jueves, 27 de diciembre de 2012

Análisis e interpretación de El Lazarillo

El prólogo de El Lazarillo debe verse como una pieza intrínseca de la novela y no como un elemento separado, desligable de la novela propia como cualquier otro prólogo convencional. El prólogo del Lazarillo es un antecapítulo o epílogo, si se quiere, de la obra. En este prólogo-carta, el narrador, un tal Lázaro de Tormes, expone el porqué de su vida y además la razón de ser de la obra.
Empieza con el esbozo de quién es el personaje y quiénes fueron sus padres. En este momento el autor va a dar a sus personajes unos apellidos curiosos. Los padres, González y Pérez, pertenecen al cuerpo anónimo de la gente común a juzgar por esos apellidos. Pero son los únicos personajes que tienen apellido. Lázaro ni siquiera tiene nombre. No es Lázaro González Pérez, no será conocido en la obra por este nombre. Le conoceremos por un apodo. El hecho de que no tenga apellido da la impresión de lo cotidiano de la persona. Lázaro es y no es. Es una persona que ostenta este apodo, pero el apodo es un juego basado sobre un concepto literario. Así que el personaje resulta un ente híbrido: ser - no ser. Por más realista que parezca su nacimiento, y la narración de quiénes son sus padres, hay que resaltar que Lázaro es a la vez "un concepto", y esto le aleja bastante de una concepción realista-naturalista. Este matiz va a dotar al personaje y a sus acciones de unos contornos simbólicos.
En algunos renglones, nos damos cuenta de que el padre de Lázaro es ladrón, preso y soldado. El lenguaje que se refiere a él está envuelto en parodias bíblicas y en posturas pseudo-heroicas, terminando muerto en campaña. Sin otro amparo, la madre se ve obligada a sostener a la familia. Es una "viuda desamparada". Sin tener a qué ni a quién arrimarse, se amanceba con un negro. Desde el punto de vista literario la elección de un negro no es fortuita y permite varias cosas. Primero, la mantiene rigurosamente en un nivel social bajo. Zaide es, en efecto, un hombre que cuida caballos. Segundo, siendo negro ocupa un nivel aun más ínfimo en la vida de un pueblo cristiano que idealmente no debe hacer distinciones de raza delante de los ojos de Dios. El autor se refiere al negro en términos tales como "un hombre moreno", el hijo es un "negrito muy bonito". Se hace mucho hincapié en atenuar su condición racial y en envolverla en eufemismos. Antona Pérez, desamparada y necesitada, cuando toma a este amante a causa de la necesidad y no por liviandad, ha dado un paso más bajo aún en la sociedad.
Curiosamente, repitiendo la experiencia del padre de Lázaro, Zaide cae también en manos de la justicia. Esta parte pre-novelística que trata de la prioridad existencial de Lázaro se caracteriza por su negativismo social, pobreza y desamparo.
A causa de su pobreza e incapacidad de funcionar en un plano social, la madre cree más conveniente dar el hijo en servicio a un ciego, y nada más se sabe de Antona Pérez.
Es evidente que el autor conoció la tradición del ciego y su guía. Hay bastante constancia de la pareja en la literatura y en el folklore. Pero estas dos posibilidades -tradición y folklore- son dos desafíos artísticos para nuestro autor, y como veremos, va a superarlos artísticamente.


La partida es algo conmovedora. Es uno de los dos momentos en el libro en que aparecen sentimientos de piedad y ternura. No es una escena lacrimosa, pero creemos en la sinceridad maternal de Antona Pérez.
La memoria de la vida hogareña está todavía fresca en la mente de Lazarillo. Proyecta normalmente el ambiente familiar en todo lo que ve. No ha estado lo bastante expuesto a la vida, aunque sabe lo que ha pasado con su padre, padrastro y madre. El Ciego estrena a Lazarillo en la manera de vivir sometiéndole a una prueba. Esta prueba, la del banquete de uvas, se basa en la curiosidad del Ciego por la experiencia de Lazarillo. El Ciego se preguntará: "¿Qué sabe este niño? ¿Cuánto sabe?". De ahí la prueba del toro de piedra. El niño simple, algo protegido, amado, cae en la trampa y es lastimado por la "cornada". Ya se entera el Ciego de cuánto sabe el niño, y por dónde hay que empezar a enseñarle los modos de la vida. Lazarillo mismo se da cuenta, gracias a este nefasto episodio, de qué es la verdadera vida y cómo ha sido arrancado de la protección de la casa y de los padres. Este momento doloroso de la "cornada" inaugura el procedimiento de desengaño de Lázaro. Deja de ser un niño simple. Es ahora lo que los sociólogos de la cultura de la pobreza llamarán un man-child, un niño-hombre; niño sólo en edad cronológica, pero hombre en cuanto a su experiencia. Este es el verdadero comienzo de la vida de Lázaro. Todo lo anterior es historia pasada. De ahora en adelante todo es y será una lucha por la existencia, una aventura vibrante para un lector que avanza con el personaje, viéndole mudarse de niño simple en hombre maduro, cínico.
La segunda etapa con el Ciego se basa en la lucha de la vida de Lázaro. El Ciego es, entre otras cosas, un gran avaro. Visto desde cierta perspectiva religiosa e ideológica, el Ciego representa una paradoja. Es de suponer que quien vive de la caridad debiera ser el primero en otorgársela a otros; pero no es así. Lázaro tiene que robar para sustentarse.


Las aventuras a que se somete Lázaro recuerdan mucho los cuentos de los novellieri italianos, sobre todo los que se basan en el motivo del burlador-burlado. Esto se ve en el episodio del vino del jarro. Este mismo episodio que recuerda unas fuentes tradicionales, se basa en una serie de avances estratégicos: hay un momento en que el personaje se cree vencedor en la lucha por el vino, y cuando está indefenso recibe por segunda vez la furia del Ciego, esta vez con el jarro, repetición simbólica de la "cornada". La treta no carece de ciertos contornos cómicos: el uso del ingenio para conseguir el vino y el vaivén entre acción y reacción. Dentro del capítulo estas tretas (como lo serán las del capítulo segundo) corresponden a una estructura circular (acción-reacción, gozo-fracaso) a la vez que a una estructura vertical que va de los éxitos (obtención del vino y contento con las pequeñas victorias) a los fracasos (jarrazo y heridas).
El jarrazo señala también una nueva fase en la relación del personaje con el Ciego. Se entabla una interacción de venganza y odio personales:

Desde aquella hora quise mal al mal ciego.

La guerra entre amo y criado en el episodio del vino era una escaramuza, articulada dentro de unos propósitos medio-cómicos. Ahora las relaciones llegan a ser más severas, los apaleamientos más frecuentes. El autor nos dará una idea de la astucia del Ciego mediante el episodio del banquete de uvas. Si existe o ha existido una fuente literaria o tradicional de este episodio, tiene que ser secundario al propósito de presentar a un ser humano quien, aunque carente de vista, no la necesita. Ya conoce la vida lo bastante para no necesitar la vista.
La experiencia con el Ciego no pudo terminar aquí. La creación va hacia el final. De haberla terminado así, la simpatía del lector estaría con el Ciego. Se necesitaba un episodio que subrayara todos los defectos de este primer amo, y esto lo consigue con el episodio de la longaniza. La comicidad de esta escena, como la del jarrazo, es más bien grotesca. Se trata de una comicidad ambivalente: comicidad-crueldad, risa-dolor. El toque más importante es el de la malicia del Ciego. Cuando se da cuenta de que Lázaro se ha comido la longaniza, se la hace vomitar antes que permitirle gozar del premio a su astucia y viveza. Esto, claro está, es seguido por el acostumbrado apaleamiento.
Ahora el autor puede ir al final. Ha presentado al Ciego en toda su maldad. El castigo le será merecido. La lenta preparación de la burla, que corresponde a la venganza de Lázaro, va aumentando de ritmo poco a poco y se satisface solamente cuando el vengador cree que el castigo será igual a las crueldades padecidas por él.
El desenlace del episodio se estructura dentro de unas ambivalencias: venganza y equivocación. El Ciego agradece a Lázaro su atención sin saber qué es lo que le espera. El detalle del Ciego balanceándose "como cabrón" pertenece a una pormenorización de la venganza que se recrea en lo minucioso. Lázaro está hora muy satisfecho de sí mismo y se lanza a la vida, solo, con dos historias detrás de sí, la de sus padres y su primera y propia con el Ciego.
La trayectoria del personaje peregrino le lleva a un segundo amo. Ya no son necesarios más episodios introductorios; va directamente a la explicación de su carácter. Este cura es un gran avaro. Lo fue también el Ciego, pero aquí el defecto es un poco más serio. Es cura, ministro de la iglesia, es avaro y se establece desde el principio ese concepto, tan caro a Erasmo y a los erasmistas españoles. Este capítulo poseerá algunas características en común con el primero: estructuración vertical en base del motivo burlador-burlado y diseño circular de matices cómicos. Todo gira alrededor del arca de pan que será el foco central del capítulo.

