Cuando se publica Juan de Mairena (primero en prensa y luego en libro, entre 1934 y 1936), Machado era catedrático de francés en Madrid, en el Instituto de Segunda Enseñanza "Calderón de la Barca". Posteriormente fue trasladado al "Cervantes" (1935-1936). Vivía con su madre, su hermano José y su cuñada, en la calle General Arrando, y pasaba buena parte de sus horas libres en tertulias de café con sus hermanos Manuel y José y unos pocos amigos fieles.
Literariamente, empezaba entonces a haber algunos signos de deshielo en cuanto al aislamiento en que había quedado Antonio Machado respecto a la joven generación poética, frente a cuya más o menos efímera estética neobarroquista había tomado posiciones el creador de Juan de Mairena. Fueron sin duda Salinas y Guillén quienes dieron los primeros pasos hacia el viejo -o envejecido- maestro. Los textos y entrevistas de aquella época son elocuentes por lo que toca a sus actitudes sociales y políticas, que también se concretan en alguna manifestación pública: así, en 1935, se adhiere al Comité de Escritores por la Defensa de la Cultura; en febrero de 1936, firma con Manuel Azaña, en nombre del comité español, el manifiesto de la Unión Universal por la Paz.
Mientras tanto, en el orden íntimo, la gran cuestión de esos años en la vida de Antonio Machado fue, sin duda, la crisis de su relación amorosa con Guiomar. En los poemas recogidos en Otras canciones a Guiomar, publicados en sus Poesías completas, de 1936, se recuerda la amarga escena de despedida y separación del poeta y su amada, tras unos besos al amanecer en una playa -¿verano de 1934?-.
Sé que habrás de llorarme cuando muera...
Pero ya antes, en la entrega del 3 de enero de 1935 de Juan de Mairena, publicado en el Diario de Madrid, Machado hace alusiones al forzado alejamiento de Guiomar. ¿Utilizaba su colaboración periodística para enviar un mensaje final a la que, por obstáculos fáciles de adivinar, ya no podría ver más? Si la gran crisis databa, en efecto, del verano de 1934, la nueva actividad de Antonio Machado en su Juan de Mairena periodístico podría derivar de un angustiado afán de sostener y enriquecer su vida espiritual, evitando la desesperación y el exceso de ensimismamiento.
Hay, sin embargo, un salto en el nuevo estilo machadiano, dejando las expresiones herméticas para dirigirse hacia una prosa clara y abierta, lo que nos permite considerar que no todo fue pérdida en su dolorosa privación de los consuelos de Guiomar. Una neblina de irrealidad envolvió siempre este amor en el ánimo del poeta, irrealidad atribuíble en parte a lo incompleto y poco esperanzado de tales amores otoñales con una señora al parecer casada, y sin intención de dejar de serlo aunque en aquellos años se introdujo el divorcio en España. La mentalidad de Guiomar, su posición ante todo lo ideológico, lo social y lo político, frenaba algo la franqueza de expresión del poeta en su orientación ideológica cada vez más avanzada. Acaso la pérdida de Guiomar tuvo su parte de liberación y de independencia en lo intelectual.
Juan de Mairena en la prensa
El 4 de noviembre de 1934, en el Diario de Madrid, periódico nacido dos semanas antes, Antonio Machado inauguraba una nueva etapa de su existencia literaria con su personaje Juan de Mairena: unos apuntes ágiles, bienhumorados y profundos, en colaboración habitual, que se trasladaría a las columnas de El Sol el 17 de noviembre del año siguiente -dos meses antes de que desapareciera el Diario de Madrid-. En El Sol siguió la columna maireniana hasta el 28 de junio de 1936; entonces, y aun quizá unos días antes, las cincuenta entregas quedaban reunidas en forma de libro: Juan de Mairena (Sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo), Espasa-Calpe, Madrid, 1936.
El libro ya estaba previsto antes de acabar la serie periodística, según se anunció en una entrevista publicada en el Heraldo de Madrid (marzo de 1936). Aquí, Machado anuncia que Mairena va a tener "su libro", y habla de su génesis, aunque sólo parcialmente, refiriéndose a su línea de historia literaria española, que no es precisamente la línea más profunda ni más amplia del libro.
Hace mucho tiempo yo escribí unas notas. Data la cosa de cuando me acumularon la cátedra de Literatura del Instituto de Segovia. Me di cuenta entonces de que aquí carecíamos de un manual que expusiese las ideas elementales de nuestra literatura, dándose el caso de llegar a ser más fácil a un profesor español enseñar cualquier literatura extranjera que la propia... Entonces empecé a escribir las notas de Juan de Mairena. Al ver la luz el Diario de Madrid, su director, don Fernando Vela, me pidió colaborase. Le envié aquellas antiguas notas con otras nuevas que he ido escribiendo... Cuando publique el libro dejará ya de escribir Juan de Mairena en los periódicos.
Por sobrevenir justamente entonces la guerra española, no es extraño que el libro no fuera bien distribuido ni suficientemente leído y comentado: poco después de la guerra todavía se vendían ejemplares de la primera edición. En el clima de los años cuarenta, tan suspicaz en materia de libros, podía sorprender la libre difusión de esta obra, pero casi nadie pareció tomarla entonces en cuenta.
