viernes, 16 de diciembre de 2016

El mozárabe

Cuando empecé esta novela de Jesús Sánchez Adalid, buscaba revivir historias del Camino de Santiago. Y me he tropezado con una historia monótona, sin demasiado orden, y con unos personajes construidos de manera que tampoco despiertan interés.
Lo he leído en formato eBook y me ha llevado algo más de tres meses. Tampoco me planteé dejarlo, porque en el fondo siempre me encontraba con un nuevo suspense, y creo que el marco histórico sí está bien trazado, lo cual aporta un nuevo aliciente.
Pero en definitiva, me he equivocado con este libro, no sé bien qué historia me había montado en mi cabeza respecto a la peregrinación medieval a Santiago. O quizás me haya confundido con El camino mozárabe, otra novela de este escritor, pero que ahora no me entran ganas ninguna de leerla.

sábado, 10 de diciembre de 2016

Yerma

Continúo con el rescate de mis estudios de Literatura del Bachillerato. Este libro lo compré en 1983, cuando veíamos en clase el teatro de la Generación del 27. He utilizado el estudio introductorio de Ildefonso-Manuel Gil para poder captar toda la simbología que incluye García Lorca para resaltar la tragedia de sus personajes.
Como es lógico, no es la primera vez que leo esta obra de teatro, pero sí cuando he logrado entender todo el dramatismo de sus planteamientos. Se me viene a la cabeza que muchas veces los docentes entran en el error de que jóvenes adolescentes conozcan la literatura sin cuestionarse si lograrán comprender su valor literario, moral o social. Por su desarrollo evolutivo y por las circunstancias históricas que les toca vivir, los estudiantes de secundaria no podrán empatizar con estos personajes, ni interpretar con madurez sus situaciones existenciales. Me planteo si así favorecemos el gusto por la literatura en los jóvenes y también me pregunto cuándo es el momento propicio para acercar la literatura con mayúsculas a la población general. Y lo más complejo, cómo hacerlo, cómo despertar inquietudes por la cultura, por el teatro, por la poesía, en adultos más interesados o preocupados por otras muchas cuestiones. Pienso que dependerá sustancialmente de la facilidad, comodidad... con que podamos acceder a todo eso. Difícilmente se puede competir con el fácil acceso a los contenidos multimedia gracias a la televisión e internet. Son pues imprescindibles los impulsos correspondientes por parte de las administraciones públicas: inversiones en espacios culturales, bajar el IVA cultural, escuelas de adultos o formación para toda la vida, aulas de experiencia, actividades para el fomento de la lectura en las bibliotecas públicas... Toda esta apuesta institucional es fundamental, aunque también contribuirá la publicación gratuita y compartida de diversos contenidos (recomendaciones y opiniones de lectores, análisis de obras literarias) a través de blogs o clubs de lectura online por iniciativa de la ciudadanía. 

miércoles, 7 de septiembre de 2016

El abuelo que saltó por la ventana y se largó

Este libro me lo descargué en la Casa del Libro en abril de 2015 por 0,89 € en una promoción de eBooks. Ahora que tengo un lector electrónico lo he rescatado del fondo de la "estantería" del ordenador.
Verdaderamente es una novela muy divertida, con momentos extraordinarios de ingenio, no sólo por las situaciones que presenta, sino también a nivel literario por el uso de palabras vivas, irónicas, ágiles, giros y dobles sentidos.
Lo que en un principio parece una aventura inocente se convierte en una emocionante persecución llena de personajes extravagantes y en un recorrido por todos los momentos claves de la historia del siglo XX. Y cómo en el país menos corrupto del mundo se tropieza también en la típica comidilla del "qué puñetas!!!".

lunes, 29 de agosto de 2016

Los intereses creados

Sigo retomando los apuntes de Literatura de COU; así recogía en este blog la entrada "El teatro español del primer tercio del siglo XX". Y casualmente por esos días me encontré en una pila de papel para reciclar esta edición de Anaya de Los intereses creados, de Jacinto Benavente. Como no pudo ser de otra manera, lo rescaté de ser triturado.
El estudio introductorio de Fernando Lázaro Carreter lo he utilizado para ampliar las entradas al blog sobre esta obra literaria y sobre la figura de Jacinto Benavente.
Durante su lectura he recordado que en el Instituto Guadalquivir, en aquellos años mozos de mi bachillerato, representaron esta obra los estudiantes vecinos de la llamada por entonces "Escuela Laboral", y entre aquellos estudiantes había un viejo amigo que representaba uno de los personajes, pero no recordaba cuál. Me he puesto en contacto con él para preguntárselo, y me dice que hacía de Polichinela, con su máscara y todo.
Hoy he terminado la lectura de esta comedia. La introducción de Lázaro Carreter consigue centrar la atención en todos sus aspectos más destacables, por lo que leer el libro ha sido un disfrute, donde en cada escena vamos ratificando lo que se expone en dicho estudio introductorio.

lunes, 22 de agosto de 2016

Intemperie

Desde su publicación en 2013 ha sido un libro que tenía en mi lista, en gran medida por los premios y reconocimientos que iba recogiendo su autor. Lo compré en el pasado Día del Libro del mes de abril y lo he leído en estos días de verano.
Con un vocabulario extenso y un modo de contar que me recuerda a Cela o a Delibes, Intemperie nos traslada a un lugar incierto con unos personajes anónimos y en un tiempo indeterminado. Porque en realidad nos habla de una verdad universal: la lucha del ser humano por sobrevivir en una tierra dura y miserable, y cómo dentro de este mar de tierra seca y de esta intemperie cegadora, pueden surgir valores como la generosidad, la amistad y, por qué no, la justicia.
Jesús Carrasco nació en 1972; este libro es su primera novela, y le ha permitido inmediatamente hacerse un hueco en la literatura española. Merece pues que sigamos sus trabajos.

