Biografía: https://escriturayescritoresbiografias.blogspot.com/2024/11/manel-loureiro.html
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04/11/2024 - 20/11/2024LA LADRONA DE HUESOS
Laura cerró los ojos y se recostó contra el respaldo de la silla. Se sentía cansada más allá de lo normal, y el dolor de cabeza la estaba torturando. Tener que volver a contar todo aquello no ayudaba en absoluto.
—Ciento treinta y cuatro muertos, seiscientos cincuenta heridos —recitó de memoria antes de abrir los ojos—. Yo fui una de las heridas.
—¿Es allí dónde se hizo eso? —El sargento señaló la cicatriz que le bajaba por el cuello.
—Eso... y esto otro. —Laura apartó un mechón de su cabello y le mostró al agente la fea marca en zigzag que se perdía bajo su pelo apelmazado por la lluvia.
—Coño —silbó entre dientes—. ¿Cómo se lo hizo?
Aquel día había sufrido un traumatismo craneoencefálico cuando un trozo de hormigón de medio kilo le golpeó la cabeza. La encontraron inconsciente en el suelo y no despertó hasta seis semanas después. Estuvo en coma y a un paso de la muerte, pero, de alguna manera, se las había apañado para agarrarse a la vida. Los médicos decían que era un milagro que pudiese hablar y comer por sí misma. Debería ser un vegetal, en el mejor de los casos..., pero ahí estaba, valorando qué decir, qué callar, haciendo cálculos sin saber por qué los hacía.
—Un mal golpe —se limitó a responder con una sonrisa amarga.
—Ya veo —musitó pensativo el sargento—. ¿Y ya está recuperada?
—No del todo —suspiró ella, sabiendo que iba a llegar a una parte de la conversación poco agradable—. Sufro de amnesia retrógrada desde el día del atentado.
—¿Amnesia retrógrada?
—La memoria y los recuerdos se almacenan de forma algo difusa en el lóbulo prefrontal. —Se pasó la mano sobre la cicatriz de la cabeza, distraída—. Sufrí un hematoma subdural en esa zona.
—¿Y no recuerda nada?
—Nada que sucediese antes de despertarme en el hospital. Los médicos dicen que quizá algún día lo recupere todo o quizá solo una parte. También cabe la posibilidad de que jamás recuerda nada. ¿Qué le parece?
—Terrible —la interrumpió él—. Entonces... ¿No sabe nada de su vida?
Laura apoyó los codos sobre la mesa y se inclinó hacia él tratando de encontrar las palabras, mientras los pensamientos se le apelotonaban en la boca. No, no sabía nada. O casi nada. No sabía quién era, ni dónde había nacido o vivido toda la vida. No sabía quiénes eran sus padres o sus amigos, cómo se ganaba la vida, de quién se había enamorado, cuáles eran sus sueños o sus rutinas. Ni cuentas bancarias, ni redes sociales, nadie que preguntase por ella, ningún hilo del que tirar. No sabía ninguna de todas esas cosas que todo el mundo daba por sentadas. Lo único que sabía era que se llamaba Laura Plaza, que al parecer nació en Madrid hace cuarenta y un años y que había entrado en México cuatro días antes del atentado de la basílica de Nuestra Señora de Guadalupe en un vuelo de Iberia... y todo eso lo sabía porque lo ponía en su pasaporte.
Miró al policía a los ojos, seria, tratando de encarrilar aquello.
—Lo que sé es que vine aquí con Carlos, y que preferiría estar fuera buscándole que aquí dentro hablando de aquel día.
—Carlos Posadas. —Vilar se dio por aludido y volvió los ojos a su libreta—. Su marido.
—Mi novio —corrigió ella.
—¿Han venido a Galicia por turismo?
—Estamos haciendo el Camino de Santiago. Más o menos.
—¿En coche?
—Ya le he dicho que más o menos.
—Sigo sin entenderlo.
Edición original: 2022
Comprado en edición de bolsillo en La Botica de Lectores (10,95€)
Comprado en edición de bolsillo en La Botica de Lectores (10,95€)
★★★★★
Este libro lo compré el pasado 4 de noviembre porque Loureiro venía a Sevilla a presentar su reciente Premio Fernando Lara, y me apetecía ir a escucharle y llevar un libro para que me lo firmara. En lugar de comprar Cuando la tormenta pase, opté por La ladrona de huesos, el cual me llamó la atención cuando terminé este verano el Camino en la librería oficial de la Catedral de Santiago. Comencé a leerlo al día siguiente de comprarlo, para tenerlo terminado el día de la firma de libros, dejando a un lado el que ya tenía empezado.
Al principio de la lectura, me encontraba bastante entusiasmado, con curiosidad por lo que le hubiese pasado a Laura, la protagonista, y cómo se relaciona todo con el Camino de Santiago. Poco a poco, Laura va recuperando su memoria y van resurgiendo su infancia, el periodo más interesante que nos está narrando, y su juventud; pero en lugar de que el libro vaya ganando en claridad, va ganando en historias inverosímiles, que poco o nada tienen que ver con el peregrinaje hasta la tumba del Apóstol Santiago, donde reposan sus huesos.
No sabemos cuánto de Santiago hay en su Catedral, si quedan huesos o pelos, o nada, en la urna dorada que hay en la cripta, bajo el altar mayor. Pero sí que sabemos que los hombres y las mujeres andamos hasta la tumba de nuestro Apóstol por la necesidad que tenemos de sentirnos libres, de conectar con nuestra espiritualidad, con la naturaleza y con los demás. Y también por la necesidad de buscar nuestra identidad, o mejor dicho, de conocernos a nosotros mismos. En esto sí conecta la protagonista con el Camino de Santiago, aunque ella lo que encuentra es ser miembro de un cuerpo de élite de la inteligencia secreta de la vieja URSS, y que para salvarse debe robar los huesos de Santiago y entregárselos a unos terroristas islámicos. Los peregrinos de verdad encontramos cosas más sencillas: vencer los dolores de los pies, ser capaces de dormir a pierna suelta en un camastro humilde y compartir mesa, risas y confidencias con unos desconocidos que se convierten en amigos para el resto de la vida.