domingo, 9 de junio de 2013

El Barroco

El Renacimiento, que comenzó siendo una época llena de optimismo y confianza, fue tiñéndose poco a poco de una visión desengañada y pesimista del mundo y del ser humano y dio lugar a un nuevo movimiento cultural y artístico que conocemos como Barroco.
El Barroco se extiende a lo largo del siglo XVII y coincide con un periodo de crisis política, económica, social y religiosa. El enfrentamiento entre católicos y protestantes, que se había iniciado en el siglo XVI, desembocó en guerras de religión, que afectaron a diversos países europeos. Y las guerras, sumadas a las persecuciones religiosas y al clima de intolerancia, fueron forjando ese sentimiento generalizado de pesimismo y desconfianza. El Renacimiento había creído en la bondad del ser humano y en un mundo en armonía; en el Barroco, este ideal se desmorona.
Paradójicamente, en este clima de deterioro florecen en España un arte y una literatura excepcionales.

Un mundo de contrastes
El siglo XVII fue una época de profundos desequilibrios. España sufrió durante el reinado de los tres Austrias menores -Felipe III, Felipe IV y Carlos II- una importante crisis política, económica y social. La realidad de una España agotada y en decadencia contrasta con el deseo de permanecer como la potencia hegemónica que había sido durante el siglo XVI. Este viejo conflicto entre lo que se es y lo que se desea o se cree ser se observa en todos los ámbitos de la sociedad y deriva hacia uno de los rasgos más característicos de la época: el obsesivo afán de aparentar. Góngora denuncia la preocupación por las apariencias en estos versos:

Puerta Elvira de Granada
Góngora alude a este lugar
 porque en él se ejercía la prostitución
en el siglo XVII
Todo se vende este día,
todo el dinero lo iguala:
la Corte vende su gala,
la guerra su valentía;
hasta la sabiduría
vende la Universidad,
     ¡verdad!
En Valencia muy preñada
y muy doncella en Madrid,
cebolla en Valladolid
y en Toledo mermelada,
puerta de Elvira en Granada,
y en Sevilla doña Elvira,
     ¡mentira!

También se producen tensiones entre la vida y las ideas, entre una actitud vitalista y un estricto sentimiento religioso que condena lo mundano. Ambas actitudes opuestas concurren en una misma persona, como sucedió con Lope de Vega.
Impregnado de este espíritu contradictorio, el arte barroco subraya los desequilibrios y los contrastes. Es, en efecto, un arte dirigido a conmover los espíritus en el que frecuentemente se emplea la antítesis o contraposición como procedimiento para crear efectos y desencadenar sentimientos. Así vemos que la literatura presenta en un mismo plano lo pequeño y lo grandioso, lo sublime y lo grotesco, lo feo y lo bello. Y un escritor como Quevedo es capaz de pasar del más alto lirismo a la sátira más grosera, de la idealización a la caricatura, encarnando ese espíritu contradictorio del Barroco.