La preocupación por España no decae en la generación de 1914 o de los novecentistas. Incluso se les ha llamado "hijos del 98". Con todo, representan -según Díaz Plaja- "una revisión más rigurosa del problema de España" y una superación del pesimismo precedente, a la vez que una orientación claramente europeístas.
Hay en esta generación políticos, ensayistas e historiadores para quienes el tema de España es central. Recordemos los nombre de Azaña, Madariaga, Américo Castro, Marañón, D'Ors...
José Ortega y Gasset (1883-1955) es la figura más universal del grupo. Dejando ahora su significación filosófica y el eco que tendrían sus ideas estéticas, nos centraremos en su concepción de España. Lo más sugestivo de su pensamiento es, sin duda, su b)europeísmo y su denuncia del aislamiento de nuestro país (el peso nocivo del casticismo se condensa en aquella fórmula suya que nos define como "una raza que se muere por instinto de conservación").
Pero lo esencial de sus ideas sobre el tema que nos ocupa se encuentra en el breve volumen publicado en 1921: España invertebrada. Toca en él el problema de la decadencia española, pero sólo para explicar la situación presente, caracterizada, como sugiere el título, por un proceso de disgregación, que puede resumirse en tres puntos:
a) Disgregación nacional por los separatismos. Para Ortega, "España es una cosa hecha por Castilla", la cual "supo mandar" y ofrecer "un proyecto sugestivo de vida en común", un "ideal de Imperio". Pero Castilla se agotó, se recluyó en sí misma y "el primero en mostrarse particularista fue el Poder central". Así nacerían las fuerzas centrífugas que amenazaban con desintegrar el país. Y Ortega resumía:
Castilla ha hecho a España y Castilla la ha deshecho.
b) Disgregación social por los "particularismos" de clase. Piensa Ortega que las clases sociales deben vertebrarse con un espíritu de cooperación (opuesto a la "lucha de clases"). Pero tal espíritu no existe en España. Cada grupo social persigue "la imposición inmediata de su señera voluntad", apelando incluso a la "acción directa". Así, tanto en lo regional como en lo social, España se ha convertido en "una serie de compartimientos estancos".
c) La indisciplina de las masas. En la segunda parte del libro, apunta un tema que más tarde desarrollaría (La rebelión de las masas, 1930):
Una nación es una masa humana organizada, estructurada por una minoría de individuos selectos.
En España no hay, y apenas la hubo, una minoría capaz de dirigir. Pero además, "la masa se niega a ser masa", no reconoce la función rectora de los individuos excelsos, y así "sobreviene el caos social la invertebración histórica".
¿Cuáles eran entonces las perspectivas? Para Ortega, se anunciaba una nueva época en que perderían valor los principios democráticos. El momento era propicio -dice- para que España pudiera "restaurarse gloriosamente". Pero, para ello, era condición indispensable "el reconocimiento de que la misión de las masas no es otra que seguir a los mejores". Y que una "minoría selecta" supiera ofrecer a todas las regiones y grupos sociales "una comunidad de propósitos" o "un dogma nacional, un proyecto sugestivo de vida en común".
La interpretación orteguiana de España ha sido seriamente rebatida, ante todo, por sólidos historiadores que han señalado lo endeble o incompleto de sus fundamentos históricos. Desde un punto de vista político, se ha combatido tanto su "centralismo" como su "elitismo", e incluso se ha visto en algunas de sus ideas un antecedente de postulados fascistas. Ello es algo excesivo: Ortega no dejaría de ser un liberal reformista, aunque ciertas afirmaciones de España invertebrada hallarían un indudable eco en la ideología de la Falange.