Salvando algunos precedentes de poca monta, fue Azorín quien acuñó el marchamo "generación del 98" en una serie de artículos de 1913. Integran, según él, tal generación autores como Unamuno, Baroja, Maeztu, Valle-Inclán, Benavente, Rubén Darío... No citó a Antonio Machado. Hoy discutiríamos la presencia en esa lista de Valle-Inclán, pero sobre todo sorprende que se cite a Benavente y a Rubén Darío. Sin embargo, se advertirá que, según Azorín, las características que permiten agrupar a tales autores son, no sólo un espíritu de protesta, sino también un profundo amor al arte. Por otro lado, tal generación no se presenta como algo deslindado del Modernismo: el mismo Azorín señalaba que hasta entonces no hubo más apelativo para aquellos escritores que el de modernistas.
Algunos de los presuntos miembros de la generación, rechazaron el título que proponía Azorín. Así, Baroja afirma:
Yo no creo que haya habido ni que haya una generación de 1898. Si la hay, yo no pertenezco a ella.
Unamuno mostró también sus reticencias en diversas ocasiones.
Sin embargo, el concepto de generación del 98 hizo pronto fortuna. Ortega y Gasset lo adopta en seguida. Y su difusión es tal que, ya en 1934, el hispanista alemán Hans Jeschke escribe el primer libro de conjunto sobre el Die Generation von 1898.
2. Los requisitos generacionales aplicados al 98
En 1935, Pedro Salinas, en su famoso ensayo, aplica al 98 el concepto de generación literaria establecido por Peterson. Veamos en qué medida se cumplen, en este caso, los requisitos generacionales:
a) Nacimiento en años poco distantes: En efecto, once años separan al más viejo y al más joven de los autores citados (Unamuno, 1864, y Machado, 1875). Pero en la misma zona de fechas nacen Rubén Darío, Manuel Machado, Benavente... Veremos si los restantes requisitos nos permiten un deslinde entre ellos.
b) Formación intelectual semejante: A primera vista, no existe tal semejanza, por lo que Salinas sugiere su coincidencia en el autodidactismo. Pero, ¿es ello una semejanza?
c) Relaciones personales: Una relación intimista unió a Baroja, Azorín y Maeztu, el llamado "grupo de los tres", quienes a su vez establecieron contactos con Unamuno y Valle-Inclán. Asistieron a las mismas tertulias, colaboraron en las mismas revistas (Juventud, Alma española, Helios...). Pero también en algunas de ellas figuran firmas de modernistas, y entre ellos y los "noventayochistas" no faltan relaciones cordiales.
d) Participación en actos colectivos propios: Se citan como significativos los siguientes:
- En 1901, su apoyo a Galdós ante el remolino político que levantó el estreno de su Electra, un viaje a Toledo, la visita a la tumba de Larra, la publicación del "Manifiesto de los Tres".
- En 1902, el banquete a Baroja por la publicación de Camino de perfección.
- En 1905, la protesta por la concesión del Premio Nobel a Echegaray, que simbolizaba, según Azorín, a cuantos en la literatura, en el arte, en la política, representan una España pasada. Sin embargo, también firmaron esta protesta escritores modernistas (Rubén Darío, Manuel Machado, Villaespesa...).
e) El acontecimiento generacional: El acontecimiento que aúna sus voluntades fue, evidentemente, el Desastre del 98, fecha que les ha dado nombre. Algunos modernistas, en España y en América, con Rubén Darío a la cabeza, habían acusado la gravedad del acontecimiento. Recordemos que en 1895 se había reanudado la guerra colonial: Cuba, Puerto Rico y, poco después, Filipinas, nuestras últimas colonias de ultramar, luchas por su independencia. Con la intervención de los Estados Unidos, a su favor, la escuadra española es destrozada en Santiago de Cuba. España se ve obligada a firmar el Tratado de París en diciembre de 1898, en virtud del cual abandona lo que le quedaba de su antiguo imperio. Tales son los hechos que constituyen un fuerte aldabonazo en muchos espíritus. Algunos de nuestros escritores se habían pronunciado en contra de la política colonial; pero ahora, además, se cobra conciencia de la debilidad del país y se buscan sus causas en los problemas internos que España arrastraba hacía tiempo.
f ) Presencia de un "guía": Es otro requisito difícil de ser cumplido, y así lo reconoce Salinas; pero piensa que tal papel de guía lo desempeñó, a distancia, Nietzsche, a quienes todos admiraron. Hoy sabemos que el filósofo alemán era mal conocido en 1898 y que fue mayor el influjo de Schopenhauer, aparte el de algunos pensadores revolucionarios. Tampoco puede asignarse sin reservas el papel de guía a Unamuno: todos lo respetaron, pero la poderosa individualidad del rector salmantino le impidió ejercer un papel aglutinante y, en algún momento, se distanció de los demás-
g) El lenguaje generacional: Es bien visible en ellos un empleo del idioma distinto al de la generación anterior. Su novedad era precisamente lo que vituperaban los más viejos, lanzándoles el mote de "modernistas". Salinas precisa:
El modernismo, a mi entender, no es otra cosa que el lenguaje generacional del 98.
Tal afirmación no conduce precisamente a deslindar las dos supuestas tendencias. Por lo demás, los estilos se hallan tan sumamente individualizados que lo único en común sería su ruptura con el lenguaje procedente (y lo mismo hicieron los modernistas).
