sábado, 1 de mayo de 2010

Fondo y forma

Suele distinguirse en las obras literarias dos componentes: el fondo (lo que se comunica, su contenido) y la forma (cómo está dicho aquello). Sin embargo, estos dos aspectos no constituyen cosas distintas ni separables: están fundidos, como la cara y la cruz de una moneda.
Muchas veces, el contenido de la literatura no tiene apenas importancia: a cualquiera puede ocurrírsele. Y sin embargo, gracias al modo de expresar aquello mediante el lenguaje, el escritor lo transforma en un mensaje hermoso y conmovedor: así, lo convierte en una obra de arte.
Aclaremos todo esto con un ejemplo.
Miguel Hernández escribió un impresionante poema cuando acababa de morir su amigo Ramón Sijé. A él le dirige estos versos.


Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

Sustancialmente le dice al amigo que ha muerto: ése es el fondo, lo que comunica.
Si nos fijamos en la forma del poema, en cómo está dicho, descubriremos que el escritor ha recurrido a unas imágenes: la muerte ha caído sobre el amigo (lo ha derribado), y el escritor suma cuatro imágenes potentes de otros tantos sucesos brutales (un manotazo, un golpe, un hachazo, un empujón) y subraya con adjetivos lo implacable de la muerte (un manotazo duro), lo frío (un golpe helado), lo inesperado y asesino (un hachazo invisible y homicida) y la ferocidad de la misma (empujón brutal).
Como vemos en este caso, fondo y forma guardan bastante relación y se corresponde una a la otra: como la comunicación con el muerto es imposible en la vida ordinaria (sólo es posible en el mundo imaginario de la poesía), el escritor recurre a esas imágenes.