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En estos días de verano, de piscina y de viajes, elijo libros de bolsillo, por su peso menor. Así, me he encontrado con este sobrecogedor relato, repleto de "vidas de mierda", de humillaciones y de miedos, para los vencidos y para los vencedores.
Pero además de sentimientos y de historias conmovedoras, me encuentro con un libro escrito, a mi juicio, de un modo muy bonito, sin decir del todo las cosas, entremezclando tiempos e intenciones comunicativas de narración y diálogo, lo que ha hecho que quede atrapado en una lectura casi compulsiva.
Acabadas ya las vacaciones, las últimas páginas del libro las he disfrutado en el tren, camino del trabajo. No es la primera vez que las lágrimas me afloran en el tren, delante de desconocidos, por culpa de un libro; pero en esta ocasión, sin demasiado pudor, me dejaba ver y dejaba bien a la vista la portada de El lector de Julio Verne, para que, si alguna vez alguno de aquellos viajeros anónimos se decidiera a leerlo, pudiera comprender mi emoción.