jueves, 17 de abril de 2014

La Generación del 27

El vanguardismo literario en España se manifestó a través de un grupo de escritores que empiezan a publicar desde los años veinte. Se les conoce como Generación del 27 porque en ese año se reunieron para rendir homenaje a Góngora en el tercer centenario de su muerte. Este poeta barroco se convierte en maestro de unos poetas que buscaban una poesía esencialmente metafórica, brillante y pura, alejada de la suntuosidad y sentimentalismo modernistas.
Además de volver a Bécquer, como maestro más próximo, reconocerán a Juan Ramón Jiménez, por su tendencia a la poesía desnuda, despojada de anécdota.
Estos poetas recuperarán, por una parte, la tradición popular española en cuanto a la métrica y los temas. Por otra parte, cuentan con lo que recogen del ultraísmo: la asociación ilógica y las imágenes chocantes, y con lo que toman del surrealismo: la libertad de expresión del inconsciente, lo irracional del subconsciente.
Todas estas influencias, unidas a su formación y calidad -muchos de ellos son profesores de filología-, van a configurar una generación con un alto grado de perfección y madurez, a la que se calificará de Segunda Edad de Oro de las letras españolas.
En cuanto a la métrica, utilizan las estrofas tradicionales: romances, coplas, sonetos, silvas, y se les puede considerar como los iniciadores del verso libre.
Estos autores siguieron diversas tendencias:
 a)  La poesía popular está maravillosamente representada por Federico García Lorca y Rafael Alberti, que revitalizan las coplas tradicionales:

¡Qué blanca lleva la falda
la niña que se va al mar!
¡Ay, niña, no te la manche
la tinta del calamar!
RAFAEL ALBERTI

 b)  La poesía surrealista, elaborada con imágenes del subconsciente, sin afán de control. En ella destacan Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, García Lorca y Alberti:

Yo fui
Columna ardiente, luna de primavera,
Mar dorado, ojos grandes.
Busqué lo que pensaba;
Pensé, como al amanecer en sueño lánguido,
Lo que pinta el deseo en días adolescentes.
LUIS CERNUDA

 c)  La poesía neorromántica supone una vuelta al sentimentalismo que aparece en Dámaso Alonso, Gerardo Diego y Pedro Salinas:

EL CIPRÉS DE SILOS
Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanado a sí mismo en loco empeño.
Mástil de soledad, prodigio isleño;
flecha de fe, saeta de esperanza.
Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza,
peregrina al azar, mi alma sin dueño.
Cuando te vi, señero, dulce, firme,
qué ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú, vuelto en cristales [...].
GERARDO DIEGO

 d)  La poesía pura, que busca la belleza desnudamente, tiene su máximo representante en Jorge Guillén con Cántico:

PERFECCIÓN
Queda curvo el firmamento,
Compacto azul, sobre el día.
Es el redondeamiento
Del esplendor: mediodía.
Todo es cúpula. Reposa,
Central sin querer, la rosa,
A un sol en cenit sujeta.
Y tanto se da el presente,
Que el pie caminante siente
La integridad del planeta.

Miguel Hernández no pertenece propiamente al grupo del 27 por ser más joven que ellos, pero se le considera más de esta generación que de la del 36, porque murió muy pronto. Por su amistad con algunos del 27 se le incluye aquí.


Federico García Lorca
1898 - 1936
 Federico García Lorca 
Nace en Fuente Vaqueros (Granada). Estudia, en Granada y en Madrid, Filosofía y Letras y Derecho. En la Residencia de Estudiantes conoce y se relaciona con muchos de los jóvenes promesa del arte de su tiempo: Dalí, Buñuel, y algunos de los poetas de su grupo. Viaja a Nueva York y Cuba. Su atracción por el teatro le lleva a Buenos Aires como director de compañía. Más tarde dirige y lleva por toda España una compañía de teatro ambulante, "La Barraca", para difundir el teatro clásico español entre el pueblo.
Muere asesinado al comienzo de la guerra civil por motivos aún no del todo claros.