3. Estado actual de la cuestión
La crítica más reciente se divide en dos sectores: de una parte, quienes rechazan el concepto de generación del 98 y su oposición al Modernismo; de otra, los autores que lo admiten, aunque algunos de ellos introducen ciertas matizaciones y, en ocasiones, renuevan profundamente su interpretación.
Entre los primeros destaca Ricardo Gullón, para quien la "invención del 98" es un "suceso perturbador", pues rompe la unidad de la literatura española de principios de siglo. Hay un solo y amplio movimiento, producto del cambio de sensibilidad, cuyos rasgos esenciales son tanto la rebeldía como la renovación en la poesía y en la prosa. Y el nombre que cuadra a tal movimiento es el de Modernismo.
Semejante es la opinión de J. C. Mainer: hablar de la generación del 98 es -dice- "una falsificación". No hay razón para desgajar algunos nombres del conjunto del Modernismo, pues hay una común actitud de ruptura.
Enfrente se hallan quienes ven en los noventayochistas suficientes rasgos peculiares que impiden incluirlos en el Modernismo. Así, se subrayará el lugar primordial que ocupan en su temática los problemas de España, sus preocupaciones filosóficas y, en lo estético, su sentido de la sobriedad. Shaw, por ejemplo, insiste en la unidad de concepción del mundo y en la semejanza de actitudes ante problemas comunes.
Merece destacarse la equilibrada posición de Tuñón de Lara, quien rechaza el "mito de la generación del 98", pero afirma su realidad como grupo más o menos coherente. En este sentido, ya Granjel había distinguido entre la "generación de los nacidos en torno a 1870" y los "noventayochistas", y redujo al mínimo la nómina de éstos (Baroja, Azorín, Maeztu y Unamuno).
De acuerdo con estas últimas opiniones, pueden establecerse los siguientes corolarios:
- Los "noventayochistas" y los "modernistas" constituyen una misma generación histórica y entre ellos hay numerosos puntos comunes, producto del ambiente crítico del momento.
- Sin embargo, es lícito hablar de un "grupo del 98" dentro de aquella generación; grupo homogéneo, sobre todo por sus contactos juveniles y sus posiciones bien definidas de entonces.
- En cualquier caso, es inexcusable atender a su evolución y nos permitirán establecer la nómina exacta del grupo, a la vez que se pondrán en su lugar figuras como las de Antonio Machado y Valle-Inclán.
Miguel de Unamuno (1864-1936) |
g) El lenguaje generacional: Es bien visible en ellos un empleo del idioma distinto al de la generación anterior. Su novedad era precisamente lo que vituperaban los más viejos, lanzándoles el mote de "modernistas". Salinas precisa:
El modernismo, a mi entender, no es otra cosa que el lenguaje generacional del 98.
Tal afirmación no conduce precisamente a deslindar las dos supuestas tendencias. Por lo demás, los estilos se hallan tan sumamente individualizados que lo único en común sería su ruptura con el lenguaje procedente (y lo mismo hicieron los modernistas).
3. Estado actual de la cuestión
La crítica más reciente se divide en dos sectores: de una parte, quienes rechazan el concepto de generación del 98 y su oposición al Modernismo; de otra, los autores que lo admiten, aunque algunos de ellos introducen ciertas matizaciones y, en ocasiones, renuevan profundamente su interpretación.
Entre los primeros destaca Ricardo Gullón, para quien la "invención del 98" es un "suceso perturbador", pues rompe la unidad de la literatura española de principios de siglo. Hay un solo y amplio movimiento, producto del cambio de sensibilidad, cuyos rasgos esenciales son tanto la rebeldía como la renovación en la poesía y en la prosa. Y el nombre que cuadra a tal movimiento es el de Modernismo.
Semejante es la opinión de J. C. Mainer: hablar de la generación del 98 es -dice- "una falsificación". No hay razón para desgajar algunos nombres del conjunto del Modernismo, pues hay una común actitud de ruptura.
Enfrente se hallan quienes ven en los noventayochistas suficientes rasgos peculiares que impiden incluirlos en el Modernismo. Así, se subrayará el lugar primordial que ocupan en su temática los problemas de España, sus preocupaciones filosóficas y, en lo estético, su sentido de la sobriedad. Shaw, por ejemplo, insiste en la unidad de concepción del mundo y en la semejanza de actitudes ante problemas comunes.
Merece destacarse la equilibrada posición de Tuñón de Lara, quien rechaza el "mito de la generación del 98", pero afirma su realidad como grupo más o menos coherente. En este sentido, ya Granjel había distinguido entre la "generación de los nacidos en torno a 1870" y los "noventayochistas", y redujo al mínimo la nómina de éstos (Baroja, Azorín, Maeztu y Unamuno).
De acuerdo con estas últimas opiniones, pueden establecerse los siguientes corolarios:
- Los "noventayochistas" y los "modernistas" constituyen una misma generación histórica y entre ellos hay numerosos puntos comunes, producto del ambiente crítico del momento.
- Sin embargo, es lícito hablar de un "grupo del 98" dentro de aquella generación; grupo homogéneo, sobre todo por sus contactos juveniles y sus posiciones bien definidas de entonces.
- En cualquier caso, es inexcusable atender a su evolución y nos permitirán establecer la nómina exacta del grupo, a la vez que se pondrán en su lugar figuras como las de Antonio Machado y Valle-Inclán.