La tendencia a la negativización del amo-adversario es aquí más aguda y llega a un plano más irónico. Hay una llave que protege un bodegón vacío de provisiones. La descripción del Cura comiendo la cabeza de carnero, minuciosas en los detalles, que va de una parte a otra para terminar en los huesos roídos y que luego culmina en la frase:

Toma, come, triunfa, que para ti es el mundo; mejor vida tienes que el papa.

Maravillosa articulación y dibujo de la mezquindad sacerdotal que hasta supera a Erasmo en sus diálogos y otras obras de este tipo. El autor ha logrado alcanzar mediante la palabra escrita, efectos solamente posibles con otros medios artísticos: la pintura y el drama; de ahí otras indicaciones de la "novedad" de su creación, la adaptación de otros medios expresivos a la literatura de ficción.
En la lucha por el arca lo que saldrá a la vista son los defectos caracterológicos del Cura (su avaricia e hipocresía), y las mañas de Lazarillo que evocan las lecciones del primer capítulo. Pero en este capítulo el autor intensifica un aspecto que elaboró y desarrolló levemente en el primero (falsas oraciones, simbolismo del vino para curar las llagas, etc.); o sea, la nota predominantemente religiosa. Todo lo que pasa en el capítulo está dotado de un valor polémico en materia de religión. Lo que valía el vino como sustancia simbólica en el primer capítulo valdrá ahora el pan, símbolo aún más obviamente religioso. Al fin, Lázaro está muriéndose de hambre a manos del Cura avaro. Gracias a un calderero, encuentra un medio de penetrar en el arca. A medida que avanza la lucha, el autor echa mano a otros elementos ficticios como el truco de los ratones y luego el de la culebra, siempre en función negativizante para el carácter del Cura.
Cuando Lázaro está en la cima de su victoria sobre el Cura avaro, es derribado por un accidente: el silbo de la llave. El episodio parece ser de obvio sabor tradicional, pero lo que es de mayor importancia es la necedad del Cura, buscando la culebra que no existe. Se deja ver claramente la satisfacción que tiene de haber encontrado la fuente de su infelicidad, que resulta ser, irónicamente, el hambre de su criado. A diferencia del final del primer capítulo donde el personaje se sale con la suya completamente vengado, aquí es al revés. Con evidente satisfacción, el Cura echa a Lázaro a la calle, subrayando su condición de "mozo de ciego", enlazando así este capítulo con el primero.
Es visible el fracaso de Lázaro quien, creyendo medrar mejor en casa de un hombre de la iglesia, lo pasa peor, debido a la avaricia del Cura. Ha tenido otra experiencia más en su trato con el mundo y ha visto que el hábito no hace al monje, que las apariencias engañan; en fin, que "la caridad se subió al cielo", como dirá más tarde, y evidentemente su triste destino es ir de una desventura en otra.
El tercer capítulo empieza con Lázaro todavía en casa del Cura, estableciendo así una ligazón entre el final del capítulo segundo y el comienzo del tercero.


Lo primero que hay que notar del Escudero es su descripción en un plano siempre visual. El Escudero continúa una esquematización hecha ya en los dos primeros capítulos en base del juego interioridad-exterioridad: el Ciego, exteriormente falto de vista, pobre, limosnero; interiormente avaro, cruel, hipócrita. El Cura, exteriormente lleva una sotana, símbolo de la vida de Cristo; interiormente mezquino y avaro, falto de caridad.
Es una culminación de los capítulos anteriores no sólo porque representa un nivel superior sobre los anteriores en orden social ascendente, sino porque muestra una imagen más completa de defectos interiores (falta de escrúpulos, de moral, descubrimiento de su oportunismo) al servicio de defectos exteriores: el deseo de pasar por un hombre que evidentemente no es, de adherirse a un código social vacuo, de vestirse como un hombre de bien que él evidentemente tampoco es.
Pero es la apariencia del Escudero lo que le llama la atención a Lázaro. Es también en este capítulo cuando el autor utiliza unos procedimientos artísticos hasta entonces no articulados con tal maestría. Nos referimos al uso del tiempo humano literario para describir el estado de ánimo interior y el hambre de Lázaro. El proceso es lento. Contamos las horas, una por una. En cualquier momento Lázaro cree esperar una comida o algo que le indique que van a comer. Pasan por el mercado, oyen misa y van luego a la casa del Escudero. Este va a detentar varias funciones para el autor. El capítulo tendrá varios ejes dentro de una estructuración múltiple. Parte de esta estructuración será la casa dentro del esquema "casa lóbrega y oscura". La casa está, en efecto, vacía. Utilizando un procedimiento de negativización que usó en los primeros dos capítulos, no describe las cosas por lo que son sino por lo que no son: "...ni tajo, ni banco", etc. El autor crea una suspensión lenta que apunta a la satisfacción del hambre y la averiguación del parecer del Escudero, y al mismo tiempo la capacidad de Lazarillo de interpretar y medir la realidad. El proceso de la interpretación de la realidad como un proceso paralelo, continuo, ascendente, sigue; o puede verso como un proceso en que se trata de la averiguación de las peores costumbres y tendencias del hombre. Lázaro ha jugado a favor de la apariencia de este Escudero. Llegamos al momento de la triste averiguación de su pobreza cuando dice:

... aunque de mañana, yo había almorzado...

Éste es el momento en que el lector y el personaje se dan cuenta de lo que es la vida azarosa del niño, llena de adversidades. Llegado a este punto, la dirección de la acción se estanca en un plano horizontal: conversaciones, revelaciones, meditaciones, un momento de libertar cuando comen bien.
Si el autor rebajó a los demás personajes mediante recursos negativos, el Escudero será expuesto de una forma semejante mediante el descubrimiento interior de su persona. Cuando saca los panes de la camisa, el Escudero expondrá el hecho de que está muriéndose de hambre. Come el pan con "fieros bocados", pero al mismo tiempo se preocupa por la limpieza de las manos que habían amasado el pan. El proceso es descendiente en cuanto a la revelación de los bienes materiales del Escudero: la cama en la que van a dormir es una anti-cama, negra, sucia, sin forma ni orden. A esto prosigue la revelación de la ascendencia judía del Escudero, al decir que proviene de Costanilla de Valladolid, notoria barriada de judíos.
Al día siguiente, cuando el Escudero habla de su espada, Lazarillo nota el papel tan importante que tiene el mundo de las apariencias para el Escudero. La identificación del Escudero con cosas materiales tiene que ver invariablemente con objetos tangibles, pero que no dan de comer: la espada, la ropa. Lázaro se contrapone a esta tendencia con su hambre y su deseo de hacer cualquier cosa para comer. Lázaro, víctima ya de la exterioridad engañosa de su nuevo amo, le contempla subiendo la calle y reflexiona:

¿Quién encontrara a aquel mi señor, que no piense, según el contento que lleva, haber anoche bien cenado y dormido en buena cama, y aunque es de mañana, no le cuenten por bien almorzado?

Estas observaciones nos llevan al punto más importante de este capítulo. Los esfuerzos del Escudero por aparecer están siempre medidos por las exigencias del código de la "negra honra". Erasmo habló de falsos caballeros la necedad de hacer hincapié en vanas honras, de seguir linajes. Este Escudero es la encarnación de todo ello vertido a una pormenorización española, cuyo símbolo mayor será el converso, de linaje judío, anhelando un destino que acaso le aleje de su mundo originario y le dé una posición digna de respeto en su propia sociedad, y de libertad y seguridad de su persona física. Lo incomprensible de esta actitud es el grado a que está decidido a ir este pobre Escudero para pertenecer a ese mundo. Todo, para él, son apariencias en un mundo en que estas cuentas, a pesar del conflicto entre esas apariencias falsas y los verdaderos valores interiores.
Lázaro, que sabe que no hay nada para comer, vuelve a su antiguo menester, el de mendigo, y pide limosna para comer. El símbolo es evidente. Lázaro ha llegado al extremo de su experiencia cuando tiene que pedir limosna, siendo el criado de un aparente hombre de bien. Pero hay un toque más que hay que añadir a la pormenorización de Lázaro. El Escudero, detrás de su acostumbrado engaño de apariencias, va a compartir con gusto esa comida que su criado ha pedido en nombre de Dios.