miércoles, 27 de julio de 2016

Los desorientados

El día 27 de junio me regalaron en el trabajo un eBook Scriba Woxter, pequeñito y muy ligero, de color negro. Lo he estrenado con esta novela de Amin Maalouf, que compré en casadellibro.com -todo legal- unos días después. La lectura en el eBook ha sido muy cómoda y me reafirma en la idea de que para libros voluminosos, es preferible este formato.
Anteriormente, había leído Identidades asesinas, un ensayo de Maalouf que me entusiasmó. Por eso me interesó esta novela cuando se publicó en el año 2012. Y ahora es cuando he encontrado la ocasión de leerla, cumpliendo además con el objetivo de valorar la experiencia con el libro electrónico.
Los desorientados es un verdadero aprendizaje sobre la diversidad cultural y religiosa, sobre los conflictos entre el mundo musulmán y occidente y las "desorientaciones" de aquellos refugiados que no se identifican con su país de origen. Pero además, reflexiona con un sentido profundo y universal sobre la amistad, la juventud y las ambiciones perdidas. 

miércoles, 13 de julio de 2016

Tiempo de arena

Este libro lo compró mi mujer a los pocos meses de recibir Inma Chacón el premio como finalista del Planeta. Lo leyó compartiendo conmigo su entusiasmo y lo dejé en la estantería para mejor ocasión.
Me ha tenido entretenido en este último mes; lo terminé anoche, demasiado tarde para mis ojos, que se me cerraban una y otra vez. Pero ya necesitaba cerrar esta historia de secretos y destapar su final, así que me mantuve despierto hasta la última hoja.
Hoy intento saborearlo: ha sido una lectura sencilla, agradable, en algunos momentos confusa... pero muy bien estructurada en cuanto al manejo de los tiempos, a pesar de ser compleja en este aspecto. Y lo más interesante es el símbolo del tiempo de arena, de un tiempo que pasa lento y que incluso se detiene si no se vuelca, como le ocurre al reloj de arena. Hay pues tiempos de espera, de paciencia, y es preciso zarandear en un instante el tiempo, girar el reloj, para que nuestras vidas continúen.

viernes, 17 de junio de 2016

Un millón de gotas

Cuando salió esta novela en el 2014, me llamaba la atención en los kioscos de prensa de las estaciones de tren que iba pisando. Al salir en edición de bolsillo me atrevía a decirles a mis allegados que era una idea de regalo para los momentos apropiados. Fue en el día de San Valentín cuando me lo encontré envuelto en papeles de colorines. Y comencé a leerlo algo más tarde, a principios del mes de abril.
Las noches de lectura después de agotadores días de mucho trabajo no me permitían tener demasiada concentración en la historia, así que cuando lo llevaba aproximadamente por la mitad, inicié de nuevo la lectura desde las primeras páginas. Necesitaba tener bien claro un pasaje de la novela que resulta determinante para entender al personaje de Elías Gil y su derrumbe personal.
Ahora que he terminado el libro, encuentro que su estructura es sólida en cuanto a los diferentes tiempos narrativos (los años de preguerra a finales de los años 30, las consecuencias de la guerra civil española y de la segunda guerra mundial y la Barcelona actual). Los personajes se me mezclaban en la primera lectura y después logré clarificarlos: ya vi que no se trataba de héroes y villanos, sino de humanos miserables debido a las duras experiencias que les tocó vivir.

miércoles, 6 de abril de 2016

La casa de las miniaturas

En julio de 2015 me compré La casa de las miniaturas cuando prácticamente se acababa de publicar en nuestro país. El libro tenía buenas críticas y estaba muy bien situado entonces en las listas de ventas. El encargado de la librería que me atendió lo curioseó incluso, diciéndome que "tenía muy buena pinta".
En estos días lo he terminado, releyendo el final con idea de asegurarme que no me pasaba por alto alguna cuestión trascendente. Realmente es un deliciosa lectura, mágica, con momentos sorprendentes y bien ambientada en la ciudad de Amsterdam en el siglo XVII, pero, a mi modo de ver, deja demasiado abiertas cuestiones fundamentales para la historia que nos cuenta, quizás por la intención de la autora de mantener el secreto hasta este extremo.

sábado, 12 de marzo de 2016

Poética, de Aristóteles

En diferentes estudios introductorios que he leído acerca de qué es la literatura, se hace referencia a este libro de Aristóteles, poniendo así en valor el interés que desde la Grecia clásica ha despertado el fenómeno literario. La asignatura de "Introducción a la teoría literaria", en el Grado de Lengua y Literatura Españolas de la UNED (curso 2015-2016), lo recoge como lectura obligatoria. He elegido esta edición de Alianza Editorial, tanto por su brevedad y precio asequible, como por las anotaciones y la introducción de Alicia Villar Lecumberri, doctora en filología griega y profesora en la Universidad Autónoma de Madrid. Las principales ideas que señalo de esta introducción están recogidas a continuación:
(...)
La cuestión básica que se plantea en la Poética es cómo debe estar compuesta una obra dramática para mantener continuamente el interés del espectador.
(...) la poesía produce en quien la escucha sentimientos variopintos. En la tragedia, por su parte, la palabra despierta emociones entre los que asisten a una representación, que responden a dos conceptos del lenguaje: la imitación y el engaño. Cuando se imita una acción y los oyentes hacen suya esa acción ficticia es cuando la palabra se hace poesía. Y así, se pueden imitar acciones por medio de palabras, colores, sonidos o gesticulación. Este tipo de imitación recibe el nombre de "poesía". (...)
(...)
En la Poética, Aristóteles caracteriza la poesía como arte de imitación. (...) Para Aristóteles, el objetivo de la poesía es el placer y el hechizo o la sorpresa. Así, la catarsis es un efecto inevitable como un fin en sí misma.
(...) Pero hay que señalar que Aristóteles trata sólo de las formas dramáticas y narrativas. Es imposible estar seguros de si consideraba, o no, la lírica como una imitación. (...)

