jueves, 25 de diciembre de 2014

La evolución del grupo del 98

1. La juventud del 98

Un espíritu de protesta, de rebeldía, animaba a la juventud de 1898.

Así evocaba Azorín en 1913 los comienzos de su generación, y relacionaba tal espíritu con el de los escritores llamados regeneracionistas (Costa, Picavea, Mallada). Hoy sabemos que la labor inicial de los noventayochistas se emparenta más bien con movimientos políticos revolucionarios:
- Unamuno pertenece durante varios años (1894-1897) al partido socialista y escribe asiduamente artículos en La lucha de clases de Bilbao y otras revistas socialistas y anarquistas.
- También Maeztu afirmaba que "en los anhelos socialistas está el único camino", y expresaba ideas revolucionarios en los artículos que luego recogería en el libro Hacia otra España (1899).
- El joven Martínez Ruiz, antes de firmar "Azorín", se declaraba anarquista y fue un encendido propagador de las ideas libertarias en obras como Anarquistas literarios, Notas sociales, etc.
- Igualmente vecino al anarquismo se halla Baroja, aunque no adoptara una postura tan activa como los anteriores. En El árbol de la ciencia, sus ideas juveniles aparecen reflejadas en el protagonista.
Estos cuatro autores coinciden, pues, en profesar ideas muy avanzadas que nos remiten a la crisis de la conciencia pequeño-burguesa. En efecto, Blanco Aguinaga ha caracterizado a los jóvenes del 98 como intelectuales antiburgueses en la vanguardia ideológica de la pequeña burguesía. Procedentes de las clases medias, fueron la primera generación de intelectuales que, de la vanguardia de la burguesía, intentó pasarse al enemigo. Tal sería, pues, el sentido de aquel espíritu de protesta, de rebeldía, de que habló Azorín.
Hasta aquí, no han aparecido los nombres de Valle-Inclán y Antonio Machado. Por aquellos años, antes de 1900, Valle sólo había publicado una serie de cuentos de corte modernista y se inscribe en una ideología netamente tradicionalista. En cuanto a Machado, sólo se dará a conocer en 1903 con un libro, Soledades, de poesía intimista; sus ideas progresistas no pasan todavía a su obra. La evolución posterior de estos dos autores será también muy distinta de la de los otros.

2. El grupo de los Tres
El grupo así llamado constituye un episodio de gran interés dentro de las actividades y evolución de estos autores. Lo integran Baroja, Azorín y Maeztu. Se han conocido en los últimos años del siglo en Madrid; colaboran en los mismos periódicos y, en diversas ocasiones, firman artículos con el seudónimo de Los Tres. Dirá Azorín:

No podía el grupo permanecer inerte ante la dolorosa realidad española. Había que intervenir.

En 1901, publican su famoso Manifiesto, con la voluntad de cooperar "a la generación de un nuevo estado social en España". Diagnostican la "descomposición" de la atmósfera espiritual del momento, el hundimiento de las certezas filosóficas, "la bancarrota de los dogmas". Dicen:

Un viento de intranquilidad reina en el mundo.

Frente a ello, ven entre los jóvenes "un ideal vago", pero sin unidad de esfuerzos; "la cuestión es encontrar algo que canalice esa fuerza". Para ello, según los Tres, de nada sirven ni "el dogma religioso, que unos sienten y otros no, ni el doctrinarismo republicano o socialista, ni siquiera el ideal democrático...".
Así las cosas, afirman que sólo la ciencia social puede dar un cauce al "deseo altruista, común, de mejorar la vida de los miserables". Por eso proponen:

Aplicar los conocimientos de la ciencia en general a todas las llagas sociales [...]. Poner al descubierto las miserias de la gente del campo, las dificultades y tristezas de millares de hambrientos, los horrores de la prostitución y del alcoholismo; señalar la necesidad de la enseñanza obligatoria, de la fundación de cajas de crédito agrícola [...]. Y después de esto, llevar a la vida las soluciones halladas no por nosotros, sino por la ciencia experimental, [...] propagarlas con entusiasmo, defenderlas con la palabra y con la pluma hasta producir un movimiento de opinión que pueda influir en los gobiernos...


José Martínez Ruiz, Azorín (1873-1967)
En ese manifiesto se observa cómo los Tres parecen haberse alejado de sus compromisos políticos iniciales: ya no les sirve el socialismo y lo sustituyen por un recurso a una vaga "ciencia social"; su posición es ahora la de un reformismo de tipo "regeneracionista".
La campaña de los Tres fue un fracaso. También lo fue otra emprendida el año siguiente contra el caciquismo andaluz. Y la combativa revista Juventud, creada en 1901 por Baroja y Azorín con las mayores ilusiones, sólo duró seis meses. Finalmente, el episodio les condujo a un desengaño total. Más tarde manifestaría Azorín:

Aprendí que, cuando no se tienen medios para hacer la revolución, todo lo que se haga es como orinarse en las paredes del Banco de España.