La piedad que siente Lázaro es una piedad humana, cristiana. La imagen de este pobre hombre, víctima de la peor y más insubstancial ambición, la de vanas honras, conmueve al chico. El Escudero es, al fin y al cabo, otro hijo de Dios, y Lázaro le ofrece las más caras de las emociones humanas, la amistad, la piedad y la comprensión. Es verdad que una de las bases de la conmoción de Lázaro es la experiencia mutua de carencia y hambre que los dos han tenido. Pero a diferencia de otros amos, quienes le mantenían en perpetua hambre por avaricia, éste es perdonable, porque tampoco él come ni ha comido. Con aún más compasión Lázaro no le descubre sus continuos engaños:

No hay faisán que ansí me sepa.

La compasión que le ofrece Lázaro es sin límites. La creación del cuadro del Escudero comiendo y comentando a la vez sin que Lázaro le diga nada abiertamente es una de las creaciones más profundas de toda la literatura.
La llegada no explicada de dinero a manos del Escudero ocasiona el episodio del desfile funerario que no tiene nada que ver con los temas principales de la obra pero sí figura en la elaboración interior del capítulo. Esto apareció al principio con la mención de la casa "lóbrega" y "oscura". Este episodio tiene una doble función:
  • Primero, aludir a la vida de Lázaro hambriento como una configuración del concepto "vida-muerte"; Lázaro vive en una casa "lóbrega y triste" pasando hambres increíbles que recuerdan a la muerte.
  • Segundo, aprovechar un cuento humorístico de origen árabe que añade un cierto elemento cómico. Todo lo referente al Escudero es risible y esto es delineado dentro de un concepto de comicidad dual y ambivalente (risa-sorna, risa-sarcasmo).
Desde una perspectiva estrictamente realista, encontraríamos inverosímil que Lázaro, ya experimentado en los modos de vivir, fuese espantado por tal frase de la mujer plañidera. Se debe buscar su función dentro de la fuente literaria que la informa y la intención artístico-cómica del autor.
Como en casos anteriores el autor carga el tema cautelosa y detenidamente antes de dar remate a un capítulo. Falta el último eje por desarrollar, que es el de "contar su hacienda". El gran hallazgo de nuestro autor no sólo es dejarnos ver que las cosas no son lo que parecen ser, lugar común del renacimiento, sino también mostrar que debajo de esta configuración hay aún más niveles humanos que explorar. Efectivamente lo hace, pero estructurado sobre una base de sarcasmo y necedad. Hace contar al Escudero su vida pasada, los "bienes" que poseía en Valladolid, las causas de su venida a Toledo, el absurdo problema de los saludos, tema de neta raigambre erasmiana. Todo esto confiere a la figura del Escudero su plena "estulticia", con efectos aplastantes para el lector que no puede menos de reconocer el intento de atacar y poner en ridículo un código capaz de obsesionar a una persona como el Escudero, más de lo que nunca pudiera Dios.
Para completar la imagen del Escudero falta un aspecto, y éste será su maldad, otra característica negativa. A lo absurdo hay que añadir lo malo. Su queja de que no halla a un privado a quien servir ofrece la posibilidad de esbozar los últimos contornos de la personalidad del Escudero: la mentira, la lisonja (tema predilecto de Erasmo y sus seguidores), la zizaña, la maldad. No se queja tanto de que estas cosas se hacen "en el día de hoy" en palacio sino que él, el Escudero, no ha tenido la oportunidad de hacerlo como los demás. No ofrece ningún contrapeso de bondad al cuadro negativo de la vida en la corte; y de ahí su increíble negativismo, merecedor de la misma antipatía conferida a dos demás amos de Lázaro. Si el Ciego fue dibujado dentro del esquema de la avaricia y la crueldad, y el Clérigo dentro de la avaricia y de la mezquindad, el Escudero lo será por su fatuidad y necedad, viéndose hasta qué punto está dispuesto a llegar para vivir según un código falso y vacío y en sus consecuencias, sobremanera anticristiano.
El último toque irónico se nos ofrece en forma del Escudero que deja a su criado. La vida de Lázaro sigue su marcha en adversidades. Pero este capítulo, a diferencia de los dos anteriores, marca un cambio de ruta en la deformación moral del propio Lázaro. Ha aprendido que las apariencias valen y tienen su función en un plano social. Lázaro va a guardar bien esta lección en su alma para más tarde cuando tenga que tomar ciertos pasos decisivos en su búsqueda de un "buen puerto" y del arrimo de los "buenos".


El capítulo cuarto, en su brevedad, ofrece al crítico toda clase de problemas y misterios. Acostumbrado al desarrollo relativamente más vasto de los tres capítulos anteriores, el lector tiene perfecta razón de sentirse un tanto defraudado por el autor. Las razones abogadas por la brevedad son aceptables por ambos lados. De una parte están los que piensan que el autor, el editor o el censor quitó gran parte de lo narrado por razones prácticas de censura. No es difícil encontrar posibilidades para sostener tal tesis. El final del capítulo se cierra por su alusión a "cosillas", diminutivo bastante picante de la curiosidad. Del Monte ha sugerido actos o tendencias homosexuales por parte del Fraile. Nos preguntamos, ¿qué es lo que sería en ese momento histórico tan nocivo a las costumbres para merecer tales censuras? ¿Un cura pederasta? Esto sería demasiado para la vida intelectual española de aquella época y en aquel momento. Es una gran posibilidad.
Al otro lado están los que buscan la clave en una elaboración distinta de la obra. Courtney Tarr piensa que hemos conocido lo bastante a Lázaro mediante los primeros amos, y no es necesario seguir adelante en el mismo ritmo y paso. Los capítulos breves de El Lazarillo se conformarían con un esquema drásticamente manipulado dentro de una visión artística explorada por el autor. ¿Es necesario decirnos qué son estas "cosillas"? No, por cierto. La estructura del capítulo tal como está nos da una imagen bien clara de un cura andariego si no peor. Lo que falta es la desdibujación por medio de cuentos o episodios particulares que iluminarán las debilidades de estos personajes, como lo ha hecho el autor en los primeros tres capítulos.
En el quinto capítulo empezamos a conocer al Buldero por sus astucias en la manipulación de los demás curas. El Buldero depende de su habilidad de engañar a la gente por medio de sus palabras. Sus defectos -o cualidades si se quiere- se encuentran en aquella frase:

... un gentil y bien cortado romance y desemboltísima lengua.

Todo lo de este capítulo gira alrededor de este concepto labial. Si el Escudero engañaba con su aspecto visual y vivía únicamente para con sus congéneres en un plano social aparencial, el Buldero vive de un contacto sustancial que le permite explotar esta maña de su lengua. Su campo de acción ocupa casi todo el capítulo, y es verdad que Lázaro es un observador y no participante en este episodio. Los protagonistas de esta farsa son el Buldero y el Alguacil. Mucho se ha escrito sobre las fuentes de este episodio, y es evidente que los ejemplos literarios abundan antes y después del ejemplo de nuestro Buldero. Aunque es verdad que se conoce al cura tramposo en la vida y en las tradiciones populares, es igualmente verdad que el Buldero llega a ser blanco acérrimo de escritores erasmistas. Erasmo y sus seguidores atacan a los bulderos. Hay que notar también que el autor, probablemente para evitar que su cuento se aleje de un problema particular, hace que la orden a que pertenece el Buldero sea la de la Santa Cruzada, objeto vivo de críticas en primer término de la vida española, igual que lo fue la orden de la Merced en las Indias.
El autor presenta su episodio dentro del topos renacentista del engaño ante los ojos. Las acusaciones del Alguacil son verdaderas: uno es falsario y el Alguacil es ladrón. Se refuerza este concepto con una riña en que los dos tienen que ser separados. ¿Quién dudaría de esta realidad? Al día siguiente, el Alguacil repite en la iglesia las mismas acusaciones envueltas en mentiras y semi-mentiras delante de los fieles crédulos. El que se levanten "algunos hombres honrados" para callarle prueba además la efectividad de la burla. Si se puede convencer a éstos, no hay más que hacer para llevarla a cabo.
No debe olvidarse que este repartidor de bulas, mañoso y astuto, es también predicador, otro objeto de la crítica erasmista. Además, al principio nos dice el autor que no sabe bien su latín, y va a burlarse de la inocente fe de los parroquianos. El Buldero es anticristiano en el pensamiento y en la práctica.
La oración que dice el Buldero pertenece a la tendencia de usar palabras para la trampa. Como el Ciego antes que él, el Buldero es capaz de componer sermones y oraciones conmovedores en que se dirige directamente a Dios en oración vocal y no mental, otro problema espinoso que Erasmo trata en sus obras.
La reacción del Alguacil dentro de la burla vuelve a la nota realista del engaño ante los ojos. ¿Quién dudaría de la verdad de este episodio? Y mientras que el Alguacil sufre su "pasión", el Buldero está en el púlpito como "transportado". Según Ricapito, esta burla de amplia repercusión tiene un propósito triple: engañar a los fieles, engañar a Dios, y engañar a Lázaro. Tienen éxito los dos burladores en las tres áreas. Las más importantes son la burla hecha a Dios y la burla de que es víctima pasiva Lázaro. Aquél pertenece al mundo de la polémica erasmista, éste al juego de recursos que van a determinar la formación de la personalidad social y moral de Lázaro. La lección que Lázaro aprende es que no se pude fiar definitivamente de nada ni nadie. Con el Escudero, que le ha enseñado que un hombre puede parecer medrar en un mundo de apariencias, y el Buldero que le enseña que todos están sujetos a la trampa, por más cerca que estén del burlador, Lázaro puede orientarse ahora hacia sus ambiciones sociales y personales.
El capítulo sexto plantea los mismos problemas en cuanto a su brevedad que el cuarto, pero con algunas diferencias. Se repite el tema de la adversidad con el amo pintor de panderos. Luego se pasa al capellán. Volvemos al esquema de crítica religiosa. El capellán negociante al lado de su iglesia es otro ejemplo ofensivo de los reformadores erasmistas. Pero lo poco que hay ahí está envuelto en una finísima ironía vertida de una maestría artística. Lázaro ha dejado de ser niño; es ya más que un adolescente. Las miras de Lázaro están levantadas a metas comerciales. Ya gana su dinerillo. Está muy lejos del Ciego y del Clérigo de Maqueda, pero la sombra del Escudero empieza a proyectarse en la vida de Lázaro. Con el dinero que recibe de su trabajo se compra:

(...) de la ropa vieja ... un jubón de fustán viejo y un sayo raído de manga tranzada y una capa que había sido frisada y una espada de las viejas primeras de Cuéllar.

La intención parece clara. Lazarillo ha optado en favor del modus vivendi del Escudero y éste será su héroe-modelo en esta etapa de la lucha por la vida. Es, en efecto, el mismo raído "hombre de bien" de quien se hablaba en el capítulo tercero.
Es tentador tratar de ver a Lázaro en este capítulo como un pequeño burgués. Pero como explica Bataillon, el dinero que gana no llega a tanto como para que le tachemos de "pequeño burgués". Al fin y al cabo, es todavía un pobre chico encarrilado en un nivel ínfimo de la vida. El símbolo de Lázaro ostentando un progreso en la vida, un progreso tachado y apocado, es más importante que el detalle monetario.
El séptimo capítulo nos lleva al umbral de la vida de la madurez de Lázaro. Ya estamos en el "buen puerto" a que se aludía al principio que consiste en cierto renombre social, contado con gran sarcasmo y no poca ironía. Medra haciéndose pregonero, uno de los menesteres más viles, acompañando a los que "padecen persecuciones" lo cual trae a la memoria al propio padre de Lázaro. El círculo abierto en el primer tratado parece cerrarse. Ésta es solamente una parte de las "cosas tan señaladas" a que aludía al principio de su relato. Consecuente con otros capítulos el autor nos da un ejemplo del vicio o defecto de un personaje, pero reserva otro para dar remate al libro. Éste será el amancebamiento de su propia esposa con el Arcipreste. Es el Arcipreste quien promueve el casamiento viendo en Lázaro un gran "estulto", y la posibilidad para dar cierto decoro social y apariencia a su amancebamiento. El casamiento se hace posible mediante los acostumbrados regalos con que se compra la voluntad de Lázaro quien, por la vida trabajosa que tuvo, no tiene inconveniente alguna en aceptar el deshonor, con tal de que no se lo echen en cara. El honor resbaladizo en que Lázaro basa su casamiento es el antihonor; el no escuchar y el no darse cuenta de los chismes, a pesar de que sabe que son verdades. Este es el "buen puerto" y el acontecimiento "señalado" que el autor hace ostentar a su personaje. Triste final de vergüenza y acomodación del que se adelantaba en el prólogo para que viéramos y le aplaudiéramos.

Edición de Cátedra de 1982,con el
estudio de J.V. Ricapito, base
de las entradas para este blog
El autor tiene que dejar su último toque en el cuadro del antihonor y vergüenza que su personaje ha conseguido, y esto será la alusión al emperador que celebra las Cortes en Toledo en medio de "grandes regocijos". La yuxtaposición es aplastante. La conciencia política del autor que hasta este momento existía en la novela en una forma latente e indirecta sale ahora a primer término en los últimos renglones de la obra; innegable y último comentario con que el autor va a despedirse del lector: el emperador en Toledo celebrando sus Cortes y Lázaro en su prosperidad y en la cumbre de toda buena fortuna.
El Lazarillo resulta pues creación híbrida, curiosa a su manera, resultado de toda una gama de incitaciones literarias, nacionales y extranjeras, morales, sociales, políticas, con la lección erasmista en primer plano. Su autor fue un hombre culto, conocedor de varias literaturas y géneros literarios, gran conocedor de Erasmo y de su obra, y de la Biblia, posible converso y en algún momento probable disidente político. Si el autor de esta insigne obra, que crea las posibilidades de la gran novela cervantina y consiguientemente la moderna, no fue Alfonso de Valdés, tuvo que ser alguien semejante a él.

lunes, 10 de diciembre de 2012

La caída de los gigantes

Me ha llevado más de cinco meses esta novela. No por la cantidad de páginas, sino porque ha sido mi estreno con el ebook. Durante los meses de verano, con el sol en la piscina no veía nada en la pantalla, así que eran los ratos del atardecer los que podía aprovechar hasta la hora de la cena. Así, he ido intercalando otros libros en papel, que ya los he nombrado en este blog. A mediados de agosto, me estrené con las lentes progresivas, y en el tiempo de adaptación, me cansaba pronto leyendo, girando la cabeza para poder enfocar bien a lo largo de una sola línea. Cuando terminaron las vacaciones, y llegó la tranquilidad de la rutina laboral, las noches se serenaron y las lecturas se hacen por fin más largas.
Lo mejor del ebook es la comodidad por el poco peso, aunque para mis ojos es más cansado que el papel.
En cuanto a la novela, me parece entretenida e instructiva al mismo tiempo, del mismo modo que lo fue la primera obra de Follet que leí, Los pilares de la tierra, que me entusiasmó en su día.
Como lamentablemente tengo escasos conocimientos de historia, he podido encontrar en esta novela explicaciones a la Primera Guerra Mundial, y por curiosidad he buscado información sobre aquellos acontecimientos. Y la novela termina invitándonos a continuar con la siguiente, presentando dos cosas: por un lado, las consecuencias que tuvo para Alemania el Tratado de Versalles, y por otro, la aparición del Partido Nacional Socialista de Adolf Hitler.

