sábado, 24 de diciembre de 2011

El Libro de buen amor

De Juan Ruiz sólo conocemos el Libro de buen amor. Se trata de una obra de más de 7.000 versos distribuidos en 1.728 estrofas en las que se narran de forma autobiográfica las aventuras amorosas de un arcipreste. El texto contiene, además, relatos variados y una serie de poemas a la Virgen. El resultado de esta mezcla es una obra variada, vitalista y satírica, con un sinfín de interpretaciones.


Una obra sin título
Desgraciadamente no se conserva ningún manuscrito del autor. Conocemos el texto a través de diversas copias en las que se recoge el texto de la obra sin título, lo cual es, por otra parte, muy común en la época. Al parecer, la obra fue conocida en su tiempo como Libro del Arcipreste de Hita o Tratado del Arcipreste de Hita.
A partir de los estudios del investigador Menéndez Pidal se empezó a conocer la obra con el nombre con que hoy se conoce: Libro de buen amor. El título proviene del propio Arcipreste, quien llama así al libro en diferentes lugares de su obra:


Por amor a mi vieja,     por hablar con razón,
Buen Amor llamé al libro     y a ella en toda ocasión;
cuando bien la traté,     ella me dio gran don;
no hay pecado sin pena     ni bien sin galardón.


El influjo de la tradición
El Libro de buen amor es una obra única y original que se inserta en la tradición literaria del momento en que fue escrita. Esa tradición se manifiesta especialmente en las fuentes que Juan Ruiz utiliza.
En primer lugar, Juan Ruiz se vale de la Biblia, obra que fue tomada frecuentemente como autoridad por los distintos autores del mester de clerecía. Junto a las referencias a la Biblia hay otras a diversas obras latinas muy difundidas en la época.
La literatura romance dejó asimismo sus huellas en el Libro de buen amor. En este sentido destaca la influencia del Libro de Alexandre.
También se puede reconocer la influencia árabe y oriental, especialmente en los pasajes amorosos y en algunos de los ejemplos contenidos en el Libro.


Estructura del Libro: una obra compleja
El Libro de buen amor, escrito en forma autobiográfica, se organiza en torno al relato de las aventuras amorosas de su autor. Comienza con la petición de ayuda que el autor hace a Dios para poder llevar a cabo la obra, y continúa con una explicación, un tanto ambigua, sobre las intenciones que le han llevado a escribir el libro. A partir de ahí se inicia la narración de una serie de aventuras amorosas protagonizadas por el autor, entre las que se van intercalando composiciones narrativas, didácticas y líricas.
Prescindiendo de la trama amorosa central, éstos son los materiales que componen la obra:

  • Un conjunto de tres composiciones que sirven de introducción: una oración en verso en que solicita fuerzas a Dios para poder escribir el libro; un prólogo en prosa que asemeja un sermón culto, pero que tiene una intención paródica; una introducción en verso donde se explica con qué finalidad se escribe el libro.
  • Una colección de fábulas y apólogos que se insertan como ejemplos en las distintas aventuras.
  • Un conjunto de sátiras, en las que el autor se burla de aspectos como el poder del dinero o las costumbres y vicios que tienen determinados clérigos.
  • Diversas reflexiones didácticas de tono moral.
  • Una serie de composiciones líricas, tanto de tema religioso -las cantigas a la Virgen- como profano -cantares de ciego, cantares de escolares y cantigas de serrana.
  • Un relato alegórico que desarrolla una parodia de la batalla de don Carnal y doña Cuaresma.
  • Una recreación de la comedia latina Pamphilus, del siglo XII. A través de la historia de don Melón y doña Endrina se reelabora el texto latino y se narra el proceso de seducción de una muchacha.
La integración de todos estos elementos en la obra da como resultado una estructura abierta que permite la incorporación de diversas composiciones, cada una de ellas con una función determinada.

