domingo, 19 de julio de 2015

Principales etapas en el desarrollo del castellano


1. Los primeros momentos de formación
Castilla se independiza de León en el 1035, año en el que Sancho el Mayor de Navarra convierte en sendos reinos los antiguos condados de Castilla (que entrega a su hijo Fernando) y Aragón (que otorga a Ramiro). A partir de entonces, el castellano se difunde hacia el sur y va adquiriendo, durante los siglos XI y XII, un puesto hegemónico.
Las primeras manifestaciones escritas en castellano datan del siglo X, las Glosas silenses y las Glosas emilianenses (anotaciones en castellano al margen de los textos latinos), y muestran todas las vacilaciones de una lengua en formación. Paulatinamente, se irá afianzando y estabilizando como lengua de uso común y literario. No será, sin embargo, hasta el reinado de Alfonso X (1252-1284) cuando se produzca el primer intento de fijación de la lengua. Este monarca, muy interesado por la cultura y promotor de las letras, intenta para el castellano la primera representación fija de cada sonido mediante una grafía, enriquece el vocabulario y establece las bases de la lengua escrita (uso de conjunciones, ordenación de períodos sintácticos, etc.).

2. Expansión y consolidación del idioma
Durante los siglos XIV y XV el castellano continúa su consolidación como lengua de cultura -no sin vacilaciones en la representación escrita- y se va enriqueciendo con la entrada de palabras de otras lenguas (portugués, francés, italiano). A fines del XV, un humanista, Antonio de Nebrija, publica su Gramática (1492), primera obra de estas características en una lengua romance, con la intención de definir y ordenar su uso, además de facilitar el aprendizaje del latín. Este mismo año, la lengua castellana abrirá sus horizontes hacia nuevas tierras: la conquista de América convertirá al español en una de las lenguas más habladas del mundo. El castellano, a principios del siglo XVI, ha conseguido asentarse en gran parte de la zona norte peninsular -a expensas de otros dialectos románicos, como el aragonés o el astur-leonés-, y va consolidándose en el sur, en Canarias y en América.

3. El reajuste fonológico de los Siglos de Oro
A lo largo de todo el siglo XVI y parte del XVII, y a la par que produce algunas de sus mejores obras literarias, el castellano sufre la mayor reorganización del sistema fonológico en su historia: algunos sonidos, que habían surgido por evolución del latín y que se habían consolidado en el sistema, sufren un reajuste vigente hasta nuestros días. Nos referimos, entre otras, a la reducción de los pares de sonidos sibilantes en subsistema consonántico. La evolución, muy simplificada, sería la siguiente:

a) Ensordecimiento de sibilantes:
  • -s- y -ss- intervocálicas convergen en -s- sorda (fuesse > fuese)
  • z y ç -pronunciadas ds y ts respectivamente- evolucionan hasta las actuales c (ante e i) y z (abraçar > abrazar; dizía > decía) 
b) Velarización:
  • -g-, -j- y -x- intervocálicas -pronunciadas como sh las dos primeras, como y la última- confluyen en las actuales g (ante e i) y j (dixo > dijo; muger > mujer)
 c) Fricatización:
  • -b- intervocálica (que sonaba como oclusiva) y -v- intervocálica (que sonaba como fricativa) convergen en la fricativa, a veces con grafía b
d) Enmudecimiento:
  • h- inicial (originaria de f- latina) va perdiendo la aspiración hasta desaparecer.

4. El siglo XVIII y la Real Academia
Durante el siglo XVIII, y gracias a las ideas ilustradas, se producen dos fenómenos contrarios por lo que se refiere a la lengua. Por un lado, la influencia francesa introduce gran cantidad de galicismos en el español; por otro, y en buena parte como respuesta a esta circunstancia, surge un gran interés por fijar y ordenar el idioma. Con la creación en 1713 de la Real Academia Española, comienzan las actividades de organización del léxico (Diccionario de Autoridades, 1726-1739), de representación de los sonidos (Ortografía, 1741) y de estructuración de normas gramaticales (Gramática de la lengua castellana, 1771).
La labor académica fu, además de ingente, fundamental, pues se terminó con ciertas vacilaciones en la escritura y, adoptando a veces audaces medidas, se consiguió una fijación apenas corregida hasta hoy. Por entonces se reducen las múltiples representaciones gráficas de cada sonido a una o dos grafías; se regula el uso exclusivo de u, i para los sonidos vocálicos respectivos; se estabiliza el uso de c, z; se suprime el uso de ç, así como la distinción gráfica de ss-, s-; se establece el uso de b, v según criterios etimológicos; y, por fin, se simplifican las grafías de origen griego y latino ph-, th-, etc. (phisica > física; thesoro > tesoro).