Y si nos vamos ya al texto de Aristóteles, sus principales argumentaciones van en las líneas siguientes:

(...)
Parece que, en general, fueron dos las causas que originaron la poesía, y ambas naturales. En efecto, el imitar es algo connatural a los hombres desde niños, y en esto se diferencian de los demás animales, en que el hombre es muy proclive a la imitación y adquiere sus primeros conocimientos por imitación; y también les es connatural el complacer a todos con las imitaciones. (...) Y una causa de esto es también el hecho de que aprender es algo muy agradable no sólo para los filósofos, sino también para el resto de las personas por igual, si bien participan de ello en una pequeña medida. (...)
(...)
La comedia es (...) imitación de personas de baja estofa, pero no de cualquier defecto, sino que lo cómico es una parte de lo feo. Efectivamente, lo cómico es un defecto y una fealdad que no contiene ni dolor ni daño. (...)
La epopeya, por su parte, discurrió a la par de la tragedia, pero sólo en tanto que es imitación de personas serias, en verso y con discurso; pero difieren en que la primera tiene un verso uniforme y es un relato. (...)
(...)
(...) la tragedia es la imitación de una acción seria y completa, de una extensión considerable, de un lenguaje sazonado, empleando cada tipo, por separado, en sus diferentes partes, y en la que tiene lugar la acción y no el relato, y que por medio de la compasión y del miedo logra la catarsis de tales padecimientos. Por "lenguaje sazonado" entiendo el que está dotado de ritmo, armonía y canto, y por "empleando cada tipo, por separado", quiero decir el hecho de que unas partes se llevan a cabo sólo a través de los metros, y otras, en cambio, mediante el canto. Y puesto que hacen la imitación actuando, en primer lugar, a la fuerza, una parte de la tragedia será el aderezo del espectáculo, y después la composición musical y la elocución, porque con estos medios llevan a cabo la imitación. (...) Dos son las causas de las acciones: la manera de pensar y el carácter (...). Pero la imitación de la acción es el argumento. Al hablar aquí de argumento me refiero a la composición de los hechos, y al decir "carácter" aludo a aquello en virtud de lo cual consideramos que los que actúan tienen unas cualidades u otras; por "manera de pensar" entiendo aquello a través de lo cual los que hablan manifiestan algo o dan su opinión. (...)
(...) todo drama conlleva espectáculo, carácter, argumento y elocución, así como canto y manera de pensar. Con todo, el elemento más importante de todos es la trama de los hechos; pues la tragedia es imitación no de personas, sino de acción y de vida, y la felicidad y la infelicidad están en acción (...). Y los personajes son tales o cuales según el carácter; pero según las acciones son felices o lo contrario. De ahí que no actúen para imitar los caracteres, sino que revisten los caracteres gracias a las acciones. De modo que los hechos y el argumento son el objetivo de la tragedia, y el objetivo es lo principal de todo. (...)
(...)
(...) la tragedia es imitación de una acción entera y completa, que tiene una cierta extensión (...). Completo es aquello que tiene comienzo, medio y fin. (...)
(...) la belleza conlleva una extensión y un orden (...).
(...)
(...) la función del poeta no es narrar lo que ha sucedido, sino lo que podría suceder, y lo posible, conforme a lo verosímil y lo necesario. Pues el historiador y el poeta no difieren por contar las cosas en verso o en prosa (...). La diferencia estriba en que uno narra lo que ha sucedido, y el otro, lo que podría suceder. De ahí que la poesía sea más filosófica y elevada que la historia, pues la poesía narra más bien lo general, mientras que la historia, lo particular. (...)
(...) lo posible es convincente. (...) hasta los hechos conocidos los conocen unos pocos, y sin embargo deleitan a todos.
(...) Y en el caso de que trate cosas que han sucedido, no por ello es menos poeta; pues nada impide que algunos de los hechos ocurridos sean tales que sea verosímil que hayan podido ocurrir (...).
(...)
(...) es necesario que un argumento bien articulado sea simple antes que doble, como dicen algunos, y no ha de pasar de la desdicha a la dicha, sino, por el contrario, de la dicha a la desdicha; y no por maldad, sino por un fallo grave de un hombre (...)
(...)
(...) en los caracteres, lo mismo que en la trama de los hechos, hay que buscar siempre lo necesario y lo verosímil, de modo que sea necesario o verosímil que tal personaje diga o haga tal cosa, y que sea necesario o verosímil que tal hecho suceda después de tal otro. Es, pues, evidente que el desenlace del argumento debe resultar del argumento en sí mismo (...)
(...)
Es preciso urdir la trama de los argumentos y pulirlos con la elocución, poniéndolos ante los propios ojos lo más vivamente posible; pues de ese modo, al verlos con la mayor claridad y la manera en que se realizan, se podrá hallar lo conveniente y difícilmente le pasarán inadvertidas las contradicciones. (...)
(...)
(...) Corresponde al pensamiento todo aquello que debe ser procurado mediante el lenguaje. (...)
En cuanto a la elocución, uno de los puntos dignos de consideración es el de los modos de elocución, cuyo conocimiento corresponde al arte del actor (...)
(...)

En el capítulo XX, Aristóteles hace referencia a la "métrica"; corresponde a lo que más tarde se denominará "gramática".

(...) los vocablos extraños, la metáfora, la palabra ornamental y los demás tipos mencionados evitarán la vulgaridad y la bajeza, y el vocablo usual conllevará claridad.
(...)
(...) de cualquier modo, el hacer ostentación del uso de este estilo es ridículo, pues la mesura hay que aplicarla a todas las partes de la elocución. Y es que, empleando indebidamente las metáforas, los vocablos extraños y demás figuras, se conseguirá lo mismo que si se buscara adrede un efecto ridículo.
(...) Y si se sustituyen los vocablos extraños, las metáforas y las demás figuras por palabras usuales, se puede comprobar la veracidad de lo que decimos. (...)
(...)
(...) lo más importante de todo es dominar el uso de la metáfora, ya que esto es lo único que no se puede tomar de otro y es señal de talento (...).
(...)
En cuanto a la imitación narrativa y en verso, es evidente que se debe estructurar los argumentos del mismo modo que en las tragedias, de manera dramática y en torno a una sola acción completa y acabada, que tenga principio, medio y fin, para que, como un ser vivo unitario y completo, produzca el placer que le es propio (...)
(...)
Hay que preferir lo imposible verosímil a lo posible increíble; y los argumentos no deben componerse de partes irracionales, sino ante todo no deben tener nada irracional, o de lo contrario, lo irracional ha de estar fuera de la trama (...)
La elocución hay que trabajarla especialmente en aquellas partes en las que no hay acción y que no quedan perfiladas ni por el carácter ni por los pensamientos; pues la elocución muy brillante encubre, en cambio, los caracteres y los pensamientos.
(...)
Puesto que el poeta es imitador, igual que el pintor o el hacedor de imágenes, necesariamente tendrá que imitar de una de las tres maneras posibles; o bien como eran las cosas o son, o bien como se dice o se cree que son, o como deben ser. (...)
(...)
(...) las críticas se presentan partiendo de cinco tipos de reparos: o por ser imposibles, o irracionales, o perjudiciales, o contradictorias, o contrarias a la corrección del arte. (...)
(...)

