sábado, 14 de enero de 2012

Literatura prerrenacentista: géneros

En la literatura del siglo XV conviven tendencias muy diferentes, tanto en verso como en prosa.
  • En verso encontramos una corriente de poesía popular que se revitaliza en esta época. Junto a ella se manifiesta una corriente de poesía culta, que sigue muy de cerca los modelos procedentes de las literaturas provenzal e italiana.
  • En prosa perviven formas medievales y surgen nuevas formas que alcanzarán su máximo desarrollo en el siglo XVI. Entre estas últimas cabe destacar la novela de caballerías y la novela sentimental.


La poesía popular
Las canciones en romance que el pueblo cantaba asociadas a determinados juegos o trabajos o con motivo de las fiestas, las bodas u otras celebraciones, constituían un corpus lírico que venía transmitiéndose oralmente desde la Edad Media. Recuérdese que ya en el siglo XI había manifestaciones escritas de estas cancioncillas: las jarchas.
En el siglo XV, algunos poetas cultos empezaron a valorar, recoger e imitar esta poesía hecha por el pueblo. Tal es el caso, por ejemplo, del Marqués de Santillana y otros autores que incluyen en sus composiciones algunos versos de carácter tradicional:

Ellas dixeron: <<Amigo,
non sois vos el que buscamos,
mas cantad, pues que cantamos:
"Sospirando iba la niña
e non por mí,
que yo bien se lo entendí".>>

Dentro de la poesía popular de la época destacan también los romances.

El Romancero
A finales del siglo XIV, el interés por las creaciones épicas fue decayendo y los cantares de gesta dejaron de interesar al público castellano, que prefería formas poéticas más breves. Por eso los juglares dejaron de recitar los larguísimos cantares y centraron su atención en los momentos cumbres de los poemas o en aquellos pasajes que más éxito tenían entre el público.
Estos fragmentos se conservaron en la memoria de la gente y adquirieron vida propia, dando lugar a los romances.
Los romances son, pues, composiciones poéticas tradicionales de tono narrativo. Están formadas por un número variable de versos octosílabos cuya rima es asonante en los versos pares, quedando libres los impares.
Los romances se caracterizan por un estilo sencillo y sugerente, en el que abundan las fórmulas repetitivas y los paralelismos, como podemos apreciar en los siguientes versos:

En París está doña Alda
la esposa de don Roldán,
trescientas damas con ella
para bien la acompañar;
todas visten un vestido,
todas calzan un calzar,
todas comen a una mesa,
todas comían de un pan,
sino era doña Alda,
que era la mayoral.


Con el paso del tiempo y dado el éxito que alcanzaron estas composiciones, los juglares crearon nuevos romances, inspirándose en figuras o acontecimientos conocidos por todos o bien narrando aventuras o sucesos inventados. De este modo se fue creando el corpus de romances al que denominamos Romancero.

Clasificación de los romances
La variedad y el gran número de romances conservados han determinado la necesidad de establecer una clasificación de los mismos. Teniendo en cuenta el contenido de los romances, tradicionalmente se han establecido los siguientes grupos:
  • Romances históricos: La mayoría se refiere a las leyendas del rey don Rodrigo y la invasión musulmana o a figuras como Fernán González o el Cid.
  • Romances fronterizos: Fueron compuestos en la última etapa de la Reconquista y narran sucesos ocurridos en las fronteras con los reinos musulmanes. Un grupo de estos romances caracteriza al mundo musulmán como un mundo lleno de exotismo y color, poblado por seres caballerescos y generosos. Por ejemplo, el Romance de Abenámar.
  • Romances carolingios y bretones: Toman temas propios de la épica francesa y bretona y cuentan las hazañas de figuras legendarias como Carlomagno o Tristán.
  • Romances novelescos y líricos: Son composiciones inventadas por los poetas, aunque en ocasiones enlacen temáticamente con algunos de los romances de los grupos anteriores. Suelen contar pequeñas historias de amor y aventuras. Uno de los más conocidos dentro de este grupo es el Romance del conde Arnaldos.
El romance no es una composición exclusiva de los siglos XIV y XV, sino que se ha seguido cultivando hasta nuestros días. Por eso, y para situar los romances en el tiempo se suele también establecer una clasificación atendiendo al momento en que fueron compuestos, y así se habla de Romancero viejo (romances compuestos hasta el siglo XVI), medio (romances escritos durante el siglo XVI), nuevo (romances escritos en el siglo XVII) y modernos (romances compuestos a partir del siglo XVIII).

