jueves, 22 de agosto de 2013

Francisco de Quevedo

Quevedo fue, ante todo, un escritor extraordinariamente dotado para el dominio de la lengua, la agudeza, el concepto. Y fue además un intelectual preocupado por la moral y la política, que mantuvo una actitud crítica frente a la sociedad de su tiempo. Conservador en muchos aspectos y, a la vez, muy moderno, siempre se sintió descendiente de los grandes humanistas del siglo XVI.

Una figura compleja
Francisco Gómez de Quevedo y Villegas nació en Madrid el año 1580, hijo de un escribano real y de una camarera de la reina. Hizo los primeros estudios con los jesuitas y estudió Artes, Matemáticas y Metafísica en Alcalá y Teología en Valladolid.
Escritor ya muy famoso a pesar de su juventud, parecía en esos años inclinarse por las Humanidades, los estudios bíblicos y la Filosofía. Sin embargo, en 1613 comenzó su carrera como político, que le ocasionó a lo largo de su vida dos encarcelamientos y bastantes sinsabores. Preparó desde Italia, con sobornos y dádivas, el nombramiento del Duque de Osuna como Virrey de Nápoles y permaneció fielmente a su servicio como secretario hasta su caída en 1621, que provocó el encarcelamiento de ambos. El duque de Osuna murió en prisión y Quevedo sufrió por unos meses encierro en Uclés (Cuenca) y destierro a la Torre de Juan Abad, una heredad suya cercana a Villanueva de los Infantes (Ciudad Real).
Con la llegada al poder del conde duque de Olivares, Quevedo puso su pluma al servicio de las ideas reformistas que el privado pretendía introducir. Pero pronto comenzaron las sátiras y el año 1639 fue detenido, a altas horas de la noche y con sumo secreto, en casa del duque de Medinaceli y llevado preso a San Marcos de León. No se saben los motivos, pero debieron de ser muy graves porque tanto el conde duque como el rey se mantuvieron inflexibles. De la prisión de San Marcos salió el año 1643, ya muy enfermo, tras la caída de Olivares. Dos años más tarde, en 1645, murió en Villanueva de los Infantes.
En la obra de Quevedo se ve bien la complejidad y enorme versatilidad de su figura. Por una parte, satirizaba los vicios de la sociedad de su tiempo, pero, en cambio, él mismo fumaba puros, convivía con una actriz de teatro y, al decir de sus detractores, bebía y jugaba. Y habiéndose criado entre tías y hermanas, se presenta como un feroz misógino que escribe las más punzantes sátiras contra las mujeres, lo cual no impide que componga una de las mejores colecciones de poemas amorosos de que dispone la literatura en lengua castellana.

Una extensa obra literaria
Quevedo quiso ser todo: filósofo, filólogo, teólogo, político, predicador... Y esencialmente fue un extraordinario manipulador de la lengua, genial escritor, que, además, tuvo el mérito no frecuente de utilizar estos dones verbales para intentar expresar quién era e intentar renovar la sociedad de su tiempo a través del humor.
La obra de Quevedo es muy dilatada y de gran diversidad, pues tanto en verso como en prosa cultivó las distintas formas y géneros propios de su época. El único género que resultaba ajeno a su estilo y a su mentalidad era la novela, aunque cultivó la novela picaresca, que se adecuaba a su espíritu satírico.