lunes, 7 de marzo de 2016

El árbol de la ciencia

Ahora que estoy enfrascado en retomar lecturas y apuntes de mis estudios de Literatura cuando hacía COU con mi querida profesora Teresa López, he releído El árbol de la ciencia de Pío Baroja. Las últimas entradas en este blog recogen los apuntes de aquel curso.
Lo más interesante de esta novela, a mi modo de ver, es el retrato de la sociedad española de aquellos años de finales del XIX y principios del XX, que daba un escaso valor a la ciencia y a la intelectualidad. Por otro lado, está ese sentido de novela filosófica según decía el propio autor. Recuerdo que cuando lo estudiábamos, nos servía también para entender los planteamientos de Schopenhauer: su sentido "tumultuoso e inconsciente" de la vida sirven de base a los planteamientos noventayochistas de Baroja. Y sin embargo, estas complejas reflexiones no se contradicen con una narrativa clara, de párrafos breves y frases sencillas, que logran centrarnos en la narración de todas las situaciones que viven los múltiples personajes que van apareciendo y desapareciendo, con el hilo conductor del protagonista central. 

sábado, 5 de marzo de 2016

La esencia de "El árbol de la ciencia"

1. Los personajes y el arte de la caracterización

Andrés Hurtado es el personaje central de El árbol de la ciencia, es quien da unidad a la novela. Escéptico, triste, desorientado, Hurtado es el espectador de una España pobre culturalmente. Junto a él, Lulú es el otro gran personaje, es uno de esos espléndidos tipos de mujer que son frecuentes en Baroja. En la segunda parte de la novela, se nos presenta como "un producto marchito por el trabajo, por la miseria y por la inteligencia"; graciosa y amarga, lúcida y mordaz, "no aceptaba derechos ni prácticas sociales". Sin embargo, tiene un fondo "muy humano y muy noble" y muestra una singular ternura por los seres desvalidos. Por encima de todo, valora la sinceridad, la lealtad. Fácil es percibir en estos rasgos una proyección del mismo talante del autor.
En torno a Andrés y Lulú, pululan numerosísimos personajes secundarios. Baroja se detiene en algunos: el padre de Andrés, despótico y arbitrario; Aracil, cínico, vividor sin escrúpulos; el tierno Luisito; Iturrioz, el filósofo... En ocasiones, el detenerse en un personaje no se justifica por necesidades del argumento central, sino por esa típica tendencia de Baroja a "entretenerse en el camino". Con todo, habría que dilucidar, en cada caso, las incidencias que los personajes tienen en la trayectoria de Andrés, en su sensibilidad.
Es amplísima la galería de personajes rápidamente esbozados: profesores, estudiantes, enfermos y personal de los hospitales, amigos y vecinos de las Minglanillas, gentes del pueblo, etc. Bien podría hablarse de personajes colectivos, que vienen a ser piezas de un ambiente, "figurantes" de un denso telón de fondo. Su papel es esencial en la constitución de una atmósfera insustituible.
Para los personajes principales, Baroja usa una técnica de caracterización paulatina; se van definiendo poco a poco, en situación, por su comportamiento, por sus reflexiones, por contraste con otros personajes, al hilo de los diálogos... Además, son tipos que evolucionan: van adquiriendo progresivamente espesor humano.
En los personajes secundarios, la figura, por lo general, se nos da hecha de una vez por todas. Se trata de bocetos vigorosos, de trazos tanto más rápidos cuanto más episódico es el personaje, y cargados las más veces de un sentido satírico, a menudo feroz, aunque en ocasiones impregnados de ternura o de compasión.
El conjunto pone al descubierto un singular poder de captación de las miserias y flaquezas de cuerpos y almas.

2. Ambientes
Ese hormigueante mundillo se mueve en unos medios que Baroja traza admirablemente. Le bastan muy pocos rasgos para darnos impresiones vivísimas. Abundan los cuadros imborrables: el "rincón" de Andrés y lo que se ve desde su ventana, los cafés cantantes, la sala de disección, los hospitales, la casa de las Minglanillas...
Es notable su maestría para el paisaje, sin que necesite acudir a descripciones detenidas a la manera de los realistas del XIX. Por ejemplo, es difícil dar con mayor economía de medios una "impresión" tan viva de la atmósfera levantina como la que nos dan las páginas sobre el pueblecito valenciano, la casa, el huerto... No menos viva e "impresionista" es la pintura del pueblo manchego. Con trazos dispersos, Baroja nos hacer ir percibiendo el espacio, la luz, el calor sofocante. El ambiente de la fonda, del casino, etc., adquirirán asimismo singular relieve.

3. El alcance social. La realidad española
Los personajes y ambientes señalados constituyen un mosaico de la vida española de la época. Son los años en torno al 98. Y es una España que se descompone en medio de la despreocupación de la mayoría. Baroja prodigará zarpazos contra las "anomalías" o los "absurdos" de esa España.
Ya a propósito de los estudios de Andrés, se traza un cuadro sombrío de la pobreza cultural del país (ineptitud de los profesores); y varias veces se insistirá en el desprecio por la ciencia y la investigación.
Más lugar ocupan los aspectos sociales. Pronto aparecen las más diversas miserias y lacras sociales, producto de una sociedad que Andrés quisiera ver destruida. Pero la visión de la realidad española se estructura más adelante en la oposición campo / ciudad.
El mundo rural (Alcolea del Campo) es un mundo inmóvil como "un cementerio bien cuidado", presidido por la insolidaridad y la pasividad ante las injusticias. Palabras como egoísmo, prejuicios, envidia, crueldad, etc., son las que sobresalen en su pintura. De paso, se denuncia el caciquismo, que conlleva la ineptitud o rapacidad de los políticos.
La ciudad (Madrid) es "un campo de ceniza" por donde discurre una "vida sin vida". De nuevo se nos presentan muestras de la más absoluta miseria, con la que se codea la despreocupación de los pudientes, de los "señoritos juerguistas".
Ante la "iniquidad social", el protagonista siente una cólera impotente:

La verdad es que, si el pueblo lo comprendiese -pensaba Hurtado-, se mataría por intentar una revolución social, aunque ésta no sea más que una utopía...

