Tokio blues habla de jóvenes que tropiezan con un mundo complejo, inconstante y convulso; de la soledad irremediable de quien no se siente seguro de nada; en definitiva, de ... podríamos decir ... gente normal: Todos nosotros somos seres imperfectos en un mundo imperfecto.
Y de esa edad universitaria, en la que se habla de sexo como si fuéramos absolutos maestros, en que somos capaces de hablar con una amiga de cuánto disfrutamos con una felación, sin que se nos note demasiado el rubor y la erección, como si aquello fuese lo más natural.
Y del zarpazo de la muerte, que nos coge desprevenidos y que nos marca para siempre.
Pasar a la madurez no resulta fácil para Toru Watanube: a los veinte, las chicas se vuelven realistas, y dejan de ser adorables, emocionantes, y empiezan a resultar vulgares y deprimentes, hablando de hijos, de casas o de bodas. Watanube prefiere analizar, observar, comparar y buscar a alguien más especial, y así se mueve entre la fidelidad a una mujer que ya está muerta, o traicionarla y comenzar con otra que sí está viva.