jueves, 6 de septiembre de 2012

Entre tonos de gris

El hombre que siempre daba cuerda a su reloj, la niña que siempre le hablaba a su muñequita, el niño que siempre cortaba leña en el bosque, el hombre que siempre repetía las palabras (como la misma autora, oye), la niña que siempre odiaba a los soviéticos ... el lector cansado de frases repetidas una y otra vez a lo largo de la historia.
Si este cuento-testimonio se plantea como lectura juvenil, me parece adecuado, pero el trasfondo histórico apenas aparece, no hay una descripción ni una explicación de los hechos, no tiene pues suficiente carácter pedagógico. Los personajes están aislados, y no logran explicarse por qué pasa lo que pasa, pero es que el lector tampoco.
Se trata pues más bien de un relato que te despierta en todo caso la curiosidad de conocer cómo se produce la invasión de Lituania (1941) por parte de los rusos, y la deportación de sus habitantes a las zonas más grises de Siberia, a campos de trabajo donde el éxito sólo consiste en sobrevivir, y lo normal es terminar muerto.
La autora, hija de refugiados lituanos en Estados Unidos, escribe esta novela dirigida a niños y jóvenes, pero ha tenido cierta trascendencia para otros públicos más adultos. A mi parecer, efectivamente lo correcto es que sea promocionada como una novela juvenil.