jueves, 5 de abril de 2012

Contenido y estructura de las Coplas

La causa ocasional de las Coplas fue la desaparición de un ser querido, un hecho concreto. Pero desde este punto de partida, el poeta trasciende a una generalización que le permite hacer un despliegue de temas coherentes entre sí, y quedan enumerados como piezas al servicio de una unidad orgánica perfectamente estructurada. Ninguno de ellos es nuevo, puesto que todos están integrados dentro de una larga tradición literaria; pero sí lo son en su ensambladura concordante y su significado total.
Esta gran articulación orgánica que constituye el conjunto del poema, puede desmontarse en principio en tres partes. La primera, de carácter filosófico y universal; la segunda, ejemplificadora con hechos concretos aducidos como datos probatorios de las anteriores afirmaciones generales; la última, individualizada con el caso de don Rodrigo. Notemos en todo esto dos puntos importantes:


     a) Manrique adopta un proceso que va de lo general a lo particular. Pudo haber seguido una marcha inversa, pero este procedimiento no es casual ni indiferente, sino que cumple una misión en el poema colocando en la cima la figura de su padre como erigida sobre una firme base. Podríamos decir que el poema acaba en punta en lugar de desvanecerse en consideraciones dogmáticas de tipo general. Parece lícito pensar que esta disposición es un acierto y que refleja una intención bien determinada de su autor.
     b) Hay quien supone que las dos primeras partes del poema, hasta la copla XXIV inclusive, fueron escritas antes de la muerte de don Rodrigo. El primer tercio ocupa las coplas I - XIII y comprende tres estrofas iniciales que proponen el tema; otra, la IV, de invocación, y nueve más, de exposición.

Los ciento cincuenta y seis versos primeros tienen un carácter de meditación general sobre la fugacidad de la vida y la inestabilidad de las cosas del mundo.

Este estudio, así como las otras entradas sobre Jorge
Manrique que hay en este blog, están tomados de la
introducción de Jesús Manuel Alda Tesán,
en su edición para Cátedra de 1979.
COPLA I


     Recuerde el alma dormida,
avive el seso e despierte,
          contemplando
cómo se passa la vida;
cómo se viene la muerte
          tan callando;
     cuán presto se va el plazer;
cómo, después de acordado,
          da dolor;
cómo, a nuestro parescer,
cualquiere tiempo passado
          fue mejor. 

La introducción con la palabra recuerde es ya un primer detalle poético. Recordar es aquí "volver en sí", "despertar de un letargo". No es "traer a la memoria", sino que "el alma dormida ha de despertar". Es, por tanto, una exhortación al alma mundanizada para que se eleve y recupere la conciencia de su verdadera naturaleza, que le permitirá contemplar, en el doble sentido de "ver" y de "meditar", el fugaz paso de la vida.
Otro punto controvertible dentro de esta misma copla es la equivocada interpretación de que "cualquier tiempo pasado fue mejor". Manrique no se refiere a una cualidad superior de lo que ocurrió en el pasado; afirma que es mejor ver las cosas como ya pasadas, puesto que tienen tal inestabilidad en el presente. Esta interpretación se reafirma en la estrofa segunda, continuación de la primera mediante la consecutiva "pues".

COPLA II


     Pues si vemos lo presente,
cómo en un punto s'es ido
          e acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo non venido
          por passado.
     Non se engañe nadi, no,
pensando que ha de durar
          lo que espera
más que duró lo que vio,
pues que todo ha de passar
          por tal manera.

El subtema de los ríos, de tan rica tradición hasta nuestros días, es uno de los que han merecido más comentarios, y esta estrofa ha pasado a ser literalmente del dominio del público. Es perfecta y, como a la rosa, no hay que tocarla.


COPLA III


     Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
          qu'es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
          e consumir;
     allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
          e más chicos,
allegados, son iguales
los que viven por sus manos
          e los ricos.


En la invocación, Manrique quiere dar a su poema una intención y un carácter cristiano acusando la falsedad ponzoñosa de los mitos e invocando "de verdad" a Cristo.


INVOCACIÓN - COPLA IV


     Dexo las invocaciones
de los famosos poetas
          y oradores;
non curo de sus ficciones,
que traen yerbas secretas
          sus sabores.
     Aquél sólo m'encomiendo,
Aquél sólo invoco yo
          de verdad,
que en este mundo viviendo,
el mundo non conoció
          su deidad. 