La poesía culta
La poesía culta del siglo XV comprende la poesía de cancionero y la poesía alegórica:
    Cancionero de Stúñiga
     Manuscrito conservado
     en la Biblioteca Nacional de Madrid
  • La poesía de cancionero muestra el influjo de la lírica provenzal y galaico-portuguesa. El florecimiento de esta corriente poética es consecuencia del refinamiento que se produjo en la nobleza, dedicada ahora a las fiestas palaciegas y al cultivo del arte. Aunque de tema variado, domina en esta poesía el "amor cortés", tema que permite al autor demostrar sus dotes poéticas a través de composiciones muy elaboradas y artificiosas donde la complejidad métrica se mezcla con los juegos de palabras, las antítesis y las paradojas. Este tipo de poesía cortesana se ha conservado en los denominados cancioneros. Los más famosos son el Cancionero de Baena, que contiene cerca de 600 composiciones de 56 autores diferentes, y el Cancionero de Stúñiga.
  • La poesía alegórica está directamente influida por los escritores italianos Dante Alighieri y Francesco Petrarca. Se trata de una poesía recargada, de tono elevado y solemne, en la que abundan los cultismos y las referencias a la mitología clásica. El introductor de la poesía alegórica en Castilla fue Micer Francisco Imperial, el primer poeta que intentó adaptar al castellano el verso endecasílabo italiano. Los principales poetas cultos del siglo XV fueron Jorge Manrique y el Marqués de Santillana.
Jorge Manrique
Jorge Manrique es un ejemplo del ideal de caballero que se tenía en la época: su vida representó una perfecta combinación de armas y letras.
Se cree que nació el año 1440 en Paredes de Nava (Palencia). Perteneciente a una antigua familia de Castilla, dedicó su vida a las armas y a las luchas políticas hasta que murió en 1479 batallando en defensa de los intereses de Isabel I.
Jorge Manrique nos ha dejado un total de 50 composiciones. La mayoría de ellas desarrolla asuntos amorosos y pertenece al tipo de poesía cortesana propio de la época. Escribió también algunas composiciones burlescas de escaso valor. Pero, sin duda, la obra que ha dado merecida fama a este autor han sido las Coplas que compuso con motivo de la muerte de su padre.

Las Coplas
Las Coplas son un conjunto de 40 estrofas en las que el autor reflexiona sobre la fugacidad de la vida y el sentido de la muerte, a la vez que realiza un elogio de su padre, don Rodrigo Manrique.
Cada copla, llamada copla de pie quebrado o mariqueña, está formada por dos sextillas y sigue el siguiente esquema métrico:

8a 8b 4c 8a 8b 4c     8d 8e 4f 8d 8e 4f

El poema suele dividirse en tres partes atendiendo a su contenido:
  • Coplas 1 - 13: Contienen una reflexión sobre la fugacidad de la vida y de sus placeres.
  • Coplas 14 - 24: Muestran una ejemplificación de las consideraciones generales expuestas en la primera parte.
  • Coplas 25 - 40: Se exalta la figura del destinatario de las Coplas, don Rodrigo Manrique, quien mantiene un diálogo con la muerte y entrega su alma al final del poema.
El verdadero valor de las Coplas radica en la originalidad con que el autor trata el tema de la muerte. En efecto, aunque las composiciones escritas con motivo de la muerte de personajes ilustres eran muy frecuentes, en ellas se solían realizar las mismas reflexiones y se recurría a los mismos ejemplos. Jorge Manrique, sin embargo, mediante la utilización de un tono sencillo y cercano consigue que sus pensamientos parezcan nuevos. Además, incorpora ideas propias de la nueva mentalidad, como, por ejemplo, la importancia de la fama.

