jueves, 30 de agosto de 2012

A don Pedro Portocarrero

    No siempre es poderosa,
Carrero, la maldad, ni siempre atina
la envidia ponzoñosa,
y la fuerza sin ley que más se empina
al fin la frente inclina;
que quien se opone al cielo,
cuanto más alto sube, viene al suelo.
    Testigo es manifiesto
el parto de la Tierra mal osado,
que, cuando tuvo puesto
un monte encima de otro, y levantado,
al hondo derrocado,
sin esperanza gime
debajo su edificio que le oprime.
    Si ya la niebla fría
al rayo que amanece odiosa ofende
y contra el claro día
las alas escurísimas estiende,
no alcanza lo que emprende,
al fin y desparece,
y el sol puro en el cielo resplandece.
    No pudo ser vencida,
ni lo será jamás, ni la llaneza
ni la inocente vida
ni la fe sin error ni la pureza,
por más que la fiereza
del Tigre ciña un lado,
y el otro el Basilisco emponzoñado;
    por más que se conjuren
el odio y el poder y el falso engaño,
y ciegos de ira apuren
lo propio y lo diverso, ajeno, estraño,
jamás le harán daño;
antes, cual fino oro,
recobra del crisol nuevo tesoro.
    El ánimo constante,
armado de verdad, mil aceradas,
mil puntas de diamente
embota y enflaquece y, desplegadas
las fuerzas encerradas,
sobre el opuesto bando
con poderoso pie se ensalza hollando;
    y con cien voces suena
la Fama, que a la Sierpe, al Tigre fiero
vencidos los condena
a daño no jamás perecedero;
y, con vuelo ligero
veniendo, la Vitoria
corona al vencedor de gozo y gloria.



Fray Luis escribió este poema para celebrar su triunfo tras la salida de la cárcel y agradecer a su amigo don Pedro Portocarrero, obispo de Calahorra, el apoyo y la ayuda recibida a lo largo de todo su proceso inquisitorial. Se trata de estrofas de siete versos, endecasílabos y heptasílabos, con la estructura 7a 11B 7a 11B 7c 11C.
A lo largo de las siete estrofas, Fray Luis elabora un canto a la verdad, a la inocencia y a la libertad. La fecha de composición debe ser, por tanto, cercana a la época inmediata de su salida de la cárcel de Valladolid, entre diciembre de 1576 y enero de 1577.
La primera estrofa es totalmente moral y recoge el lema de Horacio de que el mal siempre tiene fin. Fray Luis le dice a Portocarrero que ni la maldad ni la envidia ni la fuerza sin ley salen victoriosas:

que quien se opone al cielo,
cuanto más alto sube, viene al suelo.

Fray Luis contrapone así nuevamente los conceptos de "cielo" y "suelo", significando respectivamente "verdad" y "mentira".
En la siguiente estrofa, versos 8 - 14, pasamos al ejemplo clásico, tomado de Virgilio, en el que los gigantes al luchar con los dioses amontonaron montañas con el fin de escalar al cielo, siendo finalmente heridos y vencidos por el rayo de Júpiter, quien los sepultó bajo los montes.
La tercera estrofa prosigue con la ejemplaridad y en ella Fray Luis poetiza la imagen de la niebla que como un ave extiende sus alas y oculta el sol. Pero al final "el sol puro en el cielo resplandece", es decir, la verdad (sol, cielo) triunfa sobre la mentira (la niebla).
Nuevamente en la cuarta estrofa toma Fray Luis un tono moralizante al elogiar la "llaneza", la "inocente vida", la "fe sin error" y la "pureza". Todos estos conceptos positivos se oponen a la negatividad de la fiereza conectada del simbolismo animal del Tigre (peligroso) y del Basilisco (animal mitológico de aspecto reptilíneo que mata con la simple mirada). Estos versos son el trasunto de la experiencia personal del poeta. Fray Luis encarna lo positivo y sus enemigos, los que lo encarcelaron, lo negativo.
La idea continúa en la siguiente estrofa en la que Fray Luis reafirma el poder de la verdad al tiempo que alude a los métodos inquisitoriales que él mismo había padecido. Fray Luis se enfrenta a esas fuerzas negativas de sus maldicientes para triunfar finalmente como el oro que recobra su valor y finura. Se trata pues de una idea constante en nuestro poeta: la persecución y el sufrimiento aumentan nuestra calidad humana, robustecen el alma, aumentan nuestro tesoro interior ("fino oro"), y nos ayudan a alcanzar la victoria y la gloria.
En la siguiente estrofa, la sexta, encontramos la verdad jubilosa que triunfa, de ahí que el poeta la personifique, y "con poderoso pie se ensalza hollando".
La estrofa final recoge una percepción sensorial auditiva, el canto de victoria por el triunfo de la Fama (la verdad, lo positivo) sobre la Sierpe (serpiente/culebra) y el Tigre (la mentira y la envidia, lo negativo). Vencido ya el mal, la apoteosis final del poeta coronado por el triunfo:

y, con vuelo ligero
veniendo, la Vitoria
corona al vencedor de gozo y gloria.

En su conjunto, la oda a Portocarrero es el testimonio de una tragedia vivida y sentida, la poetización del amargo recuerdo de un pasado que se tornó victoria en la expresión sincera del triunfo de la verdad.
No se trata de uno de sus poemas significativos: no hay una temática moderna ni una tendencia al misticismo; sin embargo, este poema nos muestra no sólo la dimensión de gran poeta de Fray Luis, sino también su condición humana, por reflejar sus sentimientos ante los injustos hechos vividos, y su generosidad y agradecimiento a Pedro Portocarrero por su protección y amistad.