Pero el pueblo -añade- está cada vez más "degenerado" y "no llevaba camino de cortar los jarretes de la burguesía". No parece haber, pues, solución para Andrés (ni para Baroja):

Se iba inclinando a un anarquismo espiritual, basado en la simpatía y en la piedad, sin solución práctica ninguna.

La frase es tan reveladora como aquella otra de su tío, Iturrioz:

La justicia es una ilusión humana.

4. El sentido existencial de la novela
Tal pesimismo explica que no nos hallemos ante una novela "política", pese a los elementos que acabamos de ver, sino ante una novela "filosófica", como el mismo Baroja la llamó. Tal es su verdadero sentido.
Los conflictos existenciales constituyen, en efecto, el centro de la obra. En lo religioso, véase cómo Andrés se despega tempranamente de las prácticas o con qué desprecio habla de un católico como su amigo Lamela ("eso del alma es una pamplina", le dice); en Kant ha leído que los postulados de la religión "son indemostrables".
Hurtado no halla, entonces, ningún asidero intelectual ("El intelectualismo es estéril"). La ciencia no le proporciona las respuestas que busca a sus grandes interrogantes sobre el sentido de la vida y del mundo. Al contrario: la inteligencia y la ciencia no hacen sino agudizar -según Baroja- el dolor de vivir. Así surge la idea que da título a la novela:

... en el centro del Paraíso había dos árboles: el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal. El árbol de la vida era inmenso, frondoso y, según algunos santos padres, daba la inmortalidad. El árbol de la ciencia no se dice cómo era; probablemente sería mezquino y triste.

En definitiva, la vida humana queda sin explicación, sin sentido: es una "anomalía de la Naturaleza". Las lecturas filosóficas de Andrés (las mismas que las de Baroja) lo confirman en esa concepción desesperada. La principal influencia es la de Schopenhauer: de él proceden, a veces casi textualmente, algunas de las definiciones de la vida que encontraremos en la novela. Así, para Hurtado:

... la vida era una corriente tumultuosa e inconsciente, donde todos los actores representaban una comedia que no comprendían; y los hombres llegados a un estado de intelectualidad, contemplaban la escena con una mirada compasiva y piadosa.

O bien:

La vida en general, y sobre todo la suya, le parecía una cosa fea, turbia, dolorosa e indomable.

El tema de la crueldad está muy presente en esta obra: la idea de Darwin de "la lucha por la vida" da título a una de sus trilogías. En El árbol de la ciencia dice:

La vida es una lucha constante, una cacería cruel en que nos vamos devorando unos a otros.

¿Existe alguna solución a tan pavorosos problemas? Según Iturrioz:

... ante la vida no hay más que dos soluciones prácticas para el hombre sereno: o la abstención y la contemplación indiferente de todo, o la acción limitándose a un círculo pequeño.

Andrés, como sabemos, intentará la primera vía, la ataraxia, siguiendo también el consejo de Schopenhauer de "matar la voluntad de vivir".
La cuarta parte es un auténtico paréntesis dentro de la línea narrativa. Su posición central, con tres partes delante y otras tres detrás, parece conferirle intencionadamente una misión clara: hacer un balance de lo ocurrido hasta ahora y establecer el punto de partida de lo que va a venir. Su interés es capital, no sólo para redondear la índole ideológica del protagonista, sino también para ilustrar las inquietudes filosóficas de Baroja, su concepción de la vida y del mundo.

5. El estilo
Los rasgos principales son el gusto por el párrafo breve y la naturalidad expresiva, tanto en lo narrativo como en lo descriptivo o en los diálogos. De especial interés será atender al uso intencionado de términos coloquiales y vulgarismos, con una perfecta conciencia de sus valores "ambientales" o expresivos.
En suma, El árbol de la ciencia es tan barojiana por la índole de su contenido y enfoque como por sus aspectos formales. Acaso se trate, como afirma E. de Nora, de "la más representativa de las novelas barojianas". A la vez es representativa de la época: Valbuena la considera "la novela más típica de la generación del 98". E incluso es una buena muestra de cómo Baroja y sus coetáneos anticiparon buen número de los temas de las corrientes existenciales contemporáneas.

martes, 16 de febrero de 2016

Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea

He etiquetado este libro como novela juvenil porque entiendo que puede resultar una lectura atractiva para adolescentes. Su autora consiguió a su vez diferentes premios de literatura para niños con ésta su primera novela. Cuenta una tragedia familiar desde la visión del más pequeño, Jamie, un chico de diez años. La muerte de una de sus hermanas en un atentado terrorista condena a sus padres a un estado tal de tristeza que conlleva el abandono de sus otros hijos vivos. Así, Jamie mantiene con su hermana mayor Jasmine un estrecho vínculo y una mutua dependencia afectiva. Cuando los niños se trasladan con su padre a una localidad más pequeña, Jamie comienza nuevas relaciones con los compañeros del colegio, que no siempre son positivas. Excepto con su amiga Sunya, quien le apoya en sus problemas. Lo malo es que cuando su padre se entere que su mejor amiga es una chica musulmana, esto provocará una nueva tormenta: fueron terroristas islámicos los que mataron a su hermana Rose. La familia irá evolucionando pues a lo largo de la novela porque Jamie va a buscar cómo recuperar la atención y el amor de sus padres. Con diferentes momentos realmente divertidos, Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea es una lectura recomendable, en la que hay que inferir, interpretar y descubrir los sentimientos profundos que hay detrás de la mirada infantil de sus protagonistas.

domingo, 14 de febrero de 2016

Introducción a "El árbol de la ciencia"

Baroja, en sus Memorias, escribió:

El árbol de la ciencia es, entre las novelas de carácter filosófico, la mejor que yo he escrito. Probablemente es el libro más acabado y completo de todos los míos.

