sábado, 19 de marzo de 2016

Preocupación por los problemas de España

Junto a los conflictos religiosos y existenciales, la preocupación por los problemas -o el problema- de España constituye una de las vetas más características de la literatura de principios de siglo, se prolonga en la generación de Ortega, cobra nuevas dimensiones a raíz de la guerra civil y se hace obsesiva en los años de posguerra, tanto en el "interior" como en el exilio. Paralelamente, los temas españoles -y especialmente el cuadro trágico de nuestra contienda- ha sido una poderosa incitación para escritores extranjeros.
Tal vez no haya una figura tan representativa de la preocupación por España, en sus variadas posibilidades de enfoque, como Antonio Machado. Amor a España y dolor de España, visión lírica de sus tierras y visión crítica de su historia y su presente, esperanzas concretas en el futuro y en "una España joven": tales son algunos de los hilos que se entrecruzan en la obra de Machado "a la altura de las circunstancias".

1. Antecedentes literarios
Huelga decir que España (su historia, sus hombres, su paisaje) ha estado presente en nuestra literatura desde sus orígenes. Pero cuando hablamos del "tema de España" nos referimos a algo más preciso: a una visión preocupada de los problemas de España, a un preguntarse -a menudo con dolor- qué es España. En una palabra, estamos aludiendo a una conciencia crítica de la nacionalidad. Y ello llega a extremos que, dentro de Europa, parecen exclusivos de nuestro país. El gran historiador Vicens-Vives señalaba, en efecto, que "entre las grandes naciones que surgieron del Renacimiento, ella sola [España] se preguntó si realmente existía".
Antecedentes de tal sentimiento crítico podrían ser ya páginas lúcidas de Cervantes o expresiones desconsoladas de Quevedo, síntomas de la decadencia. La preocupación por España alienta los anhelos reformistas de un Cadalso o un Jovellanos, inspira amargas quejas de un heterodoxo como Blanco-White (quien, en 1822, publica en su exilio londinense sus impresionantes Cartas desde España) y se hace denuncia acibarada en los artículos de Larra (tan admirado por los hombres del 98).
El Romanticismo dará pábulo a los nacionalismos y, desde entonces, nuevos elementos -derivados del "hecho diferencial"- entrarán en las meditaciones sobre el mosaico hispánico. Más adelante -y sin olvidar las concepciones de España que subyacen en la novela realista-, se recrudece el enfrentamiento entre visiones radicalmente distintas de nuestro pasado y nuestro presente: el tradicionalismo, presidido por la ingente figura de Menéndez Pelayo (1856-1912), y el liberalismo reformista, representado desde 1876 por la Institución Libre de Enseñanza (Sanz del Río, Giner de los Ríos, etc.).

2. El regeneracionismo
Con el nombre de regeneracionismo se conoce a un grupo de escritores entre los que destacan Joaquín Costa, Macías Picavea, Lucas Mallada o Damián Isern, los cuales se proponen "regenerar" al país, es decir, analizar "los males de la patria" y encontrarles remedio. Tales autores, pertenecientes por su edad a la generación de Galdós, se hallan vinculados a las clases medias especialmente descontentas y su ideología se caracteriza por un reformismo pequeño-burgués. Todos ellos coinciden en criticar el sistema político de la Restauración (caciquismo, parlamentarismo, juego de partidos turnantes, etc.) y en proponer reformas "desde arriba".

Joaquín Costa (1846-1911) es, de todos ellos, la única figura de real importancia. Fue profesor en la Institución Libre de Enseñanza, cuya orientación había de influirle; pero sus ideas surgen, ante todo, de un profundo conocimiento de los problemas del campo español. Su obra Colectivismo agrario en España (1898) constituye un estudio detenido de tales problemas y la defensa de una "revolución agraria" que no es sino una serie de problemas "desde dentro y desde arriba".

La revolución que España necesita tiene que ser, en parte, exterior, obrada por representantes de los poderes sociales; en parte, interior, obrada dentro de cada español, de cada familia, de cada localidad, y estimulada, provocada i favorecida por el Poder público también. En este sentido hemos hablado y hablamos de una revolución hecha desde arriba, de una revolución hecha desde arriba, de una revolución hecha desde el poder. Para mí, esa revolución sustantiva, esa transformación del espíritu, del cuerpo y de la vida de la nación, tiene que verificarse siempre desde dentro y desde arriba; por lo cual, importa no confundirla con lo que llamamos revolución de abajo o revolución de la calle, que es, si acaso, un simple medio o instrumento para aquélla, y que no tiene nada que ver con ella, que es cosa enteramente distinta, por más que la designemos con el mismo nombre.

Se hicieron famosas su palabras "despensa y escuela" con las que resumía su programa de política económica y educativa. No menos célebre fue su condena de un inmovilismo fundado en el recuerdo de glorias pasadas, condena que se plasma en su propuesta de "echar doble llave al sepulcro del Cid".
Complemento del anterior es su libro Oligarquía y caciquismo como forma actual de gobierno en España (1901), en el que ataca las bases de la política de la época:

No hay parlamento ni partidos; sólo hay oligarquías.

O bien:

La forma actual de gobierno en España es una monarquía absoluta cuyo rey es Su Majestad el Cacique.

Insistió Costa en una política de realizaciones concretas: reparto de tierras, obras hidráulicas, mejora de las comunicaciones, etc. Pero, convencido de que tales reformas nunca saldrían del régimen parlamentario vigente, puso su única esperanza en la aparición de un "cirujano de hierro", un dictador ilustrado que se propusiera la regeneración de España.
Muy semejante a las ideas de Costa, tanto por las reformas propuestas como por la orientación política, son las que desarrolla Ricardo Macías Picavea (1847-1899) en su obra El problema nacional (1899). Y en la misma línea, aunque con un tono marcadamente pesimista, se hallan Los males de la patria del ingeniero Lucas Mallada y Del desastre nacional y sus causas de Damián Isern, publicadas en 1890 y 1899, respectivamente. 

3. La preocupación nacional de Gavinet
Como precursor de los noventayochistas ha solido considerarse a Angel Gavinet, muerto tempranamente, precisamente en el 98. Sin embargo, sólo algunas afinidades pueden establecerse entre las ideas de éste y ciertas posturas que algunos de aquellos adoptaron en su madurez.
En todo caso, una obra de Gavinet produjo honda impresión en su momento: el Idearium español (1898). Con presupuestos claramente tradicionalistas, estudia los componentes del espíritu español: senequismo, misticismo cristiano, individualismo, etc., que se plasman en empresas guerreras o en la creación artística; canta las glorias pasadas, cuya cima fue la acción de España en América; y analiza los males del presente (abulia, indisciplina, etc.) para mostrar la necesidad de una honda renovación espiritual.
Su Epistolario es interesante para completar la visión de su pensamiento dolorido y pesimista. Pensamiento que está, asimismo, presente en sus novelas Granada la bella, La conquista del Reino de Maya y Los trabajos del infatigable creador Pío Cid. El protagonista de las dos últimas es portador de los ideales políticos, filosóficos y estéticos del propio autor.