sábado, 9 de enero de 2016

El estilo de Pío Baroja

Ha sido frecuente afirmar que Baroja "escribe mal". Y frente a ello, el pulcro Azorín dijo que el de Baroja era "un gran estilo". Por una parte, en efecto, son evidentes sus incorrecciones gramaticales, que él mismo atribuía a su origen: su español -decía- es el de un vasco y no el de un castellano casticista.
Pero, por otra parte, su estilo es perfectamente coherente con su ideal de espontaneidad narrativa. Baroja lleva al extremo la tendencia antirretórica de los noventayochistas. O mejor, afirma su voluntad de hacerse "una retórica de tono menor", hecha de "continencia y economía de gestos", y desprovista de aquellas galas convencionales que le parecían "adornos de cementerio". He aquí una afirmación fundamental recogida en sus Memorias:

Para mí, no es el ideal del estilo ni el casticismo, ni el adorno, ni la elocuencia; lo es, en cambio, la claridad, la precisión, la rapidez.

El resultado de esa voluntad de estilo es, en efecto, una prosa rápida, nerviosa, vivísima, que bien puede considerarse "un gran estilo". Y su novedad no es menos evidente que la de otros intentos renovadores coetáneos. Él mismo tenía clara conciencia de que en su prosa había "una manera de respirar que no es la tradicional".
Hay, junto a ello, en su estilo un tono "agrio", calificativo que Baroja consideraba exacto. Evidentemente, es lo que corresponde a su temperamento amargado. Y se manifiesta especialmente en expresiones contundentes como zarpazos, a menudo feroces, que propina sin cesar. Pero no se olvide, como contrapunto, la inesperada aparición de una pudorosa ternura que nos deparan sus páginas.
Aspectos concretos de su orientación estilística son sus preferencias por la frase corta y el párrafo breve. Madariaga señalaba que muchas páginas de Baroja son "ristras de hechos apuntados en frases cortas que caen... como paquetes descargados". En cuanto al párrafo breve, el mismo Baroja afirma:

Para mí era la forma más natural de expresión, por ser partidario de la visión directa, analítica e impresionista. El párrafo corto da la impresión del golpeteo del telégrafo de Morse.

Todo lo dicho explica, sin duda, la viveza y amenidad del relato. Y asimismo, el especial relieve de sus descripciones: en general, son pinturas rápidas, hechas de pinceladas escuetas que, con unos detalles significativos, nos producen una intensa impresión de realidad. Bien puede hablarse, como hacía Baroja, de técnica "impresionista", muy distinta de la que se observa en las prolijas descripciones de los realistas decimonónicos.
Finalmente, la naturalidad barojiana alcanza manifestaciones eminentes en la autenticidad conversacional de los diálogos, en los que el autor se muestra como maestro insuperable.
Añadamos que, en ocasiones excepcionales, sus novelas o sus cuentos ofrecen breves evocaciones líricas en una prosa especialmente cuidada y bellísima. Son famosos, por ejemplo, los "elogios sentimentales" del acordeón o de los caballos del tiovivo, en Paradox, rey, testimonios de unas dotes que Baroja prefirió no prodigar.