miércoles, 28 de mayo de 2014

La literatura hispanoamericana en el siglo XX

La literatura hispanoamericana de la época colonial, desde el siglo XVI hasta la primera parte del XIX, había brillado con escritores de la talla de Sor Juana Inés de la Cruz, poetisa barroca; Ruiz de Alarcón, dramaturgo (siglo XVII); Gertrudis Gómez de Avellaneda, escritora romántica, y otros literatos, seguidores de las tendencias marcadas por España y después por Francia.
Dada la situación de inestabilidad política que atraviesan los jóvenes países hispanoamericanos, los temas predominantes desde el Romanticismo serán las preocupaciones de tipo social y político, junto con la descripción del grandioso paisaje -la selva, la pampa, los ríos- y la exaltación de personajes propios, como el gaucho -Martín Fierro, de José Hernández- o el indio -Tabaré, de Zorrilla San Martín.
A partir de su independencia, los países latinoamericanos logran encontrar su propia voz en la literatura, síntesis de las influencias europeas, con la afloración de elementos autóctonos americanos. Lo consiguen a partir del Modernismo, finales del siglo XIX, movimiento creado por un poeta nicaragüense, Rubén Darío, cuyos hallazgos poéticos -musicalidad, sonoridad, belleza- influyen tanto en la poesía hispanoamericana como en la europea.

 Poesía del siglo XX 
Con la Primera Guerra Mundial acaba la etapa modernista, dando paso a los movimientos de vanguardia, con los que se consagra definitivamente la poesía hispanoamericana. De nuevo logran sintetizar la influencia europea con la búsqueda del tono y sensibilidad propios. Se distinguen estas etapas:

 1ª  Etapa posmodernista, expresión de la intimidad y lo cotidiano en lenguaje simple, depurado. Destacan la chilena Gabriela Mistral, la argentina Alfonsina Estorni y la paraguaya Delmira Agustini.
 2ª  Etapa vanguardista, expresión de la angustia existencial y la solidaridad con los oprimidos, con imágenes surrealistas y lenguaje oscuro, sorprendente. Responden a esta tendencia el chileno Vicente Huidobro, el argentino Jorge Luis Borges, el peruano César Vallejo, el chileno Pablo Neruda y el cubano José Lezama Lima.
 3ª  Etapa posvanguardista, poesía culta, también centrada en los problemas humanos. Se encuadra en esta línea el mexicano Octavio Paz.

Gabriela Mistral
1889 - 1957
 Gabriela Mistral 
Chilena, premio Nobel 1945, canta con lenguaje sencillo y métrica tradicional las realidades tiernas y simples de la vida: los niños, los pobres, el paisaje. Sus libros más conocidos son: Desolación, visión desolada del mundo, influida quizá por el suicidio de su novio, y Ternura, colección de poemas infantiles. Busca la comunión con la naturaleza y con la humanidad.

Balada de la estrella
Estrella, estoy triste.
Tú dime si otra
como mi alma viste.
-Hay otra más triste.
-Estoy sola, estrella.
Di a mi alma si existe
otra como ella.
-Sí, dice la estrella.
-Contempla mi llanto.
Dime si otra lleva
de lágrimas manto.
-En otra hay más llanto.
-Di quién es la triste,
di quién es la sola,
si la conociste.
-Soy yo, la que encanto,
soy yo la que tengo
mi luz hecha llanto.

César Vallejo
1892 - 1938
 César Vallejo 
Peruano, viajó por Europa; en España conoció y trató a los poetas del 27.
Su obra cumbre es Trilce, combinación de triste y dulce, donde cambia del estilo modernista a otro en el que prima la búsqueda de novedades léxicas, métricas, sintácticas y de puntuación. Logra con difíciles imágenes surrealistas expresar su solidaridad ante el dolor de los humanos.

