miércoles, 7 de noviembre de 2012

El autor del Lazarillo de Tormes

Ya en 1607, se menciona el nombre de Diego Hurtado de Mendoza como autor del libro. Unos años después, se hizo una atribución a Juan de Ortega. En torno a 1943, González Palencia publica un ensayo en el que hace una lista de todas las objeciones presentadas contra Hurtado como autor de El Lazarillo, e intenta discutirlas: considera que una persona tan aristocrática, embajador de España en Italia, gobernador de Siena..., no podía conocer las adversidades de la gente común lo bastante para escribir una obra como el Lazarillo de Tormes; que la novela pinta la vida en sus aspectos y dimensiones amargas, improbable si no imposible en quien había escrito la obra en su juventud; que una persona respetable como Hurtado no podía escribir una obra tan liviana. Por otro lado, tampoco se sustenta tal autoría por el resto de la obra poética de Hurtado. Comparar El Lazarillo con el estilo del resto de su obra, es encontrarse con dos mundos distintos.
A pesar de los esfuerzos de González Palencia, todavía a día de hoy parece más que considerable la autoría de Diego de Hurtado, y así lo vuelve a considerar la prestigiosa paleógrafa Mercedes Agulló y Cobo en un estudio de 2010.
Otra atribución seria es la de Sebastián de Horozco, propuesta por estudiosos como Cejador, Guillet y Márquez Villanueva. Efectivamente, existe un paralelismo entre El Lazarillo y el Cancionero de Horozco, pero las posturas en contra consideran que aunque ambas obras comparten muchos elementos, personajes, temas, lugares comunes, etc., tienen un estilo y un espíritu totalmente distintos.
Originalmente presentada por Fray José de Sigüenza, la atribución a Juan de Ortega, casi olvidada por mucho tiempo, aparece de nuevo de la mano de Bataillon, en un estudio de 1958. La consideración de esta hipótesis se basa en que un borrador escrito por la mano de Ortega fue encontrado en su celda. Como es fácil de comprender, se trata de una posibilidad, pero carece de sustento y debemos descartarla.
Morel-Fatio cree que el autor del Lazarillo se debía encontrar entre los pensadores y escritores del círculo de los hermanos Juan y Alfonso de Valdés, humanistas y erasmistas. En un estudio de 1959, Asensio sigue esta pista y cree que el autor probable es Juan de Valdés: analiza semejanzas entre el Diálogo de la lengua y El Lazarillo, y reconoce en Valdés muchas preocupaciones que también el libro esboza; hasta en el lenguaje parece encontrar semejanzas.