Aunque no hemos podido comprobar nuestra idea de que el libro Juan de Mairena estaba ya impreso o en la imprenta antes del 18 de julio de 1936, la manera de dejar de publicarse en El Sol parece confirmar que el autor había decidido cerrar la serie, con cincuenta entregas, antes de cuando sobrevino la guerra. En efecto, la última publicación tiene lugar a un mes de distancia de la penúltima, y no a distancia semanal o quincenal según el ritmo acostumbrado, y además se produce una inversión de orden en comparación con los capítulos del libro: la penúltima entrega (24-V-36) es el capítulo último (L), mientras que la última entrega (28-VI-36) es el penúltimo capítulo del libro (XLIX), sin que haya nada en el texto que imponga ninguna de las dos ordenaciones, por lo que parece que debió de tratarse de un error en el modo de aparecer en El Sol ese original que, en forma de libro, ya estaba enviado a la imprenta y aun probablemente impreso conforme a la otra ordenación.
El texto del libro sólo modifica el de las entregas periodísticas en quitar epígrafes y números romanos y en corregir algunos de los errores, no todos, en las citas, hechas de memoria.
Esta cuestión cronológica, que puede parecer una minucia a primera vista, adquiere más interés si se tiene en cuenta que Antonio Machado no iba a dar por liquidado a su personaje después del libro y del comienzo de la guerra, sino que en enero de 1937 (en Hora de España) reanuda sus apuntes, al principio en idéntico tono, aunque el primer título sugiera un plan de mayor intervención de Abel Martín (Consejos, donaires y sentencias de Juan de Mairena y de su maestro Abel Martín). Después desaparecería Abel Martín de los titulares, y las publicaciones mairenianas cambiarían de carácter dando paso a ensayos largos, como el famoso sobre Heidegger, o a notas bibliográficas o de actualidad apenas endosadas a su apócrifo por la fórmula de "Mairena póstumo" ("Lo que hubiera dicho Juan de Mairena"), con una temática más militantemente política.
En cuanto al modo de escribirse el Mairena periodístico, sólo en parte es seguro que, sobre todo hacia el final, sus notas se redactarán poco antes de publicarse, por alusiones de actualidad en que, sin embargo, se suele velar u omitir el dato concreto (por ejemplo, alusiones a la muerte de Valle-Inclán en el capítulo XLI). A la vez, es evidente que una buena parte de los temas y las ideas ya estaban en las anteriores prosas de sus apócrifos, o en los ensayos sueltos, o en otros textos aparecidos póstumamente, como el siguiente, aparecido en La Voz de Madrid, en 1938, donde el poeta dice que Mairena es su yo filosófico, nacido en su juventud:
Modesto y sencillo, le gustaba dialogar conmigo, solos los dos... y comunicarme sus impresiones sobre todas las cosas. Estas impresiones, que yo recogía día a día, constituían un breviario íntimo, no destinado en absoluto a la publicidad, hasta que un día... Un día saltaron de mi cuarto a las columnas de un diario...
Luego lo define:
Juan de Mairena es un filósofo cortés, un poco poeta y un poco escéptico, que tiene para todas las debilidades humanas una benévola sonrisa de comprensión y de indulgencia. Le gusta combatir el snobismo de las modas en todos los terrenos. Mira las cosas con su criterio de librepensador, en la más alta acepción de la palabra, un poco influido por su época, la de fines del siglo pasado, lo que no impide que ese juicio de hace veinte o treinta años pueda seguir siendo actual dentro de otros tantos años.
Antonio Machado realizaba así una sutil transposición de tiempos, aprovechando la "plasticidad del pasado" de que tanto hablaba Mairena: muchas ideas y muchos apuntes databan, sin duda, de la juventud del poeta, pero la creación del personaje Mairena debió ser de los años veinte.
El Juan de Mairena de 1934-1936 ha llegado a la plenitud en el dominio de un nuevo medio expresivo que, por sí solo, constituye una auténtica revolución, pues para el escritor, la revolución empieza por su propio estilo, como forma de su actitud moral, antes de alcanzar lo social y lo político.
Cuando se ponga de moda el hablar claro, ¡veremos!, como dicen en Aragón. Veremos lo que pasa cuando lo distinguido, lo aristocrático y lo verdaderamente hazañoso sea hacerse comprender de todo el mundo...
Aunque la prosa de Antonio Machado derive de su verso y sea complementaria de éste, sin embargo, en un sentido estrictamente formal, constituye un logro expresivo mayor que su verso. El verso de Antonio Machado, en efecto, no es ni quiere ser original en cuanto a estilo, sino que pone su originalidad en su transfondo humano, en su acento personal, que da una más alta luz a un lenguaje externamente resultante de becquerismo, modernismo y popularismo. La prosa de Antonio Machado llega a ser una novedad radical precisamente por su misma sencillez, pero encierra al mismo tiempo un pensamiento profundo e irónico, que gradualmente irá conquistando fluidez y gracia. La prosa de las entregas periodísticas es más clara que nunca, caracterizando a Mairena como un profesor informal, "con las manos en los bolsillos", que conversa con sus alumnos, casi niños, o que anota ideas y anécdotas en el mismo tono que si dialogara en el café.
- Cada día, señores, la literatura es más escrita y menos hablada. La consecuencia es que cada día se escriba peor, en una prosa fría, sin gracia, aunque no exenta de corrección [...]. Lo importante es hablar bien: con viveza, lógica y gracia. Lo demás se os dará por añadidura.
Y, en otro lugar, nos dice:
Yo nunca os aconsejaré que escribáis nada, porque lo importante es hablar y decir a nuestro vecino lo que sentimos y pensamos. Escribir, en cambio, es ya la infracción de una norma natural y un pecado contra la naturaleza de nuestro espíritu. Pero si dais en escritores, sed meros taquígrafos de un pensamiento hablado.