jueves, 22 de noviembre de 2012

El Lazarillo y los temas filosóficos, didáctico-morales y religiosos

El prólogo del Lazarillo ha dado lugar a criterios de tipo didáctico-moral. Es verdad que nuestro autor exige una lectura más que somera si el lector ha de aprovechar el libro. Se cree que este motivo, y otros, derivan de Horacio y el conocidísimo motivo del utile et dulci. Pero hay que examinar de cerca este motivo didáctico, porque, si El Lazarillo tiene un mensaje didáctico, ¿cuál es este mensaje? La naturaleza de la obra pide aclaraciones porque se ha visto una enseñanza moral en la figura de Lázaro como niño abandonado, aguadero, pregonero... Si hiciéramos una lista de todo lo que se podría aprender del Lazarillo, nos quedaríamos con unas lecciones que no iluminan los contornos artísticos de la obra: nunca se debe ir de guía de un ciego, no se debe servir a un clérigo avaro, no debemos dejar que la propia mujer se amancebe con un cura, etc. Hay que comparar El Lazarillo con La Celestina para comprender bien que el proceso de encontrar elementos didáctico-morales nos llevaría lejos de la esencia del libro. El Lazarillo evita soluciones fáciles de tipo didáctico porque el autor quiere que la novela exista en una relación abierta e inmediata con su lector. Este lector, pieza imprescindible, es el testigo ante quien el autor va a exponer sus ironías, equívocos y juegos de realidad. El Lazarillo igual que La Celestina, se escribió con el fin de dar una impresión afectiva de la vida mediante una obra de arte literario; de la tarea de la vida mediante las fortunas y adversidades de este personaje. Experimentamos con él sus varios desastres personales, momentos trágicos, pequeñas victorias y grandes desilusiones. Si el autor hubiera querido enseñarnos algo, habría podido utilizar otra forma literaria para juzgar de los varios elementos intrínsecos de su obra, el drama, el tratado moral o religioso o el diálogo. Pero por más próximos que estos géneros literarios estén del Lazarillo, prefiere una forma que sobrepase los límites afectivo-literarios de estos géneros. En el proceso logra crear algo que no existe en su época, aunque los críticos no han vacilado en aplicar a nuestra obra la etiqueta de "novela".
Como La Celestina, el Lazarillo de Tormes es una obra híbrida, poco convencional, casi revolucionaria, que se desgarra de formas previas y coetáneas. El autor siente la necesidad de tener mayor contacto con su lector y de causar un gran impacto en él, y gracias a la forma autobiográfica, consigue este efecto. Lo que El Lazarillo hace en su afán de buscar lo nuevo y lo más fresco es crear una ventanilla a la escena de la vida, asomo que incluye una predisposición anti-heroica. Pero puesto que el anti-heroísmo de la obra está vinculado a una visión íntima y negativa, el autor tuvo que crearse una obra de estructuración polifacética y no unilateral como los tratados morales, los libros de sermones, o un teatro sofisticado sólo en su teoría dramatúrgica pero no en sus efectos vitales. En un primer nivel, la obra satisfaría solamente a un lector que buscara pasar un rato agradable (y de ahí el aprecio del Lazarillo como obra cómica); pero para los "ahondaren", como sugiere el autor, la experiencia literaria es otra.

Así, se puede estudiar la obra por otros senderos: el ético, el moral y el religioso. Ético en el sentido de que la simbología clara de los personajes y sus acciones llega a tener signos inconfundibles: la crueldad del ciego, la avaricia del clérigo, la fatuidad del escudero, la posible pederastia del Fraile de la Merced, la corrupción del Arcipreste, la falta de caridad en los sacerdotes, la indignidad de ofrecer a la propia mujer por un poco de comida... El mensaje moral del Lazarillo está orientado, como dijo Del Monte, hacia una ética social.
Lo que más llama la atención en la obra es la polémica erasmista y religiosa. Por un lado, Morel Fatio y otros estudiosos aseguran que El Lazarillo es un libro producto de las ideas de Erasmo en la península española. Y por otro lado, críticos como Bataillon consideran que la obra no fue concebida por una cabeza erasmista, ya que los clérigos que aparecen no ejemplifican una falta de fe, sino una falta de comportamiento social; por tanto, El Lazarillo muestra, a lo sumo, una forma de anticlericalismo tradicional. No obstante, sí es verdad que el erasmismo creó el ambiente favorable para que una obra como El Lazarillo se escribiera, sin que la obra misma fuera erasmista.
Márquez Villanueva y Ricapito estudian este problema con detenimiento, y llegan a la conclusión de que la obra era, en efecto, una obra concebida por una cabeza erasmista. La perspectiva hacia la vida que tiene Erasmo pertenece a una negativización de valores. Erasmo ve la vida como una lucha, una batalla, efímera, llena de desgracias y dificultades.
Esto es lo que define la vida de Lázaro como llena de adversidades. Su epopeya tiene lugar dentro de las coordenadas de un perspectivismo negativizante. No deja de recordarnos las varias locuras del mundo, de los hombres, de los que arriesgan la vida, los militares y soldados, como aquél del prólogo que busca el honor jugándose la vida. Erasmo subraya reiteradamente la insuficiencia de ritos, reliquias, la contabilidad de las misas, bulas papales, formas de superchería en la creencia popular. Frente a los aspectos negativos de los curas, Erasmo sugiere otros valores, la caridad, la amistad, piedad por los afligidos, precisamente lo que Lázaro ofrece al escudero. Erasmo ruega que el hombre se dé cuenta de la capacidad del pecado y del vicio de disfrazarse en forma de virtud. Elogia a los verdaderos pobres y desprecia a los cortesanos. Desprecia la necedad del linaje a expensas del verdadero honor, la falsa nobleza frente a la nobleza del alma y el espíritu. Erasmo ataca la ambición a costa de la integridad personal; ataca a los lisonjeros, a los avaros; ataca la avaricia, la arrogancia; subraya la importancia del matrimonio como un hecho sagrado.


Es verdad que falta en El Lazarillo la lección netamente espiritual, pero no por eso deja el autor de recurrir a los temas que aparecen en la obra de Erasmo, ni por eso deja la obra de ser erasmista. En Enquiridión, Erasmo ofrece muchos ejemplos y comentarios que tienen su ejemplo en los personajes, acciones y símbolos del Lazarillo, lo cual representa un avance artístico sobre los límites de otras formas literarias.
La otra gran obra de Erasmo, el Elogio de la locura, empieza con la perspectiva negativa, denigrante de los hombres y todas las acciones humanas. El punto de partida de Erasmo en esta obra es la estulticia. Hablando en primera persona, la estulticia hace una revisión de casi todos los estados y acciones humanas, poniéndolos todos debajo de la lupa y concluye viendo a unos clérigos ambiciosos, otros ignorantes, algunos que no saben siquiera ni leer, filósofos, teólogos, príncipes, cortesanos; en fin, toda la gama de la vida espiritual y social. No se le escapa ningún adulador ni ambicioso, ni milagrero, ni supersticioso. Ataca de manera irónica y sarcástica el afán por los títulos de nobleza, los que anhelan la honra escribiendo libros, los poderosos fuera de casa y los deseosos del poder en ella, los teólogos con su deseo de ser saludados debidamente. De especial interés son los cortesanos, necios en extremo, inclinados a la expresión insincera de saludos y usos de títulos, la propensión a la adulación. Los casados son examinados por la estulticia, y encontramos varias alusiones a matrimonios que recuerdan la situación de Lázaro y su mujer, no porque traten del adulterio y consentimiento, sino porque la actitud que informa la situación de Lázaro y las que Erasmo cita son iguales dentro de la perspectiva de estupidez maliciosa y no inocente.
Estos temas y su tratamiento a veces burlesco, a veces serio, a veces dentro de un estilo ambiguo, confirman la hipótesis de Ricapito de que el autor de El Lazarillo fue un pensador asociado con los ideales de Erasmo, y que su creación refleja y trata, dentro de una nueva forma y creación literaria, las grandes preocupaciones erasmistas de la época, y fue una tentativa de ocuparse de manifestaciones religiosas, ideológicas, políticas y sociales. Pero no lo hace imitando el estilo o el género de Erasmo, sino que presenta una nueva configuración literaria.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

El Lazarillo de Tormes y la historia

Se ha tratado de estudiar el Lazarillo a través de una perspectiva histórica, pero no se trata ésta de una tarea fácil de resolver. Es tanto una simpleza hablar de que es un documento histócio con un trasfondo social, como lo es hablar del Lazarillo solamente desde una perspectiva artística. De hecho, toda literatura parte de un contexto o problema social, y cuando decimos social, tenemos que incluir el concepto de cultura general. Pero, ¿qué es lo que hay en el Lazarillo que tanto llama la atención sobre los elementos históricos y sociales?
En primer plano, está el mundo de la mendicidad. El tan mentado "hubo más mendigos en España que en los otros países europeos", y de ahí el nacimiento de la picaresca en España, es un absurdo total. Igualmente, la pluralidad de miembros del clero en la obra no corresponde con la observación de que "en España había más clérigos que artesanos". De hecho, el autor se ocupa del ciego como prototipo universal de la avaricia, malicia, falsedad y crueldad, cualidades todas que encajan tan mal en quien está continuamente orando y pidiendo en nombre de Dios. Y la presencia de clérigos en la obra se relaciona con la literatura de protesta religiosa del erasmismo. Cada religioso personifica un vicio inaceptable en los servidores de Cristo.