Con esta opinión ha coincidido buena parte de la crítica, comenzando por Azorín que lo consideraba como el que "resume, mejor que ningún otro libro, el espíritu de Baroja".
Ante todo, la novela, escrita en 1911, tiene mucho de autobiografía. Es sumamente curioso que, más de treinta años después, al escribir el segundo volumen de sus memorias (Familia, infancia y juventud, 1944) y al contar sus estudios en Madrid, su estancia en Valencia, o la muerte de su hermano Darío, Baroja transcribe literalmente (o casi) largos pasajes de El árbol de la ciencia: le basta con poner "yo" donde la novela dice "Andrés Hurtado", o con cambiar otros nombres propios.
Pero, además, la obra es toda una radiografía de una sensibilidad y de unos conflictos espirituales que se hallan en la médula de la época.

1. La trama central: historia de una desorientación existencial
El árbol de la ciencia desarrolla la vida de Andrés Hurtado, un personaje perdido en un mundo absurdo y en medio de circunstancias adversas que constituirán una sucesión de desengaños.
Su ambiente familiar hace de él un muchacho "reconcentrado y triste"; se siente solo, abandonado, con "un vacío en el alma". A la vez, siente una sed de conocimiento, espoleado por la necesidad de encontrar "una orientación", algo que dé sentido a su vida. Pero sus estudios (de Medicina, como Baroja) no colman tal ansia: la universidad y la ciencia española se hallan en un estado lamentable. En cambio, su contacto con los enfermos en los hospitales y su descubrimiento de miserias y crueldades, constituyen un nuevo "motivo de depresión". También agudizan su "exaltación humanitaria", pero políticamente Andrés se debate entre un radicalismo revolucionario utópico y el sentimiento de "la inanidad de todo".
Al margen de sus estudios, Andrés descubre nuevas lacras; las que rodean a Lulú, la mujer que habrá de ocupar un puesto esencial en su vida. Y, en fin, la larga enfermedad y la muerte de su hermano, Luis, vendrá a sumarse a todo como un hecho decisivo que le conduce al escepticismo ante la ciencia y a las más negras ideas sobre la vida. Se consuma así, en lo fundamental, la "educación" del protagonista, que, en balance realizado en la parte IV, dirá:

Uno tiene la angustia, la desesperación de no saber qué hacer con la vida, de no tener un plan, de encontrarse perdido, sin brújula, sin luz donde dirigirse.

Las etapas posteriores de su vida constituyen callejones sin salida. El ambiente deforme del pueblo en donde comienza a ejercer como médico le produce un "malestar físico". Madrid, a donde vuelve, es "un pantano" habitado por "la misma angustia"; Hurtado, "espectador de la iniquidad social", deriva hacia un absoluto pesimismo político, se aísla cada vez más y adopta una postura pasiva en busca de una paz desencantada (es la abulia noventayochista).
A una paz provisional accederá tras su matrimonio con Lulú. Pero la vida no le concederá reposo. Pronto le atenazará de nuevo una angustia premonitoria de la muerte de su hijo y de su mujer, definitivo desengaño que lleva a Andrés al suicidio.
Tan sombría trayectoria es ya de por sí reveladora del hondo malestar de Baroja y de su época. De la trama se desprenderá, en efecto, una concepción existencial.

2. La estructura
La figura de Andrés Hurtado da unidad al relato. Pero su trayectoria va hilvanando multitud de elementos (tipos, anécdotas, cuadros de ambientes, disquisiciones...) con esa libertad tan característica de la novela barojiana. ¿Quiere ello decir "ausencia de composición"? En absoluto.
El árbol de la ciencia se compone de siete partes que suman 53 capítulos de extensión generalmente breve. El número de capítulos que integran cada una de las partes es variable: 11, 9, 5, 5, 10, 9 y 4, respectivamente. Esta aparente desigualdad no debe engañarnos: observemos la estructura interna del relato.
En realidad, cabría dividir la obra en dos ciclos o etapas de la vida del protagonista, separadas por un intermedio reflexivo (la parte IV). En torno a este intermedio, aquellas etapas (integradas cada una por tres partes) presentan entre sí una clara simetría, como se ve en el siguiente esquema:


Se observará ahora que las partes homólogas de uno y otro ciclo se componen de un número casi igual de capítulos: estructura, pues, equilibrada. Pero más importante aún son los paralelismos de contenido que podrán apreciarse.
Todo ello nos confirma la opinión de Galdós: hay en El árbol de la ciencia "mucha técnica" Acoso se trate, como comentaba Baroja, de una técnica "intuitiva", pero "muy perfecta y muy sabia", sin duda.
Sin embargo, no es menos cierto que esa estructura no encorseta el relato; se sigue observando que el hilo narrativo va devanándose con gran libertad y entrelazándose con multitud de anécdotas laterales, con los elementos más heterogéneos en apariencia.