Habiendo atravesado
quince años; después, quince, y, antes, quince
uno se siente, en realidad, tontillo,
es natural, por lo demás, ¡qué hacer!
¿Y qué dejar de hacer, que es lo peor?
Sino vivir, sino llegar
a ser lo que uno es entre millones
de panes, entre miles de vinos, entre cientos de bocas,
entre el sol y su rayo que es de luna
y entre la misa, el pan, el vino y mi alma.
Hoy es domingo y, por eso,
me viene a la cabeza la idea, al pecho el llanto
y a la garganta, así como un gran bulto.
Hoy es domingo, y esto
tiene muchos siglos: de otra manera,
sería, quizá, lunes, y vendríame al corazón la idea,
al seso, el llanto
y a la garganta, una gana espantosa de ahogar
lo que ahora siento,
como un hombre que soy y que he sufrido.

 Narrativa del siglo XX 
Es espectacular el auge de la novela y el cuento hispanoamericanos en este siglo, especialmente en los años sesenta, dado que este género apenas se había desarrollado anteriormente. Sólo se conocía un tipo de novela romántica -la más popular fue María, de Jorge Isaacs- y existía una atracción por los folletines, herencia de los cuales puede ser la afición por los radioteatros y los actuales culebrones o telenovelas.
En las primera décadas aparece la novela realista, con varias tendencias: la novela "de la tierra", centrada en los grandiosos espacios de la geografía americana y su fuerza salvaje; una de las más representativas es Doña Bárbara, del venezolano Rómulo Gallegos. La novela social, comprometida con la miseria y la injusticia del hombre hispanoamericano. Es de destacar El mundo es ancho y ajeno, del peruano Ciro Alegría.
La novela del realismo mágico, desde la década de los cuarenta, mezcla lo real y lo maravilloso de modo surrealista. El guatemalteco Miguel Ángel Asturias, premio Nobel 1967, abre esta tendencia con El Señor Presidente. Siguen en los años sesenta obras de la categoría de Pedro Páramo, del mexicano Juan Rulfo; Cien años de soledad, del colombiano García Márquez; Rayuela, del argentino Julio Cortázar, La ciudad y los perros, del peruano Vargas Llosa.

Julio Cortázar
1914 - 1984
 Julio Cortázar
Argentino, vivió mucho tiempo en Europa, donde trabajó en París como traductor de la UNESCO. Es uno de los mejores representantes del surrealismo. Rayuela es su obra cumbre; en ella, como en todas sus obras, pone de relieve el absurdo de la realidad.

Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj
Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncoras de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y paseará contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia a comparar tu reloj, con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.
Julio Cortázar, Historias de cronopios y de famas

 Gabriel García Márquez (1928-2014) 
 Gabriel García Márquez 
Popular escritor colombiano, que obtuvo el prembel de Literatura en 1982. Representa lo mejor del llamado realismo mágico, mezcla de lo maravilloso y lo real en un contexto de realidades latinoamericanas. Lo mejor de su obra es Cien años de soledad, una especie de epopeya mítica, rebosante de creatividad, Crónica de una muerte anunciada, El otoño del patriarca y El coronel no tiene quien le escriba, a la que pertenece el siguiente fragmento:

Llevó a la mesita de la sala un bloc de papel rayado, la pluma, el tintero y una hoja de papel secante, y dejó abierta la puerta del cuarto por si tenía que consultar algo con su mujer. Ella rezó el rosario.
- ¿A cómo estamos hoy?
- Veintisiete de octubre.
Escribió con una compostura aplicada, puesta la mano con la pluma en la hoja de papel secante, recta la columna vertebral para favorecer la respiración, como le enseñaron en la escuela. El calor se hizo insoportable en la sala cerrada. Una gota de sudor cayó en la carta. El coronel la recogió en el papel secante. Después trató de raspar las palabras disueltas, pero hizo un borrón. No se desesperó. Escribió una llamada y anotó al margen: "derechos adquiridos". Luego leyó todo el párrafo.