El escudero es considerado como ejemplo de la nobleza transplantada o del grupo de segundones en la vida española, y otros ejemplos semejantes. En la obra, el escudero es el personaje que se acerca a un problema histórico-social, tangible más que cualquier otro personaje del libro. Es la configuración de una actitud religioso-social: el tema de la honra. El escudero es el prototipo de quien sufriría todo por la honra; más por su honra que por Dios mismo. Este personaje encarna una actitud que desconoce los ideales religiosos, y de ahí sus actitudes inaceptables. Y el autor, por otro lado, españoliza a este personaje, de manera que forma a un tipo reconocible histórica y socialmente.
Hay otros atisbos de una realidad social, como el movimiento de la madre de Lázaro desde el pueblo a la ciudad. Este elemento demográfico es perfectamente identificable en el siglo XVI, y en parte debido a eso Lázaro llega a ser un ejemplo de desagarrado social.
El Arcipreste del capítulo séptimo sobrepasa a cualquier modelo boccaccesco del cura lascivo. Hay una tremenda constancia en la literatura coetánea al Lazarillo de curas amancebados. Esta literatura echa mano a lo que está más cerca, como es este problema de los curas concubinarios, de uno de los cuales es víctima voluntaria y consentidora Lázaro.
Según el crítico italiano Del Monte, Lázaro es un símbolo de España: Lázaro es España, y su nacimiento, infancia, adolescencia y madurez son simbólicos de un hombre que pertenece a un orden social plagado de problemas, víctima de descuidos y desórdenes económicos, consecuencia de guerras y luchas por el poder.  La referencia al emperador al final del libro, apunta a que la gloria es efímera: los triunfos militares no oscurecen el hecho de que hay varios estratos de la sociedad española que no sólo no comparten ese mundo fausto sino que sufren como consecuencia de su condición social. La política española y las repercusiones que conlleva en el plano económico, no significan mejoramiento alguno para Lázaro. Lo único que le queda a Lázaro es comprometerse para sobrevivir. El Lazarillo ofrece inconfundiblemente una perspectiva envuelta en una fina ironía a aquéllos que han puesto a España en un camino socio-económico y religioso hacia abajo, y Lázaro es el vehículo que cuaja los hilos temáticos de este punto de vista.
El Lazarillo enfoca con toda verosimilitud a una determinada sociedad. Luego, el autor manipula sus elementos para hacer resaltar la tesis social de que el país que se considera por encima de los demás países cristianos, con sus guerras, política y malmanejo de bienes, ha creado un desastre.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

El autor del Lazarillo de Tormes

Ya en 1607, se menciona el nombre de Diego Hurtado de Mendoza como autor del libro. Unos años después, se hizo una atribución a Juan de Ortega. En torno a 1943, González Palencia publica un ensayo en el que hace una lista de todas las objeciones presentadas contra Hurtado como autor de El Lazarillo, e intenta discutirlas: considera que una persona tan aristocrática, embajador de España en Italia, gobernador de Siena..., no podía conocer las adversidades de la gente común lo bastante para escribir una obra como el Lazarillo de Tormes; que la novela pinta la vida en sus aspectos y dimensiones amargas, improbable si no imposible en quien había escrito la obra en su juventud; que una persona respetable como Hurtado no podía escribir una obra tan liviana. Por otro lado, tampoco se sustenta tal autoría por el resto de la obra poética de Hurtado. Comparar El Lazarillo con el estilo del resto de su obra, es encontrarse con dos mundos distintos.
A pesar de los esfuerzos de González Palencia, todavía a día de hoy parece más que considerable la autoría de Diego de Hurtado, y así lo vuelve a considerar la prestigiosa paleógrafa Mercedes Agulló y Cobo en un estudio de 2010.
Otra atribución seria es la de Sebastián de Horozco, propuesta por estudiosos como Cejador, Guillet y Márquez Villanueva. Efectivamente, existe un paralelismo entre El Lazarillo y el Cancionero de Horozco, pero las posturas en contra consideran que aunque ambas obras comparten muchos elementos, personajes, temas, lugares comunes, etc., tienen un estilo y un espíritu totalmente distintos.
Originalmente presentada por Fray José de Sigüenza, la atribución a Juan de Ortega, casi olvidada por mucho tiempo, aparece de nuevo de la mano de Bataillon, en un estudio de 1958. La consideración de esta hipótesis se basa en que un borrador escrito por la mano de Ortega fue encontrado en su celda. Como es fácil de comprender, se trata de una posibilidad, pero carece de sustento y debemos descartarla.
Morel-Fatio cree que el autor del Lazarillo se debía encontrar entre los pensadores y escritores del círculo de los hermanos Juan y Alfonso de Valdés, humanistas y erasmistas. En un estudio de 1959, Asensio sigue esta pista y cree que el autor probable es Juan de Valdés: analiza semejanzas entre el Diálogo de la lengua y El Lazarillo, y reconoce en Valdés muchas preocupaciones que también el libro esboza; hasta en el lenguaje parece encontrar semejanzas.


El Lazarillo de Tormes, visto por Francisco de Goya
Sin embargo, a Valdés le falta el aspecto tajante, mordaz, la ambigüedad y la ironía que ostenta el Lazarillo.
Aunque, eso sí, bien pudiera ser que el autor se encuentre en el círculo de los Valdés.
Para el profesor Castro, según sus estudios de 1957, el autor sería alguien que vivía fuera de las áreas normales y centrales de la vida española, o sea, un judío o converso. Este punto de vista ha llegado a convencer a múltiples hispanistas, especialistas en literatura. Para Castro, un análisis del Lazarillo revela su sentido angustiado de la vida, la vida con toda su problemática social y religiosa. El personaje del escudero es la encarnación, según Castro, del deseo de nobleza, un anhelo que él asocia con aspectos del problema social de conversos y cristianos nuevos en los siglos XVI y XVII en España. Y esta intención de resaltar el problema social y religioso, queda reforzada con el juego literario de la forma autobiográfica y el anonimato deliberado.
Lo único seguro es que, al carecer de datos concretos y fiables, los argumentos que encontremos para atribuir a unos u otros la autoría del libro, siempre serán temporales, y difícilmente se logrará convencer a todos por siempre jamás.
Pero otros estudios realizados con mayor profundidad (Ricapito, 1971; Navarro Durán, 2003), han puesto de nuevo el punto de mira en los hermanos Valdés, concretamente en Alfonso.
Alfonso de Valdés
(1490 - 1532)
Alfonso de Valdés, natural de Cuenca, hijo del regidor Fernando de Valdés, llegará a ocupar un puesto importante en la corte del emperador Carlos V. Está pues en el seno de la más furiosa actividad política del momento, y una de las cuestiones más vivas y más discutidas es la de Erasmo, cuestión en que Alfonso tomará un papel decisivo a favor del filósofo holandés. En 1526, Alfonso llegó a ser secretario de Carlos V y en este cargo pudo estar al tanto de todo lo que pasaba en la Corte de Francia, de Inglaterra, con los Papas, nuncios y cardenales. Por el año 1527, Alfonso se encuentra en plena asociación con el roterdamés. Sus actividades en este aspecto no le granjean el favor de quienes ven en Erasmo un enemigo de la iglesia y de la religión cristiana. Esto le crea a Alfonso numerosos enemigos a pesar de que se encuentra en la corte tan cerca del emperador. En 1529, el emperador sale de España y con él Alfonso, recorriendo Italia, Alemania y los Países Bajos. En 1532, muere en Viena víctima de la plaga. Mientras tanto, su hermano Juan es también objeto de censuras severas, y se ve obligado a dejar España por Italia, donde termina sus días.
¿Qué es lo que nos induce a centrarnos sobre Alfonso de Valdés? Inmediatamente, el estilo y la tonalidad crítica que permea toda su obra. En la primera parte de Diálogo de Mercurio y Carón, encontramos una semejanza notable con El Lazarillo: la misma malicia, sátira e ironía. El Lazarillo y el Mercurio son el dibujo de personajes viciosos, los amos de aquél y las ánimas de éste. Acaso el personaje del Lazarillo que está más cerca de la elaboración valdesiana sea el escudero en quien el autor ha puesto sus mejores y mayores talentos. Encontramos en el Lazarillo y el Mercurio el mismo giro estilístico en que se conoce a los personajes por sus mismas palabras, sus vicios, hipocresía y necedad. Una lectura del Lazarillo seguida por la del Mercurio, sobre todo en la primera parte, puede dar la impresión de estar cerca de un espíritu afín y de intenciones semejantes. En el Mercurio los problemas religiosos e históricos parecen resonar con mayor amplitud y desarrollo, y en el Lazarillo se tratan de una manera más esquemática y tangencial, aunque, eso sí, en el Lazarillo hay mayor libertad artística.
Estas diferencias no deben tenerse por rasgos que excluyan una autoría común. Un escritor puede tener varios estilos para varias obras, y estas pueden mostrar una trayectoria cambiante de una obra a otra. Sería posible incluso trazar una trayectoria de las composiciones de Valdés: el Lazarillo podría ser la primera obra que compone, donde la religión no es todavía un tema predominante, seguida de Las cosas ocurridas en Roma y el Mercurio. La trayectoria es ascendiente desde lo más prosaico, en tema y elaboración, a lo más formal y espiritual.
Una posible objeción que se hará a la tesis de Alfonso como autor del Lazarillo es la improbabilidad de una disidencia política en quien es el secretario de Carlos V. Su cercanía con el emperador no le dará ninguna seguridad ni garantía, de hecho en 1532, Valdés ya está señalado por la Inquisición y por los enemigos de los erasmistas, y su muerte en Viena le ahora lo que la vuelta a España le hubiera supuesto.
¿Viviría Valdés una doble vida? Para sobrevivir en la Corte, ¿tiene Alfonso que hacer precisamente lo que censura y critica en sus obras? Es bien posible.
Otro aspecto relevante en la vida de Valdés es la ascendencia judaica de su familia del lado materno, es decir, la sombra de duda que le persigue en cuando a la limpieza de sangre. Esto le obliga a vivir debajo de un código social basado en la falsa honra hueca del linaje, y no en el verdadero honor y virtud cristianos.
Alfonso de Valdés posee cualidades suficientes para haber creado El Lazarillo: conciencia política, social y religiosa; las dotes necesarias para crear una literatura crítica; capacidad para la sátira y la caricatura; la mordacidad y el giro malicioso propio de Erasmo. Si el autor del Lazarillo no fue este conquense ilustre, tendrá que ser alguien muy semejante a él y alguien que pertenecía a los mismo círculos intelectuales.

