sábado, 1 de mayo de 2021

Philip Roth

Escritor neoyorquino de origen judío, hijo de una familia emigrada a Estados Unidos desde Galitzia, región ucrano-polaca (1933-2018). Estudió un grado en literatura inglesa en la Universidad de Bucknell y un máster de especialización en la Universidad de Chicago. Fue profesor de escritura creativa en la Universidad de Iowa y en Princeton, y profesor de literatura comparada en la Universidad de Pensilvania.

Su primer premio literario lo obtuvo en 1960 por un libro de relatos.

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14/02/2021 - 01/05/2021

LA MANCHA HUMANA

Solo unos tres meses después, cuando me enteré del secreto y empecé a escribir este libro -el libro que al principio él me pidió que escribiera, pero escrito no necesariamente como él quería- comprendí qué era lo que apuntalaba el pacto entre ellos: él le había contado toda su historia. Solo Faunia sabía cómo Coleman Silk había llegado a ser quien era. ¿Cómo sé que ella lo sabía? No sé si lo sabía. Tampoco podía saber eso. Ahora que están muertos, nadie puede saberlo. Para bien o para mal, solo puedo hacer lo que hace cualquiera que cree saber: imagino. Me veo forzado a imaginar. Y resulta que eso es lo que hago para ganarme la vida. Es mi trabajo. Ahora es lo único que hago.

Fecha de publicación original: 2000
Título original: The Human Stain
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La mancha humana obtuvo el premio británico WH Smith Literary como libro del año, así como el Premio Faulkner de Estados Unidos. El íncipit que he insertado al principio de esta entrada viene a presentar el tema central de la novela: un secreto guardado durante toda la vida. La lectura me ha llevado mucho tiempo: me perdía, volvía a empezar, me daban ganas de dejarla...Y aproximadamente sobre la mitad de la novela todo despega y recobró mi interés. El final me ha dejado un tanto indiferente: aunque por supuesto no era el tema central, sí hay hechos que a mi modo de ver quedan desdibujados y que hubiese sido conveniente dejar cerrados.

Pero también nos arroja debates interesantes, sobre el racismo, el odio o la enseñanza. Todo lo que nos cuenta, desde los años cincuenta hasta la actualidad, están juzgándose desde la moralidad mojigata actual.

[...]
En tiempos de mis padres y hasta bien bien entrados en los de usted y los míos, la insuficiencia era cosa del alumno, pero lo es de la disciplina. Leer a los clásicos es demasiado difícil, por lo que la culpa la tienen los clásicos. Hoy el alumno hace valer su incapacidad como un privilegio. Si no puedo aprender una cosa es porque hay algo erróneo en ella, y especialmente en el mal profesor que quiere enseñarla.
[...]
¿Y qué puedo hacer yo al respecto, señor Zuckerman? ¿Odiar a mi hermano Walt por lo que le hizo a Coleman al inmovilizar de ese modo a nuestra familia en el tiempo? ¿Odiar a mi hermano Coleman por lo que le hizo a nuestra madre, por el sufrimiento que le causó a la pobre mujer hasta el último día de su vida? Porque si voy a odiar a mis dos hermanos, ¿por qué detenerme ahí? ¿Por qué no odiar a mi padre por todo lo que hizo mal? ¿Por qué no odiar a mi difunto marido? No he estado casada con un santo, se lo aseguro. Quería a mi marido, pero veo las cosas con claridad. ¿Y qué decir de mi hijo? Es un muchacho al que no sería nada difícil odiar, se desvive por facilitarte que le odies. Pero lo peligroso del odio es que, una vez empiezas a sentirlo, lo experimentas cien veces más de lo que esperabas. Una vez empiezas, no puedes detenerte. No conozco nada más difícil de dominar que el odio. Es más fácil dejar de beber que dominar el odio, y ya es decir.