes (vio a su novio morderse el labio con rabia).
También provoca afectación el abuso de oraciones exclamativas o interrogativas, que suelen emplearse para expresar sentimientos: si no se dosifican, debilitan la emoción que se pretende comunicar.
Por último, hay que destacar la conveniencia del borrador en el proceso de escritura. En el acto de escribir intervienen tantos factores que no puede preveerse todo, por eso es aconsejable escribir uno o varios borradores, con el fin de aclarar ideas oscuras o de añadir otras válidas, de desechar lo innecesario, de ajustar la estructura o, simplemente, de mejorar la redacción.