jueves, 18 de octubre de 2012

La forma autobiográfica de El Lazarillo

Erasmo de Rotterdam (1466-1536)
Humanista, rechazó la falta de libertad
de pensamiento, debido a la autoridad
de una Iglesia Católica anclada en la Edad Media.
El aspecto formal sobresaliente del Lazarillo es su forma autobiográfica. El poder de la voz única, singular e íntima del narrador es el aspecto más inmediato y atractivo de la obra. Américo Castro y Marcel Bataillon subrayan que mediante este "yo", el narrador, quien es a la vez el protagonista, se interpone en la conciencia del lector. Este elemento autobiográfico-anónimo no es, dicen, un mero accidente. Gilman estudia aspectos de la auto-muerte del personaje en el prólogo y a lo largo de la obra. Tanto para Castro y Bataillon, como para Gilman, la ausencia de un nombre autorial asociado a la esencia misma de la obra aumenta el misterio de la curiosa odisea del personaje. Aunque hay obras igualmente conflictivas que no fueron censuradas, el Lazarillo puede ofrecerse como un caso formidable de un anonimato deliberado si el autor corría riesgos serios de otro tipo. Es muy posible que el autor no pudiera o no quisiera poner su nombre a la obra porque le habría perjudicado en la posición que ocupaba, o, sencillamente, porque en cierto momento la Inquisición, que en el año 1559 encuentra ofensivas varias partes de la obra, hubiera reaccionado contra el autor. Es muy posible también que los años en que la polémica erasmista se endurece sea el momento menos propicio para llamar la atención de los enemigos sobre un libro empapado del pensamiento del roterdamés. El Lazarillo se escribe en un ambiente de rechazo hacia la corona, hacia la nobleza, y en fin, hacia toda una sociedad auto-declarada por excelencia cristiana. Éste es un libro pues peligroso. Es posible también que el manuscrito o manuscritos de que derivan las tres ediciones conocidas se publiquen cuando el autor estuviera ya muerto.
Todas estas consideraciones prácticas no son ajenas ni a la esencia del libro ni al ambiente cultural y social en que se compone. Al fin y al cabo, son justificables artísticamente las observaciones de Castro, Bataillon y Gilman sobre el anonimato deliberado puesto que tenemos aquí un libro riquísimo en aspectos artísticos, un libro verdaderamente revolucionario en su tiempo y revolucionario en su concepción. No queremos descartar algunas interpretaciones artísticas en la presencia de posibilidades prácticas, puesto que el arte por su esencia se nutre de la imaginación y de la invención.
Sobre la forma autobiográfica hay más que decir. Hubo otras obras contemporáneas del Lazarillo y anteriores a ella que utilizaron la forma autobiográfica, pero en el caso del Lazarillo esta forma autobiográfica está dotada de una gran originalidad donde el lenguaje se adapta a este recurso. Ortega y Gasset, en un ensayo sobre el género picaresco, notó la unicidad de esta forma autobiográfica que se identifica con un ser que contempla la vida desde abajo arriba con ojos de rencor. Perspectiva alterada, coloreada por los deseos, anhelos, frustraciones y fracasos de quien mira. Y esta perspectiva en el Lazarillo, por razones religiosas, sociales, económicas, será a ras de tierra, ligada a un sentido de la vida ínfima y anti-heroica.
Francisco Ayala ha subrayado que, técnicamente, el gran hallazgo de esta forma autobiográfica es el énfasis cambiado de la narración objetiva a la narración subjetiva. Lo importante no es lo que pasa, sino a quien todo esto pasa.


Otra observación que cabe hacer sobre este aspecto singular de la obra es lo que han llamado Martín de Riquer y Claudio Guillén, la "pseudo-biografía", ya que la historia de este "yo" narrador-personaje, sería una historia no deseable, una vida con la que nadie quisiera identificarse.
Marasso asocia la forma autobiográfica con fines cómicos, identificando la novela con la autobiografía cómica. El efecto último de este procedimiento es crear la impresión de una vida verdaderamente vivida. De Haan, impresionado por el éxito de este recurso en manos del autor, termina comentando que el Lazarillo es la biografía verdadera de un pregonero en las cercanías de Toledo por el año 1538. Tal es el efecto convincente de este recurso primordial y fundamental de la obra.

miércoles, 10 de octubre de 2012

Aparición del género picaresco

Es tiempo perdido tratar de señalar una obra o un elemento particular como origen o generador del Lazarillo como personaje o del género literario de la novela picaresca. El personaje del pícaro en la forma de Lazarillo de Tormes nos viene a través de obras literarias, géneros literarios varios, movimientos religiosos o acontecimientos sociales. El pícaro no brota de una fuente única, sino que se trataría más bien de la culminación de varias corrientes.
La publicación de las tres ediciones del Lazarillo  en 1554, o cualquiera de las fechas sugeridas para su composición, es el punto de arranque de una investigación para descubrir sus orígenes. Debemos retroceder en el tiempo para encontrarnos con tipos afines a nuestro Lazarillo y con temas y motivos parecidos. En obras clásicas como el Satiricón de Petronio (siglo I d.C.) y El asno de oro de Lucio Apuleyo (siglo II d.C.) vemos ciertas características identificables con nuestro antihéroe lazarillesco: la forma autobiográfica, el motivo de la juventud, el movimiento de un lugar a otro y la observación de la sociedad. La Odisea, con su personaje desafortunado, obligado a una continua peregrinación, ha sido señalado también como fuente posible, como también la obra de Plauto y Terencio con sus esclavos y criados, con su idioma realista, con lo descarado de algunas escenas, personajes y motivos, todo lo cual va a repetirse en la comedia y drama humanísticos del Renacimiento. Estilísticamente, podemos volver a Horacio y Cicerón, a Séneca y Marcial por motivos filosóficos y satíricos.
La aplicación del término "novela" al Lazarillo es anacrónica. Cuando se escribe el Lazarillo los límites y distinciones entre los géneros no son tan precisos ni marcados como los son hoy en día.
Puesto que el nacimiento o el arranque del género aparece en España, sería oportuno estudiar algunos aspectos de la historia literaria española. En el Libro del buen amor, tenemos una forma autobiográfica de un pecador que intenta justificar sus pecados. Por otro lado, en El Conde Lucanor, don Juan Manuel aprovecha la ocasión de presentar dentro de sus propósitos didáctico-morales varios tipos avispados y mañosos que dan un esbozo informal al pícaro de los siglos XVI y XVII. Don Juan Manuel los llama "golfos", aunque en verdad su carácter se basa en la astucia y la viveza.
También se ha mostrado una gran deuda del Lazarillo a la Celestina. Esta deuda tiene que ver con la presentación de tipos de las capas sociales ínfimas, el deseo de justicia social, la muerte absurda de Calisto... Estos elementos son semejantes a la visión hastiada de la vida, llena de adversidades y zozobras del Lazarillo.
Amadís de Gaula, edición de 1508
El Lazarillo nace también en oposición al esquema noble, heroico del Amadís de Gaula. El título mismo sugerirá al autor el nombre de su propio personaje. Frente a Amadís de Gaula, proto-héroe, habrá Lazarillo de Tormes, prototipo del anti-héroe, anti-noble y sin duda anti-caballero. El Amadís sirvió sin duda de espolón negativo al Lazarillo.
Otra consideración importante que debemos hacer es la que plantean Foulché y Bataillon, quienes quieren ver en la personalidad del Lazarillo la existencia de un tipo común, un "mozo de muchos amos" o "mozo de ciego", probablemente una figura tradicional. Además, se ha tratado de identificar episodios particulares de la obra con conocidos elementos folklóricos: la cornada del toro de piedra, el episodio del jarro donde se bebe con una paja, el "banquete" de uvas, el desfile funerario y otros episodios. Fernán Caballero identificó el episodio del poste con un cuento popular andaluz. Macaya Lahmann ofrece una lista de cuentos semejantes a los del Lazarillo en el folklore europeo para mostrar la divulgación de estos mismos. Sin embargo, no hay ninguna constancia de que todos esos episodios sean anteriores al Lazarillo. De todos modos, el profesor Lázaro Carreter señala que el Lazarillo sobrepasa la deuda folklórica en favor de otros fines artísticos, y de ahí su gran novedad. Es muy posible que lleguemos a encontrar cuentos populares para todos los episodios del libro, pero lo obvio en el Lazarillo será la conversión de tales materiales en sustancia literaria.