Las coplas V, VI y VII parten del viejo y acreditado símbolo mundo = camino, e insinúan la contraposición vida terrena - vida eterna, buena la primera si su fin fuera alcanzar la verdad de la segunda. Lugares comunes de la moral y de la predicación, pero ahí está la difícil facilidad manriqueña para crear con algo tan manido la belleza severa y grave de esos versos desnudos y palpitantes que describen la jornada del hombre en la tierra:


COPLA V


     Este mundo es el camino
para el otro, qu'es morada
          sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar este jornada
          sin errar.
     Partimos cuando nascemos,
andamos mientra vivimos,
          e llegamos
al tiempo que feneçemos;
assí que cuando morimos,
          descansamos.


Las coplas VIII - XIII sirven como demostración de lo dicho en las anteriores, mostrando como ejemplos generalizados la pérdida de la belleza juvenil, la decadencia de la rancia nobleza, y las riquezas y honores que nos abandonan a la hora de la muerte. Todo acaba con esa acogedora metáfora del arrabal de senectud. Tan próximas están la vejez y la muerte, que no son más que un arrabal inmediato.


COPLA IX


     Dezidme: La hermosura,
la gentil frescura y tez
          de la cara,
la color e la blancura,
cuando viene la vejez,
          ¿cuál se pára?
     Las mañas e ligereza
e la fuerça corporal
          de juventud,
todo se torna gravez
cuando llega el arrabal
          de senectud.


No le basta a Manrique todo esto para dejar bien afirmado lo que quiere decir, e insiste en una nueva copla para dejar cerrado el ciclo. Los goces sensuales, los placeres e dulçores, aparecen con su engañoso halago para mostrar enseguida, con simbolismo militar de soldado activo, cómo esos goces no son más que avanzadillas que hacen correría en descubierto y van a caer en la trampa o celada preparada por el enemigo: corredores, celada, muerte.


COPLA XIII


     Los plazeres e dulçores
desta vida trabajada
          que tenemos,
non son sino corredores,
e la muerte, la çelada
          en que caemos.
     Non mirando a nuestro daño,
corremos a rienda suelta
          sin parar;
desque vemos el engaño
y queremos dar la vuelta
          no hay lugar.


Hasta aquí la primera parte. Las coplas XIV y XV son, a la vez que un enlace con la segunda parte, una introducción a ésta. Comienza la particularización casuística con esos reyes poderosos y con papas y emperadores e perlados, y los contrapone con los pobres pastores de ganado. La muerte los tratará a todos igual aunque parezca fuerte al orgullo de los señores.


COPLA XIV


     Esos reyes poderosos
que vemos por escripturas
          ya passadas
con casos tristes, llorosos,
fueron sus buenas venturas
          trastornadas;
     assí, que no ay cosa fuerte,
que a papas y emperadores
          e perlados,
assí los trata la muerte
como a los pobres pastores
          de ganados.


Nueve coplas, XVI - XXIV, nos permiten asistir al más lucido y solemne desfile procesional de muertos de ayer con sus nombres concretos e individuales. Lo que en poemas anteriores ha sido una danza macabra y contorsionada de meros símbolos: el papa, el rey, el labrador; será ahora una ordenada marcha militar de difuntos ilustres: el rey don Juan, sus próximos parientes los Infantes de Aragón, los reyes don Enrique y don Alfonso... y a tantos duques excelentes, tantos marqueses e condes e barones. Unidos amigos y enemigos. Y con ellos, sus coloreados cortejos, sus atributos, ropas chapadas, "fabridas" vajillas (esto es, fabricadas con esmero), infinitos tesoros. Pero todos muertos. El contacto con la trágica realidad se mantiene a través de las repetidas interrogaciones en que se desdobla el Ubi sunt?, pero por un momento se han hecho presentes justas y torneos, tocados y olores, músicas y danzas, para decirnos a continuación que todo fueron verduras de las eras y rocíos de los prados, dos metáforas ilustres que con el tiempo han llegado a lexicalizarse.
La acumulación de tantos elementos ordenados en series enumerativas perfectamente encajadas pondera las dimensiones de tanta suntuosidad cuya pérdida se encarece con el patetismo de las interrogaciones repetidas y con la reiteración anafórica del qué.