El Lazarillo de Tormes, visto por Francisco de Goya
Sin embargo, a Valdés le falta el aspecto tajante, mordaz, la ambigüedad y la ironía que ostenta el Lazarillo.
Aunque, eso sí, bien pudiera ser que el autor se encuentre en el círculo de los Valdés.
Para el profesor Castro, según sus estudios de 1957, el autor sería alguien que vivía fuera de las áreas normales y centrales de la vida española, o sea, un judío o converso. Este punto de vista ha llegado a convencer a múltiples hispanistas, especialistas en literatura. Para Castro, un análisis del Lazarillo revela su sentido angustiado de la vida, la vida con toda su problemática social y religiosa. El personaje del escudero es la encarnación, según Castro, del deseo de nobleza, un anhelo que él asocia con aspectos del problema social de conversos y cristianos nuevos en los siglos XVI y XVII en España. Y esta intención de resaltar el problema social y religioso, queda reforzada con el juego literario de la forma autobiográfica y el anonimato deliberado.
Lo único seguro es que, al carecer de datos concretos y fiables, los argumentos que encontremos para atribuir a unos u otros la autoría del libro, siempre serán temporales, y difícilmente se logrará convencer a todos por siempre jamás.
Pero otros estudios realizados con mayor profundidad (Ricapito, 1971; Navarro Durán, 2003), han puesto de nuevo el punto de mira en los hermanos Valdés, concretamente en Alfonso.
Alfonso de Valdés
(1490 - 1532)
Alfonso de Valdés, natural de Cuenca, hijo del regidor Fernando de Valdés, llegará a ocupar un puesto importante en la corte del emperador Carlos V. Está pues en el seno de la más furiosa actividad política del momento, y una de las cuestiones más vivas y más discutidas es la de Erasmo, cuestión en que Alfonso tomará un papel decisivo a favor del filósofo holandés. En 1526, Alfonso llegó a ser secretario de Carlos V y en este cargo pudo estar al tanto de todo lo que pasaba en la Corte de Francia, de Inglaterra, con los Papas, nuncios y cardenales. Por el año 1527, Alfonso se encuentra en plena asociación con el roterdamés. Sus actividades en este aspecto no le granjean el favor de quienes ven en Erasmo un enemigo de la iglesia y de la religión cristiana. Esto le crea a Alfonso numerosos enemigos a pesar de que se encuentra en la corte tan cerca del emperador. En 1529, el emperador sale de España y con él Alfonso, recorriendo Italia, Alemania y los Países Bajos. En 1532, muere en Viena víctima de la plaga. Mientras tanto, su hermano Juan es también objeto de censuras severas, y se ve obligado a dejar España por Italia, donde termina sus días.
¿Qué es lo que nos induce a centrarnos sobre Alfonso de Valdés? Inmediatamente, el estilo y la tonalidad crítica que permea toda su obra. En la primera parte de Diálogo de Mercurio y Carón, encontramos una semejanza notable con El Lazarillo: la misma malicia, sátira e ironía. El Lazarillo y el Mercurio son el dibujo de personajes viciosos, los amos de aquél y las ánimas de éste. Acaso el personaje del Lazarillo que está más cerca de la elaboración valdesiana sea el escudero en quien el autor ha puesto sus mejores y mayores talentos. Encontramos en el Lazarillo y el Mercurio el mismo giro estilístico en que se conoce a los personajes por sus mismas palabras, sus vicios, hipocresía y necedad. Una lectura del Lazarillo seguida por la del Mercurio, sobre todo en la primera parte, puede dar la impresión de estar cerca de un espíritu afín y de intenciones semejantes. En el Mercurio los problemas religiosos e históricos parecen resonar con mayor amplitud y desarrollo, y en el Lazarillo se tratan de una manera más esquemática y tangencial, aunque, eso sí, en el Lazarillo hay mayor libertad artística.
Estas diferencias no deben tenerse por rasgos que excluyan una autoría común. Un escritor puede tener varios estilos para varias obras, y estas pueden mostrar una trayectoria cambiante de una obra a otra. Sería posible incluso trazar una trayectoria de las composiciones de Valdés: el Lazarillo podría ser la primera obra que compone, donde la religión no es todavía un tema predominante, seguida de Las cosas ocurridas en Roma y el Mercurio. La trayectoria es ascendiente desde lo más prosaico, en tema y elaboración, a lo más formal y espiritual.
Una posible objeción que se hará a la tesis de Alfonso como autor del Lazarillo es la improbabilidad de una disidencia política en quien es el secretario de Carlos V. Su cercanía con el emperador no le dará ninguna seguridad ni garantía, de hecho en 1532, Valdés ya está señalado por la Inquisición y por los enemigos de los erasmistas, y su muerte en Viena le ahora lo que la vuelta a España le hubiera supuesto.
¿Viviría Valdés una doble vida? Para sobrevivir en la Corte, ¿tiene Alfonso que hacer precisamente lo que censura y critica en sus obras? Es bien posible.
Otro aspecto relevante en la vida de Valdés es la ascendencia judaica de su familia del lado materno, es decir, la sombra de duda que le persigue en cuando a la limpieza de sangre. Esto le obliga a vivir debajo de un código social basado en la falsa honra hueca del linaje, y no en el verdadero honor y virtud cristianos.
Alfonso de Valdés posee cualidades suficientes para haber creado El Lazarillo: conciencia política, social y religiosa; las dotes necesarias para crear una literatura crítica; capacidad para la sátira y la caricatura; la mordacidad y el giro malicioso propio de Erasmo. Si el autor del Lazarillo no fue este conquense ilustre, tendrá que ser alguien muy semejante a él y alguien que pertenecía a los mismo círculos intelectuales.