Cuando salió esta novela en el 2014, me llamaba la atención en los kioscos de prensa de las estaciones de tren que iba pisando. Al salir en edición de bolsillo me atrevía a decirles a mis allegados que era una idea de regalo para los momentos apropiados. Fue en el día de San Valentín cuando me lo encontré envuelto en papeles de colorines. Y comencé a leerlo algo más tarde, a principios del mes de abril.
Las noches de lectura después de agotadores días de mucho trabajo no me permitían tener demasiada concentración en la historia, así que cuando lo llevaba aproximadamente por la mitad, inicié de nuevo la lectura desde las primeras páginas. Necesitaba tener bien claro un pasaje de la novela que resulta determinante para entender al personaje de Elías Gil y su derrumbe personal.
Ahora que he terminado el libro, encuentro que su estructura es sólida en cuanto a los diferentes tiempos narrativos (los años de preguerra a finales de los años 30, las consecuencias de la guerra civil española y de la segunda guerra mundial y la Barcelona actual). Los personajes se me mezclaban en la primera lectura y después logré clarificarlos: ya vi que no se trataba de héroes y villanos, sino de humanos miserables debido a las duras experiencias que les tocó vivir.