COPLA XVI


     ¿Qué se hizo el rey don Joan?
Los Infantes d'Aragón
          ¿qué se hizieron?
¿Qué fue de tanto galán,
qué de tanta inuinción
          que truxeron?
     ¿Fueron sino devaneos,
qué fueron sino verduras
          de las eras,
las justas e los torneos,
paramentos, bordaduras
          e çimeras?


COPLA XVII


     ¿Qué se hizieron las damas,
sus tocados e vestidos
          sus olores?
¿Qué se hizieron las llamas
de los fuegos encendidos
          d'amadores?
     ¿Qué se hizo aquel trovar,
las músicas acordadas
          que tañían?
¿Qué se hizo aquel dançar,
aquellas ropas chapadas
          que traían?


COPLA XIX


     Las dádivas desmedidas,
los edeficios reales
     llenos d'oro,
las vaxillas tan fabridas,
los enriques e reales
          del tesoro,
     los jaezes, los caballos
de sus gentes e atavíos
          tan sobrados
¿dónde iremos a buscallos?;
¿qué fueron sino rocíos
          de los prados?


Las coplas XXIII y XXIV actúan como un epifonema que tras la aportación ejemplificadora de los datos concretos anteriores establece la doble conclusión de que, primero, de nada sirve la grandeza del mundo que la muerte deshace; y segundo, tampoco sirve de nada ofrecer resistencia aunque sea con ejércitos numerosos portadores de enseñas nobles, o con fortalezas invencibles, o con trincheras y casamatas guarnecidas -esa cava honda, chapada-, o con cualquier otro medio defensivo, puesto que hay una flecha que lo passa todo de claro.


COPLA XXIII


     Tantos duques excelentes,
tantos marqueses e condes
          e varones
como vimos tan potentes,
dí, Muerte, ¿dó los escondes,
          e traspones?
     E las sus claras hazañas
que hizieron en las guerras
          y en las pazes,
cuando tú, cruda, t'ensañas,
con tu fuerça las atierras
          e desfazes.


COPLA XXIV


     Las huestes inumerables,
los pendondes, estandartes,
          e banderas,
los castillos impugnables,
los muros e baluartes
          e barreras,
     la cava honda, chapada,
o cualquier otro reparo,
          ¿qué aprovecha?
Cuando tú vienes airada,
todo lo passas de claro
          con tu flecha.


Pero la fúnebre procesión no ha terminado aún. En último lugar, el de honor, está don Rodrigo. Varias razones exigen esta colocación:

  • Una es que se trata del ejemplo más inmediato en el tiempo, del muerto más reciente.
  • Otra, que si en los personajes anteriores, sus valores están insinuados con ligeros, aunque magníficos, toques, aquí es preciso dar una mayor magnitud a la exposición del nuevo personaje.
  • Otra relacionada con la estructura del poema, que va de lo abstracto a lo concreto.
  • Y otra, por fin, de carácter intencional, que testifica el objetivo del poeta: erigir un monumento a la memoria de Rodrigo Manrique, y esto no podía ir más que al final.
También en esta tercera parte del ciclo aparecen equilibrados sus dos temas fundamentales distribuidos en ocho coplas cada uno. El primero se refiere al elogio de don Rodrigo; el otro, dedicado a su contacto con la muerte.
Manrique dice que no es necesario resaltar los méritos del maestre, pero esto no va a ser más que un convencional punto de partida que destacará todavía más la grandeza del difunto.

COPLA XXV

     Aquel de buenos abrigo,
amado, por virtuoso
          de la gente,
el maestre don Rodrigo
Manrique, tanto famoso
          e tan valiente;
     sus hechos grandes e claros
non cumple que los alabe,
          pues los vieron;
ni los quiero hazer caros,
pues qu'el mundo todo sabe
          cuáles fueron.

Los méritos del maestre están ordenados en dos categorías de distinta índole: una, la primera, expone las virtudes naturales del héroe; en la otra se relacionan sus hazañas. Así, vienen a ser, respectivamente, el retrato moral de don Rodrigo y el compendio de su conducta.
En las ocho primeras coplas de esta tercera parte, el poeta adopta un tono de exaltación heroica y una forma tendente a lo narrativo muy en línea con sus fines primordiales.


