1. Concepto
Las diferentes situaciones en que se puede producir un proceso de comunicación condicionan al hablante para utilizar la lengua de diferente forma. Un estudiante no habla del mismo modo, no utiliza el mismo léxico, ni siquiera la misma entonación o sintaxis, cuando tiene que exponer un tema en clase, cuando está charlando con sus padres durante la comida o cuando habla de fútbol con sus amigos. A esas modalidades expresivas adaptadas por el hablante a situaciones determinadas las llamamos variedades diafásicas o situacionales, o, más sencillamente, registros.
El dominio o nivel de conocimiento de una lengua consiste fundamentalmente en la capacidad del hablante para cambiar de registro, adoptando en cada situación el más adecuado de acuerdo al tipo de comunicación que se efectúe. Así, la diferencia fundamental entre los hablantes del nivel culto y los del nivel vulgar no es tanto que los dos grupos se expresen siempre de forma diferente, sino que mientras los hablantes menos instruidos sólo son capaces de utilizar el código restringido del idioma, los de mayor nivel sociocultural manejan el restringido y también el culto, lo que les permite cambiar de registro cuando la situación lo requiere.
Las circunstancias que exigen variedades lingüísticas más o menos diferenciadas pueden ser múltiples; generalmente, sin embargo, hablamos sólo de un cierto número de registros establecidos por la costumbre: registro político, profesional, deportivo, familiar, coloquial... Este último comparte los rasgos lingüísticos para el nivel de uso popular o vulgar, hasta el punto de que esa variedad diastrática se denomina también en ocasiones nivel coloquial o familiar. Añade además la característica esencial de la presencia física de uno o más oyentes, con cuya atención, reacciones y gestos puede contar el hablante.
Un caso particular de registros opuestos, aunque complementarios, es el de la lengua oral y la lengua escrita.
2. Las lenguas especiales
Podemos encuadrar dentro de los registros los distintos subsistemas de la lengua común que se distinguen principalmente por un léxico propio y que se utilizan en un ámbito sociocultural o profesional determinado. El filólogo Emilio Alarcos los denomina lenguas especiales y distingue tres tipos:
- Jergas o argots: Generalmente, son variedades con finalidad críptica, es decir, el uso de un léxico especial se debe a un intento de impedir la comprensión a los no pertenecientes al grupo. El uso de la jerga refuerza la sensación de unidad de los miembros del grupo. Son ejemplos típicos las jergas estudiantiles o juveniles, la de la delincuencia, la del mundo de la droga, etc.
- Lenguajes sectoriales: Otros lingüistas los consideran también jergas. Pertenecen a distintas actividades o profesiones y no tienen finalidad críptica, aunque su comprensión es difícil para los no iniciados. Podemos hablar de las jergas o lenguajes de los distintos deportes, del lenguaje taurino, del político, del jurídico-administrativo...
- Lenguajes científico-técnicos: Son los empleados en la descripción científica propia de las distintas ramas del saber. En ocasiones, presentan intención didáctica, es decir, de hacerse entender por los no especialistas. Variedades diversas son el lenguaje de la Medicina o de la Física, el de las disciplinas humanísticas como la Filosofía o la Historia, etc.