domingo, 7 de febrero de 2016

Obras de Pío Baroja

Fue Baroja un escritor fecundísimo. Sólo sus novelas pasan de sesenta, escritas al ritmo de unas dos por año. Treinta y cuatro de ellas se agrupan en trilogías, cuyos títulos indican el rasgo común de las novelas que las componen. Citaremos las más importantes:
  • Tierra vasca, formada por La casa de Aizgorri (1900), El mayorazgo de Labraz (1903) y Zalacaín el aventurero (1909). Su unidad está dada por el ambiente. Zalacaín es, según Baroja, "la más pulcra y bonita" de sus novelas; cuenta las andazas de un típico "hombre de acción", personaje inolvidable, en medio de la última guerra carlista.
  • La vida fantástica: Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox (1901), Camino de perfección (1902) y Paradox, rey (1906). En la segunda de estas obras, su protagonista, Fernando Ossorio, encarna la angustia existencial y el anhelo de hallar un sentido a la vida; junto a ello, incluye una visión muy noventayochista de las tierras de Castilla. Las otros dos novelas tienen como protagonista al insólito Paradox, simpático, anárquico, al margen de convencionalismos.
  • La lucha por la vida: La busca (1904), Mala hierba (1904) y Aurora roja (1905). La primera es para muchos la obra más intensa del autor; su panorama de los barrios más míseros de Madrid es de un implacable y desolado realismo; su protagonista, Manuel, es una figura conmovedora, zarandeada por la sociedad.
  • A La raza pertenece El árbol de la vida (1911), acompañada por La dama errante (1908) y La ciudad de la niebla (1909).
  • Las ciudades: César o nada (1910), El mundo es ansí (1912) y La sensualidad pervertida (1920). Destaca la primera, cuyo protagonista, César Moncada, es el hombre enérgico que se enfrenta con el ambiente muerto y degradado de una ciudad provinciana, y terminará vencido.
  • El mar: Se compone, excepcionalmente, de cuatro novelas: Las inquietudes de Shanti Andía (1911), El laberinto de las sirenas (1923), Los pilotos de altura (1929) y La estrella del capitán Chimista (1930). Es inolvidable la que inicia la serie, por el recio tipo de marino vasco que presenta y por las anécdotas o los personajes que componen un vivísimo ambiente marinero.
Entre 1913 y 1935, Baroja se consagró preferentemente a desarrollar una serie narrativa más extensa, la titulada Memorias de un hombre de acción. Está integrada por 22 novelas, cuyo protagonista es Eugenio de Aviraneta, dinámico personaje del siglo XIX y antepasado del autor. El aprendiz de conspirador encabeza el ciclo; otros títulos son Con la pluma y con el sable, Los recursos de la astucia, La ruta del aventurero, etc.

 Otras obras 

Baroja escribió, además, numerosos cuentos y novelas cortas (destacan los relatos incluidos en Vidas sombrías, 1900), varios tomos de ensayo, libros de viajes, biografías, e incluso varias obras dialogadas, de las que sólo algunas tiene carácter realmente teatral, de escaso interés. Escaso es también el valor de su único libro de versos, Canciones del suburbio (1944).
En cambio, son apasionantes sus Memorias, que llevan por título general Desde la última vuelta del camino. Son siete volúmenes que componen, en realidad, un largo soliloquio en que Baroja, con su característica independencia y su insobornable sinceridad, va acumulando recuerdos, juicios, opiniones estéticas, morales y de toda índole, un poco al hilo de la ocurrencia y con su habitual naturalidad expresiva. El conjunto es de enorme interés como testimonio de la personalidad del autor, entrañable y gruñón, y como panorama de toda una época.

 Significación de Baroja

Hay que insistir en que, por su idea de la vida y por la sinceridad con que ésta se refleja en su obra, Baroja es una figura sumamente representativa de la sensibilidad y del ambiente espiritual de su generación, con esa desazón y esos conflictos que los españoles compartieron con los escritores europeos de la misma época.
Por otra parte, Baroja es el novelista por antonomasia de la literatura española contemporánea, por sus dotes de narrador y por su capacidad de creación. La fuerza de su testimonio sobre la sociedad y el vigor de su estilo sobrio lo convirtieron en maestro de los novelistas de la posguerra: Cela, por ejemplo, ha proclamado muchas veces una "admiración de discípulo" ante el autor de El árbol de la ciencia.

jueves, 28 de enero de 2016

Extraños en un tren

Ufff. Este libro ha salido de lo más recóndito de la estantería. Lo compré en la librería de Juanito Becerra en 1984  y el pobre estaba desde entonces allí aparcado (...bueno, he tenido varias mudanzas, así que habrá pasado por diversas estanterías).
Ahora que lo he terminado me entero que Hitchcock, en 1951, dirigió una película basada en esta novela de Patricia Highsmith, publicada un año antes, en 1950.
Cuenta un macabro pacto entre dos desconocidos que comparten un viaje en el tren. Está construida como una novela policíaca, pero aborda cuestiones interesantes propias de la moral: por un lado, la culpa y la mala conciencia, y por otro, el desprecio por la vida humana en una sociedad sin límites cercana a la locura. Porque la presión o la manipulación que ejerce Bruno sobre Guy no es explicación suficiente para entender sus actos, sino más bien que cada uno de nosotros somos asesinos en potencia. Y sólo nos sentiríamos aliviados de nuestros crímenes cuando los confesemos. 

sábado, 9 de enero de 2016

El estilo de Pío Baroja

Ha sido frecuente afirmar que Baroja "escribe mal". Y frente a ello, el pulcro Azorín dijo que el de Baroja era "un gran estilo". Por una parte, en efecto, son evidentes sus incorrecciones gramaticales, que él mismo atribuía a su origen: su español -decía- es el de un vasco y no el de un castellano casticista.
Pero, por otra parte, su estilo es perfectamente coherente con su ideal de espontaneidad narrativa. Baroja lleva al extremo la tendencia antirretórica de los noventayochistas. O mejor, afirma su voluntad de hacerse "una retórica de tono menor", hecha de "continencia y economía de gestos", y desprovista de aquellas galas convencionales que le parecían "adornos de cementerio". He aquí una afirmación fundamental recogida en sus Memorias:

Para mí, no es el ideal del estilo ni el casticismo, ni el adorno, ni la elocuencia; lo es, en cambio, la claridad, la precisión, la rapidez.

El resultado de esa voluntad de estilo es, en efecto, una prosa rápida, nerviosa, vivísima, que bien puede considerarse "un gran estilo". Y su novedad no es menos evidente que la de otros intentos renovadores coetáneos. Él mismo tenía clara conciencia de que en su prosa había "una manera de respirar que no es la tradicional".
Hay, junto a ello, en su estilo un tono "agrio", calificativo que Baroja consideraba exacto. Evidentemente, es lo que corresponde a su temperamento amargado. Y se manifiesta especialmente en expresiones contundentes como zarpazos, a menudo feroces, que propina sin cesar. Pero no se olvide, como contrapunto, la inesperada aparición de una pudorosa ternura que nos deparan sus páginas.
Aspectos concretos de su orientación estilística son sus preferencias por la frase corta y el párrafo breve. Madariaga señalaba que muchas páginas de Baroja son "ristras de hechos apuntados en frases cortas que caen... como paquetes descargados". En cuanto al párrafo breve, el mismo Baroja afirma:

Para mí era la forma más natural de expresión, por ser partidario de la visión directa, analítica e impresionista. El párrafo corto da la impresión del golpeteo del telégrafo de Morse.

