Después de leer Los enamoramientos, pedí entre mis compañeros del trabajo que me prestaran alguna otra novela de Javier Marías, porque me surgía la duda de comprar algo que finalmente no me gustara.
Mi directora se presentó con Corazón tan blanco. Era la única que tenía en casa de este escritor. Ella la había leído en su día y me la recomendaba con seguridad.
Efectivamente, ha sido una deliciosa lectura. Nos habla de cómo en ocasiones es mejor no preguntar, no oír. De cómo los corazones dejan de ser blancos, virginales, cuando dejan de no saber, cuando conocen ya sin remedio o cuando encuentran respuestas a ciertas leyendas familiares que aparecían de manera latente de vez en cuando.
Pero ésta es sólo la idea central del libro; aparte surgen otras muchas reflexiones, sobre la amistad, el amor, el misterio, la muerte, la edad.
"Lo que usted hiciera o dijera hace cuarenta años me importa poco y no va a variar mi afecto. Es a usted al que yo conozco y eso nada lo puede cambiar: No conozco al de entonces."
"El de entonces", dijo Ranz. "El de entonces", repitió Ranz, y debía de estarse tocando su pelo polar, rozándoselo con las yemas sin proponérselo ni darse cuenta. "El de entonces soy yo todavía, o si no soy él soy su prolongación, o su sombra, o su heredero, o su usurpador. No hay ningún otro que se le parezca tanto. Si no fuera yo, cosa que a veces llego a creerme, entonces él no sería nadie y resultaría que no habría ocurrido lo que ocurrió. Soy lo más parecido que queda a él, en todo caso, y a alguien deben pertenecer esos recuerdos."