Un estilo variado y vitalista
Buena parte de las 1.700 estrofas de que consta el Libro de buen amor es cuaderna vía, estrofa propia del mester de clerecía. Pero Juan Ruiz introduce en su obra otros tipos de estrofas y versos, con lo cual rompe la monotonía que caracterizaba las producciones de este movimiento.
Los cambios métricos que se aprecian no se producen al azar sino que responden a la intención del autor de señalar determinados sentimientos o actitudes de los personajes o de destacar un determinado fragmento. Así, por ejemplo, en muchas ocasiones se utilizan versos octosílabos para introducir pasajes populares o de tono intimista. Por el contrario, la utilización sistemática del verso alejandrino se reserva para los momentos solemnes o de carácter moralizante. El mismo Juan Ruiz en el prólogo de su libro explica esta evidente voluntad de estilo.


Y compúselo también para dar a algunos lección de metrificar y rimar, y de trovar; pues trovas y notas y rimas y dictados y versos hice cumplidamente, según esta ciencia requiere.


Al igual que la métrica, el estilo de Juan Ruiz es un estilo variado y lleno de matices. En general se trata de un estilo desbordante y vital, reflejo de la personalidad del autor y de su visión del mundo, cuyos rasgos más característicos son éstos:

  • Riqueza de vocabulario y utilización del término exacto en cada momento.
  • Variedad lingüística y estilística que le permite pasar fácilmente de la expresión popular a la cita erudita.
  • Abundancia de enumeraciones, que aportan variedad y colorido a la expresión.
A tal mensajera     nunca le digas maza;
gorjee bien o mal,     no le llames picaza,
señuelo, cobertera,     almádana, coraza,
aldaba, ni trainel,     cabestro ni almohaza,
garabato ni tenazas     ni anzuelo pescador.
  • Acumulación de sinónimos en momentos de gran afluencia verbal.
De talle, muy apuesta;     y de gesto, amorosa;
lozana y muy gentil,     placentera y hermosa,
cortés y mesurada,     halagüeña y donosa,
graciosa y muy alegre:     amor en toda cosa.
  • Incorporación de dichos y refranes, que se utilizan especialmente en las partes dialogadas y que dan un sabor coloquial al texto.
La fábula lo dice,     que os voy a contar ahora,
que "el ave solitaria     ni bien canta ni llora".
  • Uso abundante de diminutivos, que enriquecen el léxico con matices diversos y aportan frescura y espontaneidad.
Todos estos rasgos hablan de una perfecta adecuación entre expresión y contenido. Y es que Juan Ruiz es uno de los autores en que mejor se mezcla amenidad y riqueza expresiva.


El humor y su significado
Para entender en su totalidad un texto como el Libro de buen amor no podemos dejar de lado un elemento que aparece una y otra vez a lo largo de la obra: el humor.
La utilización consciente de recursos humorísticos aparece expresada por el propio autor al comienzo del libro, al afirmar su propósito de divertir a los lectores:


Es palabra de sabio,     y dícelo Catón,
que el hombre a los cuidados,     que tiene en corazón,
entremezcle placeres     y risueña razón,
pues en mucha tristeza     muchos pecados son.


Y pues con cosas cuerdas     no puede hombre reír,
algunas que otras burlas     tendré aquí que injerir;
cuando tú las oyeres     no quieras discutir
a no ser en la forma     de trovar y decir.


El humor de Juan Ruiz es algo más que una simple forma de entretenimiento; es fruto de la actitud con que el autor se enfrenta a una sociedad en crisis, carente de valores y en la que todo, hasta él mismo, puede ser objeto de burla. La paradoja, la ironía y los juegos de palabras son en este sentido elementos que refuerzan la visión crítica del mundo.


Intención de la obra: el loco amor y el buen amor
El Libro de buen amor no es sólo una obra compleja, donde se mezclan fuentes y elementos muy dispares, sino también una obra polémica, que ha dado lugar a interpretaciones muy diversas. El mismo prólogo del Libro nos deja ver cierta ambigüedad en las intenciones del autor. En primer lugar, Juan Ruiz manifiesta su intención didáctica al pretender mostrar los peligros del "loco amor" y la necesidad de alejarse de él y de volver al "buen amor".


Y Dios sabe que mi intención no fue hacer por dar ocasión de pecar ni por mal hablar; sino que fue por traer a toda persona a memoria buena de bien obrar, y dar ejemplo de buenas costumbres, y consejos de salvación, y para que todos sean apercibidos y se puedan mejor guardar de tantas maestrías como algunos usan para el loco amor.