Todo lo dicho explica, sin duda, la viveza y amenidad del relato. Y asimismo, el especial relieve de sus descripciones: en general, son pinturas rápidas, hechas de pinceladas escuetas que, con unos detalles significativos, nos producen una intensa impresión de realidad. Bien puede hablarse, como hacía Baroja, de técnica "impresionista", muy distinta de la que se observa en las prolijas descripciones de los realistas decimonónicos.
Finalmente, la naturalidad barojiana alcanza manifestaciones eminentes en la autenticidad conversacional de los diálogos, en los que el autor se muestra como maestro insuperable.
Añadamos que, en ocasiones excepcionales, sus novelas o sus cuentos ofrecen breves evocaciones líricas en una prosa especialmente cuidada y bellísima. Son famosos, por ejemplo, los "elogios sentimentales" del acordeón o de los caballos del tiovivo, en Paradox, rey, testimonios de unas dotes que Baroja prefirió no prodigar.

martes, 5 de enero de 2016

Pío Baroja: Su concepción de la novela

Aunque confesó su escaso interés por las teorías estéticas, Baroja dedicó muchas páginas, especialmente en sus Memorias, a hablar de su labor.
Ante todo, la novela es para él un género multiforme, proteico:

Lo abarca todo: el libro filosófico, el psicológico, la aventura, la utopía, lo épico...

Estamos pues ante la típica novela abierta, o como él decía, permeable. Consecuencia de ello es su declarada despreocupación por la composición. Estaba en contra de los novelistas que parten de un "argumento cerrado y definitivo", y abogaba más por una composición espontánea e intuitiva. He aquí unas declaraciones muy significativas:

Esta tendencia mía de no apreciar gran cosa la composición me ha hecho descuidarla un tanto en mis libros. A mí, en general, es un tipo o un lugar lo que me sugiere la obra. Veo un personaje extraño que me sorprende, un pueblo, una casa, y siento el deseo de hablar de ellos. Yo escribo mis libros sin plan. Yo necesito escribir entreteniéndome en el detalle, como el que va por un camino distraído, mirando este árbol, aquel arroyo y sin pensar demasiado a dónde va.

Sus novelas presentan "una marcha disgregada" que permite "muchos cambios". Llegó a afirmar que "una novela es posible sin argumento". Lo que le importa son los episodios, las anécdotas, las disgresiones... Tampoco le preocupa la unidad, más propia, pensaba, de la obra teatral o del cuento.

Una novela larga será siempre una sucesión de novelas cortas.

Monumento a Pío Baroja en Madrid
En cambio, la invención, la imaginación disponible, eran para él las cualidades supremas del novelista. Y junto a ello, la observación. Como decía un crítico de su tiempo, Andrenio, sus novelas dan "la sensación de lo visto, de lo vivido, contado rápidamente con rasgos expresivos y seguros, como narra un testigo presencial".
Confiesa, en fin, Baroja que sus obras "no quieren probar una tesis". Es cierto, pero eso no significa que de ellas no se desprenda una concepción de la vida. Incluso es frecuente que se intercalen en la acción disquisiciones en las que se barajan ideas de índole variadísima, pero siempre insertas en la experiencia vital de un personaje. Todo esto adquirirá, no obstante, su exacto sentido si se matiza con una opinión de Galdós que nuestro autor recoge en sus Memorias. Al indicarle Baroja que escribía "sin técnica ninguna", Galdós le respondió:

Yo le probaría a usted con algunos de sus últimos libros en la mano que hay en ellos no sólo técnica, sino mucha técnica.

Baroja comenta:

De entonces acá, he pensado en la técnica de la novela y he visto que, en gran parte, Galdós tenía razón.

Y reconoce que hay "una ciencia de novelista, quizá intuitiva, muy perfecta y muy sabia".
En definitiva, lo que Baroja llama "falta de composición" o "desorganización" no son sino formas particulares de componer y de organizar la materia novelística. Lo que sí queda claro de todo ello es la novedad que su manera de contar suponía en relación con la estructuración del relato en la novelística inmediatamente anterior.

viernes, 1 de enero de 2016

Cielos de barro

Imagino que sería en el año 2000, al ganar Dulce Chacón el Premio Azorín y Planeta publicar su novela, cuando lo leí por primera vez. Recuerdo que mis hijos eran pequeños y pasamos unos días en Marbella, en casa de unos familiares. A los pies de la escalera de la terraza, buscando el fresco de la mañana, me sentaba a leer sus páginas. Después, fue una de mis lecturas recomendadas durante bastante tiempo.
En este mes de diciembre, me he sentado otra vez con el libro en las manos, reviviendo las viejas penas de este cortijo extremeño en aquellos años de guerras y miserias.
En realidad lo he leído nuevamente dos veces, porque me he liado un poco con tantos personajes y porque terminé la lectura con una duda. Así, en la relectura he estado más centrado, con largos ratos por delante. He disfrutado también más del estilo literario y del lenguaje utilizado para dar cuerpo al personaje de Antonio, el alfarero, y he reconstruido las historias que nos cuenta.
En cierto modo, es una novela con una estructura compleja, con dos voces diferentes que narran la misma historia, por un lado está la narración desordenada, propia de una persona mayor, en primera persona, del alfarero, pero con una gran belleza y matices, y por otro lado, la voz omnisciente que pone orden cronológico a lo que acontece.
Como señalaba Dulce Chacón en una entrevista, la novela arranca con un crimen múltiple que hay que investigar, pero esto no es más que una excusa para describir la vida de esos años de señoritos y sirvientes, reconstruida a partir de viejas historias contadas en muchas entrevistas que la autora tuvo entre los que sufrieron en sus corazones tantas calamidades.