miércoles, 14 de noviembre de 2012

El Lazarillo de Tormes y la historia

Se ha tratado de estudiar el Lazarillo a través de una perspectiva histórica, pero no se trata ésta de una tarea fácil de resolver. Es tanto una simpleza hablar de que es un documento histócio con un trasfondo social, como lo es hablar del Lazarillo solamente desde una perspectiva artística. De hecho, toda literatura parte de un contexto o problema social, y cuando decimos social, tenemos que incluir el concepto de cultura general. Pero, ¿qué es lo que hay en el Lazarillo que tanto llama la atención sobre los elementos históricos y sociales?
En primer plano, está el mundo de la mendicidad. El tan mentado "hubo más mendigos en España que en los otros países europeos", y de ahí el nacimiento de la picaresca en España, es un absurdo total. Igualmente, la pluralidad de miembros del clero en la obra no corresponde con la observación de que "en España había más clérigos que artesanos". De hecho, el autor se ocupa del ciego como prototipo universal de la avaricia, malicia, falsedad y crueldad, cualidades todas que encajan tan mal en quien está continuamente orando y pidiendo en nombre de Dios. Y la presencia de clérigos en la obra se relaciona con la literatura de protesta religiosa del erasmismo. Cada religioso personifica un vicio inaceptable en los servidores de Cristo.

El escudero es considerado como ejemplo de la nobleza transplantada o del grupo de segundones en la vida española, y otros ejemplos semejantes. En la obra, el escudero es el personaje que se acerca a un problema histórico-social, tangible más que cualquier otro personaje del libro. Es la configuración de una actitud religioso-social: el tema de la honra. El escudero es el prototipo de quien sufriría todo por la honra; más por su honra que por Dios mismo. Este personaje encarna una actitud que desconoce los ideales religiosos, y de ahí sus actitudes inaceptables. Y el autor, por otro lado, españoliza a este personaje, de manera que forma a un tipo reconocible histórica y socialmente.
Hay otros atisbos de una realidad social, como el movimiento de la madre de Lázaro desde el pueblo a la ciudad. Este elemento demográfico es perfectamente identificable en el siglo XVI, y en parte debido a eso Lázaro llega a ser un ejemplo de desagarrado social.
El Arcipreste del capítulo séptimo sobrepasa a cualquier modelo boccaccesco del cura lascivo. Hay una tremenda constancia en la literatura coetánea al Lazarillo de curas amancebados. Esta literatura echa mano a lo que está más cerca, como es este problema de los curas concubinarios, de uno de los cuales es víctima voluntaria y consentidora Lázaro.
Según el crítico italiano Del Monte, Lázaro es un símbolo de España: Lázaro es España, y su nacimiento, infancia, adolescencia y madurez son simbólicos de un hombre que pertenece a un orden social plagado de problemas, víctima de descuidos y desórdenes económicos, consecuencia de guerras y luchas por el poder.  La referencia al emperador al final del libro, apunta a que la gloria es efímera: los triunfos militares no oscurecen el hecho de que hay varios estratos de la sociedad española que no sólo no comparten ese mundo fausto sino que sufren como consecuencia de su condición social. La política española y las repercusiones que conlleva en el plano económico, no significan mejoramiento alguno para Lázaro. Lo único que le queda a Lázaro es comprometerse para sobrevivir. El Lazarillo ofrece inconfundiblemente una perspectiva envuelta en una fina ironía a aquéllos que han puesto a España en un camino socio-económico y religioso hacia abajo, y Lázaro es el vehículo que cuaja los hilos temáticos de este punto de vista.
El Lazarillo enfoca con toda verosimilitud a una determinada sociedad. Luego, el autor manipula sus elementos para hacer resaltar la tesis social de que el país que se considera por encima de los demás países cristianos, con sus guerras, política y malmanejo de bienes, ha creado un desastre.