Pero, en el mismo prólogo, el autor explica que su obra también puede servir de guía de actuación para los enamorados, aunque acto seguido desaconseja esta utilización:


Sin embargo, como es humana cosa el pecar, si algunos -lo que no les aconsejo- quisieran usar del loco amor, aquí hallarán algunas maneras para ello.


Esta interpretación de la obra como manual de comportamiento en el amor pone en relación a Juan Ruiz con uno de los escritores clásicos más admirados durante la Edad Media: Ovidio.
Ovidio fue el autor de un libro, el Ars amandi o Arte de amar, en el que se exponían los principios y las reglas de la vida amorosa. Para muchos críticos, Juan Ruiz se convierte en un imitador de ese gran autor antiguo.
Teniendo en cuenta las declaraciones del autor, los estudiosos del Libro se han dividido entre los que defienden la intención didáctica del Arcipreste y los que opinan que en el fondo nos encontramos ante una irónica broma de un clérigo medieval. Por un lado, la técnica autobiográfica, el tono sarcástico con que se narran algunas aventuras amorosas y las continuas reflexiones morales apoyan la intención didáctica de la obra. Pero, por otro lado, el realismo, la alegría vital, el detenimiento con que se describe el amor y el gusto por los placeres llevan al Libro mucho más allá de la mera intención moralizante.


Las fiestas del Carnaval, en las que se inscribe la batalla de don Carnal y doña Cuaresma,
son uno de los motivos folclóricos presentes en el
Libro de buen amor. En la imagen, detalle
de un cuadro de Pieter Bruegel en el que se ve al rollizo Carnaval luchando con la macilenta
Cuaresma (Kunsthistorisches Museum, Viena).


Documento de una época
Para muchos críticos, el Libro de buen amor es un espejo del choque que se vive en la época entre los viejos valores y las nuevas ideas que nacen en el seno de la burguesía emergente. En este sentido, la lucha entre el buen amor y el loco amor puede ser interpretada como una transposición del enfrentamiento entre las ideas religiosas típicamente medievales y las nuevas costumbres burguesas, más apegadas a los placeres terrenales.
Son muchos los lugares en que el Arcipreste manifiesta su opinión ante los cambios en los valores y en las costumbres. Especialmente significativo es el pasaje que Juan Ruiz dedica al dinero:


Hace mucho el dinero,     mucho se le ha de amar:
al torpe lo hace bueno     y hombre de respetar,
hace correr al cojo,     al mudo le hace hablar;
el que no tiene manos     bien lo quiere tomar.


Séase un hombre necio     y rudo labrador:
hácenle los dineros     hidalgo sabedor;
cuanto más él posee     tanto es de más valor;
quien no tiene dinero     no es ni de sí señor.


Si tuvieres dinero     tendrás consolación,
alegría y placer     y del Papa ración;
comprarás Paraíso,     ganarás salvación;
donde hay mucho dinero     hay mucha bendición.


Juan Ruiz muestra en este pasaje los efectos perturbadores del orden social que el dinero tiene: hace bueno al torpe, hace correr al cojo, hace hablar al mudo, convierte en sabio al hombre necio... Y a la vez, denuncia en la última estrofa la sumisión del clero respecto al dinero.
En cualquier caso, el Libro de buen amor tiene un valor inestimable en cuanto que es reflejo de la sociedad y de sus costumbres, lo cual lo convierte en un auténtico documento de la época. A través de las aventuras amorosas que narra, podemos descubrir las costumbres de una sociedad que atraviesa un momento de crisis política y social. Y lo que es más importante, el Libro no es sólo testimonio de la sociedad cristiana sino que recoge también costumbres y modos de vida de judíos y musulmanes; se convierte así en una prueba más de la convivencia y del mestizaje cultural que se produjo en la Península.
Algunos elementos del Libro sirvieron de modelo para obras posteriores, como, por ejemplo, el personaje de Trotaconventos, que tuvo su más fiel continuadora en La Celestina. Además, el especial realismo que caracteriza al Libro de buen amor ha sido el arranque de toda una larga tradición literaria de lo que se puede denominar realismo grotesco y que abarca desde la novela picaresca hasta Quevedo o Valle-Inclán.