COPLA XXVI


     Amigo de sus amigos,
¡qué señor para criados
          e parientes!
¡Qué enemigo d'enemigos!
¡Qué maestro d'esforçados
          e valientes!
     ¡Qué seso para discretos!
¡Qué gracia para donosos!
          ¡Qué razón!
¡Qué benino a los sujetos!
¡A los bravos e dañosos,
          qué león!


COPLA XXIX


     Non dexó grandes tesoros,
ni alcançó muchas riquezas
          ni vaxillas;
mas fizo guerra a los moros
ganando sus fortalezas
          e sus villas;
     y en las lides que venció,
cuántos moros e cavallos
          se perdieron;
y en este oficio ganó
las rentas e los vasallos
          que le dieron.


En la segunda mitad, y para remate de este clímax ininterrumpido, aparece la Muerte, que dialoga con su víctima. El hecho va a ocurrir del modo más natural y exento de toda espectacularidad. Aquí va a mostrar el poeta su sentido cristiano de la muerte inesquivable, y con la sencillez de esta escena impresionante obtendrá un resultado poético mucho más vivo y veraz que las melodramáticas gesticulaciones que venían usándose. La Muerte llamará a la puerta y va a hablar, casi como una voz en off. No se la describe para nada, y de este modo se evita la caída en el mal gusto del aparato teatral y de la pintura acostumbrada del personaje esquelético con su crujir de huesos, su gesto macabro y su guadaña amenazante. Su voz, casi podría decirse su media voz, adecuada a un instante que no debe ser falseado por ningún elemento perturbador, se desliza suave y persuasivamente y parece como una reflexión del propio agonizante que ve ahora lo que es el momento supremo. Ante él aparecen entonces las tres dimensiones de la vida: la de los "estados mundanales", que se quedan aquí; la de la "fama gloriosa", que permanece en el recuerdo de los que nos sobreviven, y el "vivir perdurable", ganado "con trabajos e aflicciones contra moros".
Y con el consuelo y hasta la satisfacción de haber conseguido una vida perfecta, casi una obra de arte, viene la aceptación "plazentera, clara e pura", la oración final y el paso definitivo.


COPLA XXXIII


     Después de puesta la vida
tantas vezes por su ley
          al tablero;
después de tan bien servida
la corona de su rey
          verdadero;
     después de tanta hazaña
a que non puede bastar
          cuenta cierta,
en la su villa d'Ocaña
vino la Muerte a llamar
          a su puerta,


COPLA XXXIV


     diziendo: "Buen caballero,
dexad el mundo engañoso
          e su halago;
vuestro corazón d'azero
muestre su esfuerço famoso
         en este trago;
     e pues de vida e salud
fezistes tan poca cuenta
          por la fama;
esfuércese la virtud
para sofrir esta afruenta
          que vos llama."


COPLA XXXV


     "Non se vos haga tan amarga
la batalla temerosa
          qu'esperías,
pues otra vida más larga
de la fama gloriosa
          acá dexáis.
     Aunqu'esta vida d'honor
tampoco no es eternal
          ni verdadera;
mas, con todo, es muy mejor
que la otra temporal,
          peresçedera".


COPLA XXXVI


     "El vivir qu'es perdurable
non se gana con estados
          mundanales,
ni con vida delectable
donde moran los pecados
          infernales;
     mas los buenos religiosos
gánanlo con oraciones
          e con lloros;
los caballeros famosos,
con trabajo e aflicciones
           contra moros".


[Responde el Maestre:]


COPLA XXXVIII


     "Non tengamos tiempo ya
en esta vida mesquina
          por tal modo,
que mi voluntad está
conforme con la divina
          para todo;
     e consiento en mi morir
con voluntad plazentera,
          clara e pura,
que querer hombre vivir
cuando Dios quiere que muera,
          es locura".


COPLA XL


     Assí, con tal entender,
todos sentidos humanos
          conservados,
cercado de su mujer
y de sus hijos e hermanos
          e criados,
     dio el alma a quien se la dio
(el cual la ponga en el cielo
          en su gloria),
que aunque la vida perdió
déxonos harto consuelo
          su memoria.