¿Qué escribe?
Fue ante todo poeta y autor de teatro.
Como poeta cultiva la lírica popular de sabor tradicional con imágenes y símbolos originales, salidos de su visión surrealista de la realidad. En sus poemas se repiten ciertos símbolos que, por sus connotaciones, se pueden denominar lorquianos: toro = violencia, sangres; luna = muerte.
De sus obras destacaremos:
- Romancero gitano: un acercamiento a lo ancestral, mítico y pasional del pueblo gitano.
- Poema del cante jondo: bucea en el fondo de angustia dramática que se esconde en el folclore andaluz.
La tendencia surrealista pura de la poesía de su tiempo la incorpora también a su obra en Poeta en Nueva York, donde manifiesta la opresión de esa ciudad sobre los marginados.
Entre sus últimos poemas destaca la elegía Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías, de tremenda fuerza dramática.
Como dramaturgo representa lo mejor del teatro lírico no sólo de su momento, sino de todo el siglo XX. Plasma en sus tragedias dramáticos conflictos situados en un opresor ambiente rural, con la muerte como única salida: Bodas de sangre, Yerma y La casa de Bernarda Alba.
En La zapatera prodigiosa, Doña Rosita, o el lenguaje de las flores, El retablillo de don Cristóbal cultiva otra faceta teatral, son farsas cercanas al mundo de los títeres.
Temas comunes a su lírica y a su dramática son la muerte, el amor frustrado, la opresión de la mujer, el afán de libertad...
Su lenguaje se adapta a lo dramático de su obra por lo violento y sugerente de sus metáforas, y por la fuerza de sus símbolos: el caballo (lo sexual), los gitanos (el misterio), los cuchillos (la sangre), el color verde (la muerte).


Miguel Hernández
1910 - 1942
 Miguel Hernández 
Es alicantino. Nace en Orihuela, donde su padre, y después él, cuidaba de los rebaños de la familia, de ahí que su formación poética sea autodidacta. Tras publicar unos poemas en la prensa local, con veinticuatro años se traslada a Madrid, donde entra en relación con los poetas del 27, especialmente Aleixandre, García Lorca y Alberti, y traba amistad con Neruda, que le ayudan a abrirse camino. Durante la guerra civil opta por el bando republicano, lo que le supondrá la cárcel y la pena de muerte, conmutada después por treinta años de cárcel. En ella enferma de tuberculosis, y sufre moralmente aún más al saber de la misera en que vive su mujer alimentándose sólo de pan y cebolla para criar a su hijo. A éste le dedica la conmovedora Nana de la cebolla. Muere a los treinta y un años, dejando como despedida estos versos:

¡Adiós, hermanos, camaradas, amigos,
despedidme del sol y de los trigos!

¿Qué escribe?
Por sus lecturas personales, coincide con los del 27 en su fervor neogongorino.
Se pueden establecer dos etapas en la obra de Miguel Hernández:

 Primera etapa 
Antes de la guerra civil. En un verso preciosista y metafórico escribe su primer libro, Perito en lunas. En El rayo que no cesa cultiva el soneto amoroso apasionado, al estilo de Quevedo. Incluye su conocida Elegía a Ramón Sijé, en la que da rienda suelta al sentimiento desolado por la muerte de su gran amigo.
 Segunda etapa 
Viento del pueblo, escrito durante la guerra, es un conjunto de versos al servicio de una proclama social: derecho a la libertad, a levantarse contra el opresor... Es el libro que mejor refleja el dolor de una España bañada en sangre.
Cancionero y romancero de ausencias, terminado en la cárcel, es la obra de tonos más amargos aunque con cierta esperanza en el futuro.

El barroquismo inicial de herencia gongoriana deja paso a un lenguaje que se debate entre el amor y la violencia, siempre de modo apasionado. Son notables por su violencia las imágenes poéticas que le provocan la experiencia del dolor y de la muerte. Paulatinamente, la expresión de sus sentimientos se va haciendo más sobria y concisa.