Giovanni Boccaccio
Es mucho más probable que los episodios cómicos del Lazarillo remitan a la tradición italiana de las novelle, sobre todo el Decamerón de Giovanni Boccaccio (1313-1375) y el Novellino de Masuccio Salernitano (1410-1475). Hay una clara relación entre la novella IV de Masuccio y el capítulo V del Lazarillo, pero el autor español sintió la necesidad de nacionalizarlo, de hispanizarlo, poniéndolo dentro de la polémica histórica y social del siglo XVI español. Igualmente, la deuda con el Decamerón es innegable: las aventuras o desventuras de Lazarillo recuerdan a las de Andreuccio del libro de Boccaccio.
Así, la literatura italiana puede verse como un modelo posible, y aquí el autor del Lazarillo revisa y modifica algunas grandes obras del renacimiento italiano.
Siguiendo a Américo Castro, un tema presente en el Lazarillo es el elemento judaico-converso de la sociedad española. De este modo, Castro subraya el tono osado y agresivo, visible en el prólogo y en las consecuencias y éxitos de la vida de Lázaro. El sentido de la obra, visible en varios personajes, la crítica social del código de la honra y la crítica de la Iglesia con los sacerdotes en primer plano, podrían sostener esta interpretación de Castro.
Visto lo visto, el Lazarillo no nace sin predecesores literarios. Pero su intención no es sólo hacer reír, no sólo tiene un carácter cómico y cínico. Supera esas intenciones, revistiéndolas de carácter social y religioso, con ironía y sarcasmo, con un punto de vista crítico, y con claras pretensiones literarias.

sábado, 6 de octubre de 2012

Fecha de composición del Lazarillo de Tormes

La fecha de composición del Lazarillo de Tormes es otro de los problemas que ha preocupado no poco a los estudiosos. La alusión a las Cortes que aparece al final del libro ha servido a los críticos de punto de investigación. La historia recoge dos Cortes de Carlos V en Toledo, 1525 y 1538-1539. Entre los que favorecen la fecha de 1538 están Bataillon, Lázaro Carreter, Rico y otros. Al otro lado están numerosos críticos que subrayan la fecha de 1525 como la de las Cortes, entre ellos Asensio, Cavaliere y Del Monte.
Asensio, quien ha presentado el caso más convincente al respecto, cree que solamente en 1525 podía considerarse al Emperador "victorioso", como se le describe en el libro. Cree que los años 1538-1539 no podían representar un triunfo para nadie. El año 1539 se recuerda por el hambre y la pestilencia, la muerte en el parto de la criatura de la reina, y la reina misma. Asensio añade que la fecha de 1525 concuerda perfectamente con el reflejo en el libro de una situación social, religiosa e ideológica común a Toledo y Escalona en este tiempo. Podríamos añadir que en 1538, las grandes polémicas acerca del erasmismo se atenúan y las persecuciones, conseguido ya casi su objeto, pierden empuje. Si el libro pertenece a la polémica erasmista, como creemos, sería mucho más probable una fecha más temprana que la de 1538. Otro argumento que se levanta contra la fecha 1538-1539 es que el libro no refleja ninguna preocupación por el Nuevo Mundo, como lo ha notado Cisneros.
Del Monte y Cavalieri creen que la estructura temporal interna favorecería naturalmente 1525 si se acepta el que la batalla de Gelves, a que se hace alusión, tuviera lugar en 1510. Esto haría de Lázaro al final del libro un hombre de veintitrés años, una edad plausible en términos de la novela. En cambio, si Gelves es de 1510 y las Cortes de 1538, esto haría de Lázaro un hombre de treinta y seis años, más o menos, lo cual es poco admisible. Mientras que si Gelves fuera de 1520 y las Cortes de 1538, la edad de Lázaro sería de unos veintiséis años, todavía en una edad aceptable para la novela. La gran dificultad es decidir si la batalla de Gelves ocurrió en 1510 ó 1520. Las posibilidades más lógicas de las fechas para la esencia de la obra, serían 1510 para Gelves y 1525 para las Cortes, por lo que Asensio concluye que la fecha de composición más probable es 1525 o poco después.
Bataillon, en una opinión reciente, supone que el libro refleja el período 1540-1550. Castro y Márquez Villanueva pensaron que los años de alrededor de 1550 serían una posible fecha de composición, y Rico supone que la publicación del libro no podría ser muy posterior a su fecha de composición.
Contestando a la afirmación de Bataillon, consideramos que no es necesario situar el ambiente social del libro en fecha tan tardía: algunos problemas sociales que se ven reflejados en el libro se remontan, como lo ha hecho ver Morreale, a los años 1512, 1518 y 1520. La alusión en la obra a "los cuidados del rey de Francia" se refiere al desastre de Francisco I en Pavía. La batalla de Pavía y la prisión del rey subrayan una situación coherentemente histórica alrededor del año 1525, y no de fechas que llegan hasta el año de su publicación en 1554. El libro mantiene en su narración un tono de frescura e inmediatez que parece deberse a una composición en contacto con el tiempo que narra. Parece anacrónica la fecha de 1553 ó 1554 sobre unos acontecimientos que tienen lugar entre 1512 y 1525.
Pero la preferencia por una fecha de composición temprana crea ciertos problemas para los estudiosos. Si la obra se compuso en 1525, ¿por qué se esperan unos veintinueve años para su publicación? ¿Qué pasó con el manuscrito o la edición de este libro en el espacio de veintinueve años? Con toda probabilidad el manuscrito circuló por unos años creando así la posibilidad de cambios y alteraciones en el manuscrito. La afirmación de Cavalieri de que hubo ediciones tempranas del Lazarillo sería desmentida por la de Márquez Villanueva quien cree que el Lazarillo no podía circular o existir por tanto tiempo sin alguna resonancia. ¿Puede ser que circulara clandestinamente, y que se publicara después de la muerte de su autor? Tendría así sentido la frase en la edición de Alcalá: "Nuevamente impresa, corregida, y de nuevo añadida...".
Hay otro problema a considerar, y es la presencia de varios italianismos en las ediciones. ¿Cómo explicarnos este fenómeno? ¿Un italiano en España, un impresor italiano trabajando en las prensas españolas, o un manuscrito que llega a Italia? La presencia de los italianismos podría explicar también la fecha de publicación de la obra. Si el Lazarillo se compuso, como creemos, en 1525 o por aquellos años, aun si se compuso entre 1538-1539, el espacio de años entre la fecha de composición y la publicación es suficiente para la creación de varios manuscritos que llegan al extranjero. Un manuscrito corregido por un italiano, que por alguna razón no llegó a publicarse en Italia -Venecia y Roma eran lugares con una actividad bibliográfica muy fuerte en ese tiempo-, volvería a España y de ésta u otros afines, se hacen las ediciones españolas.
Para el lector moderno, el problema de la fecha de composición o las de las Cortes y Gelves no debe presentar problemas. La obra se lee orgánicamente, y los misterios de ediciones y composiciones no interfieren en una comprensión de la obra. Pero podemos hacer una precisión: a pesar de que no se conoce el manuscrito o una edición inicial de la que brotan las tres conocidas de Alcalá, Burgos y Amberes, el texto que tenemos debe ser bastante fiel a la concepción original del personaje y de sus peripecias. El descubrimiento de un manuscrito no daría un Lazarillo diferente.