miércoles, 13 de noviembre de 2013

La prosa en la Ilustración: el ensayo

Los ilustrados encontraron en el ensayo el cauce más adecuado para la exposición de sus ideas. Por eso, este género se impuso con fuerza en el siglo de la Ilustración.
El ensayo es un género de exposición nacido en Francia en el siglo XVI. En él cabe cualquier tema: ciencia, filosofía, arte, costumbres... Ahora bien, a diferencia de la exposición científica, el ensayo suele ser breve, no trata los temas de forma exhaustiva y supone un enfoque personal del autor.
En el siglo XVIII hubo importantes ensayistas pero entre otros destacaron dos: Gaspar Melchor de Jovellanos, autor de diversas obras de contenido político, económico y didáctico escritas con el afán de mejorar las condiciones del país, y el Padre Feijoo.

Padre Feijoo (1676 - 1764)
 Feijoo 
Nacido en 1676 en Casdemiro (Orense), Benito Jerónimo Feijoo fue un fraile benedictino que dedicó su vida al estudio y la reflexión. Fue profesor de Teología y de Sagradas Escrituras en la ciudad de Oviedo y ejerció como consejero real. Sin embargo, renunció a desempeñar diversos cargos públicos, entre ellos el de obispo, para dedicarse por entero a su obra.

Una obra enciclopédica
Feijoo es autor de una extensa obra, que está reunida en los ocho volúmenes de su Teatro crítico universal y en los cinco de sus Cartas eruditas y curiosas.
El Teatro crítico universal es un conjunto de ensayos de temas variadísimos: filosofía, economía, política, religión, medicina, pedagogía, ciencias naturales... La palabra teatro alude simplemente al hecho de dirigirse a un público amplio; crítico, se refiere al enfoque del autor; y universal, al intento de realizar una obra totalizadora, enciclopédica, de los conocimientos disponibles en la época.
En sus obras, Feijoo divulgó los adelantos científicos y culturales de su época y atacó las supersticiones y prejuicios arraigados en el pueblo. Así censuró la creencia en los duendes o en la astrología, los temores que despiertan los fenómenos naturales, etc. Y, por el contrario, defendió el estudio de las ciencias que, como la Física, la Química, las Matemáticas o la Medicina, están basadas en la experimentación y pueden llegar a resultados seguros y fiables.

Un racionalista cristiano
Feijoo investigaba, consultaba a las autoridades sobre cada tema y analizaba cuidadosamente las ideas para finalmente aceptarlas, negarlas o suspender el juicio. Sus herramientas de trabajo eran la razón y la experimentación. Racionalista convencido, supo conciliar la razón y la fe, el espíritu de la Ilustración y los valores tradicionales cristianos.
El objetivo primordial que Feijoo perseguía con sus ensayos era modernizar ideológicamente el país, desterrando los errores nacidos de la superstición y la ignorancia. El público que realmente le interesaba no era la minoría selecta de intelectuales, sino la población en general, cuyas formas de vida quería mejorar mediante la educación y la erradicación de la incultura.

Creador del lenguaje del ensayo
Como corresponde a su finalidad didáctica, el estilo de Feijoo es claro y natural, libre de toda afectación o artificio, un lenguaje que sentó las bases del lenguaje ensayístico posterior. Su estilo es ágil y desenfadado y sabe dar vida a cualquier idea mediante el uso de ejemplos, analogías de hechos cotidianos, imágenes... De su estilo dijo Azorín:

La prosa estaba entumecida, anquilosada, fosilizada, y Feijoo ha venido a reavivarla.