domingo, 10 de abril de 2016

El tema de España en el Modernismo

Ruben Darío es en el tema de España, como en tantas otras cosas, precursor y ejemplo. Ya en su primer viaje a España, en 1892 (conmemoración del Descubrimiento) saluda a "la Patria madre". Y la admiración que despertaría entre nosotros acendró su españolismo. Pero su amor por España no le impide una visión crítica, vecina en más de un punto a la de los noventayochistas. Así se observa en España contemporánea (1901), colección de artículos en los que recoge el ambiente de nuestro país tras el Desastre, y que constituye un inestimable retrato moral de la España de fin de siglo. Junto a sus ironías sobre los poetas decimonónicos, destacan sus testimonios sobre la pobreza del ambiente cultural madrileño o sobre la política del momento:

Sagasta olímpico está enfermo. Castelar está enfermo; España ya sabéis en qué estado de salud se encuentra; y todo el mundo, con el mundo al hombro o en el bolsillo, se divierte: ¡Viva mi España!

Compartió, pues, las inquietudes del 98 con sus amigos españoles, pero, sobre todo, tomó la pluma para animar a los vencidos y execrar a los vencedores. En su gran libro de 1905, Cantos de vida y esperanza, el tema de España y de lo hispánico, ocupa un lugar eminente. Ahí están poemas como "Al rey Óscar", "Cyrano en España", "Letanía a Nuestro Señor Don Quijote", además de los decicados al Greco, a Cervantes, a Góngora y Velázquez, a Goya... En otras composiciones vibra una intensa preocupación política. En la famosa "Salutación del optimista", reacciona contra la indolencia y el desaliento producidos por la derrota, y manifiesta su positiva fe en España, fraternalmente unida a los pueblos hispánicos. Su "Oda a Roosevelt" increpa duramente a los Estados Unidos y les opone el espíritu español. La amenaza de la creciente influencia norteamericana se halla igualmente en estos versos de "Los cisnes":

La América española, como la España entera,
fija está en el Oriente de su fatal destino;
yo interrogo a la Esfinge que el porvenir espera
con la interrogación de su cuello divino.

¿Seremos entregados a los bárbaros fieros?
¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés?
¿Ya no hay nobles hidalgos ni bravos caballeros?
¿Callaremos ahora para llorar después?

En los modernistas españoles, en cambio, será difícil encontrar muestras de una inquietud crítica por la realidad española del momento. Lo que sí hallaremos son finas captaciones sensoriales, impresionistas, del paisaje, presididas por metas estéticas, o evocaciones de figuras históricas a modo de estampas.
Manuel Machado (1874-1947) es, en este sentido, muy característico. Si en su libro Alma (1900) figura el famoso poema "Castilla" (espléndida versión lírica del episodio del Cid y la niña), domina en su obra la atención al pintoresquismo, sobre todo andalucista, como en La fiesta nacional (1906), ejemplo de insuperable ligereza en el tratamiento del tema taurino. Ligereza y gravedad se combinan magistralmente en Cante hondo (1912), libro en que asimila con asombrosa autenticidad el tono popular de soleares, sevillanas, malagueñas, etc.
Comentando en 1945 su trayectoria, en comparación con la del 98, diría Manuel Machado:

Yo fui el primero en poner, por entonces, sobre el tablero los temas españoles, netamente españoles.(...) Yo no continué por ese camino, si bien la nota sentimental y lírica adoptó, en mí, la forma hondamente castiza de los cantares del pueblo.

Hablando de los noventayochistas, confiesa que "no les seguía por los caminos de la visión crítica". Era un hombre que estaba, según sus propias palabras, "totalmente de espaldas a las cuestiones políticas... o, mejor, cuya política consistía en escribir versos lo mejor posible".
Tampoco es la visión crítica lo que caracteriza, salvo excepción, a otros autores adscribibles al Modernismo:
  • Juan Ramón Jiménez, en su etapa modernista, nos ofrece nostálgicas notas de paisaje.
  • Autores como Marquina o Villaespesa, aparte su poesía colorista, cultivan un teatro de temas históricos con una significación netamente tradicionalista.
  • Valle-Inclán es un caso especialísimo. En su producción inicial hay cuadros sobrecogedores del mundo rural. Y en su obra posterior se caracterizará por una crítica despiadada de la realidad española.