En este desengaño de la acción concreta les había precedido Unamuno (en 1897 había abandonado el socialismo). Como respuesta al Manifiesto, escribe a Azorín:

No me interesa, sino secundariamente, lo de la repoblación de montes, cooperativas de obreros campesinos, cajas de crédito agrícolas y los pantanos. [...] No espero casi nada de la japonización de España.

Lo que ahora le interesa es "modificar la mentalidad de nuestro pueblo":

Lo que el pueblo español necesita es cobrar confianza en sí [...], tener un sentimiento y un ideal propios acerca de la vida y de su valor.

En suma, se inicia un giro hacia posturas netamente idealistas. Hacia 1905, según Laín, los noventayochistas "han abandonado el camino de la acción y sienten en el hondo del alma el fracaso de sus proyectos juveniles". Seguirán viviendo la preocupación por España, pero ahora "desde la actitud contemplativa del soñador", cuando no desde un escepticismo desconsolado.

3. La madurez del 98. Actitudes, ideas y temas
En 1910, Azorín señala que, con el tiempo, cada autor se ha ido creando una fuerte personalidad. Y añade.

Sus orientaciones, sus ideas políticas, sus sentimientos estéticos son ahora en ellos muy diversos de los que eran entonces.

Queda, eso sí, "la lucha por algo que no es lo material y bajo"; es decir, un anhelo idealista.
En los quince primeros años del siglo XX, pasado el radicalismo juvenil, se configura lo que siempre se consideró mentalidad del 98, y que corresponde exactamente a la madurez de los autores. Tal mentalidad ofrece en su base el señalado idealismo, al que acompañan los siguientes rasgos:
 a)  Se intensifica el entronque con las corrientes irracionalistas europeas (Nietzsche, Schopenhauer, Kierkegaard, y otras formas de vitalismo, como la de Bergson). En relación con ello, puede hablarse de neorromanticismo (coincidente con el de los modernistas). Así, Azorín destacaba el idealismo romántico de sus compañeros; romántico se llamó Baroja, y Unamuno veía en sí mismo "el más desenfrenado romanticismo".
 b)  Adquieren especial relieve las preocupaciones existenciales. Las interrogaciones sobre el sentido de la vida, sobre el destino del hombre, etc., son capitales en Azorín y Baroja, pero sobre todo en Unamuno. Ello ha hecho que se vea a tales autores como precursores del existencialismo europeo.
 c)  El tema de España se enfocará en tintes subjetivos, es decir, proyectando sobre la realidad española los anhelos y las angustias personales. El subjetivismo es, en efecto, lo que caracteriza tanto el misoneismo unamuniano, como la visión impresionista de Azorín o el radical escepticismo del Baroja maduro. Por lo demás, Unamuno llegaría a reducir los problemas de España a la necesidad de un cambio de mentalidad. En conjunto, todos pasaron a plantear el tema de España en el plano de los valores, ideas y creencias. Como señala Shaw, buscaron "una respuesta abstracta y filosófica a los problemas concretos y prácticos planteados por el estado de España".
En relación con todo los dicho, véase la evolución ideológica de estos autores. Unamuno fue toda su vida "un hombre de contradicción y de pelea", pero cada vez más encerrado en su yo. Baroja se recluye en un radical escepticismo respecto a lo divino y lo humano. Azorín derivó hacia posturas conservadoras, tradicionalistas. Más profundo fue aún el giro de Maeztu, quien se convertiría en un portavoz de las derechas nacionalistas.
Ahora se apreciará el signo inverso de las trayectorias de Antonio Machado y de Valle-Inclán. A Machado, por su temática de 1912 (Campos de Castilla), lo consideraba Granjel un "epígono del 98", pero la afinidad en los temas es superficial: la evolución de Machado -sobre todo en su prosa o en sus posiciones políticas- muestran más bien un avance hacia posiciones que lo distancian de los típicos hombres del 98. Semejante es el caso de Valle-Inclán, quien, hacia 1917, pasa de su tradicionalismo inicial hacia posiciones progresistas que alcanzarán expresiones muy radicales; su enfrentamiento duro y ácido con las realidades españolas hizo que Salinas le llamara "hijo pródigo del 98"; pero si lo comparamos con la mentalidad de los noventayochistas en aquellos años, será forzoso situarlo en un plano muy distinto.

4. Nómina del 98
Como corolario, el examen de la evolución de todos estos autores nos lleva a precisar el concepto y la nómina del grupo del 98. Así pues, lo compondrían, en principio, Baroja, Azorín y Maeztu (los Tres), unidos entre sí por sus juveniles afinidades. Y por razones semejantes, cabe agregar a Unamuno. Muy discutible, en cambio, es incluir en la nómina a las figuras de Machado y Valle-Inclán, sin negar las afinidades temáticas entre éstos y aquéllos.