Marqués de Santillana
Íñigo López de Mendoza, marqués de Santillana, fue un temido guerrero, un influyente político y un hombre culto preocupado por recopilar el saber de su época.
Su interés por la literatura le llevó a reflexionar sobre cuestiones literarias. Así, por ejemplo, en la Carta al condestable de Portugal recoge una breve relación de poetas que algunos consideran la primera historia de la literatura peninsular; y en esta misma obra establece una clasificación de la poesía en tres categorías: sublime, mediocre e íntima. La poesía sublime se corresponde con la poesía clásica, la mediocre es la poesía escrita en lengua romance y la poesía íntima es la de los romances y cantares que gustan al pueblo llano.
A imitación de Dante escribió el Infierno de los enamorados y la Comedieta de Ponza, ambiciosas obras que imitan las grandes obras clásicas. También pretendió imitar la métrica italiana con sus Sonetos hechos al itálico modo.
Pero el Marqués de Santillana ha adquirido su fama gracias no a esas obras de inspiración italiana sino a su colección de serranillas, pequeñas composiciones en versos de seis u ocho sílabas en las que se narra con delicadeza y elegancia el encuentro de un caballero con una serrana.

Los nuevos caminos de la prosa
Durante el siglo XV, la literatura en prosa se basa en la imitación de los clásicos latinos y de la literatura italiana. En general se trata de una prosa artificiosa y llena de cultismos pero que abre el camino de la floreciente prosa del siglo XVI.
Las principales corrientes de la época son la prosa didáctica, la prosa histórica y la prosa de ficción.
  • La prosa didáctica sigue fiel al objetivo literario medieval de educar y modificar comportamientos. Una de las obras más destacadas de esta corriente es el Corbacho, de Alfonso Martínez de Toledo, arcipreste de Talavera, obra que combina la intención didáctica con una cierta vena crítico-satírica.
Pues en los papas sucede esto: que desean algunos su muerte para suceder a otro en su lugar; en los emperadores eso mismo; en los reyes igual; que el hijo desea la muerte al padre por ser él rey y ser señor; el hermano del rey desea a su hermano la muerte por suceder en el reino; y en los duques, condes, caballeros, gentilhombres, ciudadanos, burgueses, mercadores y menestrales sí ocurre desear la muerte unos a otros -así los parientes como extraños- por heredar, más alcanzar y más valer, y de mayores estados ser.
  • La prosa histórica adquiere un gran desarrollo en este siglo. Las lecturas de los grandes historiadores de la antigüedad despiertan el interés por este campo. Además, los reyes y los nobles se sirven de este tipo de literatura para ensalzarse o para justificar sus actividades. El resultado es un buen número de crónicas de reinados, de libros de linajes y de biografías de personajes ilustres. A este género pertenece la obra Generaciones y semblanzas, de Fernán Pérez de Guzmán, y Claros varones de Castilla, de Hernando del Pulgar.
  • La prosa de ficción se desarrolla durante este siglo a través de dos géneros diferentes: la novela de caballería y la novela sentimental:
    • La novela de caballerías narra las aventuras de un caballero al que mueve tanto el amor por su dama como el afán de heroísmo individual. Este género tiene su desarrollo en el siglo XVI, pero es precisamente en el siglo XV cuando aparecen dos de las obras maestras del género: el Amadís de Gaula y el Tirant lo blanch.
    • La novela sentimental responde a los nuevos gustos e ideales de inspiración burguesa. Es una novela marcada por el intimismo y la subjetividad en la que la pasión amorosa se describe con estudiado detenimiento. Cárcel de amor, de Diego de San Pedro, es la mejor muestra de este tipo de novelas.
El despertar del teatro
En Castilla, la producción teatral medieval fue muy reducida y se limita a escenas religiosas. En realidad, el primer autor que podemos caracterizar como dramático pertenece al siglo XV. Se trata de Gómez Manrique, autor de la Representación del Nacimiento de Nuestro Señor, obra que se inscribe aún dentro de la tradición medieval.
El auténtico despertar del teatro se debe a un autor de finales del siglo XV, Juan del Encina, quien se acerca ya a los nuevos gustos y formas renacentistas. A este autor se debe el inicio de toda una tradición de piezas de teatro profanas alejadas de los antiguos temas medievales.
Pero la verdadera obra cumbre del teatro medieval es La Celestina, obra que refleja claramente la crisis de las viejas ideas medievales y la llegada de un nuevo mundo renacentista.